El dolor no más. Prefiero tus desgarros uterinos.
Emanaciones. Llanto. Dolor.
¡No muchacha!
O acaso crees que los Yanquis invadieron Vietnam por el arroz.
¡No muchacha!
Los árboles no los plantó el hombre.
Es como pensar que tus sueños me sueñan.
Que mi madre me ame por mi dinero.
¡No muchacha!
Se hará visible mi homosexualidad antes de volver hablar de amor.
¡No muchacha!
A las prostitutas no se les paga para conversar.
Basta de quedarme masturbando por ti.
Viendo pasar tus ojos mientras acabo.
Sentir tus gemidos a lo lejos.
Mirar las montañas desoladas.
Pretendo hacerte viajar por los rincones más oscuros del amor.
Mezclando el odio con el placer.
Jugando a daños corporales.
Hacerte viajar en el pajar de la abuela.
Soñar que somos fitofílicos en la huerta de tus entrañas.
Cercenar delicadamente tus pezones.
Guardarlos en mi librero.
Pintar labios al rojo prieta.
Cuello. Dorado. Pernil.
Ser los reyes del clandestino, suicidándonos al salir.
La ligera conexión de los delgados cables van uniendo las facciones de tu sonrisa con el pálido tic-tac del corazón.
Cierro la pequeña puerta sin antes presionar el botón que te da la energía, bella compañera.
Paso mis dedos por tu rostro como si buscara encontrar la calidez ausente de amores fenecidos en la fibra óptica de mi memoria.
Trato de vestir tu fría anatomía usando trajes de antaño…guardados secretamente durante la gran batalla.
El baúl que asoma en la sala encierra olor a papel y a vino, además de un par de azules zapatos.
Espero que los tornillos de las articulaciones no te fallen, no vaya a ser cosa que tengamos que arrastrarnos para tomar esa taza de café.
En fin, te verás preciosa. Ahora sonría. Muéstrame el brillo de las latas que pulí para ti. No te podía dejar sin herramientas en el hipotético caso que la gangrena acabara con mis descalcificados huesos.
¡Hermosa!
Recorreremos las oscuras callejuelas en busca de un poco de aventuras, los cadavéricos dedos que te construyeron se apoyarán en los tuyos acéricos.
Juntos limpiaremos de hollín las vitrinas en donde un día la gente admiraba sus estúpidos retratos.
Y si algo no funcionara. Y si algo afectara la felicidad paradisíaca de nuestras entrañas, sólo apagaríamos el brillo de nuestros ojos con Beta 9. Sorberíamos un pequeño trago y del otro lado de la pantalla un Ministro del Conocimiento desconectaría este virtual deseo.
Metálico cementerio de la montaña
Alejado refugio terrenal ¿cuántas son las almas que de noche danzan, cubriendo los oxidados huesos con telas de aluminio entregados por los encargados de resguardar la calma bajo tu dominio?
¿De qué color son las lágrimas del gusano devorador, ahora que no encuentra ni la fría sangre ni la condensada médula?
¿Acaso sus familias de pequeños gusanos se comen unos a otros esperando el retorno de los cadavéricos rostros humanos?
¡Oh, cementerio de estructuras olvidadas! En tus entrañas fluye el aceite de androides mil, atrás ha quedado la bien oliente tierra orgánica, atrás las flores multicolores, atrás, también, todos los camarones de tierra…guerreros fieles en la lucha por la descomposición.
Ahora resulta doloroso descomponer piezas inservibles, alambres recubiertos de plástico eterno y miradas desgreñadas.
Bondadoso cementerio acaba tus días devolviendo a la superficie todo elemento al que le haya sido negado morir.
¿Será posible que el ardor que siento al orinar, las llagas en mi piel, las manchas en mi espalda y esas escamas en mi pene sean la materialización de esta atormentada mente?
Mamá dice que el Ser borracho, promiscuo y poeta van debilitando al vampiro hasta hacerlo agonizar.
¿Sabrá ella que lo soy?
¿Sabrá?
. ... . .. .. .. .. Amimismo
Debo confesar que la comida de centro comercial va desgastando el corazón
Imagino a esos bastardos vendiendo cazuela de chancho Light.
Cada vez que penetro el ano de mi amada, esa chiquilla chavetada y bondadosa, no puedo dejar de pensar, mirando lo que algunos llaman cordillera y ciudad, en todas esas almas que abundan en los pub, buscando consolar la melancólica mirada de sus corazones. En una de esas, dando la embestida final, apretando delicada pero firmemente las rechonchas nalgas, cierro los ojos intentando entender la palabra loco. Ella zigzaguea susurrando no sé que excitantes morbosidades. A la primera palmada indicio de los orgasmos alterados comienza a recitar el poema The Doors de Blake. Grito impurezas verbales al son de su líbido susurro. El espejo deja ver perfectamente los rostros atolondrados por el placer. Guarda su lengua entre sus dientes, suelto sus duros pezones. El reloj dando las siete.
