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Las que tuvo y las que tendrá:

Todas las vidas de María Luisa Bombal
María Luisa Bombal, el teatro de los muertos, Diego Zúñiga. Ediciones UDP, 141 págs.

Por Roberto Careaga C.
Publicado en Revista de Libros de El Mercurio, 16 de febrero de 2020


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Fue María Luisa Bombal quien descubrió que la cocina era el lugar ideal para escribir. Cubierta con paredes de mármol, era un lugar amplio y luminoso. Estaba en un departamento en la avenida Corrientes, de Buenos Aires, y era la residencia del cónsul chileno, Pablo Neruda, junto a su esposa Maryka Antonia Hagenaar. Corría 1933 y Bombal estaba ahí invitada por el matrimonio tras decepcionarse en Chile de ese hombre por el que sufrirá tanto, Eulogio Sánchez. Un día se sentó en la mesa de la cocina y descubrió que era un escritorio perfecto. Tanto, que pronto llegó Neruda a sentarse a su lado, a seguir escribiendo los poemas de la segunda parte de Residencia en la Tierra. Ella avanzaba en su primera novela, La última niebla.

Finalmente, Bombal terminaría la novela en una modesta pensión, pues Neruda dejaría Buenos Aires. Pero tendría un grupo de amigos igualmente estimulante: escritores como Norah Lange, Olivero Girondo, Leopoldo Marechal, Ricardo Molinari y, entre otros, Jorge Luis Borges. Este último iba a ser un verdadero amigo y, luego de que La última niebla (1935) se publicara con aplausos unánimes, sería justamente Borges el primer lector de la segunda novela de Bombal, La amortajada (1938). Cuando poco después, en 1940, la escritora dejó Argentina, la amistad con el autor de Ficciones se diluiría. Se verían poquísimo, la última vez en Chile en 1976 cuando ya todo era distinto: "Borges completamente ciego, María Luisa muy dañada por un alcoholismo que no será capaz de controlar", escribe Diego Zúñiga en un nuevo libro sobre la autora.

Se llama María Luisa Bombal, el teatro de los muertos, llegó hace pocos días a librerías y es una nueva biografía sobre esa autora central para la narrativa chilena que, sin embargo, se apagaría en una decadencia de años. Como Zúñiga precisa en el libro, cuando Bombal se reencontró con Borges en Chile llevaba décadas sin escribir nada valioso, no tenía redes literarias, no controlaba la bebida, apoyaba al régimen de Pinochet y arrastraba el escándalo policial de haberle disparado a Eulogio Sánchez. Todo eso está en el libro, pero Zúñiga evitó profundizar en el drama: "Eso te aleja de la literatura misma y te hace abrazar un arquetipo de la escritora loca, rara. Y ya no estamos para seguir acentuando ese lugar común. Al contrario: me parece que es el momento de plantear a los personajes con todas sus contradicciones. Y María Luisa era una mujer llena de contradicciones", dice.


La estrella fugaz

Nacida en 1910, Bombal fue una estrella fugaz que prácticamente se quemó al llegar a su esplendor. Como plantea Zúñiga en el libro, fue una mujer marcada por la muerte y los fantasmas. En los años 30, alcanzando ella misma los 30 años, escribió tres libros —dos novelas y un puñado de cuentos- que la situaron en una cima literaria a la que nunca pudo volver. Se codeó con la más alta alcurnia literaria de esa época para luego desaparecer en Estados Unidos, donde tuvo una hija con la que cortó relaciones y de la cual nadie sabe nada. En el camino, sus libros fueron dejando huellas y, por ejemplo, para un autor como Juan Rulfo, fue clave para crear una obra decisiva para Latinoamérica. "Bombal sigue siendo una referencia, pero claro, no está en el centro del canon. Sus libros se salieron de una estética realista chata muy dominante, especialmente en Chile. Era alguien que estaba escribiendo desde el futuro", dice Zúñiga.

Autor de los libros Camanchaca, Racimo y Niños héroes, al iniciar el perfil de Bombal, Zúñiga entendió una primera limitación: "Su mundo ya estaba casi desaparecido", cuenta. Acudió a los amigos de la escritora, como Isabel Velasco, el escritor Manuel Peña Muñoz, la investigadora Lucía Guerra, también a su sobrino Carlos Bombal, y sobre todo, fue recogiendo los diversos textos existentes sobre la autora, como la biografía de Agata Giglio y las investigaciones académicas. De alguna manera, intentó sacarla del universo de las lecturas escolares y acentuar las complejidades de su obra y figura: "Sus contradicciones me parecen fascinantes. Es lo que más me atrae. Una mujer que abiertamente apoyaba a Pinochet, que en más de una ocasión se desligó del feminismo, pero que en sus libros tiene una serie de puntos que contradicen esos pensamientos", sostiene.

"No me inspiró para nada el feminismo porque nunca me importó. Sí leía mucho a Virginia Woolf, pero porque sus conceptos los hacía novelas y no daba sermones. Además, no sentía que la mujer estaba subordinada, me parece que cada una siempre ha estado en su sitio, nada más", le dijo Bombal a Lucía Guerra y Martín Cerda en 1979, un año antes de su muerte. Hablaba de sus novelas y de un ámbito de sus obras que con el tiempo ha crecido incluso a pesar de ella: en La última niebla y La amortajada, Bombal exploró la interioridad femenina prácticamente antes que ningún escritor o escritora chileno. Pero la escritora nunca se interesó por la emancipación de las mujeres: cuando en 1931 regresó a Chile, tras años en París, la situación política estaba marcada por la dictadura de Carlos Ibáñez del Campo: "La política era cosa de hombres. ¡Que se ocupen ellos! A mí me gusta este árbol, este río, voy a ir a la estancia, voy a ir a un concierto ¡Que se frieguen los hombres!... ellos matan... Yo me, dedico a otras cosas", dijo en el 79.

