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PRESENTACIÓN DEL LIBRO
LOS DIARIOS SUMERGIDOS DE CALIBAN DE ERNESTO CARRIÓN

Por Antonio Correa Losada




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Existen tres formas de presentar un libro, cada una con su riesgo.

Una, la cual el presentador, que en este caso podemos llamar panegirista, con una costumbre inveterada, desenrolla folios y folios de sapiencia sobre una digresión que evidentemente encontró en el texto del autor; quien sentado a su lado, tiene una actitud sumisa y de máxima concentración ante la avalancha de palabras que escucha, lo cual, paradójicamente lo hace ver ante el público como un ser opacado, posiblemente porque está pensando que el tiempo pasado en la universidad fue lamentablemente perdido.

Es de señalar, que todo esto se realiza en un espacio de tiempo largo y monótono, aún tedioso cubierto por la solemnidad de dos horas de duración, por lo general. Pero eso sí, flota en el ambiente un espíritu aleccionador y culto. En la actualidad esta modalidad parece estar en retirada, aunque subsiste en algunos profesores universitarios.

Otra, es la del presentador de una más sincera intención, pero que por desgracia, también hace uso exagerado del tiempo (de hora y media a dos horas), para desespero de los asistentes. Rastrea el libro en cuestión que nadie del público ha leído aún, se detiene en relatar, en reflexionar, en preguntarse a sí mismo sobre el espíritu filosófico que entraña la publicación. El ambiente se impregna de cierta rigidez.

Avanza por la precisión del estilo, llega a las complejidades del método, mientras el escritor anonadado entre la perplejidad por los elementos encontrados que él nunca sospechó haber escrito, junto a cierta frustración como si sintiera que alguien ha desbaratado su juego — lúdico y secreto— que como escritor de oficio ha utilizado con diversas variantes para asombrar y atrapar al lector, en ese ámbito único e intransferible que sucede cuando alguno de nosotros toma un libro para entrar en el deleite de su lectura. En otras palabras, cumple con el antiguo fraseo popular ecuatoriano de Darás leyéndome.

Si. Son formas válidas y encomiásticas de presentar un libro. Pido disculpas por sacar a colación mi experiencia personal cuando muchas veces asistí a ese tipo de presentaciones, que dejaron en mí una actitud contraria, haciéndome perder interés por el autor y el libro, porque encontré forzados los sortilegios con los que intentaba cautivarme el presentador.

Esto sin desconocer ¡por favor! a maravillosos presentadores, quienes me llevaron a buscar con ansiedad el libro del que hablaban; pero como no poseo para nada estas cualidades, me referiré al tercer tipo de presentación de libros, con la que me identifico y me permite estar sin tanto estrés esta noche:

Celebrar entre todos, el hecho portentoso que significa para una sociedad que se precie de soberana e incluyente (cada vez menos soberana e incluyente), la aparición de un libro como un hecho vital y, ese artefacto de la inteligencia llegue a todas las manos, a todas las cabezas.

Entonces, con este ejercicio de complicidad entre amigos, más si está  refrescado por el vino, me  es grato dar la bienvenida al libro Los diarios sumergidos de Calibán de Ernesto Carrión, publicado por la Casa de la Cultura Ecuatoriana Benjamín Carrión en la Colección Letras Claves --para beneplácito de los actuales y futuros lectores-- para afianzar la literatura en nuestro país y América Latina.

Ernesto Carrión ha trazado una escritura que nos hace ver una poesía  abarcante y diferente de la que hasta hace poco leíamos en el país, podemos decir que en la región, como lo demuestra su obra vigorosa y continua que nos asombra como una constelación desafiante. Al hablar de su poesía, es posible decir que marca un antes y un después, al referirnos a la poesía que se escribe actualmente en el Ecuador.

Hablo de su versión de identidad en que todos buscamos encontrarnos. De ese mapa disperso que atravesamos todos, desollados por el sueño y las desgracias cotidianas, también, por la grandeza de nuestras   inquietudes.

Esa es nuestra condición, descubrirnos capa por capa de lo que somos y escondemos, de lo que tenemos y nos ha sido saqueado. También lo que subyace en los cortes de un palimpsesto: de Shakespeare el eterno, Calibán, Rodó, Ariel, Ángel Rama, Fernández Retamar, Próspero o  lo que nos espera al abrir la Caja de Pandora, que somos nosotros mismos.  