El pitazo del guardia indica que el domingo ha terminado. Vístete rápido le grito a su rostro en el espejo, y no te despidas al salir.
Me sonríe perversamente.
Sabe que nos volveremos a encontrar.
Por qué voy a estar enojado contigo si no te conozco
Dejar caer el bolso con los libros más valiosos, sería la reacción precisa después que tus ojos me mataran con su brillo. Busco entre mis ropas la documentación necesaria para salir del embrollo. Tú lo sabes, no soy el mismo cuando me emborracho ni tampoco en la cama.
El viento no logra mover tus tiras, pareces de cartón.
“El testamento”, preguntas, sacando al mismo instante el cortaplumas que tantas veces ocultamos en la parcela de nuestros padres. Palidezco al sentir su hoja en mi garganta.
“El testamento”, vuelves a repetir cortando ahora parte de la barba que Dios me dio. El miedo invade mis sentidos. Busco presuroso y dudoso el montón de papeles que te hará sentir mejor.
La tarde parece haber tragado a la gente.
Sólo tú y yo en un duelo fatal, perdón, sólo tú yo y el testamento, Dios Santo, lo acabo de encontrar. Toma hermanita, digo gustoso, coges los papeles con amenazas que emanan de los poros, pero el cortaplumas, no guardas el cortaplumas. Das un vistazo a tu alrededor, simulas atar tus zapatos. Como el búho atrapa a su presa, haces entrar la negra blanca arma. No grito. La vuelves a hacer entrar. Diez, veinte, hasta que pierdo la cuenta. Limpias los restos de sangre en tu vestido. Todo parece tranquilo en ti.
De lo alto de una casa alguien grita nuestros nombres. Es mamá. Cojo el bolso con los libros más valiosos, me tomas de la mano y asistimos juntos a la hora del té.
Cirrótico del Apocalipsis
Aunque parezca haber perdido el tiempo vine a renacer en el Cirrótico.
Ente cañas y rostros cansados y viejas historias.
Sólo los bebedores saben matar el día ¡y qué día¡
Un grito con el canto de los pájaros ¡alerta¡ es la más grande sed de la tierra.
El temblor sacude las piernas y las manos de decenas de espíritus que al igual que uno, tratan de estabilizar el orden de sus cuerpos.
Las vecinas, tan bien vestidas, pero sin un grado alcohólico de comprensión, prestan una prejuiciosa mirada al 957, en donde ven entrar y salir a docenas de chaquetas mal olientes y miradas borrachas y pelos enmarañados.
(Habrá pensado la novia aquella que tan con su trasero parado me dijo adiós cuando uno de los Santos Bebedores plasmó un piropo en su memoria, que eso lo hizo sin fijarse en su memoria, que eso lo hizo sin fijarse en su silicoso cuerpo. Que imbécil.
(La novia)).
Tíos, padres, abuelos y amigos dan las gracias al recibir el preciado líquido que hacen entrar en sus venas como si fuera la santa hostia.
Viajeros temporales, amantes eternos, niños sin sonrisas llevan a sus hogares el recuerdo sumergido y etílico del santuario no reconocido por las religiones.
Al igual que Absalón fue despreciado por Dios, así son despreciados los bebedores.
Mas no todo es tortura en sus vidas, ellos bien saben, que la soledad, aunque los atormente, sirve, pues nadie perderá su espacio en el cielo, ya que este es el Cirrótico del Apocalipsis. Donde vendrán presidentes, Generales, Artistas, ladrones y Mendigos, deseando calmar la sed de sus entrañas.
Caminarán kilómetros y kilómetros hasta llegar al único lugar que estará abierto el día del Juicio Final.
Ya cuando finalizo estas sabias palabras, pienso en todos aquellos que preguntan por el Wisky. Aquí no respondo, esto… esto es un Cirrótico.
Niña triste de día jueves
Cuántas veces te miraste al espejo antes de decir : que asco como me siento.
El gustillo ese del calor de las sábanas se te perdió al darte cuenta que estabas sola. Solamente y odiando al cuerpo y al alma y esos peces en la vitrina con sus colores caramelo ya no te importan, hasta ese temita que tanto te gusta te resultó perdido sin Norte.
Arrancar el pasaporte de los bolsillos sin sentir el bullicio del gentío y los autos y vel silbato del paco ese, que en un día cualquiera te atormenta, hoy…hoy no tiene importancia.
Vas arrastrando el Cielo el Infierno las risas las sonrisas el odio las penas, pero esa carga tan preciada se diluye en un ¡no entiendo¡ No entiendo elevado al millón no entiendo bebiendo una cerveza no entiendo dejar rozar mis labios por los de otro. No entiendo.
Dibujas lentamente fotocopiando con tus ojos un arco iris derritiéndose ante la majestuosidad del sol.
