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INVITACIÓN A TRANSITAR POR IDEARIO DE UN TERRITORIO
DE EDGARDO ANZIETA

Por Juan Espinoza Ale

Dan ganas de irse, de irse dan ganas de irse  por los caminos, agarrar los chiquitos, l
a querida mujer, los chiquitos e irse a mendigar belleza por los caminos

Pablo de Rokha

Mi intención es, desde un comienzo, presentar un libro que considero valioso dentro del panorama poético chileno de las últimas décadas. La aproximación que haga por tanto puede resultar parcial, y prefiero dejarlo claro, antes de caer rendido a los pies de una objetividad que en realidad nadie nunca alcanza. En dicho marco de reconocida subjetividad, creo posible dar luces sobre ciertos aspectos de Ideario de un territorio (1994) de Edgardo Anzieta (1954- ). Si bien es imposible una lectura unívoca y total, esto no significa que se deba mezquinar la capacidad de entregar al lector alguna pista, alguna herramienta, alguna buena cita, que despierte su curiosidad por un texto que atrae lo suficiente como para escribir sobre él.

Por otra parte, estimo oportuno señalar que el paisaje actual de la crítica, si así lo queremos llamar, está bastante definido: las “redes” se tejieron hace un tiempo y tratan de perpetuarse de la mejor manera que pueden. Ahora bien, quienes no ocupamos un espacio dentro de él, por desidia o decencia, salud mental o dental, por opción activa o la razón que sea, somos testigos indefensos de las periódicas querellas en los escaparates, propias de los espacios del poder que siempre es uno solo. No obstante, en nuestra vida somos agentes de dichos discursos hasta que decidimos no entregarles el espacio en blanco para la última palabra. El caso es que todos pontificamos en tal o cual sentido y desde ahí criticamos la gravedad de unos y la falta de sentido del humor de otros, el formalismo, el desorden, la complejidad o el facilismo, en fin, la lista de virtudes-defectos es larga, dependiendo del ojo del que juzga. Porque, me parece, ese es el problema: el acento cortesuprémico de algunos dichos, que hace sospechar legítimamente de las intenciones a la hora de abordar una obra. Me quedo con la opinión de Auden, en cuanto a que escribir sobre libros que uno considera de baja calidad, errónea o acertadamente…

…no es sólo una pérdida de tiempo; también hace daño al espíritu. Si un libro me parece realmente malo, lo único que puede motivarme a escribir sobre él es desplegar mi inteligencia, mi ingenio y mi malicia. Es imposible que alguien reseñe un mal libro sin jactancia.

En tal dirección, prefiero ser honesto o menos farsante y declarar mi franca “adhesión” a la obra que paso a comentar. Un texto que parece tomarse las cosas muy en serio, y por ello, escrito a contrapelo de las intenciones expuestas por muchos de un tiempo a esta parte, en verso y en prosa. El poeta despliega un sujeto que nos hace pensar que está lanzando “toda su carne a la parrilla” (esto siempre es retórica, no hay que olvidarlo, el poeta es un fingidor de lo que realmente siente, piensa o vive), en tiempos en que el objetivismo de tronco anglosajón y raíz oriental parece imponerse de manera “transnacional”, plasmado muchas veces de manera algo descafeinada o sumamente light, como si desde Keats hasta hoy la impersonalidad mal entendida fuera todavía novedosa y por tanto, para algunos, automáticamente deseable, como si la pomposidad de cierto romanticismo siguiera siendo una mosca en la oreja.

Ahora bien, siempre es difícil reseñar o aventurarse a una breve interpretación cuando nos enfrentamos a textos de largo aliento, este es el caso de Ideario de un territorio. La dificultad radica en que una estética quizás barroca, va diseminando los sentidos en las reiteraciones, variaciones y matices que terminan construyendo un todo orgánico, una apuesta como todas peligrosa, ya que dicho barroquismo transita a menudo muy cercano al efectismo, en el que más allá de cadenas bien armadas de sonido, el sentido brilla por su ausencia, riesgo que el libro asume y supera. Por lo anterior, sé bien que todo lo dicho no es más que una parte, una posible lectura de las variadas que tiene este libro, nada breve por lo demás.

