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Tres formas del ser chileno

Eduardo Anguita



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Hace más de veinte años, traté de dibujar los rasgos del ser chileno apoyándome en las expresiones de nuestra poesía. El intento cristalizó en un ensayo, que di como conferencia en el IFAL de México (Instituto Francés de América Latina) el 16 de agosto de 1955, y que fue reproducida en Cuadernos Americanos. La titulé "La pesantez y la gracia en la poesía chilena". Consideré necesario explicar el objeto de mi disertación, para no provocar malentendidos: "No estoy hablando de poesía. Estoy hablando de Chile; de los rasgos centrales de su carácter, que se expresan en la obra poética chilena".

Mi esquema se sirvió —en forma arbitraria— de un título de Simone Weil, La pesanteur et la grace, pero aclaré que no usaba sus palabras en el sentido de la autora. También, para el efecto de la terminología, recurrí a un notable escritor de habla francesa, Ernest Hello, hagiógrafo del siglo pasado, que, al hacer un paralelo entre las dos columnas de la Iglesia, Pedro y Pablo, observa que para designar al hombre la lengua latina dispone de dos vocablos: vir y homo. Etimológicamente, vir entronca con vis, fuerza, y de estas raíces provienen los vocablos virilidad y vigor. Homo se emparienta con humus, tierra. Y aquí apunta una nota profunda: no es que la tierra sea debilidad en sí, sino que, justamente por su fuerza, amenaza con abrumar al hombre. Pablo es vir, Pedro, en cambio, es homo. Temblorosamente apegado a la vida y a su instinto de conservación, negó tres veces al Hijo de Dios. Para completar mi registro de términos, traje a colación "el peso de la noche", de que habló Portales cien años antes de que el pensador alemán Hermann de Keyserling se refiriera a la "gana", oscuro sentimiento interior, "esencialmente negativo". La gana impide, inhibe, prohibe. "El hombre de este continente vive, no como sujeto que hace la existencia, sino como objeto que la padece", afirmó Keyserling. Portales chocó y luchó —decimos nosotros, y no Keyserling, que se sirvió más de la observación y de la reflexión personal que de la historia—... Decíamos que Portales, en su esfuerzo por encauzar y dar forma a una vitalidad desbordante, pero informe, sintió y luchó ante esa misteriosa resistencia elemental que se opone pesadamente a crear valores y darles un orden. La melancolía, la tristeza, la rutina, el afán de seguridad, la pasividad, la "tramitación", el fatalismo, son notas típicas de la pesantez. Su más extraordinaria expresión en la poesía es Neruda, el de Residencia en la tierra, "el libro de la época más sombría de mi vida", como confesó el poeta. A partir de España en el corazón y Alturas de Machu Picchu, comienza a escribir una poesía en la que la caudalosa sentimentalidad se enmarca en un cuadro conceptual e ideológico determinado, en parte perdiendo su misterio y en parte ganando en diversidad y anchura en su registro lírico. El verso de "Machu Picchu", que exhorta a emerger: "¡Sube a nacer conmigo, hermano!", marca un hito y un cambio radical en su poesía. Sin embargo, "para muchos de mis amigos —declaró Neruda— es Residencia en la tierra mi mejor libro".

A la pesantez se opone la gracia. La invención, lo libre, lo que desestima toda predeterminación, biológica o telúrica, toda lógica y toda ley. Es Huidobro el paradigma incomparable.

Su "creacionismo" es la forma explícita de su poesía, en la que no titubea en hacer y deshacer ideas, estilos y palabras. Mientras Neruda reside en la tierra, Huidobro vuela. Es el aire. Pájaros, cometas, aeroplanos y aerolitos rivalizan con las estrellas Es una aventura celeste. Altazor es un "azor fulminado por la altura". En el mundo de la pesantez, es "un escándalo". Todavía hay muchos que no le perdonan aquello de que "el poeta es un pequeño dios".

Y, finalmente, la fuerza. Su mejor ejemplo, Gabriela Mistral. Ella es vir. Toma y asume todo lo que es pesado y tormentosamente terreno y, como Cristo con la cruz a cuestas, emprende la ascensión.

Casi todos nuestros poetas pueden calificarse en una de estas tres líneas directrices. Son, al fin y al cabo, tres grandes rasgos de nuestro ser chileno.


 

 

 

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