Es equilibrio cinematográfico dentro de una pintura, borrando los dolores pasados en el cuerpo que atraviesa los tiempos, utilizando un nuevo lenguaje fuera de toda especie, a merced de nuestras propias necesidades vitales.
Es mirada frente a los balcones y en esa gota que sangra con derecho a vivir.
Es voz del pequeño que atraviesa las habitaciones, hasta llegar al regazo florecido en melodías, pues nada se pierde.
Es marcha que avanza y los grandores que piden ser verbo en la quietud de la noche con bocinazos en la Gran Avenida.
Es ferocidad de avatar de labios devorando al tiempo y los ojos centinelas quebrando cada pupila en busca del sin fin.
Es preocupación como lo son los orígenes y las ausencias, o el vapor de un patio húmedo abatido por el sol.
Es romper los ciclos como curvas desdibujadas en horizontes sintácticos en las laderas de un libro.
Es cortar las huinchas mil veces por semana, como si la primera vez no existiera, mil veces nuevamente como la primera vez. No todos los seres somos los culpables del saqueo de los cuerpos o del quebrar los vidrios de la inocencia.
Es ella, tan música en sí misma, y en su vaivén que preconiza el viaje, las risas suaves y fumadas cortas, en conducir la vida por cósmicas carreteras sin depresión.
Y ahí yo, tan pobre en lo que a sentimiento se refiere, tan perdido en Tokio, atascado en el intelecto de un millar de autores.
Black Session es un cordón estelar protegiendo la atómica explosión de los filamentos galácticos, tejiendo las vías por donde se cruzan los planetas. Y en esos grandes cúmulos, donde ella danzaba como corpúsculo de big-bang, soñábamos con lactar una pequeña y nueva galaxia.
Equilibrio
. . . . Mirada
Voz
. . . . Marcha
Ferocidad
. . . . Preocupación
Romper
. . . . Cortar
Ella
. . . . Black Session
El colchón de Modigliani
Con el ritmo de la balada de Sacco y Vanzetti, sensación casi inenarrable.
Reflejo de ojos en el espejo espiritual de una escopeta. Nada de lanzar monedas al pozo. Tobillos y caderas. Susurros conscientes de que las fantasías no mueren al ser satisfechas.
Sabrán ustedes, qué se siente cuando se siente en el despertar recostado inhalado de quietud.
Modigliani, traspasando su vital miseria a nuestras carnes blancas, ruborizadas y constantes. Perdidos, sí, perdidos y encontrados, en el musitar consciente al snifar.
Modigliani, y su afán de pintarlo todo, abarcarlo todo, exaltando al letal polvillo que se apodera de nuestro deseo y de pulmones y gargantas, de labios y nariz.
Dealer
El encargado. El sin tiempo. En media hora llego, como si manejara por carreteras olvidadas y sin represión. Único en apariencia. Dudoso encanto de peregrino. El mensaje que trae penetra un cuerpo distinto, como saberse demasiado, o que nada te conmueva, un amor puertas adentro, en el gravitante paseo por viejos puentes, en olvidadas nocheres, que tan sólo ayer lo fueron.