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Presentación de "Pacto de sangre", de Efraín Barquero
PACTO DE SANGRE O EL SACRIFICIO COMO RITUAL DE RECONOCIMIENTO
Por Naín Nómez
En la producción literaria de Efraín Barquero, percibimos como constante una constelación de símbolos que se estructuran y desestructuran, que permanecen y mutan, dando sentido a un mundo donde lo humano y la naturaleza se concilian, se integran y se intercambian en un movimiento permanente. Aunque sus libros de poesía se han puesto en consonancia con el simbolismo de la nostalgia lárica de Jorge Teillier, existe una diferencia fundamental, ya que en sus textos no es el recuerdo del paraíso irrecuperable lo que le preocupa, sino la ligazón con un mundo ancestral que se origina en la tradición campesina y que pervive en personajes casi intemporales que la esencializan y la hacen trascendente. Elementos que aparecen en Teillier, como la autodestrucción del amor, la belleza de una naturaleza intocada, la casa de la inocencia, todos símbolos amenazados por el tiempo humano destructivo que perturba el "árbol de la memoria" y disuelve "el país de nunca jamás", pierden su sentido para un poeta como Barquero que coloca esa naturaleza en el presente y la pone en comunión con el ser humano de aquí y de ahora, lugar y momento donde se producen los encuentros y las separaciones. En esos lugares y en esos momentos, se origina una epifanía crucial, una verdad que ilumina un instante o deja una huella en el ser, para luego desvanecerse ante el soplo de la noche que la devuelve a la oscuridad de los inicios.
Desde La piedra del pueblo de 1954 hasta El pan y el vino de 2008, Barquero ha venido reiterando en mas de una veintena de libros, una búsqueda epifánica en medio de un mundo cada vez mas desbordado por la técnica y la fragmentación, y en donde la voz poética mantiene incólume esa ligazón con el mundo ancestral de los antepasados, vinculados en forma espontánea al medio natural, del cual se siente parte integral. Si bien se mantienen los mismos símbolos (la piedra, el fuego, el agua, la casa, la mesa, el pan, el cuchillo, la tierra o el pueblo), la búsqueda se ha ido depurando en una cristalización cada vez más acentuada de ciertos ritornelos, que persiguen la misma figura discursiva: la de lo humano esencial. Cada libro ha ido acentuando ese camino que es una especie de espiral concéntrica, donde seres y cosas se amplían bajo el foco de un narrador movible que cambia su perspectiva, para retornar las voces del origen, que también son las de la muerte, el amor y la regeneración. Títulos como Enjambre, El viento de los reinos, Epifanías, Mujeres de oscuro, La mesa de la tierra, El pan y el vino o El poema en el poema, aluden a un mural totalizador desde la singularidad de un sujeto que avisera un mundo en vías de desaparición, pero que siempre nos dice algo fundamental sobre el hombre, su destino, sus orígenes y su temporalidad.
Hay obras que representan ciertas vueltas de tuerca en la obra de Barquero y creo que Pacto de sangre es una de ellas, como lo fue La compañera en 1956 con su inclusión de la otra, Enjambre en 1959 con el colectivo social, Bandos marciales, en 1974 con su simulacro a la legalidad vigente o La mesa de la tierra de 1998 con el retorno a los símbolos ancestrales desde una visión totalizadora. La diferencia es que en Pacto de sangre se representa un diálogo (mudo) entre dos razas a partir de las figuras de la castellana y la india (la imagen del espejo no es gratuita) que intentan adentrarse en la otra sin dejar de ser ellas mismas. El gran mérito de este libro, no es, como podría pensarse, una comunión racial ni una identidad que se hace inmutable con el tiempo, ni tampoco algo que tenga que ver ni remotamente con la chilenidad auténtica. Lo que se plantea a mi juicio, en este "pacto de sangre", es un movimiento que tiene qué ver con el reconocimiento del otro en un paso a paso que es el desarrollo del libro y que culmina con el último fragmento, la sección VIII de la cuarta parte titulada "El cordero del sacrificio". Cada parte remite al desenvolvimiento de un momento del viaje hacia adentro y hacia fuera de las dos protagonistas, viaje que es conocimiento, reconocimiento y también liturgia de regeneración. En cada sección del libro se concentra un paso más del proceso aprendizaje-experiencia que es el encuentro entre las dos razas que culmina en la sección final: la del sacrificio; la de la unión de los alimentos ancestrales el pan y el vino con la sangre; la del pacto de la sangre en la mesa de la tierra.
