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No – decálogo sobre la novela Ulises y los juguetes rotos, de Ernesto Carrión
(o pulsaciones eléctricas para sortear el canto de las sirenas)


Por Mariella Manrique



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¿Para qué sirve leer un comentario sobre la lectura de una novela? (sobre todo, si el lector tiene la intención de empezar la obra, pero todavía no la ha iniciado). Personalmente, encuentro que permite abrir los ojos a perspectivas diversas, alimenta la comprensión del contexto, invita a reparar en detalles que de pronto hubieran sido desatendidos.

Este No-decálogo lo leí durante la presentación en la Librería Española de Riocentro de Entreríos. No pretende ser un instructivo sobre qué aspectos son más relevantes en el texto, y está muy alejado de hurgar en las historias de los personajes. Huye de la anécdota y reposa sobre la posibilidad de que la poesía presente en esta obra protege temporalmente al lector de caer en las fauces de sus propias pesadillas. No prometo demasiado: al final del evento, un par de personas confesaron sin pudor que mi lectura las ayudó a tomar una breve siesta.


El epígrafe nos abre a las historias de los personajes

En el epígrafe se expone la visión de Roberto Bolaño sobre lo que en su tiempo era la literatura por venir: “La poesía de las primeras décadas del siglo XXI será una poesía híbrida, como ya lo está siendo la narrativa. Posiblemente nos encaminamos, con una lentitud espantosa, hacia nuevos temblores formales”. A lo largo de la novela, la preocupación por estos nuevos temblores formales a los que hace referencia Bolaño es una constante, y el lenguaje poético en esta obra es omnipresente. Permite profundizar en la dimensión abstracta de los personajes y llegar a su primer impulso, a su grito iniciático. No tiene la intención de generar o producir “belleza”, o peor, de adornar el texto; surge como una intervención que hace implosionar al personaje y lo deja ahí, tirado como un juguete roto, dispuesto para que el lector lo examine.


Reparemos un momento en la fotografía final

Nada es gratuito en la obra de Carrión. Desde las citas textuales escogidas para el epígrafe hasta la fotografía final, existe una coherencia que permite hilvanar el regreso imposible a casa, que es el regreso imposible a la comprensión de sí mismo o el intento fallido de definir a Latinoamérica.

La fotografía aparece en la página 361. En la ficción, esta fotografía se la envía el poeta ecuatoriano Río Carcelén, alias Calibán, al protagonista, Ulises. Calibán se la envía por correo electrónico, junto a un poema que, en su última línea recoge la esencia o el extracto de lo que ocurre con los personajes de esta obra, y quizás con Latinoamérica. En esta sola fotografía y poema final se condensan las imágenes y símbolos que se han ido arrojando a lo largo de la obra. El verso de Río Carcelén, “Chingada Madre: Alguien ha puesto en venta nuestro infierno”, se estrella contra la fotografía en blanco y negro, y se estrellará también contra el destino de este poeta.

En la fotografía, sobre una calle sin asfaltar que arroja rastros de basura hacia las comisuras de una vereda, se observan dos o tres soldados y dos monjas. Ellas caminan con sus hábitos oscuros hacia un destino incierto. Esta fotografía de Nicaragüa, de Koe Wessing, bien puede marcar el final de un viaje iniciático, de una aventura que implicó también la implosión de los personajes, la evidencia de los juguetes rotos.


Sobre los 3 Ulises, que no son uno

El protagonista de esta novela es nombrado como el héroe legendario de la mitología griega que aparece en la Ilíada y es el protagonista de la Odisea, ambas obras atribuidas a Homero. Con todo, no puede ser leído ni comprendido de forma literal como el individuo que, tras 20 años de peripecias y la pérdida del sentido del mundo tal como lo conoció alguna vez, regresa a casa desconocido por todos. Este rey de Ítaca no es el Ulises de Carrión, es un símbolo; se ha producido un tropo que toma solo un elemento del héroe griego: el viaje iniciático, transformador, el viaje que no se explica en el recorrido, que no se alcanza a comprender desde la anécdota, sino la experiencia que lo va despojando de sí mismo y le permite desembarazarse de ese otro que alguna vez fue él, como si se desprendiera de una vieja piel.

