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Diego Ramírez, poeta de la moda y la resistencia:

PEDACITOS DE VIDA DE UN POETA POKEMÓN

En una ex carnicería inserta entre bloques sociales del Barrio Brasil se discute sobre Gabriela Mistral. Una Virgen de Guadalupe brilla, una bandera del partido comunista y un flyer de la disco Blondie ambientan la sesión literaria. Se trata de la Carnicería Punk, un centro cultural en miniatura y clandestino dirigido por el poeta Diego Ramírez. Fan de Lemebel, especialista en literatura de mujeres, ex–gótico, ganador de tres becas del Fondo del Consejo del Libro e integrante de la nueva generación de poetas jóvenes. Esta es la historia de Diego, un escritor Pokemon y pedófilo por casualidad con tan sólo 26 años.

Por Valentina Godoy y Cristián Cabello - Equipo Disidencia Sexual
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Mientras sus compañeros jugaban fútbol, Diego Ramírez se dedicaba a leer novelas en su colegio de Gran Avenida. Tenía 15 años cuando, junto con su compañera Gladys González, se acercó al Centro Cultural Balmaceda 1215, un espacio de promoción cultural para jóvenes financiado por el Estado. Corría el año 1997 y Diego Ramírez comenzó a asistir a los primeros talleres de literatura.

Diego estuvo cinco años asistiendo a Balmaceda 1215. Tuvo como profesores a grandes escritores de los noventa como Carmen Berenguer, Sergio Parra, Pía Barros, Alejandra Costamagna y Pedro Lemebel. Éste último sin duda lo marcó en su estilo. Cuando Diego Ramirez conoció a Pedro Lemebel no había leído nada sobre él. Su sorpresa fue grande cuando, para la audición para ingresar al taller que haría Lemebel, se encontró con un escritor de pelo largo y que usaba tacos. Diego cuenta sobre la primera impresión que tuvo: “La vez que lo conocimos fue en una audición horrorosa, donde nos preguntaba de qué porte la teníamos, qué drogas consumíamos, cosas muy hardcore. Teníamos 16 años, y para nosotros era muy impactante. Obviamente en el taller éramos puros hombres”.

El autor de Tengo miedo Torero fue una gran influencia para la escritura de Ramírez. Con él pudo conocer la crónica literaria y comenzó a atreverse a escribir desde sus deseos homosexuales. Del taller de crónica que hizo Lemebel, Diego fue el único que siguió escribiendo.

Balmaceda 1215 ubicado a un costado de la Estación Mapocho es un lugar del cual Diego se siente muy agradecido. Este 2008, luego de varios años, Diego tuvo la posibilidad de regresar a Balmaceda, pero esta vez como profesor. Realizó un taller titulado “Arte de la Resistencia” donde tuvo como alumnos desde escolares hasta universitarios. El taller de Ramirez terminó con una performance en la Biblioteca Nacional, donde se exponían los diarios íntimos de Gabriela Mistral, uno de sus grandes intereses literarios.

A los 16 años el joven poeta ganó el concurso de Juegos Literarios Gabriela Mistral de la Municipalidad de Santiago. Rompió las marcas al convertirse en el ganador más joven en la historia del premio. Participó con un cuento titulado “Más cerca del olvido”, un nombre que ahora le causa risa. Este cuento lo escribió luego de conocer la Estación Central. “Es la historia de un par de hermanos y una madre que viajan en tren a buscar al papá. La madre es una histérica, que en el fondo llevaba a sus hijos con el fin de manipular la relación amorosa con su esposo”, cuenta Diego.

Diego es Periodista titulado de la Universidad ARCIS, sin embargo nunca ha ejercido como Periodista, cuestión que tampoco le interesa. Su sustento actual es la Beca de Fomento para la Creación Literaria del Ministerio de Cultura por el libro de poesía inédito “Mistrala”, que ganó en 2007. Esta beca le otorgó cuatro millones de pesos para dedicarse a su trabajo escritural. Le da el privilegio de no tener que rendirle a ningún jefe y tampoco tiene la obligación de publicar un libro.

Para Diego, los concursos literarios son vitales. Le permiten vivir. Se ha ganado tres veces el Fondo del Consejo del Libro. En 2003 ganó la beca de la Biblioteca Nacional y en 2004 se le otorgó la beca de la Fundación Pablo Neruda. ¿Cómo logra tanto éxito? Sin duda su escritura, principalmente biográfica y con un discurso político desde el cuerpo y la memoria, lo ayudan. No se trata de una historia de amor simplemente. En ese sentido, Diego es bastante serio y dedicado. Cuando postula a premios se prepara bien y manda fotos, videos, recortes de diarios, todo lo que le pueda servir para su proyecto de libro. “Es un reconocimiento que uno necesita. Este espacio es súper cerrado y yo soy súper mal relacionador público, no salgo, soy muy escondido. Mi única forma de sustento es la de los concursos. Para mí es un honor sentir que me he ganado ese lugar, estar entre los poetas jóvenes y que tengan que mencionar mi nombre aunque les caiga mal”.