Es la búsqueda y el encuentro con  esas vírgenes nacionales de Paraguay, Brasil, Colombia, México, Bolivia, que vienen con la formación y deformaciones del siglo XIX y conforman el cuerpo de América: “El corazón, el cráneo, el hígado, el ombligo, los dientes, de América que estamos buscando”  dice en sus oraciones y vindictas, Ernesto Carrión.

En Los diarios sumergidos de Calibán, se amalgaman las palabras como en un saqueo y una recreación, donde se invocan los sueños, las histerias, el asesinato, los libros abiertos, testimonios consultados, copiados, apropiados y tergiversados como en un crisol que nos ciega y nos obliga a girar el espejo para preguntarnos por el azogue que hace brillar los rostros.

Es posible que haya caído en alguna de las trampas que acechan al presentador de libros, pero ¡ni modo!  Sé que los libros, los buenos libros, nos abren en nuestra intimidad el cerebro, airean las palabras que pugnan por salir y trazan su itinerario secreto.

Los libros ejercen el poder de conmovernos, de movernos. En un ejercicio de ida y vuelta, debo confesar agradecido que el libro de Ernesto Carrión produjo en mí esa conmoción, por ello, voy a leer un poema que se fue generando a medida que leía Los diarios sumergidos de Calibán.

Gracias a Ernesto y a ustedes por su paciencia:

 

 

             VENGO DEL ALTO PERICONGO

Llamadas de pasión y presagio vienen del futuro con el canto cíclico
De los desadaptados
El tan -- tan monocorde de las cosas que insisten en quedarse
En un presente que no cesa de llegar
La boca abierta como un cenagal en la mueca atroz de las palabras
Poesía en azogue la mirada de una mujer loca amalgamada
En la fundación primera de las cosas
El Calibán bifronte   Caníbal y suave animal   Escondido en el paisaje
Como si golpeara en una mesa de libros precisos   Delirantes
Nos ciñen la cabeza con guirnaldas de escarnio
El que se regodea en la masacre para evitar el exterminio (dice Carrión)
Costal de yute infamante nos amordaza para mirarnos desde dentro
En el espejo distorsionador del mito y la leyenda
Cada palabra en su integridad es un planeta dislocado que arrastra
La historia más allá de nosotros mismos
Muerte –óyeme bien—voy a hacerte un hijo (dice Carrión)
Costra de muertos se adhiere a la mente   Al cuerpo   A la atmósfera
En fila esperamos ser fumigados en una caballeriza de la frontera de Texas
Desinfectados día y noche en el alarido esplendente de las llamas 
La máscara cambia y se intercambia como una moda quinquenal 
El Inventario de fraudes y asesinatos es el botín de las naciones
Desde la O negra y larga partida que encontramos
En el calabozo de la Independencia
Basura en nuestro cerebro junto a las aleaciones de metales
Que nos ahogan el deseo

Devorarnos en el silencio de la compasión  
Devorarnos
Unos a otros con mezquina crueldad 

 

 

* * *

Antonio Carrera Losada (Pitalito, Huila, Colombia, 1950) realizó estudios sobre procesos editoriales en México y Bogotá, y de gestión cultural en Madrid, actividades que ha desempeñado en Ecuador, México y Colombia. Ha sido impulsador de la revista de literatura Común Presencia y fue colaborador del periódico Tinta Fresca, de la Cámara Colombiana del Libro. En 1990, apareció su segundo libro, Húmedo umbral (Museo Rayo, de Colombia), reeditado en 1992 por la Editorial Magisterio. Después de vivir cinco años en el Amazonas, publicó Desolación de la lluvia(Colección Piedra de Sol). En 1999, la Universidad Nacional de Colombia entregó, en su colección “Viernes de Poesía”, una selección de sus poemas amazónicos. En 2004 publica Secreta mudanza con la Casa de la Cultura Ecuatoriana. En 2001, aparece el ensayo Crimen y castigo o la expiación que no cesa (Editorial Panamericana). En 2002 publica  Un camino abiertolibro de crónicas sobre la curación y el chamanismo en las selvas amazónicas. En 2003 se dio a conocer su libro de arte El corazón del pan, historia de la levadura en Colombia, editado por Levapan S. A., con fotografías de Jorge Múnera. En 2008, el Gobierno del Ecuador le concedió la Ciudadanía Honoraria por su trabajo cultural en el país.



 



 

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