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ERRAR POR UNA PLANICIE /PLANICIE QUE GUARDA LAS HUELLAS DE LA MUERTE
Presentación del libro "Solar de huesos" de Ernesto Carrión
Casa Editora de la Universidad del Azuay, 2023

Por Oswaldo Encalada Vásquez


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Al iniciar este acercamiento fragmentario y provisional sobre el libro Solar de huesos, de Ernesto Carrión, debo consignar haberme enfrentado con algunas incertidumbres y, también, con una marcada ausencia de pistas que me permitieran asentar el pie con algo menos de duda, pie y camino para marchar por las ocultas sendas del sentido, para urdir una trama semejante a la que el autor —quizá— se propuso ocultar en los textos.

Ya el título resultaba un enigma, porque un “solar” es un terreno ¿y qué puede ser un Solar de huesos?, ¿será este el caso de un solar conocido?

He aquí preguntas que intentaremos responder más adelante.

El libro se abre con un mecanismo de azar y de muerte: la ruleta rusa; y un escenario donde las voces de algunos muertos discuten entre el humo, la música y las bebidas. El sitio, aunque no se aclara totalmente, parece ser el infierno. La discusión se aviva alrededor de los surtidores de poesía que son Neruda y Walt Whitman.

El libro clausura su discurso poético con una nueva estancia en el infierno; pero esta vez los interlocutores son el escritor chileno Roberto Bolaño y el músico inglés Jim Morrison, el de la banda The doors.

¿Cómo ir de un infierno a otro?, ¿qué caminos o qué desiertos se debieron cruzar para salir de uno y llegar al otro? Y ¿qué significa este tránsito de uno al otro?, ¿qué se ha ganado o qué se ha perdido en este errar de una realidad a la misma realidad?

Nuestras incertidumbres comienzan a menguar al comprender que, en este libro, la voz poética y narrativa vaga, como un sujeto nómada que siempre está en movimiento, por la superficie del mundo; pero al mismo tiempo por la cultura que ha sido creada por los habitantes de este vagar por las páginas de la historia y los paisajes del infierno. La voz va por textos y lecturas, y recoge experiencias de la realidad una y de la realidad otra, que son idénticas en su naturaleza y en su existir. También vaga por los terrenos de la narración y de la poesía, indistintamente, y con la misma soltura entre un género y otro, como si los límites hubiesen sido disueltos hace ya mucho tiempo y la materia poética fuera libre de cuajar de cualquier manera. Nómada de libros y de recuerdos, de geografías ilusorias o iluminadas; pero también de realidades concretas como un bar de México o los canales de Venecia, las calles de Hollywood o de Bogotá. Un nomadismo que va de lo gótico a la reminiscencia de los pasajes de la infancia en la ciudad porteña, con un hogar y una familia; un vagar por entre la cultura de masas y la cultura académica. Un vagar que cita a Batman o a Ezra Pound, que trae a Marosa di Giorgio o reflexiona sobre los valores trascendentes de una bala, cualquiera haya sido el sujeto elegido para recibir su impacto de muerte. Un vagar que se mueve entre las teorías del universo, como la última teoría de las cuerdas, o una teoría vulgar sobre ese mismo universo.

En este libro hay dos títulos que se repiten: Cementerio de poetas I y Cementerio de poetas II. Además de La serpiente de la poesía I y La serpiente de la poesía II. En ningún texto literario que se precie de serlo, nada está demás, nada es gratuito y por eso es lícito detenerse en estos poemas. Sobre todo en La serpiente de la poesía I asistimos a una develación de lo que es el trabajo poético, su función vital y en extremo peligrosa, porque


Y es basilisco la poesía, y necio el poeta,
Porque gracias a su postura limpia con su lengua
El cuerpo envenenado de su padre.
(Su padre es el idioma, cualquier idioma.) …


Traga aquel veneno para escribir su poema como una abeja embromada en el pistilo redondón y negro de su barro ancestral. (P. 27)

Esta visión de la labor poética como algo marginal es muy frecuente en el texto. Los poetas están siempre o en el infierno o en el tránsito que les permita cruzar sus puertas. Así, en el poema titulado Retrato del poeta como asaltante de bancos, tenemos explicitada esta visión de la marginalidad de todo trabajo de escritura:


Si fuera a robar un banco lo haría con poetas.
Han sido previamente despojados. (…)
Nada tienen que perder.
Ni a quién delatar sus fechorías
más que a la sombra de la estrella
que lame el lago de un pueblo como una gota de vino. (P. 26)


Sin embargo, nos parece mucho más productivo, para la inteligencia de los textos y de esta propuesta estética, pensar en los dos textos de Cementerio de poetas.

Un cementerio es también un solar, con la diferencia de los otros solares, en que este es exclusivamente un solar para los huesos, y esta es la clave del libro: Solar de huesos quiere decir, en palabras más limpias de retórica: cementerio. De modo que nos atenemos a un ejercicio de escritura que parte de los arrasados campos de la muerte, llanuras, solares y planicies donde solo han quedado los huesos, que blanquean bajo el sol de todos los veranos y los aguaceros de todos los inviernos.

