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El alma mapuche en la voz de Elicura Chihuailaf

Por Roberto Careaga C.
Publicado en Revista de Libros de El Mercurio, 6 de septiembre de 2020


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El escritor se convirtió esta semana en el primer poeta mapuche en recibir el Premio Nacional de Literatura, lo que él valora como un reconocimiento a su pueblo. Autor de una obra ligada a los cuentos de sus abuelos y a la naturaleza, y poco influida por la poesía chilena, Chihuailaf también ha sido un vocero político en el conflicto en La Araucanía. "La palabra poética nos abre puertas con todos y todas", dice.

Fue en otoño, porque los castaños del Liceo de Hombres de Temuco estaban amarillos. Elicura Chihuailaf estudiaba internado ahí y se le hacía pesada la soledad. No es que no tuviera amigos, sino que no tenía a nadie para compartir las experiencias que lo habían marcado cuando niño: "Las voces de mi infancia", eso era lo que echaba de menos, recordaría el escritor. Era un entramado que iba de los relatos de sus abuelos mapuches, pero que también estaba compuesto por los rayos que partían robles en el invierno, el trinar de los picaflores, el sonido del fogón, el del agua por los esteros y de los largos silencios en las montañas. Entonces, empezó a escribir. Lo que hizo fue recuperar algo que no estaba del todo perdido: "La oralidad en la que verdaderamente se inició mi poesía".

Parece un mito o una leyenda. El mismo Chihuailaf, en su libro "Recado confidencial a los chilenos", aclara que no es que creciera en una sociedad idílica, era nada más que su infancia: en torno al fuego, escuchando historias de su abuela, buscando hierbas medicinales en el bosque y esperando el pan recién horneado. "Allí, me parece, aprendí lo que era la poesía", contó el escritor que ha hecho de esa materia rural y cargada de la historia del pueblo mapuche una obra que ha trascendido fronteras y lenguas.

Y aunque lo parezca, no es únicamente un canto nostálgico, sino que también es la expresión de un quiebre: la voz de ese adolescente en la ciudad de Temuco, expuesto a la aceleradísima modernidad occidental que busca las llaves de su origen.

"La poesía no sirve para nada, me dicen / Y en el bosque los árboles se acarician / con sus raíces azules / y agitan sus ramas el aire / saludando con pájaros el rastro del Avestruz / La poesía es el hondo susurro de los asesinados / el rumor de hojas en el otoño / la tristeza por el muchacho / que conserva la lengua / pero ha perdido el alma", escribe Chihuailaf en "La llave que nadie ha perdido", uno de sus poemas más conocidos y que ha sido recordado en estos días, en que su voz ha resonado tras recibir el Premio Nacional de Literatura. Se trató de un fallo histórico: Chihuailaf es el primer poeta mapuche —y de cualquier pueblo originario de Chile—en recibir el simbólico galardón y puede que tenga sentido haber iniciado la apertura con él: fue el gran pionero en abrir las puertas de las letras chilenas a la poesía mapuche.


La poesía azul

Nacido en 1952 en Quechurehue, a 75 kilómetros de Temuco, es padre de tres hijos y aunque estudió obstetricia, nunca se dedicó a la profesión. Optó por la literatura. En el tránsito de los 80 a los 90 la poesía de Chihuailaf fue circulando en Chile, pero también en el extranjero y, a la vez, él fue convirtiéndose en un portavoz de la cultura de su pueblo y del mapudungun. "Chihuailaf va en camino de convertirse tanto en creador de una original, serena y acabada construcción poética, como en el transmisor del espíritu, tradición y cosmogonía de su pueblo. Se transforma, sin atenuantes, como Neruda, como Gabriela Mistral, como Whitman, como Kazantzakis, como Vallejo, en el poeta de una nación, de una cultura, de una etnia", decía el crítico Jaime Valdivieso, al presentar el libro del poeta "De sueños azules y contrasueños" (1995).

