Plegaria de cráneos/libros quebrados
Sobre la poesía de Ernesto Carrión
Por Darwin Bedoya
La nueva aparición escrituraria de Ernesto Carrión (Guayaquil, 1977), es con Fundación de la niebla (Cascahuesos editores, 2010, 78 pp.), obra que ocupa de inmediato un lugar clave en la escena latinoamericana de la poesía actual. No solamente por mostrar las tensiones poéticas que Carrión siempre ha revelado, sino, sobre todo, porque con estos versos de estremecimiento y potencia nos entrega una concurrencia de referentes indispensables para la tipificación/ratificación de una nueva poesía latinoamericana, además, Carrión, con la estela de este libro, enriquece su propio corpus poético que empezó con El libro de la desobediencia (2002).
La propuesta estética de este poeta ecuatoriano desborda lo exclusivamente literario y poético. Esta obra entra en el concierto de los cantares de [coma] (2006) de Héctor Hernández Montecinos y Sparagmos (2008) de Maurizio Medo, y también implica a una obra anterior de Carrión: Demonia Factory (2009) cartografías que reiteran nuevas estéticas como las concordias atribulantes más logradas. Precisamente Hernández Montecinos es quien refiriéndose a la obra de Carrión y otras del circuito, señala que «estas escrituras están pensadas como obras, no como conjuntos de poemas ni de libros. Son obras como propuestas, y desde allí aparece su radicalidad, pues rompen la linealidad del progreso, tienen un carácter insular, se ponen en tensión ellas mismas y al circuito de su aparición. Estas escrituras aceleran los procesos de cambio en los sistemas donde emergen, alteran el estado "natural" de la poesía, atribulan la quietud del canon conservador. De allí que se pueda asegurar que estas nuevas formas de radicalidad invalidan al resto de las obras, las dejan en vergüenza, ridiculizan al guante conservador, se burlan del miedo.» Esto supone que, en la obra de Carrión hay una preocupación por las formas ya no sólo de los versos, las palabras, la apariencia y la desjerarquización de las letras, sino también por la cosmogonía, el recurso lírico que construye la neblina y las palabras que, en cierto modo, contribuyen a guiarnos entre la oscuridad y las plegarias.
La vida de la poesía depende de la lucha entre la ruptura y la tradición. El poeta sabe del futuro porque se abisma en los orígenes. Los textos poéticos son las verdaderas escrituras de la fundación. Llegar a comprender completamente la poesía de Carrión sería llegar al fin de la poesía. Sería nuestra condena definitiva al silencio. El hecho de que las imágenes y los pensamientos aparezcan y desaparezcan en un guiño de estrella, no impide que las palabras de esta poética sean lámparas cuya luz permite que las cosas insistan y persistan, para sacarlas de sus ignotas tinieblas. Estas tinieblas suponen otra caracterización de la voz poética. Una voz que como un pájaro insidioso va diciendo árboles en la poesía. Una voz que nos confirma que la lepra es la escritura. Tal vez por ello la voz de Carrión cruza los territorios de la escritura en la ceniza, es decir, se erige como una plegaria de cráneos brillando en la oscuridad. Discursivamente el descentramiento se refleja en que esta poesía, aparte de ser una meditación de la muerte, también se acerca a ser, cada vez más, la expresión de una lengua menor, en el sentido deleuziano; abre otra lengua en el poema, una lengua que desespera de la comunicación o hace un ensayo de ella; lengua que exasperadamente se pliega sobre sí misma o se descomprime en una dispersión que la acerca a la lengua de todos los días.
El asunto central en Fundación de la niebla parece ser nuevamente el fuego hablado de un universo estelar dentro y fuera de la escritura. La incorporación del proceso de creación de galaxias dentro de la realidad poética enriquece y da nuevas dimensiones de estos artefactos artísticos de Carrión. En su obra ocurre/crea un diálogo interdisciplinar con la realidad del siglo XXI. En esta nueva realidad poética convive, al mismo tiempo, el desarrollo de la sensibilidad estética y la aventura del lenguaje porque se escribe desde la niebla hacia la niebla. Pero, realidad, a la vez que irrealidad donde esta escritura deforme no puede ser el mundo, la relación del sujeto poético con el discurso aparece también desconcertante en cuanto ya no se considera a la subjetividad como una esencia, sino como una construcción sujeta a una verdadera tecnología del yo. Estremecimientos: cabeza, cabeza…
Creo que sin el ruidoso aroma de este tipo de poesía, vivir sería sencillamente vegetar hasta desaparecer. Ya lo mencionaba George Steiner: «Un gran poema, una novela clásica nos acometen; asaltan y ocupan la fortaleza de nuestra conciencia. Ejercen un extraño, contundente señorío sobre nuestra imaginación y nuestros sueños más secretos. Los hombres que queman los libros saben lo que hacen.» Libros quebrados, Carrión va quemando los libros para instaurar una obra. No los poemarios, sino las obras, parece sugerirnos. La poesía de Fundación de la niebla es la otra voz: antigua y actual, sagrada y maldita. La poesía es la palabra que funda una poética, un lenguaje, un vacío. La ternura del vacío, anotaría el propio Carrión. La antigua creencia de que los poetas eran videntes y adivinos, chamanes y brujos; hoy se afirma desde un pensamiento lingüístico literario, en palabras de Jacques Lacan: la verdad tiene estructura de ficción. Carrión, como otros poetas que trabajan en la búsqueda de un lugar propio, cercena las palabras y establece continuidad entre las partes de su universo. Así un día tanta vida pueda escribirse. Ruedan cabezas. Muertes incompletas, y el poeta puede hacer sombra donde le dé la gana.
Esto es lo que queda escrito sobre papel mojado:
Escribo como si el mundo empezara por este punto; la noche acomoda su caja de huesos viejos sobre la espalda de una iguana que repta un tronco. Una noche, unos huesos, una iguana, un tronco. Entra todo en El Horno de los salvajes. Aguanto el aire. Vamos ganando entonces desprecio por este mundo. Lo estamos construyendo con la lengua de los molinos viejos. Con un palo en la otra mano de la vida. Hace tanto de esto. Continúo mirando. Tratando de hacer más nítido –en mi cabeza- el tajo congelado de las cosas. El sabor del mundo. De esta manera he escrito toda mi vida: con una mano sobando mi calavera. Pensando que todo esto sí ha ocurrido. (p.37)
Escribir para no ensanchar más la mirada entre el objeto y nosotros Escribir la cotidianidad que muestra nuestro hígado sobre las plataformas marinas Fanal violeta Baja el viento atrapado desde los postes en la teoría de que todo vuelve a ser polvo Rencilla necesaria La luz de una mariposa quiere saber por qué ella no tiene alarma La mariposa no contesta Ella ordena obsesionada sus colillas por el patio helado Así un día tanta vida puede escribirse Yo escribo sobre lo que veo Tiro a la inteligencia sobre tierra quemada Funcionando Agitando al hambriento sobre la simpleza de los alimentos Así es como recobro el mundo (p.38)
Juliaca, setiembre de 2010