El factum de Homero escogido por Carrión para que el lector lo encuentre en el epígrafe de la novela traza el inicio y el final del protagonista, se convierte en el decreto y destino de todos los personajes de esta obra: “Y ya se está cumpliendo todo”.

La Odisea de Homero inicia con el triunfo de la batalla de Troya como antecedente, pero trata de las aventuras de Ulises hasta regresar a Ítaca, su tierra natal, situada frente a la costa occidental de Grecia. Ulises, el protagonista de Carrión, tiene a su haber una batalla de Troya. Su comienzo en el mundo literario se fecundó como en el vientre de un caballo: se deslizó por el muro de los autores consagrados y, sigilosamente, “hizo amistad con un poeta de su ciudad” (p.17), con quien luego fundó una editorial y publicó sus primeros cuentos; luego, tras “algunas visitas al domicilio de un afamado novelista” (p.18), recibió de éste una carta de apoyo para la beca que acaba de ganarse, razón por la cual inicia el viaje. Su odisea iniciará en México como becario del FONCA y con la responsabilidad de escribir un relato que será publicado en la antología que auspiciará esta institución.

Por otro lado, la fuerza del símbolo también resuena en el Ulises literario cuando lo vemos separado, distinto de sus compañeros artistas: “Repara en el hecho de que comprende menos aún el mundo de los poetas: los excesos, el desenfreno, la zambullida en la depresión o la idea del suicido, por ejemplo, le han parecido siempre detalles extraños” (p.17).

Ulises, el rey de Ítaca, el héroe que trae la victoria de los aqueos sobre los troyanos, no gana la guerra debido a que tenga, como Aquiles, una fuerza sobrehumana, o porque tenga la maldición de los dioses de la furia enloquecida de Áyax. No. Lo logra con la estrategia más audaz y cobarde a la vez: entrar, junto a otros soldados aqueos, escondido en el vientre de un gigante caballo de madera como el regalo de paz al enemigo, y atacar a la ciudad de las altas murallas cuando los soldados troyanos, ebrios de la efímera alegría de su victoria falsa, caigan bajo el peso de las espadas de los aqueos.

Ulises, el protagonista de Carrión, es también un estratega de su batalla, que es su escritura. No grita sus versos en el límite de la cordura, como el poeta Calibán, ni tienta a la suerte o a la noche, como el poeta apodado La Madre, sino que traza mentalmente el camino de una historia, se fija en la ruta que puede esperar sus lector (sobre todo en el contexto de lectores mexicanos en que se encuentra), y urde un plan que fusiona a los árboles y la historia sangrienta de México, específicamente con las víctimas del 25 de junio, con una experiencia paranormal que experimentó durante su estancia en uno de los departamentos donde se alojaba.

El Ulises de Carrión, al igual que el Ulises de Homero, no sucumbe al sonido de las sirenas. Como un navegante con los ojos cerrados y sus manos tapando sus oídos, el escritor sortea, ciego y sordo, las pasiones y desenfrenos a los que sí se entregan con voracidad algunos de sus compañeros. Como guerreros caídos, Río Carcelén alias Calibán, Ramiro Cueva, alias La Madre, Inés Bejarano, alias La Lollipopp, se lanzarán a los brazos de las sirenas que, monstruosas, devorarán su alma y succionarán su arte para luego abandonarlos en la agitada marea. Por el contrario, el protagonista de Carrión resistirá y seguirá con perseverancia, aunque no sin una inmensa angustia, la meta narrativa que se ha propuesto.