Pero una década antes, ya lo había detectado Enrique Lihn. Desde Oviedo, España, donde lo pilló la pandemia y debió encontrar una casa junto a su familia, Chihuailaf cuenta que en 1985 fue a uno de sus primeros recitales poéticos, en Temuco. Hacía poco había publicado un poema artesanalmente, "Transplantado". En el encuentro, Lihn subió al estrado y anunció que, aunque no solía hacerlo, leería un texto de un autor local: "Para mi gran sorpresa, era mi poema. Por eso también se dice que contribuí a la presencia en el espacio público de la poesía mapuche. Pero yo diría que me tocó hacer pública la oralitura mapuche sin buscarlo", cuenta el escritor.

Ese primer libro fue "El invierno y su imagen" (1977), un pequeño grupo de poemas que aunque de una tirada muy restringida, marcó "el reinicio de la presencia mapuche en la escritura poética" en el país, dice el escritor. Fue una partida que solo tuvo su segunda parte en "En el país de la memoria", publicado una década después. En adelante, Chihuailaf iba a convertirse en un símbolo cultural, apoyando a otros artistas mapuches y llevando por el mundo la idea de la oralitura. El azul, color sagrado de su pueblo, se impregnó cada vez con más fuerza en su obra y de ahí surgieron libros como "De sueños azules y contrasueños" (1995), "Hablando del espíritu oral de mi gente" (2003), "A orilla de un sueño azul" (2010) o "Sueños de una Luna azul y otros cantos" (2018). Paralelamente, el poeta publicó libros infantiles, editó antologías de otros escritores mapuches y participó en decenas de volúmenes sobre la historia de su pueblo. Este año lanzó en España la antología "El azul del tiempo que nos sueña". Y como traductor, llevó al mapudungun poemas de Pablo Neruda, canciones de Víctor Jara y "La Araucana", de Alonso de Ercilla.


En estos días se ha enfatizado que abrió un camino para que surgiera en el espacio público la literatura mapuche. ¿Cómo fue ese recorrido?
—"Yo nunca tuve ese proyecto, simplemente me tocó en una época difícil, de la dictadura, cuando apareció mi primer poemario, muy modesto, impreso en papel roneo. La dificultad estaba en el vivir. La escritura era un espacio de libertad y también un espacio de nostalgia por la obligada distancia, en algunos momentos, de la comunidad. Y me animé a escribir por la nostalgia: la lejanía siempre es un balcón en que cada quien puede observar con mucho amor todas las posibilidades de su cultura y también las limitaciones personales. No hubo nada premeditado".

¿Ha sido importante para su escritura la literatura de los poetas chilenos?
—"No fui un gran lector de poesía en mi infancia ni en mi juventud, a pesar de que en la escuela me tocaba declamar poemas. Siempre me interesó más la narrativa. Seguramente era porque me habitaba la poesía y por eso me atraía la poesía. Pero con el tiempo, comencé a conocer a poetas chilenos. Y debo reconocer que pasó harto tiempo, fue posterior a mi primer libro. Gabriela Mistral me interesó mucho con sus hermosos poemas para niños y algunos de los poemas de Pablo Neruda. Posteriormente leí a Pablo de Rokha, a través de un tío profesor normalista. Después vendría el conocimiento directo de autores como Lihn, Jorge Teillier, Nicanor Parra y muchos otros y otras".

Entonces, ¿cómo fue el camino que siguió para llegar a escribir poemas y textos ligados a la poesía en español y chilena?
—"Yo no sé, no he visto que en la poesía chilena aparezcan formas como las que yo ocupo. Cuando se dice, por ejemplo, 'Pienew / me dice; Piwvn / me digo; Feypi, dice; Pi fifi, le digo', etc. Y cuando digo: 'Marchito pasto soy, haciendo señales a la lluvia, mas luego siento las primeras gotas que caen sobre el campo, que me moje esta agua, me oigo decir, bailando entre las flores. Al despenar me elevaré emocionado, sosteniéndome en el aroma de una lavanda'. A mí no me parecen muy occidentales esos versos. Ahora, indudablemente, hay formas comunes en todos los idiomas, en todas las visiones de mundo, porque ninguna cultura está absolutamente ajena a las demás. Todos los seres humanos que hemos tenido que vivir en la interculturalidad y la cultura chilena, que es la que más conozco, dialoga con mi mapuchidad".


