Tierra de campeones no solo es el título de la flamante novela de Diego Zúñiga (36), sino también un mito. En parte, la ciudad de Iquique —de donde es oriundo— debe su fama a ser tierra de legendarias y exitosas estrellas del deporte, como los boxeadores “Tani” Loayza y Arturo Godoy, pero sobre todo Raúl Choque, campeón de Caza Submarina, quien ganó un mundial de la especialidad realizado en la ciudad, en 1971.
“Es uno de los mitos locales, es una anécdota que cualquier iquiqueño conoce”; dice Zúñiga a Culto en un café de Ñuñoa. El mito dice que ese hombre que fue campeón mundial, tiempo después del golpe, descubrió por casualidad en el fondo del mar cuerpos de detenidos desaparecidos. Esa historia la escuchó Zúñiga siendo niño y nunca la olvidó. Y desde hace unos 10 años que empezó a darle vueltas en su cabeza hasta rumiar una propuesta narrativa. “Pensé en armar un cuento para que cerrara mi volumen de relatos Niños héroes (2016), pero rápidamente me di cuenta de que era una novela”.
Ahí la principal dificultad —comenta Zúñiga— fue qué hacer con ese material. “Es una anécdota muy novelesca, eso es un problema porque pareciera que simplemente hay que escribir la anécdota. Pareciera que fuera un libro ya formado. Y no. Yo lo enfrenté desde otro lugar, por eso me tomé tanto tiempo para ir más allá de la simple anécdota y convertirla en una ficción completamente”.
Tras 9 años de su última novela —y después de haber sido elegido entre los mejores narradores jóvenes de hispanoamérica por las listas Bogotá39 y Granta–, Zúñiga publica Tierra de campeones, vía Random House. La tercera de su producción tras las alabadas Camanchaca (2009) y Racimo (2014). Sin dudas, su mejor novela hasta ahora. Escrita de manera sólida, sin vacíos ni agujeros, con personajes conflictuados sin caer en ningún estereotipo. Se puede leer como novela de iniciación, de viaje del héroe, de época, de novela de supervivencia, de novela de provincia, de novela deportiva, de novela de memoria. Es todo eso y más. Y logra salvar con éxito todo lo que se propone.
Sin quererlo, Zúñiga ya tenía una creación con el nombre de Tierra de campeones. Es uno de los cuentos de Niños héroes, que siendo historia deportiva, no tiene nada que ver con esta novela. Es una coincidencia que lo hace sonreír cuando se lo mencionamos, como un chico mal portado en la escuela. “Después me acordé que tenía un título anterior, no digamos que es un título extravagantemente original, no sé si hay otros libros con ese título, pero es un concepto asociado a la ciudad y es algo muy común”.
“Pero si lo pienso, siempre me ha interesado que todo lo que he escrito de alguna forma dialogue en ciertos puntos, y uno de ellos es que la gran mayoría de mis ficciones circulan por una ciudad puntual, que es Iquique. Ese cuento, como recordabas, también trata de deporte, pero es el caso de un futbolista”.
—¿Siempre te interesó que esto fuera ficción?, ¿no pensaste en hacer algo más documental?
—Sí, me interesaba que esto ocurriera en el terreno de la ficción, por eso me inventé un personaje —Chungungo Martínez, el protagonista— y decidí contar su historia. Creo que la ficción te permite indagar en los pliegues de la realidad que son mucho más complejos que simplemente representarlos, porque en algún momento pensé que podía ser un trabajo de no ficción, pero la ficción me permitía ir más allá del simple hecho. En eso siempre he creído mucho. La ficción es un espacio que nos permite repensar el pasado, imaginar el futuro y pensar el presente todo el rato. Si bien esta novela ocurre en el pasado, en el fondo está hablando de ahora. Además, de modo inevitable la escribí en estos años donde pasaron muchas cosas, donde el mundo ha cambiado, desde la revuelta social, la pandemia, a la conmemoración de los 50 años del golpe. Han sido experiencias sociales que seguro se filtran en la escritura, no sé cuán concretamente en la novela, pero tengo la impresión que sí están ahí.
—¿Existe en Iquique esta especie de “orgullo patrio” por la ciudad? Con himno y todo.
—(Ríe) Sí, pero te diría que es como el orgullo de la provincia chilena, yo solo he vivido en Iquique, pero también lo vislumbré en Punta Arenas. Imagino que eso puede estar asociado a ciertas regiones extremas, porque este es un país muy centralizado. Esa idea de que Santiago es Chile en gran medida es real, injustamente real. Me imagino que la provincia se aferra a sus triunfos locales, como una manera de fortalecer su identidad y su distancia con ese centro, y eso se aprecia mucho en el deporte, el fútbol, la caza submarina, el boxeo —que la novela lo tantea—. Me parecía interesante que la novela trabajara en ese terreno, sin idealizarlo, sino indagando en ese orgullo patrio local.
