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Demonia Factory de Ernesto Carrión
Por Carlos Burgos Jara
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Demonia factory comienza con un breve epígrafe extraído del Otelo, de Shakespeare: “And I will kill thee / And love thee after”. Carrión ha tomado la versión original del texto de Shakespeare. En una versión moderna el “thee” sería reemplazado por un “you” y quedaría: “I’ll kill you and then love you afterward”. Es decir: “Te mataré y te amaré después de muerta”. Luego del epígrafe, antes de entrar al Libro Primero, la voz poética lanza una advertencia: “pero recuerda: / el agua que fecunda mata.” Y luego: “Y vi en mis ojos rehacer a las estrellas espléndidas muertes”. Es decir, el poemario empieza señalando una relación clave: la que hay entre la muerte y el amor, entre la destrucción y la fecundidad.
Entiendo “destrucción” aquí a la manera en que lo hace Walter Benjamin: desde el carácter joven, incluso jovial, de la destrucción. Porque destruir, nos dice Benjamin, rejuvence: aparta del camino las huellas de la edad; y alegra, puesto que para el que destruye dejar de lado significa una reducción perfecta, una erradicación incluso de la situación en que se encuentra. Al carácter destructivo no le rondan mayores imágenes. Tiene pocas necesidades y la mínima sería saber qué es lo que va a ocupar el lugar de lo destruido.
El carácter destructivo hace su trabajo y se opone a un espíritu creador con mayúsculas. No busca un sistema o una gran estructura en la que pueda protegerse. Se encuentra fundamentalmente expuesto: el que destruye se expone a los otros. Es fácil blanco de la habladuría y del comentario. Pero no tiene sentido protegerlo contra ello. El carácter destructivo no está interesado en absoluto en que se le entienda. Considera superficiales los empeños en esa dirección. En nada puede dañarle ser malentendido. Al contrario, provoca ese malentendido constantemente.
Antes de finalizar el Libro Primero, una de las voces que recorren el libro ordena: “Acaba con tu padre Échale yeso a su rostro y llena de formol los ósculos de sus orejas Pues él no puede darte nada en este sitio que no consigas tú mismo y todo lo que te enseñé sera usado en tu contra.” Y es que el carácter destructivo sólo conoce una consigna: hacer sitio. Sólo una actividad: despejar. Su necesidad de aire fresco y espacio libre es más fuerte que todo odio.
El carácter destructivo no ve nada duradero. Pero por eso mismo ve caminos por todas partes. Donde otros tropiezan con muros o con montañas, él ve también un camino. Y como lo ve por todas partes, tiene siempre algo que dejar en la cuneta. Y no siempre con áspera violencia, a veces con violencia refinada. Como por todas partes ve caminos, está siempre en la encrucijada. En ningún instante es capaz de saber lo que traerá consigo el próximo. Hace escombros de lo existente, y no por los escombros mismos, sino por el camino que pasa a través de ellos.
La poesía de Ernesto Carrión parece tener siempre la necesidad de romper para poder avanzar. Son textos que no se ciñen a formatos tradicionales de hacer poesía. Sienten incomodidad ante la forma habitual. La linealidad explota por los aires desde el primer momento, la distancia entre géneros se diluye y chocamos de frente contra el escombro y el fragmento de una interioridad asimismo fragmentada y en ruinas.
En medio de las ruinas de esa interioridad, como dijimos, están marcados varios caminos. A pesar de las frustraciones y destrucciones que uno encuentra en estos versos, siempre nos topamos con la necesidad de seguir abriendo, seguir buscando. Los escombros de esta interioridad son muerte, pero también son vida. Volvemos a los temas a los que nos referimos desde un inicio: destrucción/fecundidad; muerte/sexo/amor. Sería interesante profundizar el papel de lo erótico en la poesía de Carrión. Y sobre todo en el nexo muerte/vida/erotismo. Tal vez nadie analizó mejor ese triple nexo en el siglo XX que Georges Bataille.