En relación a lo ya dicho, resulta interesante el contraste entre una forma que el lector tiende a identificar con lo epopéyico y enfático, mientras los poemas entregan un lugar preponderante a lo cotidiano y sencillo, lo que es constatado o nombrado no para arrojar luz sobre ello, sino para describir la luz que ellos son capaces de reflejar: la belleza que no es la del poeta sino de la poesía en el mundo. Lo que podría sonar de igual forma un tanto grandilocuente, pero veamos el poema 4 de la sección titulada Aerogramas:

Una gaviota en cielo
pasa a ser LA gaviota necesaria del mundo:
recién ayer parece, recién ayer parece
y sin embargo, sus alas cargan el solo rumor
de las sabias conversaciones con Odiseo, el astuto.
Una gaviota en el cielo
........................ parece,
ya no es pluma, ya no es oxígeno,
ya no es mar apretada y blanca, y
ella siembra semejanzas por las costas del alma
........................ y uno dice
por qué no podrá ser dios cosas tan sencillas.

Ahora, es bueno apuntar que Anzieta pertenece a un periodo histórico bastante preciso. Creo que su generación (utilizo el término para ubicarnos temporalmente nada más) responde inevitablemente a la dictadura como evidente marco referencial en algunos casos, como telón de fondo en otros, sin por ello estar lanzados todos de cabeza a poetizarla, con o sin versos en el aire.

En todo el panorama de publicaciones de esos años emergen obras que seguramente quedarán en la punta de la lengua de los diversos gustos y tendencias, me refiero a Purgatorio (1979), Contradiccionario (1983) y La Tirana (1983), los que forman a mi particular modo de ver, un buen cuadro –nunca completo, claro– de lo ocurrido en poesía durante ese periodo dentro del país.

Pero me parece ver una relación más interesante entre Ideario de un territorio y obras igualmente valiosas para nuestra poesía contemporánea como Cipango (1992 –que incluye publicaciones anteriores del autor–)y Poesía de la comisión liquidadora (1997), relación de complementariedad, no de repetición artera de su temática y sus conclusiones, pues logran –a pesar y también por publicarse con posterioridad al fin de la dictadura– saldar algunas cuentas con ese pasado, desde la precariedad de la voz que expone, sintetiza, denuncia, se multiplica, etc.

Lo que me parece digno de resaltar, a ese respecto, es que Anzieta está en una línea diferente en cuanto a la negatividad en la mirada. Encontramos en sus textos una cierta esperanza en la palabra, que no sólo salva al poeta, sino que reivindica a la poesía como agente social.

escribir con las maneras floridas de las mentiras ilustres
que sí existieron: los romanos fueron un pacífico pueblo
campesino, que se extinguieron en paz, en pax, como los justos,
que el Cristo no murió en la cruz
el OPTO por fallecer pobre e ignorado, al margen de los
periódicos oficiales e inexistentes, aseguran N.N.
yace en la morgue; aquel que insulta al diario oficial
y regimencial, fue el más grande poeta de todos los tiempos
que las augustas flores del campo son el sabor de la vida

Quizás como respuesta al hecho de que, en lugar de quitarle algunos privilegios, se los arrebataron todos, usurpados por los sospechosos de siempre y sus camaleónicos esbirros, pues, y esto los posmos lo saben bien (aunque el amor por la aporía les impida distinguir muchas veces entre lo malo y lo peor), seguimos siendo víctimas ahora de un lenguaje opresor, pero sin una respuesta que no sea el desmontaje crítico de dicho lenguaje –tanto en la creación como en las páginas escritas a propósito de ella–, tal camino sólo ha producido cosquilleos en las piernas del poder. Las generaciones posteriores somos testigos y prueba de ello.

