Sobre Monsieur Monstruo de Ernesto Carrión*
Después del relato que intentó despertar al hijo que duerme dentro de sí –las galerías donde se figuran los obeliscos de la horda, o los burdeles donde retumba el nombre de una madre sodomita – el poeta parece haber llegado al lugar del tiempo en que la tragedia comenzó. Una vez conocido el acertijo de la escritura por palabras de la esfinge, que es su propia cabeza, asume la expresión más drástica de las posibles: ser el soporte de su propia vida. Para esto deberá escindir el juicio normativo y su historia, nombrar a los fantasmas que en el pasado fueron una analogía. Monsieur Monstruo, del ecuatoriano Ernesto Carrión, es un libro que investiga el tótem de la memoria en la cual los idiomas se confundieron. Los responsables del crimen muestran aquí su cuerpo bestial e inclasificable, monstruoso. El edificio literario es juzgado por el mismo sujeto que lo ha construido, asumiendo la responsabilidad de una masacre que no se pudo evitar.
José Manuel Barrios
1. Los poetas auténticos no pescan jaibas ni caracoles escarbando en la arena. Con los ojos hacia adentro o en llamas se lanzan a las aguas en pos de Mobydick, aquella ballena blanca como un aterrador libro en el que nadie ha escrito ni siquiera el escueto haykú de la muerte. Esto es lo que ocurre en Monsieur Monstruo. El poeta -que suele ser por lo menos dos, y a veces tres, y siempre todos- penetra en altamar desde antes de salir de la ciudad, como si el mar brotase de su enfurecido corazón. Poemas que atraviesan las tinieblas, la tormenta, el silencio de las sirenas, que es más aterrador que su canto, como lo dice Kafka.
2. Este poemario es un álbum de fotos veladas no se sabe si por Dios o por el Diablo. O por el Dolor o la Náusea. O por el Hijo o el Padre –siempre en gestación. O por el Amor, que es inasible como lo es la realidad cuando se está atrapado en el sueño de alguien que ya no existe y que nos ha dejado a la intemperie. O por el cuerpo, que es un camino sin vuelta. O por la desesperanza, esa estación fantasma en donde aguarda para siempre un niño con su maleta llena de fetiches y de sangre. El poeta, ante esa pérdida que suele ser irreversible, recupera aquel álbum pero no para salvarlo del Olvido, sino para destruírlo dignamente en la Memoria y para reconstruirlo desde sus ruinas, como se merece, hasta dar con el Vacío. El Vacío de donde provienen los fantasmas de la culpa, los añicos en que ha quedado la inocencia, e incluso el destello de mercurio que tiene la nieve, el espejo y el miedo.
3. Leyendo a Ernesto Carrión no puedo dejar de sentir un regocijo extraño, como cuando bajo la luna llena se recorre una ciudad bombardeada y entre la devastación y el silencio, irrumpe el galope sobrenatural de un caballo ensangrentado; es decir, la belleza, es decir la poesía. Carrión, como todo poeta auténtico, arremete con el desnudo ardor que se necesita para morir de pie y con los ojos abiertos. Para saltar sin paracaídas y con las manos en los bolsillos llenos de pájaros muertos.
Huilo Ruales
* Se trata del tercer volumen del quinteto « Los Duelos de una cabeza sin mundo ». Libro que será editado por Zignos, Lima, en torno al II Festival Internacional de Poesía País Imaginario, 2009. Y que ha aparecido publicado, parcialmente, por Santa Muerte Cartonera, México, D.F., 2009.
