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Elicura Chihuailaf
Construir la
Poesía como se construye la casa
Por Virginia
Vidal
En Anaquel Austral, 29
de enero 2005
“Alma labrada por la Naturaleza
heme aquí, lentamente subiendo
hacia mi propia hondura”
Piedra azul.
Al ser la cultura la red de sistemas de símbolos comunes construidos
por el lenguaje de los hombres como miembros de sus respectivas sociedades,
su existencia y uso dependen de la habilidad para pensar, racionalizar
abstraer e imaginar de esos hombres, entonces el poeta, en su calidad
de creador o hacedor, deviene ejemplo de esa habilidad. En el caso de Chile, estos hacedores han vivido animando la cultura, enriqueciéndola,
dentro y fuera de su territorio, por designios que contribuyen a intensificar
su peculiaridad de país donde los poetas florecen como el desierto
cuando le cae la lluvia. Tal es el caso de mapuche Elicura Chihualaf
Nahuelpan:
“Nací en Quechurewe, Quecherewe, al interior de Temuco, en
1952, hijo de un dirigente mapuche, muy destacado en la década
de 1950, y nieto de un cacique; estudié Obstetricia en la Universidad
de Concepción. Yo quería estudiar filosofía o
medicina veterinaria. Quedé en Filosofía, en la Universidad
de Chile, pero tuve que salirme, porque mi padre cayó preso
y un hermano salió al exilio. Luego, entré en Obstetricia
en la Universidad de Concepción. Pensé que a través
de esta carrera volvería a la comunidad a encontrar a mi madre,
a mi gente, a servirlos o a servir en hospitales. Como uno no tiene
muy claros los fundamentos de lo que hace, pensaba que a través
de la aparición de un nuevo ser, con toda su maravilla y su
dolor, iba a tener la posibilidad de ayudar. Lo veía como una
necesidad, pues yo y todos mis hermanos llegamos sólo con la
ayuda que a mi madre le prestó alguna vecina. Me titulé
y estuve medio año tratando de encontrar trabajo. Al fin, mi
mujer y yo nos fuimos a trabajar al campo. Me puse a escribir poesía
y a mandarla a todos los concursos. Mi primer premio fue el “Apollinaire”,
de la Universidad Santa María”.
Conocimos a Elicura Chihuailaf Nahuelpan en la Reunión en
la Palabra Zugutrawun, Primer Diálogo de Escritores
Mapuche y Chilenos, organizado por su iniciativa y la de Jaime Valdivieso,
en Temuco. En pleno invierno de 1994, asistieron más de treinta
escritoras y escritores mapuche, en su mayoría, cultores de
la poesía, sin contar a la vasta representación de poetas,
narradores y ensayistas de Chile. Elicura dio muestras en esa ocasión
de su gran capacidad de dirigir con mesura, sin perder jamás
de vista el objetivo principal, exento de todo afán de lucimiento
personal. Digno, nunca dispuesto a congraciarse con nadie, demostraba
en todo momento profundo respeto por las discrepancias.
En 1997, organizó y coordinó el Taller de Escritores
en Lenguas Indígenas de América y fue elegido secretario
general de esta entidad hasta el año 2000. Ha recorrido muchos
países dando a conocer su voz, leyendo sus poemas en mapuzungun
y utilizando el castellano como medio para vaciarlos a otras lenguas.
Su trabajo poético divulgado con elegancia, firmeza y cortesía
ha sido apreciado en Suecia, Italia, Holanda, Francia, Cuba, México,
Costa Rica, Nicaragua, Colombia.
Cuando volvemos a Temuco, decidimos visitarlo y él nos va
a buscar para llevarnos a la población Millaray, calle Huitrán.
Elicura nos recibe en su casa, en la “Luna de los brotes fríos”
y nos presenta a su familia: su esposa Beti Quilaqueo, sus hijas Laura
Malén, Gabriela Millaray y Claudia Tamuré; Gonzalito,
el pequeñín patea una pelota. Afuera llueve. Pronto,
su esposa, nos brinda té caliente, sopaipillas y un fino y
perfumado dulce de murta de su propia mano. El hogar respira alegría.
Se va desenredando la conversación y conseguimos que Elicura
nos vaya contando algo de su vida. Ajeno a los aspavientos, serenidad
y cortesía son inherentes a su personalidad; de repente, le
brota el humor. Nos cuenta que una especie de atavismo lo impulsa
a correr en cuanto siente el motor de un avión. Corre y sale
al patio y hasta se saca la camisa para saludar a la aeronave. Esto
es inevitable y lo hace siempre. Beti se ríe corroborando las
palabras del marido.