De este modo, el libro completo es un proyecto (como ocurre con la mayor parte de la obra de Efraín Barquero), pensado en forma rigurosa como cuatro libros cuya continuidad se rompe en módulos que anuncian una narrativa del encuentro auténtico, tal vez no el real sino el imaginado, y que paso a paso da cuenta de un espejeo de conciencias, que se apropian de la otra sin perder su propiedad. De este modo, los cuatro libros del libro contienen una estructura paralela: el primero tiene 9 poemas, el segundo 8, el tercero 9 y el cuarto 8. El primer poema del primer libro se titula "Vieja razón" y se compone de tres secciones. La primera y la segunda sección son habladas por la castellana, mientras que la tercera es intervenida por la india a partir de un narrador en tercera persona, que es quien da cuenta del proceso de aprendizaje. La primera sección del poema se inicia con la interpelación que hace la castellana a la india al clamar "Vieja raza, vieja razón es la que tifie tus labios con la sangre de un animal" y en donde muestra su deseo de saber de la otra dando cuenta de su desconocimiento. En este inicio, se muestra a ambas mujeres inmóviles e incomunicadas. La india aparece como silenciosa, furtiva, primitiva, oculta, lejana, ladina. La castellana quiere saber de ella, qftjere "sacar(le) del rostro ese velo de humo". La sección II se inicia con la pregunta: "Dónde está tu rostro" con lo cual se inicia una búsqueda de la otra teniendo corno intermediario al mundo natural. La búsqueda de la otra no puede culminar, sino a través del reconocimiento de la naturaleza: piedra, árbol, río. No puede hacerse tampoco a través del dominio: "He tratado de hacerte a mi manera...", pero por su origen y su memoria distintos, ambas mujeres son irreductibles la una a la otra y el primer lenguaje de igualdad posible entre ellas será el silencio, el lenguaje de los orígenes: "Quien eres, te pregunto, y yo misma me respondo/ como si así conociera más el silencio de todas las cosas y mi propio silencio". La última sección de este primer poema, hace un cambio de perspectiva hacia un narrador que cuenta como la india hace uso del cuchillo para destripar animales y la reacción de la castellana: sacrificar animales produce el primer choque entre ambas culturas, pero también la primera posibilidad del encuentro, porque la castellana no sabe "si detener ese acto o aguardar su término".
No es posible en esta breve presentación, analizar cada poema de manera detallada, para dar cuenta del proceso de la experiencia que entrega el poeta, a partir del reconocimiento de sus personajes. Además del narrador que se instala en el punto de hablada de la castellana y la india para re-unir la diversidad de las experiencias de cada una, aparecen otros personajes fantasmales como el invitado o el desconocido, que incorporan sus voces externas para describir desde otro prisma la relación que se establece entre ellas. Cada vez más, la experiencia de la india, se entrega a la castellana a través del conocimiento de la naturaleza: animales, árboles, flores, lugares, son los elementos que interceden en la comunión que lentamente se forma entre ellas. Mientras para una los objetos se animan de vida; para la otra, son sólo utensilios que sirven para funciones prácticas. Sin embargo, de a poco el conocimiento ancestral de una empieza a tener sentido para la otra (hablar con las cosas, ponerlas siempre en el mismo lugar), mientras que ciertos usos y costumbres siguen siendo parte de un dualismo irreductible. El libro I termina con el poema titulado "El cuchillo de piedra" en que habla la castellana de la fascinación que siente por el cuchillo y el reconocimiento que se produce en ambas a través del símbolo. El cuchillo aparece como elemento anunciador de la ceremonia del sacrificio, que va a reintegrarlas al momento simbólico de los comienzos y separa el libro I del segundo.
