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GONZÁLEZ VERA: EL COBRADOR DE TRANVÍAS

Por Daniela Pinto Meza
Publicado en https://www.estaciondelapalabra.cl/ 16 de febrero de 2019



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José Santos González Vera es un escritor de la brevedad: escasas publicaciones y las mismas de una extensión breve. El propio autor presumía de ello: decía que las reediciones de sus obras eran “corregidas y disminuidas”. Sin embargo, a pesar de esto, sus textos nos permitieron fijar en la memoria sólidas y permanentes imágenes de lo que el autor fue describiendo. Entre esas postales, fragmentos del Valparaíso de primer tercio del siglo XX.

Ahora bien, como la escritura de González Vera indagó por distintos géneros, la reconstrucción de este continuum debe indagar en los cuentos, la novela, los artículos y las memorias de nuestro autor.

De este modo, es posible encontrar los indicios de un “otro” Valparaíso, un Valparaíso de cerros, de muelles, de trabajo y trabajadores. Más allá, incluso, de las filiaciones ideológicas del autor, de su afinidad con el anarquismo, lo que él despliega en sus páginas es una profunda descripción de lo que podríamos denominar el Valparaíso popular, no el Valparaíso de la opulencia, identificado de manera usual con los emblemáticos cerros Alegre y Concepción.

Esta representación del Puerto, desde la perspectiva de la sociabilidad de los sectores populares que habitan en él, no deja de ser significativa, particularmente en nuestros días, cuando los discursos decimonónicos sobre lo que pretendidamente constituye la identidad porteña quedan situados en una condición de crítica y entredicho que, necesariamente, avizoran el desarrollo de nuevas formas de apropiación sobre el territorio.

Al igual que muchos otros escritores –Gonzalo Rojas, sin ir más lejos-, un buen día González Vera decide “venirse al Puerto”:

Bajo la influencia de Gorki tomé la descomunal resolución de irme a Valparaíso. Era para mí no menos que partir a la Cochinchina. Nunca había visto el mar. Durante un mes imaginé cuál sería mi vida en el puerto. Lo mejor de los viajes debe de ser la visión previa.

En esa época es cuando trabaja como cobrador de la línea de tranvías que va de Valparaíso a Viña del Mar. Las andanzas de este periodo son las que le servirán para escribir la segunda parte de su libro  Vidas mínimas. No deja de ser significativo como recuerda en  Eutrapelia: honesta recreación, que su trabajo en los tranvías no haya sido el único, a pesar de que en las notas que se escriben sobre su vida suele ser el oficio más usualmente mencionado:

Tras unos días de ocio, me convertí en vendedor de libros, primero en la Subida de San Juan de Dios; a continuación en el Pasaje Quillota. Ofrecíanse en una tienda los saldos de lo que fuera editorial del libro barato. Entre las obras que adquirí, a sesenta centavos el volumen, estaban  El inútil, de Joaquín Edwards Bello, y Azul, de Rubén Darío. Los demás vendedores, que lo eran de aves, verduras y frutas, mirábanme no sin extrañeza, juraría que con menosprecio, también.

Estos relatos que mixturan ficción con realidad, o mejor dicho, con autobiografía, se intersectan con otros en los cuales la creación plena se expresa de forma íntima, como ocurre con autores menos conocidos como Luis Cornejo o Franklin Quevedo.

Ahora bien, una de las obras por excelencia que el lector debería visitar para encontrarse en propiedad con la vida y obra de José Santos González Vera es  Cuando era muchacho, una obra memorialística en la cual es posible conocer todos los tránsitos, sentidos y contrasentidos que tuvo la vida de este notable escritor chileno. Esta obra, publicada en por primera vez en 1951, se reeditó de manera independiente hasta el año 1996, lo que da cuenta de la relevancia que, para determinados lectores ha tenido en el tiempo. Esa misma importancia es la que, creemos, debería recuperar el lector en estos días: rememorar las palabras de quienes nos anticiparon en la formulación de algunas interrogantes, como aquellas signadas por la palabra desigualdad.

Hombres de caminos y andanzas, su propia biografía da cuenta de ello: nace en 1897 en San Francisco del Monte. Falleció en 1970 en Santiago. Abandonó los estudios en el primer año de humanidades. Se hizo aprendiz de escritor, mozo de sastrería, trabajó en una casa de remates, práctico la peluquería, fue cajero, comisionista, secretario de una sociedad de carniceros... Lo que hoy se comprende como  la academia quizás no lo vería con buenos ojos, si se atreviese a pisar las canónicas aulas universitarias.

Recibió el Premio Nacional de Literatura en 1950. Había publicado solo dos libros, lo cual originó el debate correspondiente al mundillo literario. González Vera salió airoso: con el tiempo, su triunfo se ha consolidado, si bien no de manera masiva, sí entre quienes saben leer entre líneas, en los intersticios de lo que, a veces pomposamente, suele denominarse como  literatura chilena.



 

 

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GONZÁLEZ VERA: EL COBRADOR DE TRANVÍAS
Por Daniela Pinto Meza
Publicado en https://www.estaciondelapalabra.cl/ 16 de febrero de 2019