Para Bataille, la muerte y la vida dominan el campo del erotismo. El erotismo apuesta a la continuidad, en oposición a la discontinuidad que nos caracteriza desde el momento de ser humanos: somos discontinuos porque estamos separados del otro, somos discontinuos porque entre uno y otro hay un profundo abismo. Aún con los más amados, aún con los amigos más íntimos, la no reciprocidad, el desencuentro, la soledad y la no unicidad nos alcanza. La continuidad mágica, terrible, fusionable es lo que busca el erotismo. Ser con el otro UNO, ser ambos continuo, ser con el otro un todo, lo cual nos sitúa ya en el campo de la muerte, pues el deseo sería a morir con el otro, fusionados. Un deseo que ciertamente en el erotismo no triunfa pues la vida lo seduce.
Una de la voces presentes en estos versos: “este es nuestro olor –me dices- esto somos nosotros: UNO.” Pero el UNO es siempre una imposibilidad. Y conforme nos adentramos en la poesía de Carrión comprendemos la fragilidad de esa ilusión de unicidad. El erotismo pretende zanjar la experiencia de la discontinuidad, de la diferencia, del aislamiento a través de la vivencia de continuidad, con un amante, un amado o un dios. Esa pretensión se frustra constantemente, desde luego, pero el erotismo siempre busca, renovado, un nuevo intento.
Las dinámicas destrucción/fecundidad, búsqueda/frustración, certeza/incertidumbre forman los ejes constitutivos de Demonia Factory. Esos ejes van constituyendo de a poco el espacio de lo siniestro. También uso aquí la noción de lo “siniestro” de manera muy específica; es decir, desde el concepto freudiano de “ das umheimliche” (que en español se ha traducido por “lo siniestro”).
En alemán, “unheimlich” es el antónimo de “heimlich”. Para Freud, el término “Heimlich” pertenece a dos grupos de representaciones bastante alejadas entre sí. Un primer sentido designa por “heimlich” algo que es familiar, íntimo, amable (“heim” significa hogar, después de todo); un segundo sentido, sin embargo, designa por “heimlich” algo más que lo íntimo: sería lo secreto, lo oculto, lo impenetrable.
Este significado llevado más lejos, designa también algo más que lo oculto, se refiere a lo ocultado, lo escondido, lo peligroso. El sentido evoluciona de este modo hacia su antónimo y casi se confunde con él. Pero su antónimo “unheimlich” es una voz más compleja, designa con sutileza un conjunto de conceptos que se unen en una sola representación. En resumen: lo “siniestro” sería lo familiar, lo íntimo y lo amable transformado en su contrario, a la vez que lo secreto, oculto o escondido, deja de ser tal.
En la poesía de Carrión, la construcción de lo íntimo, de lo familiar, se da la vuelta y muestra su faz más pavorosa. Lo habitable se vuelve inhabitable e intransitable. La casa, como dice la voz poética “el constituir una familia”, se vuelve sangre, aborto, muerte. Cito: “No entro en la repartición de la sangre de mi hijo De aquel cuchillo suelto como lombriz acariciando la calvicie de tu entrepierna/ pues tu misma diste muerte a nuestro hijo A nuestro niño en abril –cubierto de excremento- y te recostaste en un sillón a imaginar los objetos y los colores que llegarías a formar con la caligrafía del futuro”.
La aniquilación del hijo es la aniquilación de lo uno, subraya la fragilidad de la ilusión, la endeble línea que separa lo familiar, lo íntimo de su opuesto: el horror, lo ajeno. Lo paradójico consiste en que la fuente de pavor no es lo extraño en su oposición inmediata a lo familiar, sino que lo que antes era familiar, emerge bajo un aspecto amenazante, peligroso, siniestro y que a su vez refiere algo conocido desde siempre que ha estado oculto, en la sombra.
Pero este desdoblarse de lo familiar que termina siempre en frustración y desencanto marca también invariablemente un nuevo comienzo. Dice la voz poética: “Y estoy solo Moverme como si este final guardara mi comienzo”. La sombra siempre termina por abrirse, por continuar buscando. Aunque esa búsqueda sea solo el inicio de un nuevo proceso de destrucción.
Gracias.
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Carlos Burgos Jara. Licenciado en Literatura por la Universidad Católica de Guayaquil, posee una maestría de la Universidad de Harvard y un Doctorado por la Universidad de Stanford. Se ha desempeñado como profesor de Licenciatura en la Universidad Católica de Guayaquil y en el San Diego College. Publicó el libro En tensión; es experto en la obra de Roberto Bolaño. Ha publicado varios artículos críticos en la revista Quimera.