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Eduardo Anguita, poeta vigente

Por Iván Carrasco M.

Universidad Austral de Chile
Publicado en Revista Chilena de Literatura, N°32, 1988



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Eduardo Anguita, poeta nacido en 1914, ocupa un lugar bien ganado en el panorama de la lírica chilena del siglo XX; Premio Nacional de Literatura, antologado en casi todas las selecciones serias de poesía chilena, su obra requiere ser más leída y estudiada.

Anguita salió a la luz pública vinculado a las aventuras, búsquedas y pirotecnias de la poesía vanguardista suscitada en nuestro ámbito hispanoamericano por Vicente Huidobro, el gran renovador, "oxígeno invisible de nuestra poesía" según el decir de Octavio Paz. Con hidalguía, Anguita ha reconocido su deuda con el maestro y le ha escrito un fino y emotivo "Mester de Clerecía en memoria de Vicente Huidobro (por encargo de Gonzalo de Berceo)":

A muerto de los aires un fino emperador.
Escuridad est tanta que non alrededor.
Los sones ha callado ca murió el roseñor.
Que era entre todas aves el pájaro meior.

Adueñándose con propiedad de la ingenua y robusta gracia del antiguo bardo español, Anguita alaba los méritos del poeta difunto, a quien reconoce como su "hermano'' y "señor'', lo imagina en la gloria del absoluto e intercede por él ante Dios, incorporando con flexibilidad elementos tanto de la poesía de Huidobro como de Berceo:

El le dize cantigas a la Virgo de amor,
Sentada en su rosa como dixo Altazor;
La nieve florecida al lado del calor.
Se amamantan en Ella sin miedo nin rencor.
Mi Señor Jesuchristo, mi Padre e mi Redemptor,
lo ruego que me invites al concierto maior,
Fagas en mi carne plagas de grant dolor
Ca non est instrument sin roturas de amor

Llama la atención esta reviviscencia tan erudita de una forma poética de antaño, ya que la mayor parte de la lírica de Anguita está decididamente marcada por los rasgos de la literatura vanguardista y post-vanguardista, siempre anhelosa de destruir el pasado artístico, de descubrir un estilo nuevo y sin orígenes, de asombrar al lector con su capacidad de innovar en el lenguaje y en la aprehensión estética del mundo. Anguita, como buen discípulo de Huidobro, ha continuado su espíritu contradictoriamente iconoclasta y creador; fue así que fundó el Grupo David, uno de los aspirantes al cetro de la nueva poesía: lo singular es que a este grupo sólo ha pertenecido él mismo. Consecuente con este anhelo de transformación, Anguita ha publicado poemas insólitos, construidos en torno a situaciones extrañas, estrambóticas o imposibles, con una retórica que intenta romper los modos establecidos de la escritura del momento; pensemos, a modo de ejemplo, en su "Elegía y delirium tremens a Edgar Allan Poe", donde nos habla de un ser

Expuesto a las habitaciones involuntarias
ahí cayó un hombre con piernas de crema
cercado por la mirada del gusano...
trozo de canario
para alumbrar el crimen de la altura.

Pensemos en "Los continentes humanos", donde el poeta pide

Atención a mis jeroglíficos como pájaros de arena
con la seguridad de los seres ya extinguidos
de alas porosas y atronadoras
en donde se rechaza mi enseñanza de pestañas más rigurosas que ángeles sin médula
de astro en que cae cierta luz de estómago desnudo
sonando a papiro a mudo a cisne
a coyuntura a pecado a epigrafia.

El grado de lucidez alcanzado respecto de la poesía como hecho de escritura (expresado implícita o explícitamente a través de recursos muy variados, como el uso de notas, comentarios intercalados de sus propios poemas, referentes parciales, epígrafes, dedicatorias, mezcla de prosa y verso, etc., lección aprendida de Huidobro sin duda), le permite a Anguita incluso ironizar la misma poesía, rasgo en que se une a la corriente antipoética de Parra y sus seguidores:

Esto no es un poema es un ejemplo que pasó
en una fuente de soda estábamos José Stefanía
Mario Góngora y yo.
Lo que quiero mostrar es bastante sencillo:
la muerte es la suma infinita de la vida
y la vida es la suma infinita de la nada.

A pesar de esta afirmación que manifiesta una crisis en la trayectoria vital del poeta, la poesía más madura de Anguita está destinada a reflexionar sobre el tiempo y la muerte, desde la certeza de la existencia de la eternidad fundada en la presencia de Dios, concebido desde una perspectiva cristiana. Así, sus poemas "Resumen'', texto de conversión y apertura aceptadora del infinito, "El tiempo es Verónica'', "El poliedro y el mar", "La elevación", donde se pregunta: "¿quién le abrirá la puerta a ese desconocido/ cuyo rostro de plena luz asegura nuestro conocimiento? / ¿Cuál será la torpe cerradura que oponga a su naufragio una comisura de risa? / El abrirá la puerta del desdén y la materia''.

En el marco de su producción, la crítica nacional ha destacado, entre otros, dos de sus poemas: "La visita" y "Venus en el pudridero".

El primero es una meditación en el cementerio de Totoral, "Jardín donde los años maduran mejor que los mismos veranos en cualquier huerto terrestre'', "jardín que sólo se visita/ cuando alguien viene a vivir de verdad", donde el tiempo humano encuentra finalmente su sentido a través de los avatares de existencias unidas y desunidas que por fin se juntan sin miedo a otra posible separación:

La palabra está ahora reunida,
Y el tiempo, plácido, lúcido, admirable.
Esposa y esposo, dos extremos vacíos
Para dar vida a la separación.
¡Juntos aquí dos labios de tiempo formando un solo beso
Viejo y nupcial!

"Venus en el pudridero'' es también una larga meditación lírica sobre la finitud de lo existente. Para ello, el poeta utiliza un recurso fundamental: el contraste. Opone la imagen de Venus, del amor erótico, bullente de anhelos y de vitalidad, con la del pudridero, lugar en que se colocaban los cadáveres de los reyes antes de llevarlos a su lugar definitivo de acuerdo a su rango; contrasta situaciones de plenitud (como el momento del encuentro amoroso, la víspera de la coronación de un príncipe, la cosecha) con imágenes de la destrucción de la materia por acción de los gusanos. Y todo esto, como un modo de reflexionar sobre los aspectos misteriosos e insondables de la existencia (la muerte, la eternidad, Dios, el amor). El poeta intenta escandalizar, impresionar al lector mediante la presentación de imágenes novedosas y situaciones chocantes, pero no por el valor de ellas en sí mismas, sino para hacerlo pensar en las grandes interrogantes:

¿Siempre ha de ser así, más fuerte el amor que los amantes,
los actos más que ellos mismos... ?

Oh, vida, en qué te diferencias de la muerte me pregunto.
Como el entusiasmo y el desánimo, arrastráis igual substancia.
Vivir, morir, ¿qué color, qué movimiento os distingue?...

 



 

 

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