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Ignacio Echevarría: "Es inevitable que Bolaño suscite suspicacias y rechazos"

Por Juan Carlos Ramírez F.

La Segunda. Martes 3 de septiembre de 2013




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Ignacio Echevarría (Barcelona, 1960), es uno de los críticos literarios más trascendentes de los últimos 20 años. Desde su trinchera del suplemento"Babelia" de "El País" (donde estuvo hasta 2004), y luego en medios como "El Cultural" y "El Mercurio", ha ido construyendo paralelamente una carrera como editor, ensayista, conferencista y profesor en talleres literarios.

El será uno de los invitados estelares de la 33 Feria Internacional del Libro de Santiago, a realizarse entre el 25 de octubre y 10 de noviembre en el Centro Cultural Estación Mapocho. Allí presentará "Poco hombre" (Ediciones UDP), el nuevo libro de ensayos de Pedro Lemebel que se lanzará por esas fechas.

Además, participará en la tercera versión de los "Diálogos Latinoamericanos" —donde se invitan a autores de todo el continente para conversar sobre temáticas contingentes— y dictará conferencias sobre Nicanor Parra y Roberto Bolaño en el "Foro de la palabra", inédito lugar de reunión que se instálará en la explanada de la Estación, justo a la salida del metro.

Su conexión con ambos autores es profunda. El español coordinó la edición de "Obras completas & algo +". de Parra y, a su vez, lo hizo con todo el material póstumo de Bolaño, publicado hasta ahora por Anagrama. De hecho, hay una foto donde el autor de "Los detectives salvajes" está al lado de Parra, en Las Cruces, mientras Echevarría los mira satisfecho. Él los presentó.

"A Bolaño le encantaba borrar huellas y sembrar pistas falsas"
A 10 años de la muerte de su amigo, Echevarría reflexiona: "Bolaño ocupa una posición central y muy eminente en el canon contemporáneo. Como la de cualquier clásico, antiguo o moderno, su obra está destinada a suscitar múltiples lecturas en el transcurso del tiempo".

"Nosotros apenas hemos alcanzado a vislumbrar una sola capa de las muchas que contiene su obra. Una obra, por otro lado, cuyos aledaños —el gran magma de los inéditos— todavía están por explorar, y que se despliega en direcciones muy diversas...", señala.

— A la distancia Bolaño se ve entrañable y divertido, pero con una furia bíblica para encarar el oficio de escritor...
— Bolaño era, en efecto, divertido, valiente, animoso. La fama incipiente de la que comenzó a disfrutar en los últimos años de su vida, lejos de encorsetarlo o de domesticarlo, desató en el su vena más aguerrida, más provocadora, más insumisa. Tenía muy presente el magisterio de Nicanor Parra, apartado también él en un pueblo costero lejos de la capital. Observando a la distancia el mundillo literario, no dejándose impregnar por él. Libre de expresar su irreverencia, sus fobías, sus desacuerdos.

Echevarría traza una relación entre el espíritu de los "discursos insufribles" de Bolaño en sus cuatro últimos años de vida con los "discursos de sobremesa" de Parra. "Si bien Bolaño se nutre de un romanticismo más exaltado, más apasionado e hiriente", precisa.

—En ese contexto es interesante que dijera en las entrevistas que escuchaba al grupo Suicide o admiraba a Osvaldo Suriano.
—Hay mucho que explorar en su "santoral" literario y musical, dado que a Bolaño le encantaba borrar huellas y sembrar pistas falsas. Esa es una tarea todavía pendiente: la de reconstruir el linaje literario y cultural de Bolaño, que es frondosísimo.

Y que se abre paso, a través de las referencias a menudo erráticas, de un lector voraz, compulsivo, autodidacta y cultísimo. Alguien capaz de combinar la lectura de remotos poetas provenzales con las derivas de un reality show o con la lectura de libros de genero.

