Este libro contiene una antología de poemas escritos por poetas mujeres durante el siglo XX. Las autoras —su género— y la poesía son los dos ejes que lo cruzan y lo unen en el diseño más visible y en su fundamento. Se trata de un libro hondamente reflexivo, esto es, que viene precedido en el libro mismo —en su prólogo— y por la trayectoria académica y creativa de su antologadora, Eugenia Brito, por una experiencia meditante y una meditación de la experiencia. Esa meditación encarnada indaga y sostiene los dos ejes que se reúnen en esta antología. El lector —al contrario de tantas antologías intuitivas, basadas en los gustos o impresiones del antologador— se encontrará con una selección fundada en una sólida y asentada razón, en un pensar no improvisado, sino que ha alcanzado una fase de nítida madurez. Este rasgo —en el que es preciso insistir— le concede una inusual solidez, limpidez, precisión y claridad.
La antología reúne el poetizar de casi cuarenta mujeres desde Gabriela Mistral hasta poetas de las últimas generaciones. Son todas poetas con una obra reconocida por la crítica y las audiencias lectoras. No es, pues, una antología que tenga por propósito dar a conocer, sacar a luz, rescatar del olvido o la marginalidad una obra o una autora. Al contrario, lo primero que piensa este libro, un libro pensante y pensado, es la trayectoria a la vez ardua y poderosa del poetizar de las mujeres en Chile. La poesía escrita por mujeres es un hecho cultural potente, casi diríase que entre los distintos campos de la cultura artística e, incluso, más allá de esa esfera, es en la poesía donde sobresale con vigor.
Lo segundo pensado es el fundamento cultural —el antetexto de estos textos—, de cómo y en qué condiciones culturales se da esa marcha del poetizar de la mujer durante este siglo. Sin la comprensión de ese fundamento que existe —y en buena medida subsiste— en nuestra cultura ante y alrededor de la mujer, del sujeto que poetiza, como un cuerpo acosado, marginado e identificado desde fuera de sí mismo, en una cultura en que es el hombre quien define el lugar y la identidad de la mujer en la sociedad, no es posible entender la selección ni el tono y contenidos de la poesía seleccionada.
Este libro posee, en ese orden de cosas, el carácter de un atestado, de un expediente probatorio, puesto que el poetizar que aquí se pone en escena solo es posible de ser concebido en una sociedad patriarcal al grado y en la forma que durante el siglo XX lo fue la sociedad de Chile. Lo que el lector hallará aquí es el itinerario del ascenso de la poesía chilena a contracorriente, en un medio adverso, heterónomo y negador de dimensiones esenciales de su identidad como sujeto social. Es a partir de ese sustrato en que se produce la apertura del poetizar de las mujeres que se vuelca a poner en la poesía a la mujer misma como centro. Desde una mímesis oblicua, sutil y perifrástica del lugar tradicional asignado a la mujer, a la problematización y rechazo directo, el lector se encontrará aquí con la herida del cuerpo de la mujer en una cultura que la relega, maltrata, ningunea.
Si en un ejercicio mental se imaginara una antología paralela —de hecho, las hay, aunque sin proponérselo— de poesía escrita por hombres durante el siglo XX, el tema del género, del sujeto masculino, está ausente. El hombre chileno cuando poetiza no poetiza acerca de sí mismo, porque se encuentra cómodo, tranquilo, conforme, no amenazado, firmemente asentado en el género a que pertenece, un género cuya definición, atributos y privilegios han sido distribuidos por él mismo. Hay, en consecuencia, una ganancia en aquel acorralamiento, porque desde el de la mujer reflexiona poéticamente una dimensión esencial del estar en el mundo de cualquier individuo —su género— que también reclama un poetizar para el hombre, un poetizar urgente, pero que no está.
Las peripecias de la poesía escrita por mujeres se encuentran escudriñadas y expuestas de modo insuperable por la antologadora en prólogo, que más que prólogo es un ensayo lúcido, sintético y por entero consistente con la selección en la que cada autora es presentada por líneas tan breves como sustantivas. La poesía de la mujer está ahí, en cada una, y es bella, desgarrada, vibrante, reflexiva.
La ausencia de Violeta Parra es enteramente justificable en el contexto de aquella meditación indicada al principio de este comentario y habla de la escritura de una mujer que se mueve en un borde escurridizo, por su grandeza, que trasciende la esfera poética.
La antología de Eugenia Brito —que bien pudiera haber estado entre las antologadas— es una lectura obligada por su rigor, sentido crítico, solidez y belleza.
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«Cuerpos desiguales», Antología. Eugenia Brito. Editorial Universidad de Talca, 2021
Por Pedro Gandolfo
Publicado en EL MERCURIO. Domingo 17 de Abril de 2022