Cuando le dio esa entrevista a Guerra y Cerda, Bombal era una mujer de 69 años muy a maltraer por el alcohol. Vivía entre Viña del Mar y Santiago, tenía pocos amigos, postuló muchas veces al Premio Nacional de Literatura, pero pese a su apoyo explícito a la Junta de Gobierno nunca lo obtuvo. "Ahora volvemos a ser Chile. Muy simple. Nos salvamos. Somos un país. Nuestro gobierno me gusta: es democrático, estricto, eficiente, respetuoso de los derechos humanos", decía por esos días, que sin embargo eran muy amargos para ella. Había regresado a Chile en agosto de 1973, tras décadas en Estados Unidos y poco tiempo en Buenos Aires. En Norteamérica había tenido una vida estable, pero se fue porque allá todo empezó a desaparecer: su esposo Raphäel de Saint Phalle había muerto y de su hija Brigitte se alejó definitivamente. La hija con los años dejará de responder sus cartas.


Los años del silencio

"Hay mucho vacío en la época norteamericana y es un momento en que ya deja de escribir. Se casa, tiene una hija, vive una vida mucho más estable, aunque en la que el alcoholismo se hace más presente", cuenta Zúñiga, que reconstruye a jirones su vida en Estados Unidos en la biografía. Allá intenta mantener viva su carrera literaria, trata que se traduzcan sus libros, pero para la industria americana son demasiado ambiguos y le piden que escriba algo más tradicional. Lo hace: en 1946 lanza House of miste una novela que nace de La última niebla, y que Zúñiga describe así: "Una novela convencional, diáfana, simple, con un final evidente y feliz. Un libro donde el lenguaje es completamente inofensivo". Pero algo resulta bien: en 1947 Paramount Pictures le paga 125 mil dólares por los derechos planeando llevarla al cine. Nunca sucede.

Paralelamente, su hija estudia matemáticas en Cornell y avanza muy bien. A mediados de los 50, Bombal le escribe a su hermana Blanca, que vive en Buenos Aires, contándole que a Brigitte se la pelean las universidades más prestigiosas para que siga en ellas un posgrado y termina en la de Chicago donde se especializa en ciencias abstractas. Casi no la ve. "Para serte franca yo preferiría que ella se casara bien. Esto de ser una career girl no es mucho lo que me gusta", le cuenta la escritora a su hermana. Lo que pensaba Brigitte de su madre es un misterio, pero lo que sí sabemos es que no dio señales de vida cuando murió. No vino al funeral ni reclamó un baúl con sus manuscritos que le pertenecía como herencia. "El vínculo con su hija es el gran punto ciego de esta historia", reconoce Zúñiga.

Pero hay otro punto ciego más: su silencio literario. Bombal escribió su obra prácticamente en siete años, en la década de los 30, y luego se apagó. Con suerte escribió esa novela en Estados Unidos, pero nunca le interesó publicarla en Chile o Argentina, los países donde fue admirada en su momento. "Creo que sabía perfectamente que hizo algo importante con esas dos novelas y sabía que cualquier cosa podía arruinar ese camino. Creo que estaba segura de sus cualidades", apuesta Zúñiga y puede que sea cierto: en innumerables ocasiones contó que trabajaba en novelas y cuentos que nunca vieron la luz. Acaso sabía lo que una vez contaba el escritor José Bianco: que Rulfo una vez le había dicho que La amortajada lo había impresionado mucho en su juventud y, concluía Bianco, seguro que había sido influencia para su decisivo Pedro Páramo.

Como queda de manifiesto en El teatro de los muertos, para Bombal parece haber sido clave la compañía que tuvo en Argentina al momento de idear y escribir sus libros. Borges le discutió mucho el argumento de La amortajada, pero al leer el primer manuscrito se convenció. "El estímulo de un campo literario debe haber sido fundamental para escribir lo que escribió", dice Zúñiga, y añade: "Es una operación brillante el que ella se hubiese ido a Buenos Aires a escribir estos libros y publicarlos allá, porque eso le permitió que los libros tuvieran la recepción que tuvieron. El compartir con el mundo de la revista Sur, con Borges, también con Neruda, creo que le permitió que sus libros tuvieran una recepción a la altura de lo que se merecían, porque eran libros rarísimos para la época. Y podrían haber pasado inadvertidos en un campo de menor nivel intelectual".

Por cierto, cuando los libros de Bombal llegaron a Chile también fueron recibidos con elogios de toda la crítica y el mundo literario. Se salían del realismo imperante y abrían una puerta a la intimidad femenina como no parecía posible. Como plantea Zúñiga, en La última niebla y La amortajada, al igual que en sus cuentos, Bombal avanzó en una estética que con los años se volvería mucho más común y central en la narrativa latinoamericana. No estaba sola, pero como otras mujeres, estaba relegada al campo de las raras. "Escribió una obra que aún no se agota", dice Zúñiga.



 

 

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Todas las vidas de María Luisa Bombal
María Luisa Bombal, el teatro de los muertos, Diego Zúñiga. Ediciones UDP, 141 págs.
Por Roberto Careaga C.
Publicado en Revista de Libros de El Mercurio, 16 de febrero de 2020