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Pandillas y rock and roll en Lima
"Los inocentes", Oswaldo Reynoso. Editorial Alfaguara, 2018. 94 págs.
Por Diego Zúñiga
Publicado en La Tercera, 19 de Agosto de 2018
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Es una pandilla de adolescentes que vagabundea por una Lima gris, violenta, ruidosa. Adolescentes entrañables que empiezan a descubrir su sexualidad, que se cuestionan, que dudan. Son los protagonistas de "Los inocentes", del peruano Oswaldo Reynoso, que acaba de reeditar Alfaguara. Un clásico secreto de la literatura peruana, que se publicó originalmente en 1961 y que hoy, cuando volvemos a revisar la historia de estos niños que juegan a ser grandes, sigue reluciendo.
Han pasado más de 50 años desde que se publicara este libro de relatos —que se puede leer perfectamente como una novela—, pero sus personajes siguen tan vivos e intensos como siempre. El libro de Reynoso no envejece, al contrario, logra captar un entusiasmo juvenil que sigue pareciendo contemporáneo, a pesar de que el mundo que narra es la Lima de los 50, una ciudad que vivía, en ese entonces, todo un proceso de modernización.
"Mientras leía los originales de los cuentos de Oswaldo Reynoso, creí comprender, con júbilo sin límites, que esta Lima en que se encuentran, se mezclan, luchan y fermentan todas las fuerzas de la tradición y de las indetenibles fuerzas que impulsan la marcha del Perú actual, había encontrado a uno de sus intérpretes", escribió José María Arguedas en El Comercio
poco tiempo después de que empezara a circular por librerías esa primera edición de "Los inocentes". Fue el boca a boca el que convirtió el libro de Reynoso en un clásico secreto, incómodo. "Los libros que para nosotros son ejemplares fueron primero no-libros, relatos erráticos, monstruos sin columna vertebral",escribió alguna vez el filósofo Jacques Ranciare, y la cita funciona perfectamente para una obra como "Los inocentes". Porque este no es un libro, simplemente, protagonizado por adolescentes que no saben muy bien qué hacer con sus vidas. Son relatos que logran captar el corazón de una fiesta que se acaba, un mundo que no entrega respuestas, al contrario: es una
pregunta constante que los interpela a ellos, al Colorete, El Príncipe, El Rosquita, al Carambola y al Cara de Ángel, los protagonistas de estas historias. Esos muchachos que gastan el tiempo jugando pool y en el cine, escuchando rock and roll, lejos de los adultos, que son un mundo que no entienden y que los hace sentirse cada vez más solos. Hay una fractura entre esos dos universos y Reynoso indaga en esos pliegues, en esa ciudad violenta que los aísla, en esos primeros escarceos amorosos, en aquellas masculinidades que empiezan a cuestionar.
El prólogo de esta nueva edición está a cargo de Alberto Fuguet y en él convoca una referencia que se hace inevitable: Esta pandilla de inocentes se parece muchísimo a la que filmara Francis Ford Coppola en "La ley de la calle" (1983): ese mismo desparpajo, esos mismos personajes misteriosos, esa marginalidad inherente a la juventud es lo que encontramos en los relatos de Reynoso, que pasó muchos años siendo un autor de culto en Perú, y cuyo nombre recién empezó a circular poco a poco por Latinoamérica en los últimos años, cuando él ya era un autor maduro que había escrito algunas de sus mejores obras. Falleció en Lima en mayo de 2016, pero sus libros no han dejado de circularen este tiempo. Y es que la obra de Reynoso fue escrita para el Muro: la insolencia de su prosa es algo que todavía no se puede hallar en la literatura peruana actual. Su sintaxis —su
fraseo— encuentra eco en las escrituras de autores como los argentinos Osvaldo Lamborghini o Luis Gusmán, y su mundo —esa noche eterna que narró—nos remite también al de Pedro Lemebel o al de María Moreno. Hermandades secretas que su literatura fue tejiendo en silencio, sin las luces que caían sobre algunos contemporáneos suyos, esos que brillaron en el boom latinoamericano. Porque Reynoso es de esa generación, aunque nada tuvo que ver con ellos, menos con Vargas Llosa, quien publicó "Los jefes", su primer libro, en 1959, dos años
antes de que aparecieran "Los inocentes"; libros que comparten ciertos rasgos —protagonistas adolescentes, una Lima oscura y viva, y una indagación sobre la masculinidad—, pero son sólo detalles: en Reynoso la escritura es una fiesta, una respiración entrecortada, un goce perpetuo.
Lo dijo mejor Arguedas en ese texto que le dedicó en El Comercio: "Reynoso ha creado un estilo nuevo: la jerga popular y la alta poesía refinándose, iluminándose". Reynoso escribe en el comienzo de uno de los relatos:
"Gorrito encarnado. Cabello negro alborotado en la frente. Ojos niños y tristes. Cigarrillo que se cae, que se cae de la boca. Casa roja y pantalón negro: el Rosquita. Y el Rosquita es todo un muchacho. Y no es porque yo lo diga. Pero, de verdad, no se puede disimular su edad: dieciséis años, pese a que él sueña con ser adulto, ahorita mismo. Urgentemente".
Ahí están esos personajes: la vida por delante, el deseo de ser otra cosa, la inocencia y la imposibilidad de imaginar que eso que sueñan puede convertirse en una pesadilla.