En el libro segundo, las dos mujeres empiezan a reconocerse la una a la otra. Una serie de lugares y acciones establecen una comunión que se va acentuando en el camino que se recorre: enterrar los granos en el jardín, beber de la vertiente, comparar el agua de lluvia con el agua bendita, unir los recuerdos, beber la leche de las piedras, buscar en la piedra de moler el origen del grano, reconocer el sabor del barro: en esta sección del libro ya no hay extrafieza entre ellas. Ambas han sufrido una transformación esencial que tiene que ver con un diálogo a través del silencio, que tiene que ver con un conocimiento a partir de la experiencia, de la actuación, de la praxis.
En el Libro tercero se intercambian las experiencias que van de lo cotidiano a lo simbólico a través de una diversidad de materias elementales: el fuego, el pan, los frutos del huerto, las ofrendas a los dioses, el secreto de las tinajas, el animismo de los utensilios, etc. En ese mutuo intercambio de conocimientos prácticos e imaginarios, de mutuo experienciar, ambas se unen cada vez más hasta ser para el invitado "parecidas como si fueran hermanas". El último poema del Libro tercero se titula "Como acordarse de una sin acordarse de la otra" y cuenta como se parecen para el otro, para el invitado, aunque ambas saben que son distintas porque al verlo partir (al invitado), "la castellana piensa en sus amigos muertos/ mientras la india solo contempla la otra orilla del río". El reconocimiento de cada una hacia la otra, las ha hecho parecidas aunque son distintas.
El Libro Cuarto y último está compuesto por un largo poema titulado "El cordero del sacrificio" compuesto por 8 secciones numeradas. Se inicia con un verso que rememora el primer verso del libro: "una vieja raza perdura en las dos mujeres/ cuál mas antigua, cuál mas orgullosa de su origen.. .las dos se parecen cuando acallan su sangre". Aquí ya no hay raza distinta porque el cuchillo las va a unir en el acto del sacrificio del cordero que juntará su sangre: el cordero es un símbolo en el origen de ambas culturas y las mujeres toman el cuchillo que las va a unir en el acto del sacrificio que es también un acto de la memoria y que confluye en su igualdad: "cada una quiere probarse a sí misma en la otra" (II). Ahora la sangre del cordero las une, no las separa. A partir de la sección IV se produce un acto ritual que consiste en un ceremonial de pasaje-aprendizaje a través de un intercambio alrededor del fuego, en el cual confluyen como elementos primarios esenciales, la sangre, la tierra y la leche. Este acto ocurre en una especie de delirio sonambulesco, que implica un viaje a los orígenes donde la sangre primaria las une en una comunión religiosa anterior a las instituciones. Ofrendarse llega a ser en el ritual reconocer al otro, reconocerse a si mismas, hacer un pacto de sangre cuyo sacrificio simbólico representa la germinación de la semilla en la planta o la regeneración de la vida humana. En el último texto, las materias se hacen símbolos sagrados y el ritual (el pacto de sangre) del sacrificio, despoja a ambas mujeres (a la castellana, a la india) de los lugares asignados por la tradición institucionalizada, "como si dejaran de ser para ser por fin ellas mismas".
En síntesis, Efraín Barquero realiza en Pacto de sangre una audaz reinvención de su obra poética, sin dejar de volver como en otros textos, hacia los símbolos esenciales que la conforman en un acto reiterativo pero también creativo. Esta audacia consiste en poner en el centro de sus textos, la difícil relación de una dialéctica, que históricamente ha sido vista como una relación de dominio, de jerarquía, de sumisión o de desprecio. Desde la posible vertiente de la dicotomía del amo y el esclavo hegeliana, el poeta desarrolla un movimiento que va de la castellana a la india y de la india a la castellana de manera envolvente y que incluye una diversidad de ritos, de pasajes, de ceremonias, de formas de encuentro, que van de la extrafieza al reconocimiento, de la exclusión a la inclusión, de la indiferencia y el silencio al poder ver a la otra en un proceso que tiene como centro la humanización de la naturaleza y el uso de una "mirada bizca" que se involucra con la interioridad de dos mujeres, que parecían irreconciliables desde su origen. Este es, a mi parecer, uno de los mayores logros de este libro.