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ERNESTO CARRION: MECANISMO INVISIBLE
"Viaje de gorilas", Morbo ediciones, 2013

Por Róger Santiváñez




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EN EL PANORAMA de la poesía latinoamericana reciente destaca el joven poeta ecuatoriano Ernesto Carrión. Y lo hace por la originalidad de su rotunda escritura. En efecto, tenemos ante nosotros este Viaje de Gorilas (2010-2011) que forma parte de su voluminosa recopilación Los duelos de una cabeza sin mundo (2012) pero que ahora aparece como obra aparte.

Se trata de un libro donde reina la paranoia. Desde el principio se nos anuncia: “A nadie le puede ser ajena esta devoración de personalidades múltiples y rostros que está por suceder”. Y asi es , comienza un desfile de personajes –caracterizados con nombres propios incluyendo a Dios- y delirantes situaciones en las que lo único que nos queda claro es una especie de negación anarquista de toda la Realidad y todo lo existente. El poeta parece cuestionar absolutamente todo lo establecido y por establecerse, perseguido por el “Hada de la paranoia” –como la llama. Al no poder confiar en nada ni en nadie, el sujeto poético desarrolla una potente composición alta y profundamente crítica. En ésto, Carrión es un digno heredero de T.S. Eliot y Ezra Pound; pero nuestro autor va más allá –incluso de los enjambres posmodernos- colocándose en una suerte de posthumano.

Sólo así podemos comprender los extremos a que llega esta poesía, un viaje interminable. Una cita de Cristy Brown dice “todo es nada, por eso nada debe terminar”. Ambivalencia sin límtes de la frase. Una polisemia que nos deja ensimismados y perpelejos. En el intermezzo tropical de un sentido que no va a ninguna parte. Ese es el meollo de la nueva poesía latinoamericana. Los poetas actuales viven y experimentan la sensación de estar de regreso (del viaje) de todo lo emprendido. Escriben al borde de un precipicio intermitente. Y hacen equilibrio sin barra de suspensión. En esta suprema contradicción el poeta afirma: “Usted se despierta hoy y está muerto. Pero no se preocupe, usted sigue viajando”.

Sin respeto por nada, su crítica y cuestionamiento deshace cualquier orden o desorden. Y de este singular modo apunta al centro neurálgico de la condición humana o –mejor- posthumana: “Equivocarse ha sido siempre la única Tierra”. La crónica viajera –en prosa y verso- se inmiscuye en el tiempo real tambien directamente: “la noche que se acerca, para mí, trae gorilas”. O “Alguien trata de derrocar un gobierno en Sudamérica”. Y para traerse abajo la cucufatería de la hipócrita mascarada social: “el feto de una niña pequeña es encontrado en el inodoro de un colegio católico”. A veces sus imágenes conllevan una prosapia surreal: “la brisa de marzo es un jardín degollado”. O reivindica nuestro ser indio y cholo: “La Tierra es una bailarina / mestiza y deliciosa”.

En resumidas cuentas este excelente libro parece definir su arte poética de la siguiente forma: “narrar la vida artificial de mi inteligencia”. Es decir, el uso del intelecto para fraguar toda clase de subterfugios literarios inventados y/o volados para justificar la escritura, revelando –por supuesto- una notable imaginación creadora. Porque además nos desafía claramente: “Mi obra es mi juego personal y no puede ser juzgada por nadie que presuma de entenderla”. Como yo he presumido de aquello, debo parar aqui –STOP- antes de quedar en ridículo. LUZ ROJA. SIGA (pero diferente).

[Roger Santiváñez. Martello Tower, Temple University, Philadelphia, USA]

 

 

 

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De Viaje de Gorilas

 

 





[Giro 44: El Cubo*]

 

 

                                                                                                                                            el cuerpo es una máquina
                                                                                                                                             dentro de un cubo blanco
                                                                                                                        SEVERO SARDUY

 

[Este ejercicio fue realizado el día 2 del mes último del año 2010. Ninguno de los compañeros de viaje opuso resistencia durante la actividad. He aquí el contenido de sus cubos. Redacto los que más llamaron mi atención.]

 

*


(instrucciones para los jugadores)

 

EL DESIERTO

Imagina un desierto.
Así de simple:
La línea del horizonte.
Cielo. Arena.

 

EL CUBO

En este desierto,
hay un cubo.
Obsérvalo. Descríbelo.
¿Qué tamaño tiene?
¿Dónde está ubicado?
¿De qué material está hecho?

 

LA ESCALERA

Ahora:
En este paraje desértico, además del cubo,
hay una escalera.
Explica su tamaño,
posición,
y de qué está hecha.