"Siempre cabe refutar a un autor, por excelente que sea"
Su admiración por Bolaño a toda prueba pudo apreciarse en la pasada Feria del Libro de Guadalajara, donde se vivió un momento tenso entre Echevarría y el joven narrador mexicano Carlos Velázquez. Fue en una mesa redonda sobre la obra de Bolaño —junto a Roberto Brodsky y coordinada por Rodrigo Pinto— donde el mexicano cuestionó su calidad literaria. Dijo que era "pésimo cuentista" y aseguró que "el procer chileno" venía a llenar un vacío en el "huérfano" mercado editorial. Velázquez aseguró en una columna de Frente.com.mx ("Más bolañistas que Bolaño") que los panelistas "me quisieron linchar". Aunque, para los que estuvieron ahí, Echevarría simplemente paró en seco y con argumentos literarios, una provocación más o menos interesante. Para otros, lo dejó en ridículo.

"No, yo no dejé en ridículo a nadie. Jamás me jactaría de eso", aclara el español, agregando que Velázquez es un "prometedor" narrador. "Fue allí con un saludable ánimo de provocación. resuelto a llevar la contra. Pero pienso que preparó mal su intervención y que chocó con sus propias contradicciones, armándose un lio fenomenal. A todos nos puede pasar", reconoce.

—Es inevitable que un escritor como Bolaño. que en tan poco tiempo ha ocupado una posición tan eminente y tan central en el canon contemporáneo, suscite suspicacias, rechazos y deseos de contestación. Es bueno que así sea. Es saludable poner en cuestión nuestras devociones, exponerlas a vientos contrarios o difíciles. Y siempre cabe refutar a un autor, por excelente que sea, desde posturas diferentes a las suyas. Ocurre con todos los grandes maestros, nuevos y viejos.

Echevarría acepta que "A Bolaño va llegándole la hora de que una nueva promoción de jóvenes escritores, crecidos en un ambiente de veneración casi indiscriminada hacia su figura, se rebelen contra él". Aunque aclara que eso "no pone en riesgo su crédito".

"Por otro lado, no deja de ser cierto que, sobre todo en Estados Unidos, se ha hecho una lectura «conservadora», incluso «reaccionaria» de Bolaño y de su lectura melancólica de la revolución y de la vanguardia".

—¿Qué se nos ha escapado a los lectores chilenos, tras una década de elogios, reseñas y homenajes?
—Nada que no se nos haya escapado también a quienes no somos chilenos. Y como los propios chilenos, estamos un poco hasta la coronilla con tantos homenajes, tantas reseñas, tantos elogios. Sin por eso abominar de nuestra admiración por un escritor del que todavía queda mucho por leer, por decir, por entender.

Quizás y por decir algo, se nos haya escapado el tirón tan fuerte que, a pesar de algunas apariencias, ejercía Chile sobre Bolaño. Su vínculo sustancial con la realidad y la cultura chilena. La visceralidad de todos los sentimientos, a menudo contradictorios, que le provocaban. Su querencia apasionada del país al que renunció durante la mayor parte de su vida y al que, en los últimos años, fantaseaba con regresar, para quedarse y terminar.

El 2014 lanza libro de ensayos: "El asco de relatar"
El próximo año. Ediciones UDP publicará "El asco de relatar", libro de ensayos que se suma a "Desvíos" (2007), un recorrido por la literatura de nuestro continente. Sobre la nueva obra, dice que "discurre sobre los conceptos de narración, ficción y novela, con aproximaciones a autores como Musil, Canetti, Benjamín y Valery".

Para la misma editorial acaba de preparar dos textos recién lanzados: "La invención necesaria" del autor más reverenciado por la generación Beat. William Carlos Williams y "La gran licencia" de John Ashbery. Actualmente está preparando libros de ensayos de Luis Magrinyá, Belén Gopegui y Rodrigo Fresán.

Al mismo tiempo que prepara una monumental edición de las greguerías completas de Ramón Gómez de la Serna (Círculo de lectores) y coordina la Biblioteca Clásica de la Real Academia Española, dirigida por Francisco Rico.