Ahora bien, el poeta escribe desde la derrota, personal y colectiva, pero con la esperanza puesta en los pequeños, los que vendrán a escribir la historia con minúscula, a pesar de las evidencias algo desalentadoras del presente.

Vivo a 20 quilómetros a la redonda
pero varios siglos tierra adentro;
pido auxilio en una edad dramática
y es otra, es otra, remota, la que responde…

En medio de una transición de las cenizas a lo incierto, el hombre situado en la precariedad, intenta formar un discurso alentador, profundamente afectuoso, desde una posición paternal, pero no la del patriarca infalible o del conocedor absoluto del bien y del mal, sino con la conciencia de la posibilidad, del riesgo y la confianza.

decir hijos hijos míos hasta el infinito
sencillamente porque a uno le dijeron HIJO MÍO
en una mortalidad de tiempo irreparable,
y reincidir entonces, ‘hijos míos’

Este gesto es una constante en la obra de Anzieta y debe ser entendido sobre todo en lo referente al bello artificio de “la relación de sangre entre poetas”, expuesto en sus obras anteriores. Si en algunos autores de su generación vemos una reflexiva –aunque no siempre tajante– negación, en Anzieta vemos la potencia opuesta y complementaria, una apuesta por la ingenuidad, que no es tal completamente al ser imborrable la derrota; pero los caminos siguen ahí para quien quiera.

INTEGRAR LA MANADA DE BARDOS INOCENTES
que no construyen templos
que no construyen pirámides
que no edifican tumbas
que no son esclavos

Esta obra indaga, situada en tiempo y espacio definidos –y claro, fuera de ellos también–, sobre el sentido de nuestra comunidad, social, poética. Es por ello que la pongo en relación con textos en los que abunda la legítima desesperanza, el duelo trágico de las pequeñas, terribles masacres, el dolor y la rabia que trascienden sólo hasta chocar con el muro de lo real.  Y creo que en esa relación aporta un equilibrio necesario, no haciendo gala del absurdo ni el descreimiento como formas de defensa. Si bien la certeza es un terreno complicado, Ideario de un territorio nos invita a la búsqueda de sentido que permita salir del marasmo en que pretenden refundarnos:

y vender, por supuesto, por costumbre, por ligero tedio
vender siglos al menudeo
y comprar quilos y quilos de ruinas metafóricas
arrendar toneladas de versos desvencijados
acumular en las estaciones en las bodegas, en las aduanas
destiempo de las vigas de viejos aposentos armónicos,
besar celebérrimas estatuas griegas, de ficción
y que no pase nada, pero, suprimir las escuelas militares
enamorarse hasta la locura de muslos campesinos
                                   por creer en los caminos

En los pasajes que he escogido, el uso permanente del infinitivo no es casual, y mal podría ser calificado de ripio pues, como decía, la conciencia del poeta-en-el-poema se instala retóricamente en lo que se está necesariamente por hacer (hombres humanos!), contra la extinción de la comunidad, por edificar sobre los escombros de nuestro país, nuestro pueblo. Aquí la relación entre poesía y vida es de absoluta contigüidad o yuxtaposición. Así, la vida social y la historia de nuestra poesía, ambas cada vez más atomizadas, son el blanco para la crítica de Anzieta.

Mi propio país muchachos lo vi de espaldas
cuando yo era muy pequeño para darme cuenta:
dejó un aroma –una colonia– irrepetible.
Después me dijeron que había fallecido
y que de ahora en adelante
tendría que vivir con un señor desconocido.