Ahora, si bien existe un guiño de parte de Carrión hacia el Ulises de Homero, también existe una clara referencia a otro Ulises escritor, pero de la vida real, que es mencionado por Carrión en la dedicatoria de esta novela: Ulises Juárez Polanco, escritor nicaragüense que en el 2017 fue hallado muerto en su casa.  Aparentemente, falleció por problemas cardíacos, pero no está del todo claro. Solo tenía 33 años.

Un año antes de su muerte, este Ulises que no es de la ficción, sino un escritor de la vida real que ahora ha sido arrastrado no solo a la muerte, sino también a la ficción, estaba en la RAE de Roma, cuyas siglas son RAER, donde desarrollaba una estancia como escritor en residencia con la beca de creación Ramón del Valle Inclán, financiada por el gobierno español. Ahí escribía una novela titulada Sirenas, que estaba en proceso de redacción. Curiosamente, según narra durante una entrevista el Ulises de la vida real, el protagonista de Sirenas se llamaba Odiseo y, al igual que Ulises, el héroe griego, tampoco sucumbe al canto de las sirenas; con todo, a diferencia del aqueo, el protagonista de Sirenas sí escucha su canto y guarda sus palabras, fuertes y hermosas, que son verdades narradas por los mismos dioses.  Quizás tras ese canto, tras esa verdad cargada de misterio, sí navega el Ulises protagonista de la novela de Carrión.

Guiños. Pistas. Juegos literarios. Un triángulo de tres Ulises que, relacionados o no, se proyectan entre sí y arrojan al lector hacia su propia búsqueda existencial, pero, sobre todo, a la aventura de un relato que inicia y termina con la experiencia de la beca literaria en México, que dura los varios meses que han sido otorgados en esta beca, y que recorrerá las distintas experiencias de cada personaje.  Solo un dato más: El Ulises de la vida real sí estuvo en México, donde iría tras recibir la beca organizada por el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA).


La novela es mejor leerla en orden

A lo largo de la obra, las reflexiones sobre la literatura que irán hilvanando los distintos personajes escritores ahondarán en la problemática de la ficción. La estructura de esta novela coral que alterna la historia de Ulises el escritor con los relatos de éste y otros becarios, como Leonardo Rojas, Blancanieves, María la Escamada, Clon de Pichón, entre muchos otros, se arma de tal manera que los relatos pueden comprenderse independientemente los capítulos; con todo, al leerse en el orden establecido junto a las peripecias de Ulises y los otros 39 becarios del FONCA que describe el narrador omnisciente, se potencian las historias y se adquiere una dimensión más amplia y exuberante de la obra.


Las pulsaciones eléctricas

Como dije inicialmente, la obra de Carrión está atravesada por la poesía, y las reflexiones sobre la literatura se entrelazan con los destinos de los personajes que resisten o caen arrebatados por el canto de las sirenas. Para ellos escribir es “tirarse de cabeza contra el mundo” (p.189); su aventura, marcada por el dolor, es “la idea de ser un juguete roto junto a un montón de juguetes a punto de romperse” (p.311); su cordura, una lucha imposible: “(…) No estaba bien de la cabeza, pero sobre todo del espíritu: lo llevaba destripado y atado a los zapatos” (p.41).

Pero, sobre todo, su travesía es fagocitada por la ficción, está escindida y sostenida a la vez por una realidad atroz y cómica. Con esta descripción cargada de reflexión y poder simbólico, me alejo:

“En ese preciso instante Ulises siente, mirando a los luchadores sobre el cuadrilátero y a sus compañeros de beca desperdigados por algunas gradas, aferrado a su frío vaso de Coca-Cola, que la falsedad de los gladiadores contemporáneos, la lucha transformada en un show de emociones baratas, resume la ficción en la que todos viven ahora. O que en México la realidad es la ficción. Porque lleva días con gente que en lugar de nombres posee con orgullo un apodo como una confesión firmada por un alter ego” (p.43).



 



 

 

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