Proyecto Patrimonio - 2020 | index | Diego Rojas Valderrama |
Autores |







 



Influencias, el necesario crecimiento y ser contemporáneamente “uno mismo” en la escritura
A propósito de Diego Rojas Valderrama y la edición de su primer libro “La noche no se mueve”

Patricio Bruna Poblete
Maestro en Arte con mención en Pintura de la Escuela Municipal de Bellas Artes de Valparaíso



.. .. .. .. ..

“Ser original en el arte”, en este caso en la literatura, equivale a decir “ser uno mismo en el arte”, lo que implica, en el mejor de los casos, llegar a conformar un estilo personal de la escritura, o, al menos, que esta escritura posea la voluntad de una aproximación a dicha forma personal, se entiende a la vez una manera que se aleje lo suficiente de las influencias de las demás escrituras ya canonizadas, las que son más que recomendables, en tanto como ejemplo a seguir en sus conceptos más capitales, lo que se pueda tomar de aquellas, pero no en la servil copia, sino solo como gesto más potente, desde la emoción a la razón en todo su afán re-interpretador.

Esto, lo de la calidad estética de la escritura, implica principalmente al “cómo” se realice esta, o sea la personal sintaxis que desarrolle el escritor, cómo maneje en su entramado todos los elementos o materiales de aquella; siendo, por contraparte, el de “qué” se escribe, o sea el tema, algo, aunque importante (nos puede situar en el propio pequeño pueblo que sin embargo puede significar e interpretar al mundo), ya más secundario, que solo tomará importancia, incluso a la par del “cómo”, precisamente solo por la virtud y potencia que logre este “cómo” de lo escrito.

Es a este respecto experimentador de la palabra, que Diego Rojas admite, sin complejos, dentro sus principales influencias lectoras a la endiablada, por lo buenísima, tradición prosística argentina, cuando habla con pedagógica pasión de aquellos nombres más importantes que la conforman, pero poniendo por delante (incluso de los mismos Borges y Cortázar) a Antonio Di Benedetto, con toda su carga metafórica, con  su gran manejo de los silencios, símbolos e imágenes complejizando con lo  opaco la necesaria transparencia del relato; a Juan José Saer con su barroco del horror vacui, afanado en la captura del momento, al construir sus paisajes casi solo con las acciones de sus personajes; y a Rodolfo Fogwill con su desparpajo de normalizar lo excéntrico de sus personajes, con su humor negro y de guiños a la sicología en su modo de diseccionar a su objeto de lo narrado, siempre operando en síntesis, a la manera de  los collages y el cine. Pero, todos estos tras, a su vez, de su indiscutido William Faulkner, aquel  principal modernista estadounidense (que sigue la tradición experimental de escritores europeos como James Joyce, Virginia Woolf, Marcel Proust y Franz Kafka); con sus técnicas literarias innovadoras, con su monólogo interior, la inclusión de múltiples narradores o puntos de vista, y los saltos en el tiempo dentro de la narración. Así, son todos estos conceptos, y tantos otros más que ya no es preciso seguir especificando aquí, los que principalmente se asientan o transcurren en la cabeza de este joven autor, para reinterpretarlos más instintiva que racionalmente al primer momento de escribir, nos precisa este, para luego en su reescritura correctiva regular más racionalmente la  pasión de su potencia expresiva inicial, que es lo que precisamente aquí, en estos textos de sus cuentos nos logra mostrar, cuando, finalmente, sabe que debe reconocerse entre aquellos que con mucha verdad afirman: que para llegar a ser un buen escritor, es preciso llegar primero a ser, antes, un mejor lector.

Entonces, yendo directamente a la prosa de  Diego, es que nos la hace ver  sencilla y directa, o sea, de aparente fácil comprensión, lo que ya en sí es una gran virtud de su pluma o… pincel: llegar con mínimas pero certeras pinceladas  al retrato de esta ciudad puerto, a través de lo humano de sus personajes, de tono realista, pero, muy cercanas, estas pinceladas, a un expresionismo pictórico, como el de un Max Beckmann, por ejemplo, lo que requiere paradójicamente, como el más sobado óleo  del hiperrealismo, de muchas pinceladas, de harta cuidada reescritura. Hay que precisar, sin embargo, que esto corresponde a la parte más transparente de su relato (consignando que la condición sin ecuanon de toda buena prosa es el logro de su transparencia, su primer requisito), pues luego, en una segunda instancia, en un sustrato más submarino o soterrado, en una suerte de condición más opaca es que esta escritura profundiza su entramado en lo más subjetivo y connotador, dicho sin más ambages: en su virtud más poética, por aquel recurso que hace al buen poema cuando este comienza a hablar no por lo que dice, sino por lo que su palabra no alcanza a decir, o, si acaso, alcanza a insinuar a través de sus silencios, o, de sus desvíos hacia aquella mudez es que se dispara en múltiples sentidos interpretativos, como así también a través de los diversos tropos, como la metáfora, la metonimia , etc., que sutilmente pueblan la supuesta total transparencia de su relato. Ahora, no obstante, su significante profundización, esta prosa también nos alcanza desde lo más obvio de lo histórico del reventón social, el que transcurre ahora mismo en la ciudad real, en el país real; pero diversos y complejos son los niveles de esta misma conflictuada realidad, donde quizá la verdadera historia también sea la que subyace allí, oculta dentro de la que alcanzamos a leer de manera más literal u objetiva.

Luego, ya para terminar esta presentación, a pesar de lo por mí expresado hasta aquí, finalmente mucho más bien sea dejada así, toda esta lectura en su inabarcable extensión pública, donde le sea posible llegar como el libro que es, es decir, a la particular y única interpretación que cada lector de este, asiduo o no a la lectura, y en su total derecho personal, pueda hacer.



 

 

Proyecto Patrimonio Año 2020
A Página Principal
| A Archivo Diego Rojas Valderrama | A Archivo de Autores |

www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza.
e-mail: letras.s5.com@gmail.com
Influencias, el necesario crecimiento y ser contemporáneamente “uno mismo” en la escritura
A propósito de Diego Rojas Valderrama y la edición de su primer libro “La noche no se mueve”
Patricio Bruna Poblete
Maestro en Arte con mención en Pintura de la Escuela Municipal de Bellas Artes de Valparaíso