Muchos se chancean llamando a Elicura “el mapuche cibernético”,
porque emplea la computadora e internet, pero él no se enoja,
atento siempre a todos los avances para comunicarse con el mundo y
convencido de que ninguna técnica, procedimiento ni disciplina
pueden alterar la mente ni el corazón del hombre, pero sí
le pueden facilitar el contacto con los demás.
El nombre de este poeta tiene un mágico sentido: Elicura significa
piedra transparente y, como él dice, una piedra para alcanzar
esa cualidad requiere el empleo de mucho trabajo y pulimiento. Chihuailaf
también tiene un muy poético significado: bruma que
se extiende sobre el lago y Nahuelpan significa puma, tigre de América;
como es bien sabido, toda la cultura continental tiene como símbolo
a este felino.
Entre sus obras se cuentan: En el país de la memoria (1988), El invierno, su imagen y otros poemas azules (Ediciones
Literatura Alternativa, 1988); Antología de poesía
mapuche (publicación parcial en la revista de la SECh,
Simpson 7 N. 2, en 1992).
A su libro De sueños azules y contrasueños,
el Consejo Nacional del Libro y la Lectura le confirió el Premio
a las Mejores Obras Literarias en 1994; fue publicado en 1995 (Editorial
Universitaria), y por el mismo libro, recibió Premio Municipal
de Literatura en 1997. Todos sus escritos son bilingües: en castellano
y mapuzungun, substantivo que nombra la lengua hablada por los mapuche
(che es un gentilicio que indica persona, gente, no requiere plural).
Otro aporte fundamental a la poesía es su traducción
de una selección de Pablo Neruda, titulada: Todos los cantos.
Ti Kom Ul, siendo ésta la primera traducción de
nuestro premio Nobel al mapuzungun. Ilustraciones de Santos Chávez,
grabador de origen mapuche, publicados por Editorial Pehuén,
dan realce a cuarenta y cuatro poemas en ambos idiomas. Sería
un grave error apreciarlo tan solo por el acierto de esta traducción,
muy valorada por los suyos. Hemos dicho que Elicura Chihuailaf tradujo
como si fuera Pierre Menard, extrayendo del vate la esencia misma
identificatoria con la psicología mapuche, lo cual es un interesante
aporte para el conocimiento de Pablo Neruda, compenetrado sustancialmente
con la esencia continental. Elicura nos cuenta que acudió a
su padre y a muchos conocedores de los temas tratados por Neruda,
para dar el tono exacto que la traducción requería.
Este vínculo entrañable con los mayores a través
de las palabras le permite evocar que, como todo niño mapuche,
aprendió desde muy pequeño a conocer las estrellas,
los árboles y plantas, y también sus propiedades, los
pájaros y sus cantos; del mismo modo, les fueron transmitidas
las gestas y leyendas de su pueblo: “Por eso escribo, porque no soy
sino la memoria oral de mis antepasados. Y escribo poesía,
porque la poesía es vida”.
Esta inmemorial literatura oral, transmitida de padres a hijos, que
Elicura llama oralitura, es tan fuerte que para los mapuche
el libro nunca fue un objetivo: más bien, era algo ajeno, no
indispensable. Pero el poeta está consciente de que ahora el
libro es necesario para que se los conozca más y mejor y, a
la vez para que ellos conozcan más y mejor a los otros, pues
considera como suprema meta del hombre la construcción de un
mundo donde quepan todas las culturas. Fuera de tan importante finalidad,
reconoce que la oralitura ya no basta como transmisor de la memoria.
Le interesa además la necesidad de escribir y publicar el libro
como medio para que los mapuche se conozcan entre sí, pues
la inmensa mayoría de la población mapuche habita en
Santiago. Este es un hecho real, inevitable, y requiere de medidas
urgentes para que estos ciudadanos no pierdan sus raíces.
Elicura Chihuailaf se ha ganado por su propia obra un sitial en la
poesía chilena actual. El invierno, su imagen y otros poemas
azules está constituido por su primer libro, que no pudo
publicar por falta de recursos y se dispersó “en trípticos
y revistas editadas por amigos y poetas del exilio interior y exterior”,
y por el fragmento “A orillas de un sueño azul”, escrito por
completo en mapuzungun.
Para Elicura, todos sus libros son un solo libro al que agrega o
quita poemas y que va modificando continuamente. Esta modificación
se produce porque el poeta está siempre situado en las riberas
de la oralidad. Digno modelo de esta poesía es Sueño
de agua turbia, con elocuente imagen del presente inevitable:
Mas en mi alma –en mi sueño—
la música
ni a mi mujer/ ni a mis padres. Y el tiempo los lugares
son el Metro de Santiago de Chile
con puertas que vertiginosas se cierran/ se cierran/
(Ylos amigos que debían estar
el rumor de los bosques que se fueron.)
