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Vías poéticas paralelas
Oficio de vivir, de Eugenia Brito / La nube, Federico Schopf

Por Pedro Gandolfo
Revista de Libros de El Mercurio. Domingo 27 de Septiembre de 2009


En Oficio de vivir , de Eugenia Brito (1950), dividido en cinco partes, desde el inicio se advierte la presencia de lo femenino como un factor puesto con deliberación. Pero deliberación no implica siempre intensidad, matiz y originalidad. Así, la autora hurga, por medio del lenguaje que la particulariza, ya en ciertos tópicos de su poesía, con imágenes, figuras y giros que hacen ecos de sus obras anteriores y de otros autores, deslizándose hacia un peligroso estereotipo de sí misma: "Hundir el brazo en el acero, hasta encontrar el hueso/ violáceo. En sus astillas,/ el rojo labio se abre./ Una cavidad ensaya su pose vertical". Más adelante: "La manía del pasto hacia la luz/ enloquece los verdes prados".

Con predominio de un ritmo dislocado (por defecto) hay hallazgos como el primer verso de este terceto, "Un anciano se derrama sobre un banco/ cae su diario caen las letras hacia el suelo/ un insecto se posa en la nariz", pero que tienden a diluirse en una banalidad en los dos finales.

Sin duda, Oficio de vivir , cuyo título alude al diario de Cesare Pavese, indica hacia un derrotero gris, en el que elementos diversos son atraídos parcialmente hacia lo esencial de un decir que no se esclarece, alejando este libro del nivel de anteriores entregas. La autora intenta esculpir en palabras, dar fuerza al discurso poético como si de gritar se tratase: "DESALOJA EL IMPERIO DE LOS HOMBRES/ Y LA MIRADA" (sic). A pesar de ello, se echa en falta unidad, intensidad y clímax creciente y, de ese modo, el erotismo que recorre estos versos aparece impregnado de una anatomía desconsolada. Sin duda, lo fundamental en el libro de Eugenia Brito es un lenguaje que busca recoger diferentes estados subjetivos ocultos, pero que sólo a ratos asoman en enunciados poéticos tal como "la fatiga del ruido de los astros" -y no la música de aquéllos- y otros se frustran en una evidencia tópica como en "sólo en la materia está la inmortalidad, pensó".

Federico Schopf (1940), por su parte, entrega en La nube una serie de poemas con un sello personal que sorprende. Dividido en tres partes, más un "suplemento", el libro se inicia con el texto "Narciso I": He aquí al joven cayendo sobre el lecho/ se mira en el espejo y no ve nada/ más que sus labios rojos y un fragmento/ de pared en que cuelga otro espejo/ en que ve el desorden de las sábanas/ y la sombra de quien cierra la puerta".

Esta composición, plenamente lograda, marca un tono que no decae en el transcurso de la lectura. En el prólogo, de Armando Uribe, se apunta con certeza a la madurez poética de Schopf.

En efecto, el autor (este es su tercer libro de poesía) sabe sugerir perplejidad en el lector, al imprimir en lo cotidiano un ejercicio intelectual: "Un sujeto en el acto/ de sacarse los anteojos" (poema "Este soy yo"). El suyo es un lirismo austero, escéptico, distanciado, que se enriquece con mundos y lenguajes concretos y próximos, pero sin perder una lejanía formal. Schopf, por momentos, se acerca a la visión limpia y certera de Rainer Kunze: "Quiero morir/ dejando este epitafio:/ salir de aquí/ esa es mi meta" (poema "Epitafio").

La figura-eje de Narciso se repite con distintos matices: "Te has convertido en un nuevo Narciso/ poeta de segunda o de tercera/ que no puede mirarse en el arroyo/ o en el canal San Carlos/ porque le dice: el tiempo pasa/ o mejor en la fuente inmóvil/ que te espera y tú sabes que es la muerte". También en un dístico de corte trágico: "¿Qué pretendes Narciso incorregible/ si hasta el sol tiene sus días contados? (poema "Narciso envejeciendo") Y, más adelante: "... en el espejo inmóvil de algunos poetas/ antiguos y modernos: puro narcisismo" (poema "Pertenencia").

La nube conoce de las vicisitudes del oficio de escribir: en el poema "Poesía", Federico Schopf espeta: "No entres en este charco/ no tiene fondo/ perderás todo/ lo que dejes en tierra firme/ y lo que ves en la otra orilla". Una composición notable viene a ser "Valdivia", una suerte de haikú que mezcla elementos contrapuestos, creando una atmósfera muy viva: "Sólo la lluvia/ ardiendo/ en la memoria". Aquí lo terrenal y metafísico forman una sola y breve estructura, prescindiendo de adjetivos. Es necesario insistir en este poema, dada su concisa nostalgia y maestría de oficio.

El libro de Federico Schopf es un corpus maduro, variado en sus registros (fue escrito en largo período) y, sin embargo, unitario, donde el poeta logra una poesía eficaz, a veces anecdótica, a veces intelectual o conceptual. Pero, por sobre todo, es una poesía en la cual la sinceridad se conjuga con el pensamiento y la buena factura. En La nube respira, además, una honda asimilación, respeto y conocimiento de la tradición poética chilena y la lectura cordial y morosa de grandes poetas contemporáneos.


 

 

 

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