 

EL CABALLO

Además en este desierto hay un caballo.
Descríbelo.
¿Qué clase de caballo es?
¿Qué color tiene?
¿Dónde se encuentra el caballo en relación con
el cubo y la escalera?
¿Qué está haciendo?

 

LA TORMENTA

En alguna parte de este desierto hay una tormenta.
¿Qué tipo de tormenta es?
¿Dónde está ubicada?
¿Afecta o no al cubo, la escalera, y al caballo?

 

LAS FLORES

Finalmente, en este desierto hay flores.
Obsérvalas.
¿Cuántas flores son?
¿Qué color tienen; y dónde están ubicadas en relación con el cubo,
la escalera, el caballo y la tormenta?

 

* *

 

(4 derrames)

 

 

EL CUBO DE EZEQUIEL

El ojo clínico cubierto de ciruelas de la luna. Abajo es siempre tierno. Hay una débil tormenta de nieve cayendo sobre mi cuerpo. Yo soy un perfecto cubo de plastilina de dos serios colores: blanco por delante y rojo incandescente en los costados. A medio metro suspendido de la tierra. Mis niños muertos flotan bajo la luna en una nube de paso: son cuatro flores. Una escalera de oro macizo, también de cuatro escalones, me lleva hasta la arena. Me trae al mundo. Comienzo a sospechar que soy moldeable, impredecible, acariciable; aunque mi amante sea un caballo azabache relinchando con furia hacia el final de la escena.

 

EL CUBO DE ADRIÁN

Desde la paranoia hacia la paranoia debe ser mi cabeza una cebolla extraña (por donde la abras grita, arde y hace llorar bajo anteojos a los normalistas de la vida). En mí hay una tormenta y un cubo de cristal transparentando la mudez de mi desierto en la mitad del desierto. Mi vida repleta de vivencias, mas no de vida: un caballo peruano, una escalera de zinc y cuatro rosas adentro, verdeando en su camarote de estelas. Apoyado por fe sobre la tierra, digo este miedo es mío y una tormenta eléctrica gorgorea hacia mi frente, aún sabiendo que si le arranco de un tirón las doradas raíces a una nube, lo único que de ella queda es agua destilada. Y rayos escondidos como cerillas. Una cebolla extraña, parecida a esta cabeza en que me crispo.

 

EL CUBO DE MARTÍN

El cloro inflado en mis ojos donde flotan los cadáveres sin kimono de los paraísos terrenales. También está el descocido barro de los gestos bajo mi axila pequeña. Desnudo en un ómnibus de colores, hundido y desordenado como un cubo de Rubik, formando un cráter pelusando a mitad del desierto, vengo empastando el encierro de la voz bellaca. Mis amigos: húmeda y general sombra de sargento en escalera de roble, acompañan mi hundimiento entretejiendo la arena con fláccidos muslos. Deben guiarme a un caballo, que aguarda bajo galaxias de pestañas de letras, arriba en la superficie donde la biblia rula. Arriba también está el chino pincel que manosea a mis hijos en un oasis que envejece solidario. No estando aquí, yo estoy aquí arrugando mi presente. Pudriendo todo el ritmo. Quemando encías.

 

EL CUBO DE HARRY

La limosna arrancada a los elefantes oh dientes de sable y de marfil forjan mi cubo tan blanco como un piano materno sobre la arena que parla. La noche ennegreciendo la fila de botones de las nubes suelta una áspera lluvia, al retirar la camisa a ese peludo pecho. Larga se despereza con dientes amarillos mi yegua de platino larguirucha. Sentada sobre el piano de mi vida, ¿dónde estarán los otros cuando ella me desmonte y cabalgue bien maquillada hacia un ocaso de goma? Una escalera de aluminio, tirada sobre el costado de cualquier desierto no ha de servir para nada. Yo he vivido tanto tiempo enamorado del empapelado esplendor que dejan los girasoles que son mis hijos bajo chilenas de nervios. Llueve sobre nosotros. Sobre mi yegua y mi piano. La melodía que se atasca entre sus teclas es un cacareo que roe los papeles del presente como un orgasmo tuerto.

 

*El cubo es un test misterioso de origen sufí que curiosamente resurge en lugares y momentos de gran necesidad. El Cubo eres tú/ La Escalera son tus amigos/ El Caballo es tu amante/  La Tormenta son problemas/ Las Flores son hijos.

 



 

 


 

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Ernesto Carrión: Mecanismo invisible.
"Viaje de gorilas", Morbo ediciones, 2013.
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