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Fundación de la niebla, poesía de Ernesto Carrión

Calandria en coma

César Vásconez Romero

 

“las estrellas pertenecen a quien las trabaja nunca a quien las admira”

Niebla: Semen, velo y espejo. Solo desde ella se podía fundar la pentagonía de una cabeza en duelo con el mundo. Si en Demonia Factory flotaba el cadáver del amor, Fundación de la niebla es  la eclosión de un delta envenenado; la saga de un yo escindiéndose en miles de monstruos, una marea de máscaras entre la ebriedad y la vigilia.  “Se escribe de la niebla hacia la niebla.”

Fundación: Hace tiempo que nadie tensaba tanto el poema en prosa como Ernesto Carrión, llevándolo entre signos caprichosos y equívocos, del aforismo al fragmento presocrático. Su meditación sobre la escritura es pasional, desbarata la retórica ensayística con solo rozarla: “escribir para no ensanchar más la mirada entre el objeto y nosotros”. Amor a la máscara: La Bestia puede ser un Ángel. Calibán puede ser un travesti o un asesino.

Cabeza: Dentro de ella hay una turba de voces que no cesa. “Tiro la inteligencia sobre tierra quemada.” Se escribe con el cuerpo, no solo es un fenómeno mental, la escritura es corporal: cada herida es un eco, el rastro de la muerte al acercarse en silencio con su arpón invisible. Esta pentagonía se podría leer como una novela sumergida; hay una historia fragmentándose, huyendo de nuestra mirada para armarse más allá, reacia a la línea recta, sin mundo. El poema como un acto de sabotaje, no solo al lenguaje (devorando la página en blanco), sino a la vida misma (al robarle un secreto a la muerte).

 

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FUNDACIÓN DE LA NIEBLA
(Cascahuesos editores, Arequipa, 2010)

fragmentos

 

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jame mostrarte la mañana: el alambrado: una hilera de libros derribados y anclados por debajo de la almohada sin intención de viaje Los gallos dorándose las zarpas Puliéndose los falos contra el poniente Telas sacudiendo los pliegues de sus llamaradas sobre el sudor de las mangas Techos atornillados por millares de gusanos dispuestos en círculos Máquinas veloces Máquinas preparadas para la suspensión Flores aguardando como gallinazos entre hilachas de lluvia Fango Árboles cubriéndose el cutis con la obesidad de un rayo Cementerios de trapos Colores arruinados en la solemnidad del páramo Templos inyectados de ratas fregando la piedra Cartones tatuados -como todos los papeles- hacia esta herida Frutas estropeadas donde los mendigos soban la muerte hasta dejarla reposando en el vertedero Portátiles jardines Portátiles habitantes Portátiles comedores donde las señoras se acomodan el nylon Horas entregadas a chuparse los huesos a blanquear los relatos inútilmente Hijos rodando por las cordilleras como aguas fecales Como bayonetas croando llenas de moho Voluntades en venta Ríos y quemaduras definitivas Mar travestido y pintarrajeado trepando hacia la fundación de la tierra Llorando Plazas y plazas donde recordamos -por las tardes- la grapa del amor que hizo posible el espejo Hambrienta vigilancia Bienes garabateados Sólidos balcones donde el despojo se asoma y comparte el vértigo Miles de edificios forzando los patios Equipajes de arena Identidades a plazo El alambrado

 

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miro: este cuerpo es un lugar que existe por la anoréxica bala de un poema Únicamente números otra vez sobre los copos de nieve Un poema es un ruido que sacude sus botas de pugilista en el patio de al lado Oigo: las estrellas le pertenecen a quien las trabaja nunca a quien las admira Entonces cada estrella que se termina es una mariposa de mármol -resquebrajada por el centro- como cerilla quemada Palpo: Perro y Premonición aún duermen desordenados buscando cubierta Quebrando el enroscado de la semejanza que oprime contra el cráneo un entrecejo Un poema es mi negativa a entender el Lenguaje en el sitio indicado Espermatozoide trepando al vestido que escarba casi cansado sobre los muebles Cada Poema debe olvidar el terror a perder el estilo en la panza del vaso Cada Palabra -entre tanto- parecida a los muebles irá ganando con el tiempo la ordenada forma de la sumisión ___________Monsieur Monstruo: llenos de nudos y ruido: hacia un fondo sin huesos nos despeñamos Mis manos seguirán abriéndose por ti cada mañana  

 

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y así: heredero del desierto en la bola de barro Lleno de madera y calambres como un árbol contemplando su confección matemática Suspendiendo el colmillo Con la fiel mancha solar sobre los hombros cascados Con mil párpados cosidos a dos mejillas Conmovido por nadie Esperando la descarga de la mañana y su puño esmaltado reventando el mundo Con la calavera del toro aún sepultada en la mitad del espejo Poniendo el dedo como una columna sobre el espinazo del polvo Preparando el cadáver de tu madre en la bifurcación de un campo de batalla Como otro libro –entonces (derribado para dejarte libre) Como otra página –entonces (royendo la certeza de su gula) Y gran mosca de bar: nunca en silencio Cediendo ante la noche insumergible

 

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pero no es conveniente dejar esta puerta abierta. Este verso común: hay luz sacudida bruscamente sobre los tapetes. Se escribe desde la niebla hacia la niebla. Lo que envejece dentro de mí es el territorio. Yerba solamente. Escribir es no interrumpir nuevas presencias. No molestar a nadie. Dejar que la merluza y el salmón salten contra el río hasta que cruja el remo. Yo estoy seguro de que, llegada la noche, vegetaciones de fábulas sostendrán esta casa que no tiene otro remedio que repararse a sí misma. El gran proyecto de ajustar el ladrillo donde detona el árbol. Tardar el cielo. Liberar los huesos atrapados bajo el pequeñísimo alfiler de las corbatas. Borronear este cuaderno hasta cerrarlo. Bordear la pus. Superar el veneno que se encuentra en todas partes.

 

 

 

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