—Esta novela muestra una chilenidad muy precaria. Aparece esta Caleta Negra, donde vive el campeón antes de ser deportista, llevando una vida de sobrevivencia.
—Eso es muy importante en la novela, pero no fue planificado. Apareció sola esa caleta. Tiendo a pensar en lo que ocurrió con la revuelta social, cuando se planteaba la idea de que “nadie lo vio venir” y creo que bastaba con leer un poco de literatura chilena para entender de que eso estaba ahí. Ese mundo precario responde a una tradición que la narrativa chilena ha trabajado.
—¿Leíste algo de eso?
—Me puse a leer y releer novelas chilenas: Marta Brunet, Manuel Rojas, Carlos Droguett, Alfonso Alcalde, Marano Latorre. ¡Están ahí! Ese mundo que convoco en la novela es ese mundo también. Poesía también, siempre. Este mundo precario se me apareció ahí, desde la literatura y me pareció importante que la novela le diera vida a ese mundo, que más que vivir, sobrevive. Pero me interesaba narrar eso con luminosidad, no me interesaba regocijarme en esa precariedad y de esa manera hacer la denuncia. Siento que la literatura en esos terrenos tiene que abordarlo con más complejidad, que es lo que te permite la distancia. No hago nada nuevo, está en la tradición chilena. Se me aparecieron esos personajes, ese espacio y me interesaba narrarlos con intensidad, no hacer porno miseria.
—Los personajes tienen nombres y apellidos de poetas. El campeón, Martínez (por Juan Luis), Parra (por Nicanor), José Ángel (por Cuevas), hay una Violeta (por Parra). ¿Quisiste hacer un homenaje? —Siempre me he sentido muy cerca de la poesía chilena, por eso uno de los epígrafes es de Bárbara Delano, su libro Playas de fuego (2017), es brutal, está el tema del mar, la muerte. Yo me considero un deudor absoluto de la poesía chilena, como lector y como una forma de encontrar ahí una serie de inspiraciones. Siempre me pareció muy raro que uno sea escritor chileno y no se vincule con la tradición de la poesía. No le encuentro sentido, porque ahí hay un sinfín de mundos. Como es importante la caleta, es muy importante en la novela lo que ocurre en los 70, con la UP como un trasfondo. Yo creo que la atmósfera de esos años está capturada en la poesía de José Ángel Cuevas, entre otros. Enrique Lihn, para qué decir, también Gonzalo Millán, que para mí ha sido clave. Me tomé el tiempo para pensar por el vínculo con esa tradición con la que uno dialoga, porque si lo piensas, no la veo tan presente en la escritura de mis contemporáneos, o de los más jóvenes. No lo digo como una crítica, sino que estoy constatando algo que me parece curioso.
—¿Leíste literatura de deportes? —Leí mucho la revista Estadioque por suerte está en Memoria chilena, una joya, me interesaba mucho el lenguaje del periodismo deportivo porque es un lenguaje muy vívido. Pero más que novelas de deportes, Toro Salvaje, de Scorsese fue una referencia, es una de las películas más deslumbrantes que yo he visto, y la volví a ver, por el viaje del héroe, que es el viaje vinculado al deportista en general. Pero novelas de deportes no recuerdo muchas, no quise entrar mucho ahí, porque se me empezó a aparecer el mundo de la caleta que te mencionaba y la dimensión deportiva se replegó.
—En otro tema, ¿Qué piensas de la Inteligencia Artificial? —La verdad Pablo, no me llama la atención ni para pensarlo, porque me acuerdo cuando aparecieron los blogs y en el mundo de la escritura la gente decía que las novelas iban a cambiar, iban a ser distintas. Todos los avances tecnológicos que se vinculan con la escritura, tengo la leve sospecha de que envejecen demasiado rápido. Jugué con Chat GPT, me pareció divertido al comienzo, pero al final reafirma que la literatura se juega en un terreno que tiene que ver con el lenguaje, buscar las frases que no han sido escritas de la misma manera por otros. Es decir, la frase que no te puede escribir Chat GPT. Para mí, reafirma la esencia de la literatura no más, y todos estos experimentos que empiezan a aparecer los miro con sospecha.
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez
Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com Diego Zúñiga regresa con su mejor novela:
“Quería narrar con intensidad, no hacer porno miseria”
"Tierra de campeones", Random House, 2023, 280 páginas
Por Pablo Retamal
Publicado en La Tercera, 27 de octubre 2023