Proyecto Patrimonio - 2017 | index | Autores |
Notas a partir de cristo barroco de Daniel Rojas Pachas
Por Gonzalo Geraldo Peláez
.. .. .. .. ..
La instancia crítica es para mí inmanente a la literatura.
Enrique Lihn
A mí lo que más me gusta en la vida es el aserrín, los bares, el mar y las esquinas y nada más.
Luis Hernández
*
El colofón del libro La musiquilla de las pobres esferas (1969), el muy actual y manido poema “Porque escribí”, reconoce e imagina simultáneamente el sentido del acontecimiento como la organización de las formas que da a ese acontecimiento su expresión que le es más propia. ¿A qué acontecimiento nos referimos? ¿Qué formas expresan ese instante? El poeta quiere y cree tener el mundo entre las manos, “ilusión perfecta” que informa y forma una idea cruel, un ideal innecesario: el compromiso (con el hombre y su mundo, con la literatura y la escritura).
*
El poeta cual fotógrafo, oportuno y despreocupado, se dice y desvive por hechos que por sí mismos no interesan sino por el punto de vista que se tiene de ellos. Importa mirar, concebir las incertezas y accidentes del instante, haciendo de la poesía un arte del escepticismo y la contradicción. De allí que el poeta ensaye una forma de escribir (ya no de representar), viviendo de fragmentos, citas y epígrafes.
*
El poeta cual Sócrates, vive siempre en las cuestiones últimas, ocupándose de cosas mínimas, dialogando con unos pocos conceptos mediante palabras viciadas que enmascaran las preguntas más radicales de la vida. Con discreción e ignorancia hace de las formas (de vida) un momento, un instante que reúne lo continuo y discontinuo, interrumpiendo “ese chorro de imágenes [flumen orationis] en que consiste tal vez la cochinada [cochonnerie] de la escritura” (Barthes).
*
El recurso interrogativo de la ironía, las figuraciones del fragmento, gramática celebrada por cristo barroco, suspende la continuidad, el desarrollo, la plenitud (de sentido), la correspondencia entre acontecimientos e ideas, hechos y palabras; transformando la ilusión mimética del proyecto literario en el “desarrollo” de absolutamente nada, en la afirmación de una soledad profunda (cf. “Nada se pierde con vivir…”)
*
En cierto sentido, hay un acontecimiento (el de las primeras muertes, el de las primeras lecturas) que inciden y articulan la búsqueda de un contenido, de un instante decisivo (léase aquí como accidental e imprevisto) que se escribe como un programa de vida, una ética que “para el que escribe no puede [ser] otra que el descubrimiento de una nueva práctica de escritura” (Barthes).
*
De esa esperanza, de ese deseo de escribir, nacen las estaciones, los pasajes de la vida práctica, del trabajo de escritura: estados, afectos de renuncia, abandono e indiferencia. Aquellos son los que mutan la experiencia de lo común, la experiencia de lo gregario (el acuerdo entre los hechos y las palabras, la obra y lo social-histórico) en una inédita escenificación, la de la falla, del desacuerdo, que se muestra al lector como una singularidad, como una soledad (cf. “Tú y yo hablamos de amor”).