El “pedófilo” becado

En 2005 Ramírez ganó la beca del Fondo del Libro con un proyecto titulado “mi delito”. Se trataba de hacer un libro novela luego de una estadía por tres meses en la Penitenciaría de Santiago. Estuvo preso por el delito de asociación ilícita e integrar una red internacional de pornografía infantil en Internet. Era una comunidad muy cerrada donde lo invitaron a participar en 2001. Luego con el tiempo, la página se convirtió en un lugar de producción pornografía infantil. En 2004 Diego ni siquiera recordaba haber ingresado a esa página web. Le revisaron su casa y no tenía nada, nunca lo pudieron acusar de nada. Como fue abordado en la justicia antigua fue procesado con todos los involucrados como una causa general. En la cárcel recibió carta de apoyo de escritores como Raúl Zurita y fue acogido por los presos políticos, quienes supieron protegerlo. Diego tuvo el gran desafío de convertir su dolor en arte. Así surgió su libro aún sin editar, “Mi Delito”. “La pasé muy bien haciendo ese libro. Salen mis fotos de reo, fotos de prensa. Hay unos titulares increíbles de La Cuarta donde me nombran como el “poeta pedófilo”. También salí en The Clinic como el “poeta maldito”. “Mi Delito” es un registro en donde cruzo crimen, morbo y literatura. Como experiencia, obviamente lo pasé maravilloso, pero siempre sentí que podía ser mucho peor, pero no fue así”, comenta Diego sobre la obra que piensa publicar el próximo año.

A Diego le gustan los niños… literariamente, claro. Su segundo libro titulado “El Baile de los Niños”, editado en 2005, le costó el pseudónimo de poeta Pokemón. Dentro de su ambiente literario aún había cierto conservadurismo temático, una predominancia de la lectura de Enrique Lihn y Gonzalo Millán, siempre rechazando la frivolidad de la contingencia. En esa época Diego se dedicaba a leer literatura de mujeres más que nada y para cada lectura poética llegaba pintado como chico gótico llamando de inmediato la atención en un espacio.

Con su libro “El Baile de los Niños” Diego se arriesgó adentrándose literariamente al aparentemente frívolo mundo de las tribus urbanas. En esa época no eran pokemones, sino que góticos, brit pop o visual. Diego tuvo la agudeza intelectual de descubrir un acto político y literario en estos chicos andróginos. “Cuando yo hablaba de los ‘visual’ contaba lo alucinante que es ver en la calle a chicos que ni siquiera son gays y están jugando a ser travesti. En la calle se ven chicos pintados enteros, con vestidos y tomados de la mano con sus pololas. El gesto político es impresionante. Ahora ya están en la tele, en la publicidad, como lo que pasó con los punks, en que el mohicano es un tema sumamente neoliberal, es algo que uno ya no puede controlar”

Diego tiene Fotolog. Hace varios años, por este medio, conoció a Tomás. Tomás habría sido un adolescente más en la biografía sexual de Diego, si no hubiese sido porque Tomás no se llamaba Tomás sino Brian, porque Brian vendía cubanitos en la calle y porque no sabía porqué en septiembre su Villa Los Héroes de Maipú se llenaba de barricadas. Así, mientras los cuerpos de Diego y Brian estaban en llamas, se gestó la idea original de “Brian, el nombre de mi país en llamas” el último libro de Diego Ramírez. En el libro Diego toma el rol de un narrador de la historia de Chile: “Estábamos en la villa Los Héroes, llena de fuego y barricadas y Brian no entendía nada. Entonces, a partir de esa historia, en la que nuestros cuerpos estaban en llamas y las calles y la ciudad también, me encontré haciendo el papel del chico mayor, de un historiador de Chile y el Brian me creía todo”.

Diego siempre quiso escribir de política, un discurso de izquierda que ama. Conocer a Brian fue una oportunidad para esto. El libro mezcla extractos del Manifiesto Comunista, algunas letras de Shakira, fotos de Brian y cartas de amor. El libro no deja de emocionar a nadie. Brian es su Hans Pozo.

Como extravagancia literaria utiliza los registros de su blog o fotolog, donde sube diariamente fotografías narcisistas, exhibiendo las extensiones de su pelo. También muchas veces escribe sin pensarlo y traspasa todo. Luego comienza a juntar todos estos fragmentos de textos y suele armar textos más consolidados. Esto ocurrió con su último libro editado “Brian, mi país en llamas”. Toda mi recopilación de las libretas.

Sobre el cerrado ambiente literario de donde pertenece es bastante crítico. Para él no existe una explosión de poetas jóvenes, encuentra una mera mentira ese análisis. Para él existen sólo cuatro poetas jóvenes: Héctor Hernández, Paula Ilabaca, Gladys González y él. Diego no pide trayectoria, sino más humildad en esta profusión de poetas underground de Santiago—la mayoría escritores frustrados con título de Periodista—, porque Diego sufre escribiendo, sólo disfruta cuando gana un concurso.

En 2007 Diego estaba ofreciendo su primer taller en el departamento de su hermana. Buscando un lugar más cómodo se encontró con una carnicería abandonada en un block social, una carnicería que quedó en la quiebra por los Jumbo y Líder. Diego se apropió del sitio e inauguró su Carnicería Punk: una especie de centro cultural independiente.

Flyers de la disco Blondie, unos frascos de conserva con cartas de amor hasta vírgenes se encuentran decorando ese ecléctico espacio donde Diego se dedica a dictar sus talleres. Moda y Pueblo es el título de una de sus clases donde, por la suma de ocho mil pesos mensuales, los interesados pueden desarrollar su habilidad con la escritura y conocer bastante sobre literatura chilena de mujeres, uno de los tópicos que más interesa a Diego. El trabaja con el arte y, su vida, es un trabajo biográfico.

La temática GLBT en nuestro país ha sido para Diego la clave de su poesía. Es la forma en la que se gana la vida y a la vez la instancia perfecta para visibilizar el movimiento GLBT a través de la herramienta más social y creativa, la cultura. Esto ocurre porque al poeta Pokemón le gusta la gente, “esa simpleza de los discursos sin discurso”, dice.

 

 

 

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