Su poesía, como resulta evidente, contiene un fuerte sentido ético, que puede nacer de la indignación pero que en este caso trata de sobreponerse a ella y proyectarse en el quehacer diario, doloroso, de existir aquí y ahora. En tal dirección, Ideario de un territorio expone una relación dialéctica de respeto y ruptura con ciertas tradiciones culturales, con ciertos mitos de Chile y su poesía. Ello lo inscribe dentro de una línea cuyo punto de partida es sin duda Pablo de Rokha, línea de asimilación y renovación permanente (nótese el eufemismo) de formas y fondos, en el entendido de que –como planteaba nuestro “padre violento”– no es el arte lo que progresa sino la sensibilidad: la poesía en su condición de arte, es una continuidad del mismo “dirigido a la sensibilidad del instante”:

cobijar moros venidos de qué península en las estrofas
y sembrar evidencias de moros peninsulares por las
estrofas, expulsar jesuitas que habitan en estrofas
inevitables, araucanizar la realidad más pedestre
de un continente llamado Chile,
crucificar por costumbre
TODOS LOS ONCE DE SEPTIEMBRE

Ahora bien, la catástrofe nacional, continental y mundial, muchas veces descrita por oposición; el espacio otorgado a las cosas íntimas y cotidianas que no sólo dependen de la oralidad en su enunciación; los conceptos de esperanza, futuro, destino, etc.; el rescate de la fraternidad en el presente y con el pasado, entendido esto en lo social y poético; la voluntad de quiebre y continuo cambio, en el actuar, conforman una obra que, en resumidas cuentas, se escribe “contra occidente”.

-los grandes teatros imperiales donde fallecen
la palabra y los tribunos de cartón
dueños de la palabra, al costado de las bestias africanas

-el lado malo de la Revolución Francesa
que tanto estimuló
el consumo del mármol y el bronce

-la mentira higiénica de los tiempos modernos

-el nombre propio
que ahogó
la palabra Revolución y su verbo

-los pesados cortinajes occidentales de la libertad
que preceden el canto del cisne de la democracia

-la circulación de la plusvalía que devalúa
la circulación de la igualdad

La puesta en duda de lo que occidente hizo de nosotros –y viceversa, claro–, el poeta la fundamenta en la certeza de que los cimientos híbridos de nuestra cultura aún son palpables. Más aún, que paralelamente a toda la construcción que el poder ha hecho encima de nuestro pueblo –masacres, agua potable y tarjetas de crédito incluidas–, tanto por nuestro desarrollo combinado como por la dialéctica que subyace a estos procesos, guardamos en germen la posibilidad de transformar, aunque sea poco a poco, nuestra realidad, tal vez para mejor. Pero no sin antes apuntar que:

…como son la última esperanza del planeta
han de llorar sobre, ya, los céspedes mundiales
las derrotas de otros
han de llorar la derrota de otros
por los acantilados del país, por las costas del país,
por la desgracia y los muros de la patria…

Porque este libro no es un ensayo político-histórico, sino una de las posibles cristalizaciones retóricas de una historia en que los grandes sucesos dejan lugar tanto a la intimidad de una comunidad, como a la reflexión –y este me parece su aporte principal– de un poeta dispuesto a decir que, a pesar de todo, aún es posible…

…en extensos territorios a la vista
ir regalando poemas
en vez de certificados de difuntos.

Para terminar, debo reiterar que dejo aquí intocadas muchas líneas que esta obra aborda. Anzieta es un rokhiano sin complejos ni desesperaciones, su libro ha sabido y sabrá esperar a sus lectores, pues su poesía está dirigida al rescate de la colectividad, aunque ésta se mantenga a una distancia prudente de todo lo que pueda hacerla reflexionar. Esto alcanza al ámbito de la cofradía literaria, por supuesto, tanto es así que hoy puede llegar a ser motivo de admiración un poeta encerrado en su torre de ladrillos industriales, cuyo único contacto con la realidad sea su secretaria o la corporación que le da de comer. Pero sería bueno recordar que el fruto de su trabajo no podrá sino estar marcado por aquello: alguien alimentado por debajo de la puerta, en una fantasmagoría de autosuficiencia.

Al poeta nunca se le pide nada, ya se sabe, por tanto es libre de entregarnos ya la ilusión de su interioridad, de su cinismo, ya de su indiferencia o compromiso; de todas estas opciones hay ejemplos de buenos poemas, que son, al final del día, lo digno de un modesto pero firme elogio.

 

 

 

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