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A propósito del poemario “Cristo Barroco” de Daniel Rojas Pachas:
La escritura como la vida en la frontera: ensayo y error.

mauro gatica salamanca
Escritor. Editor La Liga de la Just icia Ediciones.

 

 

 



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Si pensamos en la literatura  y su devenir, sin duda que en esta región fantasma -en donde nos desenvolvemos en el día a día- está ocurriendo algo. No es casualidad que autores jóvenes, sugestivos, rabiosos e hiperactivos aparezcan vertiginosamente en los círculos virtuales de la poesía actual, o que proyectos editoriales autónomos y potentes,  como es el caso de Cinosargo, Letrasertica, Korekhenke y La liga de la Justicia Ediciones,  hayan surgido en los últimos años en la región que comprenden estas dos ciudades del desarraigo, potenciando la producción y difusión literaria desde el extremo,  lo que conlleva por lo demás el surgimiento, no me atrevo aún a hablar de una estética, pero sí de una escena, de una actitud pragmática y decidida que se desliga de los centros comunes y nefastos de irradiación cultural que transitan como zombis, unidos al yugo de la tradición; desafiando también, quizás premeditadamente, quizás por efecto cadena, quizás por rabia o decepción, quién puede decirlo con seguridad, el presente literario de esos centros con apuestas importantes y desafiantes, con planes de acción autosustentables y continuos en el tiempo, que más bien apuntan a la conformación de una nación literaria fantasma, la cual, no antojadizamente, se sitúa en una de las fronteras más difusas del continente.

Ironía aparte, que mientras en Arica- Chile se festeja a esta hora un año más de la batalla del 7 de junio, dramatizando la gesta del morro, con sus muertos, sus colores, sus odios, su negación, sus triunfos y su amnesia;  rayando la cancha diría, que no es otra cosa que una metáfora de los límites y las regulaciones que nos gobiernan. Nosotros, habitantes forasteros, nos encontremos reunidos acá, en Tacna- Perú, la otra cara de la misma moneda, como personajes de ficción festejando la presentación de un poemario interesante, complejo, fragmentario y alucinante, escrito por un autor hibrido y subversivo, que justamente a dedicado su labor como escritor, editore investigador, a disolver esas líneas demarcadoras, cercenadoras, antropófagas que terminan por degollar la literatura; y digo irónico porque este gesto de unión viene de la mano de un discurso que surge del fragmento, que irrumpe en las fronteras, ya no políticas sino literarias, como una fisura entre ficción y realidad, en donde obra y autor se debaten en una simbiosis permanente y apocalíptica, pues una de las constantes en el autor de Cristo Barroco (Ed. Orem. Perú. 2013) es justamente la reflexión en torno al lenguaje, a la escritura, a su ineficacia, la diminuta frontera-aire entre la palabra y la carne, entre ficción y realidad – ya lo dije- el libro deviene así como en una tendencia perversa, casi suicida a la experimentación; lo que lo ha llevado a difuminar las fronteras textuales, en donde la vida y su violencia, así como el lenguaje y su silencio que es otro tipo de violencia, se transforman en el corpus de una obra en construcción constante, diríamos aquí una especie de sermutante eterno. Ya en Gramma (Ed. Chile.Cinosargo. 2009); Carne (Ed. ChileCinosargo. 2011) y Soma (Ed. Literal. México. 2012); sus primeros tres libros de poesía, se hacen latentes todas estas características, tanto por medio de la palabra, por medio del discurso, tanto a través de la estructura y de una hibridación digámoslo así: a lo borderline. En Cristo Barroco - libro que tuvo su gestación por allá por el 2010, su segundo libro en cronología- esto se manifiesta por medio del plagio – dígase acá hostigador, delirante, aglutinante y fecundo -  del dialogo constante con autores como Linh y Hernández, voces que articulan este poemario por medio de epígrafes que abren, interrumpen o cierran cada uno de los textos, y que en una suerte de partusa o casa de putas, se mezclan con su propio registro, algo así como un hip-hop enfermizo, enfatizando la imperfección o la necesidad de seguir mutando de los discursos existentes, en forma de re-escritura constante, dubitativa e imperfecta.  Me imagino yo las piernas y los brazos de Enrique Linh, Luís Hernández y Daniel Rojas Pachas entrelazados, en algo así como una amalgama, difusa, y por lo mismo bella y delirante. La poesía se nos presenta acá, tal como lo expresa Hernández, como un proceso constante de reescritura, una suerte de suspicacia frente a la certeza del discurso; tal cual la vida, nos dice el autor de Cristo Barroco, la escritura “se repite” en una suerte de previas constantes, de un pre-estreno fatuo, funesto. La vida y el texto en analogía continua, la frontera:ensayo y error.

Nos queda claro que la poesía de Rojas Pachas no busca validación de ningún tipo, pues esos dispositivos de seguridad quedan fuera de lo estrictamente textual, y Cristo Barroco, se enfoca en reflexionar justamente sobre las ineficacias que rodean el proceso de escritura y el territorio literario, pues ya lo dijimos, acá se nos muestran, como una especie de fetiche, esas fisuras que permiten el desplome. Se permite la intimidad como parte de la ruta; entonces la vida, los libros, las reflexiones, los ecos, los epígrafes, los plagios, ya lo dije, configuran un fantasma en forma de texto, que transita por las habitaciones de este edificios de palabras, un fantasma que atraviesa las paredes dejando atrás lo que era y ya no hay retorno; una escritura de desplazamientos constantes; ya lo dije: no hay ruta de regreso. Entonces, como un kamikaze ebrio, como un niño suicida saltando desde el morro hacia el vacío, el autor experimenta la muerte, que acá es algo así como el silencio, en busca de nuevos territorios por explorar, eso sí, con un pesimismo demarcado de antemano por el oficio de escritor, que sin embargo no borra la sonrisa dibujada por la poesía, la cual, en su imperfección delirante acurruca la belleza y la única verdad que se respeta, pues es una verdad que se niega y se traiciona a sí misma ahora y en la hora de las muertes: la primera, la segunda y la tercera muerte. Amen.

Cristo Barroco de Daniel Rojas Pachas: un libro, una literatura construida con migajas, con palabras y restos de discursos, con un poco de carne y saliva, con un poco de vida y de muerte. Dejo pues en sus manos este libro que enternece y emociona, que nos insulta y nos cobija, que nos empuja a la incertidumbre del lenguaje, al sinsentido de la poesía, a los libros,  a los textos que somos nosotros mismos,  a su voz de muerto.

Tacna –Perú / 6 de junio del 2013



 

 


 

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A propósito del poemario “Cristo Barroco” de Daniel Rojas Pachas:
La escritura como la vida en la frontera: ensayo y error.
Por Mauro Gatica Salamanca