Pestañea dices mentalmente a tus pestañas, pestañea ¿no te das cuenta que quiero cerrar mis ojos y descansar? Pestañea.
La atolondrada vocecilla del conductor del carro irrumpe la conversación, pero no te das cuenta. Liviana y vacía liviana y vacía liviana y vacía. Con los recuerdos plasmados en la memoria. Liviana y vacía liviana y vacía liviana y vacía. Pero no importa, no te das cuenta no te das cuenta.
. . . . . . . . No me quiten mi Life plis
¿No se dan cuenta que me dañan?
Si hasta mis riñones reclaman.
¿A quién no le gusta hacer un huevo frito, sacarlo de la sartén y que quede hachito en un plato?
Igualmente me gusta mi Life.
Conversando con el doctor de siempre, me indica los bajos índices, los ojos desorbitados por al falta de este cigarrillo ¡maldita sea! con otra marca nunca será lo mismo.
¡Me están matando, mamá, me están matando!
Quieren hacer que fume esa cosa...esa cosa llamada Light.
¡Me estoy matando, mamá, me estoy matando!
En este bar no tienen Life.
¡Me estoy matando, mamá, me estoy matando!
Tiro la colilla al suelo, pero, pero no es lo mismo.
La mujer de esperma celular rodea la cripta vertiendo sudorosas gotas de su savia.
El agotado ser nocturno, libado por la cálida bebida, sueña con sus recuerdos. El cirrótico ése en donde un día mordí tus labios para que no me olvidaras. Gastábamos la creación en imaginarnos el rostro de cada botella que manejaba el mensajero del mesón. Tú simulas estar desprevenida para que yo enrede tus labios. Astuta, oleas las manos ocultando las más profundas intenciones.
Pidamos otro medio, insinúo cortésmente, buscando con la mirada al mensajero, presiento que con un par de litro más nos volverán los sentidos al cuerpo.
S ólo me falta que me digas que no quieres otro, que con esto es suficiente y todas las sentencias aquellas, que nunca he oído pero supongo que vendrán. Me equivoco. Ayudas en el llamado agónico y un dos por tres los vasos en la mano y el relajo.
Mariposa de Bar
Piernas largas y pantys a rayas negras; calzón y sostén amarillos, cabellos enmarañados y envolvente tufo a cerveza.
Yo voy vestido con los mismos harapos de siempre. Sus caderas contornean a la luz de los neones citadinos, un paco la piropea, intento defenderla, me detiene sutilmente por los hombros diciéndome: “no pierdas el tiempo con ese bastardo” Enciendo un Life muy despacito para no ofender sus palabras. Estamos a dos cuadras de la picada preferida. Al entrar cientos de miradas y manos nicotinozas la saludan, ella se deja querer. Buscamos la mesa más alejada para no ser interrumpidos a esta altura de nuestras vidas. La botella de vino no se hace esperar, el hedor del baño cercano tampoco. Deslizo mi mano a su entrepierna, está húmeda. Ella no se inmuta, bebe apaciblemente y yo y mi excitación nos nublamos. Somos interrumpidos por un cincuentón que se acerca qué se yo seducido por los colores de Mariposa o atraído por mis luceros blancos o mi traje sebichento. Contra lo que creí Mariposa no retira mi mano, la aprieta con fuerza esclavizándola a sus pendejos. Ellos se saludan se aparean se fusionan casi a gritos, pero el cincuentón no se da cuenta, pensará que soy manco este infeliz.
Nos pregunta si somos actores escapados de alguna película de Tarantino, sólo mi Mariposa responde, yo no tengo palabras.
En un dos por tres el viejo bien oliente sentado en nuestra mesa y ofreciendo cigarros de mariquitas. La propuesta le es negada. El cincuentón no entiende.Mariposa intenta despedirlo pero no hace caso yo y mi mano estamos pero no estamos.Mariposa está acabando, debe ser por eso que sus palabras suenan débiles.Intento estabilizar mis ojos, diviso al viejo frente a mí, en un quiebre mental quiero golpearlo, lo hago con tanta fuerza que la sangre y los trozos de úteros y labios y gritos de Mariposa dan en su cara como el Demonio golpeándo tu ventana a las tres de la mañana en una noche lluviosa de Otoño.
El oloroso viejo queda perplejo, luego huye dejando sus cigarrillos de mariquitas. Mi mirada se apodera de esta Mariposa de Bar. Está tendida a mi lado inconciente y sangrando inconciente y sangrando. Toco el rostro desgastado por el alcohol y las trasnoches, la sangre le tatúa la cara. Alguien llama la ambulancia. Besos sus labios.
Es de madrugada en el hospital. El señor de blanco me dice que hay que operar, pero que es riesgoso. No lo sé respondo. No soy su pariente.
D ígale que la visitaré la tarde de domingo.