De sueños azules y contrasueños, junto con su
musicalidad, dulzura y delicadeza emotiva, revela fuerza y elegancia,
ausencia total de retórica, poder de las imágenes, elevación
espiritual, compenetración con sus propios valores, recuperación
de la memoria y escritura a partir de la rica oralidad. Además,
recoge textos heredados de la tradición, de la oralitura, es
decir, de la memoria de sus ancestros; de ello es un admirable ejemplo
el “Ruego en las paredes rocosas del cielo”, un canto de machi recogido
de modo casi textual, invocación donde la palabra alcanza la
más noble expresión.
Por otra parte, el poeta reflexiona sobre los mapuche aún
radicados en sus tierras de origen: todo esfuerzo es poco para que
mantengan sus costumbres y puedan valorar la importancia de la visión
trascendente de sus antepasados, sin ser considerados como elementos
pintorescos para atracción del turista o como especímenes
necesarios para el estudio del antropólogo.
Se nos ocurre preguntarle si ha pensado en traducir a don Alonso
de Ercilla y Elicura responde que lo ha leído y valora su calidad,
el respeto que supo demostrar al pueblo irredento, su capacidad para
expresar la riqueza de nuestra tierra; pero antes que nada, quiere
traducir a Gabriela Mistral. Su preocupación más inmediata
es un libro que se llamaría “Sueño de luna azul”.
El azul tiene que ver con el lugar de origen. Del azul del oriente
vino el primer antepasado. En ese azul habita el Espíritu Poderoso,
el Ngenechen. El Espíritu llegó del azul del oriente
para aposentarse en el espíritu y el corazón del hombre:
“Ebrio de azul voy/ entre el follaje/
de la taberna sagrada”.
(Caminata en el bosque).
Su hacer poético es inseparable de su condición de
ciudadano. Nos cuenta que fue con su esposa a conocer las tierras
que el gobierno destinado a la comunidad de pehuenche víctimas
del proyecto Ralco. Allí se encontraron con terrenos que están
sumidos bajo la nieve durante nueve meses del año, lo cual
les torna la vida imposible y les impide ejercer su oficio de agricultores.
El acelerado desarrollo de Temuco le causa una intensa preocupación:
“Algo extraño ocurre en Temuco –dice Elicura Chihuailaf–:
se ha convertido en poco tiempo en la ciudad considerada de más
alto desarrollo en el país y en todo el continente, sin embargo
no hay agricultura ni industria que justifiquen ese pretendido desarrollo.
Llamo a este fenómeno: “repacificación”.
—¿Cómo columbraría esta manifestación?
“La repacificación implica a mapuche y chilenos, por eso es
importante que dialoguemos. Un escritor o un vecino sensible no es
un hwinca (invasor, ladrón, usurpador), sino simplemente
un kamollfüñche, es decir, gente no mapuche: de
ahí, la importancia de las palabras. Es inminente la necesidad
de enfrentar situaciones que ayer nos separaron y que hoy nos unen.
En 1883, se produjo la Pacificación de la Araucanía
y a ella se debe la fundación de esta ciudad; en 1973, la pacificación
de los chilenos y hoy se vislumbra otra dimensión que no puede
corresponder a lo ya acontecido en la historia. A todos nos preocupa
el crecimiento de esta tremenda marginalidad, en todos los aspectos.
Inútil que algunos pretendan considerar a toda la población
como integrada por deficientes mentales para seguirnos contando el
cuento”.
—Sin duda, esta preocupación lo ha conducido a la Universidad.
“Muy estimulado por los estudiantes que demuestran un gran interés,
ahora realizo un curso de Poesía y Arquitectura en la Universidad
de Temuco. Si de algo sirven mis palabras, por lo menos un “destructor”
va a salir para proyectar hacia la vida esta ciudad que nació
por la muerte. Debemos tener siempre en ante nuestros ojos el Cerro
Entrada al Cielo o a la Tierra de Arriba, mucho más importante
que el Ñielol, pero cuya vegetación hoy está
diezmada por la erosión”.
—¿Y cómo entra el lenguaje?
“Considero todo a partir del lenguaje, la principal arquitectura.
Lo demás es traducción, ya sea fórmula matemática
o fórmula química. El lenguaje permite la expresión
de la idea de modo más fidedigno con dos elementos relevantes:
el silencio y la contemplación. Por esto, a nuestra cultura
se la ha denominado por mucho tiempo “cultura de flojos”. Sin embargo,
sin silencio ni contemplación no hay creación. Mi clase
se basa en dos elementos: “la casa en el corazón”, cuyo origen
es la casa de la infancia conservada en la memoria y conservadora
de la memoria, y “el orden del bosque”: una manera de construir la
poesía que suele llamarse “caos” por quienes se niegan a reconocer
la fuerza del cambio y de la imaginación.”