Por estos solares vagan los muertos o, por lo menos, buscan la oportunidad de volver a pisar esos terrenos de pesadilla y de acabamiento. Por eso, en Cementerio de poetas I encontramos frases como estas:

Vi poetas muertos trepando por el alambrado. Pidiendo para revivir una maldita llanura. (…)
Poetas muertos que traían sus encefalogramas colgándoles del cuello como una credencial especial para ingresar al mundo. (…)
Poetas muertos que juraban que, si les dábamos esa llanura, la muerte se llevaría finalmente a la muerte por un precipicio. (P. 23)

En este vagar confuso y descarnado la voz poética encuentra su faro para no perderse en los laberintos de la inexistencia. Y esos faros son los excelsos nombres de otros poetas o escritores. Por eso aparecen ahí, como luces de guía, alusiones a Neruda, Whitman, Pablo de Rohka, Rimbaud, Borges, Leopoldo María Panero, Octavio Paz, Juan Ramón Jiménez, Robert Lowell, Emily Dickinson, Pessoa, Melville.

Y, a parte de esto, existe un poema inquietante por el tema planteado. Su título es (para guardar concordancia con el Solar de huesos)El esqueleto del significante. Esto nos plantea entender el asunto de dos maneras posibles: El esqueleto como armazón donde deben encarnar las palabras para volverse signos cabales; algo así como la estructura donde se adhieren los demás componentes de una realidad, doble como cualquier signo.

O, lo que también podría ser posible, que el signo ya hubiera muerto, como esa entidad semejante al dios Jano, el de las dos caras. Si el signo ha periclitado, solo nos queda el esqueleto del significante, que siempre es la parte física del signo, el hueso. Lo significativo en sí ya ha desaparecido y el ser humano se las tiene que ver luchando con meros significantes que no alcanzan a cuajar en realidades de comunicación, y se quedan en el submundo, en el infierno también, pagando penas ajenas o quizá pagando penas de desmesura, al haber sido usados en exceso por poetas y por seres que han hecho vulgar comercio con la palabra.

Ahora bien, ya habíamos planteado que, en medio de este vagar nómada y confuso de la voz lírica, había algunas certezas como la presencia de grandes poetas contemporáneos o no. Del mismo modo, para este lector, encuentro que en los textos de este Solar hay faros de poderosa e intensa claridad, que sirven para guiar o, por lo menos, para poner hitos de luz que nos orientan y nos abrigan con la inusitada y siempre fresca fuente de la poesía. Esos faros son muchas y muchas líneas versales, fragmentos de texto donde restalla con imponderable fuerza y calidad una serie de metáforas que nos hacen entender que estamos ante una voz lírica consagrada y madura, con el oficio conquistado, con el uso solvente y renovado de la metáfora. Para este lector, como digo, esas metáforas han sido faros de luz en medio de los textos. Y a esos faros me remito para tratar de mostrar cómo en medio de ese vagar del discurso, tantas veces aludido, de pronto, se levanta, en el horizonte del infierno o en las cercanías de sus puertas, la fulgente imagen de la metáfora: prístina, hondamente trágica, renovada y conmovedora:

“Cuando uno adquiere un hogar, la muerte arriba mucho antes de terminar de acomodar los muebles”. (P. 83)
“Nacer es dejar la tierra para entrar en la herida”. (P. 78)
“Para sobrevivir se debe sobrevivir a la pobreza”. (P. 80)
“Casa es también un sueño al que le falta una parte herida”.
Casa también es esa parte herida a la que le falta un sueño”. (P. 95)
“Cada día uno despierta solo ante el lenguaje
en un mundo donde la resistencia es perder el amor
de los demás que acuden al movimiento de tus manos
con los ojos fríos y violentos”. (P. 120)

Y, aparte de esto, he sentido que, en algunos casos, este mundo de huesos, este cementerio permanente no puede ser entendido ni explicado, solo captado, y me parece que para ello, el libro plantea dos vías para no entender el mundo. La primera es el alcohol. Hay frecuentes alusiones a actos de bebida y de ebriedad. El segundo camino es, curiosamente, el uso de metáforas extrañas, de matriz y abolengo casi surrealistas. Este tipo de metáforas no describen ninguna realidad, sino la imposibilidad de describir la realidad que envuelve y sofoca al ser humano. Veamos un par de ejemplos de esto último:

Del poema Batman/Drácula de Andy Warhol:

“Se mueve de puerta en puerta, dando tumbos, acariciándose los tobillos en cada caída, desplegando su confesión descarada como una familia de serpientes en el remolino de una pesadilla que sin palabras conquista su presencia en el mundo”. (P. 54)

“Hereje como los acueductos de una ciudad interior que demasiado pronto dibuja los caminos hacia la perdición de sus habitantes”. (P. 54)

Texto, poesía, fragmentos de discurso narrativo, escritura donde se privilegia la captación de lo efímero, el paso, el transitar por la planicie -cementerio.

El ser humano es prisionero de la fugacidad. Por eso, en el poema Kimono, 1989, texto que recrea imágenes de la primera infancia, se encuentra esta perla: [el] “desparpajo de una respiración que cada vez se siente más real, más humanamente real porque es pasajera”. (P. 43)

Y para terminar quisiera traer a la memoria y al presente una frase que podría describir, con toda la fuerza de los hechos, la labor del escritor: “Además, hemos nacido para completar la realidad con nuestros propios delirios”. (P. 129)

Eso es lo que hace un escritor, enmendar, completar, dentro de su universo verbal, este mundo tan incompleto en todos los rumbos y en todos los sentidos.

 





 

 

Durante la presentación
Universidad del Azuay, 15 de junio 2023

 


 

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