—¿Cual fue la chispa que incendió tu interés por la literatura de esta región, especialmente la chilena?
—Llevaba desde 1990 reseñando regularmente novedades de la narrativa española. Hacia mediados de esa década, empecé a sentir el agotamiento de mi campo de observación. El desinflamiento de la euforia que en los ochenta generó la llamada "nueva narrativa" —fenómeno paralelo al de Chile en la década siguiente— y la ansiedad de la industria editorial y del sistema literario en general por dar con nuevas voces.

—¿Qué pasó allí?
— Estaba claro que la narrativa española no daba para tanto. Y que después de un período de ombliguísmo y de autoafianzamiento, estaba necesitada de una cierta apertura, de aire fresco. Lo más natural era mirar el horizonte de la propia lengua, y dirigir la mirada a la otra orilla del Atlántico, cuya literatura llevaba largo tiempo desatendida, a consecuencia de la "resaca" del boom. Algunos autores —Villoro, Fresán, Rey Rosa, Fuguet ya estaban llamando la atención. Se trataba de hacer una prospección más atenta y continuada. Algo que los propios editores ya empezaban a considerar.

Echevarría dice que, de pronto, en 1988 apareció "Los detectives salvajes" de Bolaño, en un contexto donde el tráfico literario España-Latinoamérica comenzó a intensificarse. "La crítica española no ha podido desentenderse de ello, por mucho que buena parte de la misma sigue sin enterarse de por dónde van los tiros, y sólo percibe la literatura latinoamericana previamente filtrada por la industria editorial peninsular".

—¿Puede seguir ocurriendo el caso de un escritor que sea desapercibido y décadas después se vuelva canónico?
—En todo sistema crítico puede ocurrir que pase desapercibido un autor novedoso. Pienso que el mayor mérito de un crítico es sin duda, detectar lo nuevo y brindarle un lenguaje de acogida, hacerlo reconocible y comprensible a sus contemporáneos. Pero la crítica, en cuanto institución, cumple también otras tareas más prosaicas, e incluso antipáticas. Entre ellas, actuar de filtro de lo banal o insignificante y también encarnar el gusto hegemóníco del momento, los criterios y los valores frente a los que el escritor de genio, resuelto y talentoso, subvierte y modifica. Así como el gran crítico hace reconocibles a sus contemporáneos los valores inéditos de un nuevo escritor, así también el gran escritor inventa a su propio crítico, le da la oportunidad de estrenar nuevas lentes, una nueva mirada.

—¿Qué piensas de internet como terreno para desarrollar el pensamiento crítico?
—No tengo ninguna duda de que en internet palpitan hoy los mejores testimonios de un nuevo discurso crítico, que tarde o temprano reemplazará al ya muy caduco de la prensa periódica. Pero a internet le falta todavía por conquistar un espacio común representativo, objetivamente evaluable. Y la crítica, no lo olvidemos, adquiere su sentido como servicio social: su tarea es socializar la experiencia de la lectura, generar la comunidad de los lectores, "politizarlos", en un sentido amplio, derivado de "polis".

Para el crítico, internet "no brinda espacios adecuados para cumplir con esta función", que en su ámbito se realiza de una manera todavía "muy tangencial, demasiado capsular, incontrastable'". "Hay que esperar a que se consoliden plataformas de comunicación más amplias, más abarcadoras..."

—Si te nombraran asesor cultural y tuvieras que revisar el tema del IVA al libro en Chile y la promoción a la lectura. ¿Cuáles serían tus medidas?
—Dios me libre de aceptar un nombramiento de ese tipo. Carezco de todo plan al respecto y me llena de escepticismo toda acción encaminada a dirigir u orientar la dinámica cultural desde los centros del poder. Así y todo, pienso que es un disparate gravar el consumo cultural con el impuesto sobre el valor añadido y que las compras de libros por parte del Estado sólo tienen sentido si ayudan a la supervivencia de los pequeños editores y a la circulación de libros susceptibles de ser considerados "bienes culturales", pese a todas las aprensiones que me suscita este término.



 

 


 

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Ignacio Echevarría: "Es inevitable que Bolaño suscite suspicacias y rechazos".
Por Juan Carlos Ramírez F.
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