El arte de conversar

"Ponte de pie, parlamenta en tu tierra / aunque sientas tristeza, parlamenta / como lo hacían tus antepasados / como hablaban ellos / (me está diciendo el anciano Julián Weitra)", escribe Chihuailaf en un poema, y efectivamente él ha seguido ese mandato. Su voz también tenía un cariz político ante el histórico conflicto en la Región de La Araucanía y, de hecho, el libro "Recado confidencial a los chilenos" (1999) es la invitación a un diálogo entre los chilenos y mapuches, pero también un claro mensaje de rechazo a las políticas del Estado chileno con su pueblo. En los gobiernos de Ricardo Lagos y el segundo de Michelle Bachelet participó en mesas de diálogo sobre el tema. Y aunque las abandonó, sigue creyendo en la conversación: "La palabra poética, para los mapuches, para los chilenos, juega un papel difícil, pero que es hermoso: nos abre puertas con todos y todas", dice el escritor.

¿Considera que con entregarle a usted el Premio Nacional de Literatura se reconoce también al pueblo mapuche?
—"Sin duda. Cuando se habla y cuando se escribe, se está hablando y escribiendo desde aquello a lo que uno pertenece. Desde las voces y la cultura de un pueblo. Si se reconoce mi escritura indudablemente se está reconociendo al pueblo de donde surge, que es el pueblo mapuche".

¿Cómo toma el premio, que entrega el Estado, en un momento en que el llamado conflicto mapuche atraviesa una nueva tensión?
—"Es que el conflicto mapuche, que no lo genera nuestro pueblo, sino que el Estado, vive ciclos de tensión: a veces es notorio y otras veces no sale en la noticia. Pero sigue habiendo violencia. Y la violencia no la genera nuestro pueblo, sino un pequeño grupo de un Chile enajenado y superficial que renueva su energía en la depredación de la naturaleza. Este premio surge de un mandato del Estado a partir de 1942, pero no es el Estado el que lo otorga, sino que un jurado, con académicos, escritores y escritoras. Pero esta es la realidad permanente: el conflicto comienza con la denominada Pacificación de la Araucanía, este eufemismo tan tremendo. Nosotros estamos en constante asedio, este no es un momento de excepción".

El libro "Recado confidencial a los chilenos" ya tiene más de 20 años, ¿cree que fue escuchado?
—"Creo que mi Recado ha sido muy leído, pero no ha sido escuchado por quien tiene que escucharlo. El poder político, el poder económico, el poder judicial. No se ha avanzado en una solución. Es el Estado el que tiene que asumir en una conversación verdadera, porque ha generado el conflicto sobre el pueblo mapuche, y mientras eso no ocurra no habrá avances. Actualmente hay un problema conceptual: se llama a mesas de diálogo, yo incluso he participado en dos de ellas, pero he renunciado en la desazón de no ver avances. Todas esas conversaciones son entre comillas, porque la conversación es un arte en el que hay que ser capaz de escuchar y el Estado no ha sido capaz de escuchar. Suele decirse que el pueblo mapuche no quiere el desarrollo, y sí lo queremos, pero con respeto a la naturaleza. No se ha avanzado en una democracia pluricultural y equitativa".

¿Siente que como poeta tiene una labor de dar a conocer su cultura?
—"Nuestra gente dice que nadie elige nacer en un territorio determinado, en un color, en un idioma, en una historia, pero nuestra tarea consiste en amar lo que nos ha tocado. Y para hacerlo hay que conocerlo. Entonces, cuando uno habla y después escribe, indudablemente lo hace desde la visión de mundo que tiene. Yo soy mapuche, nací y crecí en una comunidad en la que actualmente vivo, Quechurehue. También habla en las voces de esos lugares, que no son su cultura, en los que le ha tocado vivir, como Chile para mí. Todo eso dialoga con mi condición de mapuche. Lo que yo amo profundamente, porque es una cultura muy hermosa. Y, a partir de eso, siento que mi labor es dar a conocer esa cultura, nuestra hermosa visión de mundo. Nosotros pertenecemos a la naturaleza. Entonces, ¿desde dónde podría yo hablar?"



 

 

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