Para intentar comprender algunos hechos actuales que suceden en Colombia, así como en otros estallidos sociales y procesos de lucha recientes –Chile, Ecuador, Brasil–, podría servir rastrear y recuperar las teorías de Henri Lefebvre (1901-1991), pionero de la “teoría del espacio” y de la “crítica de la vida cotidiana”, cuya conocida frase, desperdiciada cual mero slogan –el título de un libro de 1967/68–, postula nuestro justo y necesario “derecho a la ciudad”. Autor de una profusa obra donde conviven en plenitud crítica y analítica la sociología con la urbanística, la filosofía con la literatura, la historia con la psicología, bastante aunque desordenadamente traducida al castellano a lo largo de décadas, Lefebvre dejó una marcada influencia en la “geografía materialista” de teóricos contemporáneos como Mike Davis, autor de Planeta de ciudades miseria (slum), y David Harvey, cuyo prefacio a su libro Ciudades rebeldes lo titula, nada menos, “La Icaria de Henri Lefebvre”. Hay en él un legado todavía actual, y de avanzada, para pensar la problemática urbana, su presente y su futuro.
¿Qué es la ciudad, en qué devino, de una anterior etapa industrial, que provino a su vez de una rural? En uno de sus importantes trabajos, La revolución urbana (1970), Lefebvre destaca la heterogeneidad de “lógicas”, “niveles” o “dimensiones” del fenómeno: la mercancía, con su producción, distribución y consumo, el Estado y la ley, los objetos y su ordenamiento, la vida cotidiana, el lenguaje, la información y la comunicación, etc. Todos procesos que se pretenden “acabados y limitantes” al mismo tiempo, regidos bajo la plusvalía y la acumulación de capital, para lo cual la ciudad y su “organización espacial” le es funcional. Y señala el doble carácter que posee el espacio público, la calle, en sus aspectos positivos y negativos.
En contra de la calle Lefebvre señala cómo esta es sólo un lugar de paso, donde cada individuo, aislado, atomizado, adquiere un carácter impersonal. Es un lugar de circulación, donde prevalecen las leyes del mercado, para concurrir al trabajo, que se transporten las mercancías, y para ir a consumir –quienes puedan–. En la calle, la protesta y la manifestación se condicionan o prohíben.
A favor de la calle hay también mucho: Lefebvre destaca que es “el lugar (topo) del encuentro, sin el cual no caben otros posibles encuentros en lugares asignados a tal fin (cafés, teatros y salas diversas)”. Y más: “la calle cumple una serie de funciones que Le Corbusier desdeña: función informativa, función simbólica y función de esparcimiento. En la calle hay desorden, es cierto, pero todos los elementos de la vida humana, inmovilizados en otros lugares por una ordenación fija y redundante, se liberan y confluyen en las calles, y alcanzan el centro a través de ellos; todos se dan cita, alejados de sus habitáculos fijos. Es un desorden vivo, que informa y sorprende”.
Monumento a la Resistencia. Cali
Cuando, como ocurre en Colombia, quienes habitan la ciudad se manifiestan –sectores juveniles, de mujeres, de asalariados/as, e incluso sectores rurales–, y se muestran en las calles, concretan su poder transformador, renombrando, “refuncionalizando” y resignificando el espacio (en) común. Pasados más de ochenta días de lucha, con discrepancias y divergencias en cuanto a la orientación de la misma en la llamada Mesa del Paro Nacional –y otras organizaciones y sectores sociales que allí, en esa conducción, no se encuentran–, el conflicto se mantiene, y una de sus expresiones activas son los llamados “puntos de resistencia”, entre los que se destacan el Portal de la Resistencia, nuevo nombre del Portal de las Américas; Puerto Resistencia, nombre actual del Puerto Rellena; Loma de la cruz, que es ahora Loma de la dignidad; Paso del comercio, que es ahora el Paso del aguante y así siguiendo. Es la masa, que, activa y creativamente, “se apodera de los lugares y realiza un adecuado tiempo-espacio”, como dijera Lefebvre. Se debilitan las leyes y ritmos (tiempos) del mercado, y surgen otras expresiones, lazos sociales, y “producciones” en común. Se debilita o anula el racional cálculo egoísta-monetario ante el despliegue y la diversidad de las energías sociales. Porque junto la lucha colectiva proliferan todo tipo de actividades, en el espacio compartido, en plazas, rotondas y avenidas. Otra expresión: los monumentos en homenaje a sus propios mártires, a quienes cayeron en la lucha bajo la represión estatal y paraestatal, como el “Monumento a la Resistencia”, puesto en pie en la ciudad de Cali: un puño, con la bandera colombiana, y la palabra Resiste.
En-tendedero. Bogotá
Hay más. Para Lefebvre la calle es “el lugar privilegiado en donde se inscribe la palabra”, donde esta “se ha hecho salvaje y se la encuentra eludiendo prescripciones e instituciones, inscrita en las paredes”. Pues bien, en Colombia las paredes efectivamente hablan en pintadas, leyendas, murales, grafitis, y se dan también otras formas y combinaciones: una institución académica actuando en el espacio social, fomentando la expresión, la comunicación y el debate públicos, y también en los ámbitos privados (hogar-familia). La Facultad de Arquitectura y Diseño Universidad de los Andes impulsa “En-tendedero”, la puesta en pie de espacios donde se cuelgan, con broches de ropa, “piezas de expresión” realizadas con diferentes materiales y estéticas. Tal como postula en Instagram, @en_tendedero, uno de sus planteos, “¿Qué tienes por decir? Escuchémonos”, permitió que sectores de la juventud pudieran abrir el diálogo con sus familias, intercambiando y favoreciendo el paso de la casa a la calle, una vez mejor aclarada o comprendida la situación y los motivos de las luchas y reclamos que motorizan al Paro. La experiencia, además de replicarse por decenas en los municipios de Colombia, tiene como inspiración a Mónica Mayer, artista mexicana que en la década de 1970 expuso la problemática de la mujer mediante tenderos, habilitados para la expresión libre y anónima.
A comienzos de mayo, la militarización de Cali comenzó con la llegada de Eduardo Zapateiro, el general en jefe del Ejército. Su objetivo: la “recuperación de la ciudad”. En Colombia se da actualmente una pulseada política entre el gobierno y amplios sectores de la sociedad civil, movilizada, acusada de tener “terroristas” e “infiltrados” para poder reprimirla mejor –en lo que es un verdadero escándalo internacional en materia de violaciones a los derechos humanos–. En las asambleas permanentes y otras formas organizativas, con un sinfín de experiencias comunitarias y solidarias, al calor de las luchas, con una “revolución cultural” que acompaña el proceso, se juega, nuevamente, el destino del país.
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Colombia: las calles, un espacio del futuro
Por Demian Paredes