4 textos de MM
se dice que venir al mundo es sostener una viga con la mano llena de callos sin soltarla un minuto como si se boxeara contra la hierba naranja contra el paisaje con un sol cercado de rosas se dice se dice que venir al mundo es deslizar esta asombrada cabeza sobre pañuelos sucios y partes íntimas y uniformes privados de igualdad se dice que venir al mundo es en cuestión de horas bordear el eco cazar a tirones el camino perdido desde siempre se dice que venir al mundo es sacarse los dientes para hablar se dice que venir al mundo es volverse a veces un ave de papel que va y viene y se estrella sin que alguien lo escuche se dice que venir al mundo es descubrir cicatrices sobre una piel que no ha sido jamás cortada
[cara b]
quiero mantener los ojos abiertos esta noche papá para no gritar nosotros no hicimos este mundo esta pena duradera este rebaño de lobos con sobredosis de lunes papá si se tratase de recordar a la primera persona que enterró en mí la soledad insostenible o el rostro sin historia viajando hacia la vieja fractura de no recordar mi habitación ni de entender la dificultad de cocinar la mirada sobre las cosas el pájaro en la punta de la lengua asestado por venenos hasta reflejar en las sombras un robledal de papel debo haberte dicho: llévanos contigo irrealidad porque nada de este mundo nos pertenece o nada puede ser nuestro excepto esta frontera de tiniebla/ esta ciudad oblicua/ estas aguas verdes de un mar segado por campesinos que se frotan las pelotas tan libremente esos desdentados con una cresta de fusiles bajando montañas esas manos cubiertas de cicatrices como rosas de campesinas que mean tan libremente mirando al cielo quiero mantener los ojos abiertos esta noche para no gritar más papá un jugo de pesadillas acude a cubrir mi frente dividiéndolo todo debo haberte dicho: llévanos contigo irrealidad: región aquí inventada para el indulto cementerio reservado para los exiliados pendientes de cara a este papel
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a Piva
en sana comunión
aquí no hay virgen santa que se adore pero un circuito de personas se toma mi cerebro encienden una vela a sus difuntos recorren sus parajes se agarran de los pelos mastican sus uñas desabridas se lanzan de cabeza contra el pavimento carcomido de mi corteza putos patanes pederastas niños orinando en cuadras ordenadas como soldados hombres y mujeres colgando sus corbatas sobre negros letreros moribundos y vivos lisiados prostitutas ciegos y frágiles muchachas víboras todos con capucha dios y el diablo comparten una vela proyectan una antigua película sobre la invertida parte de mi cráneo (ahora cine únicamente abierto para los animales) entonces pasando frío doblo la página que late: revuelvo el mundo y la casa se quiebra como un mendigo enorme cubierto de bruma adentro mis camisas colgadas son otros pájaros rojos cuidando de esa puerta entreabierta que no me atrevo a cruzar pocas palabras -desde un lugar hasta hoy desconocido- van marcando un círculo de tiza dentro de mis ojos luego cruzan el círculo marcado hasta que empiezan a arder como roedores sobre la página blanca (no recuerdo haber amado lo suficiente como para resistirme al sueño que crece a esta hora desde las baldosas) abandono la página: mudo nuestra muerte y me entrego sin intereses funcionales o indispensables a un sueño que derive hacia otra nostalgia a un sueño que derive a una puesta de sol donde un niño frota sus trenes contra el herbaje del patio como un pensamiento se me ocurre el olor del chocolate como una balsa lenta estrenando un faro roto en la memoria pero hace tanto ya de este bullicio de esta ebriedad que no me permite hablar con otro que no sea yo mismo de este hundir mi cabeza en la garganta que ahora solo me queda para dormir el temor de dormir el caos incompleto de arrastrar lo que nombro bajo un millón de velas el festín de difuntos que comienzan por la casa como el veneno un bosque negro donde zumban animales asesinos pasando frío
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haber vivido en el mundo fue una pequeña bolsa de fatigas un simulacro de cierto día caluroso ser mi padre atrapado por la excitación de ser él mismo polvo y anonimato en la construcción sólida de un hombre un pequeño sobresalto en el corazón con todos al final de este viaje un corazón (en largas vacaciones) una gran fiesta en las fogatas de la mentira ser mi madre desprevenida y llorando como un animal ablandado por su pudrición coágulo del árbol música persiguiendo su ortografía pero también a veces haber vivido en el mundo fue toser entre las páginas de un libro devorar las orillas sin subirse a un barco ser dueño del agusanamiento de estos muebles saber pintarle al insomnio una ventana desnudarse ante un cortejo fúnebre de mujeres psicópatas espiar sin la palabra llorar sin la palabra ser mi hija viendo desmoronarse a la inocencia como sello de fidelidad de nuestra especie una puerta enterrada bajo cuatro llaves o una cabeza tendida en el cordel de los sueños para purificar el olvido