Lo primero que tengo ante la vista es una mezcla de géneros. Se trata de textos que se deslizan entre la crónica y el cuento. Así, los relatos de Santiago, otra visita se van tejiendo con hebras de distintas madejas. Diríamos que la textualidad de la obra respondería a lo que hoy se corresponde con la etiqueta de los géneros híbridos, textos donde el marco cerrado de una tipología es desbordado por un tipo de registro escritural inespecífico.
Hibridación que registra y concreta el relato de hechos referenciales, pero también se adentra en el horizonte de lo presumiblemente ficcional. Buena cuenta de ello dan los textos “El corvo” y “Hotel Quintero”. Este tránsito textual híbrido es posible de aseverar a propósito de dos elementos concretos.
El uso del castellano ampliado, es decir, una mixtura idiomática que reproduce el habla caraqueña y santiaguina de los años 90, predominantemente.
Hibridez que también conjunta y diferencia por contraste o yuxtaposición lugares y espacios que tienen como escenario dos puntos opuestos del continente: Venezuela (Caracas) y Chile (Santiago), principalmente.
Pero, por otra parte, también lo híbrido se manifiesta a través de las referencias y envíos intertextuales hacia códigos artísticos, disciplinares y culturales diversos: el cine (“Sunset Boulevard”), la historia (“El corvo”) y la filosofía (“La antorcha”), entre otros.
Entonces, cabe aquí preguntarse por la funcionalidad de esta operación. Es decir, qué estaría moviendo la hibridez producida por la textualidad.
Me atrevería a plantear que en Santiago... la hibridación estaría dando cuenta primeramente de un fenómeno contemporáneo, ya antropológico, sociológico o, a fin de cuentas, profundamente filosófico. En los relatos los sujetos transitan constantemente, se nos muestran como individuos que parecieran no querer o no estar sujetos a nada ni nadie. Esto podría resumir una parte importante de la condición humana contemporánea: la indeterminación, obvia y claramente en una amplia acepción.
Una indeterminación que tiene su correlato en la migración humana que constata la casi imposible especificación de lugares y espacios, también como reflejo de la inestabilidad política, económica y emotiva, donde la humanidad no logra sujetarse, ni puede mantenerse estable, efectos palpables de la fluctuación planetaria sin retorno, al parecer.
En la obra proyectamos esto a propósito de la hibridación, en cuanto que no hay punto fijo ni en la expresión idiomática, ni en el espacio temporal que demarcan los sujetos de los relatos. Hay cruces, movimientos y trayectos donde el encuentro y desencuentro es lo único seguro dentro de un mundo hoy ya totalmente desestabilizado.
El título de la obra refrendaría esta perspectiva en tránsito, es decir, un Santiago que demarca un espacio preciso. Sin embargo, leo la coma como un intento de detener, pero que destaca la cualidad de visitante/turista: “otra vez aquí”. Pero, ¿dónde?, preguntamos.
Quizás la respuesta sea en ninguna parte o, al menos, sin un punto fijo: “Y en que yo no podría volver a otro lugar nunca más” (56), dice el narrador en el relato homónimo al título.
Ineficiencia
En los cinco textos que conforman el volumen, observo una relación de unidad y coherencia. En específico, me refiero a cierta unidad temática. También, una cuota de coincidencia respecto de la instancia enunciativa, protagónica, las más de las veces.
Sobre lo primero, observo una predominancia por narrar experiencias cotidianas en torno a un ambiente académico. O, al menos, se trata de relatos que rozan este ámbito. Entre esto, las vicisitudes de un narrador protagonista o testigo, en tanto estudiante universitario, ya como tesista, redactor de artículos y reseñas para revistas de divulgación científica, actividades derivadas de ese periodo de formación profesional, en un marco vivencial relativo a una etapa transitoria, también, en una juvenil adultez. Esta predominancia se puede evidenciar en la mayoría de los textos, a excepción del relato llamado “El corvo”, el cual llama por sí solo la atención dentro del conjunto.
Desde mi óptica, capto la tensión con ese mundo académico y universitario, tanto del protagonista y también de los otros personajes. Se percibe un distanciamiento o cierto malestar con la productividad y exigencia académica, autoimpuesta.
Visto esto críticamente, en los relatos de Cobos hay una exteriorización de aquello que podría ser declarado una actitud de ineficiencia. Una ineficacia ante la ciencia y el trabajo que tiene hoy un verbo principal: procrastinar. En los relatos se puede apreciar aquel retraso intencional que evita y esquiva la ejecución de las tareas.
Lo interesante es que no solo se muestra a los estudiantes en este ejercicio de la no práctica, sino también a profesores y guías, quienes a su modo, evaden las tediosas responsabilidades que obliga la universidad contemporánea academizada. Ejemplo de esto último lo podemos ver en “La antorcha”, asunto que daría cuenta de un fenómeno propagado mundialmente:
Llamo a Pellegrini y le digo: profesor, ¿usted cree que nos podamos ver para que me entregue las correcciones de mi trabajo? Aaaaah, murmura, y se queda un rato en silencio. (...) Me reúno a los días con el profe, como habíamos quedado, a las 6.30 de la tarde en O’ Gran Sol (...) Le tengo que preguntar, entonces, por cada una de las indicaciones. Qué puso aquí, profe, y aquí. Se ve aburrido. Incluso me doy cuenta de que hay sugerencias incoherentes, las cuales están para hacerme creer que ha revisado con minuciosidad. Ni modo. (73-76)
Destaco todo lo descrito anteriormente por el desafío a la idea de un proyecto (de tesis), a la idea de un progreso total (laboral o amatorio), pero, por sobre todo, porque los relatos abren la posibilidad de asumir la postergación como algo legítimo y necesario, sea ya en la dimensión o área que corresponda: académica, erótica o laboral.
Se trataría de una maniobra para frenar la presión a la cual los sistemas de alto rendimiento hoy someten y exigen. Por ejemplo, los mismos de la actividad académica o la vida laboral o conyugal, donde ya ni siquiera se trata de hacer una carrera, sino de correr una maratón desenfrenada por las pistas vacías de un curriculum vitae, documentos, pruebas y ensayos que prefiguran y distinguen una vida exitosa de otras que son el facsímil del fracaso.
En los textos no pareciera haber vergüenza, sentimiento de culpa o mala conciencia por el abandono de la carrera, la pareja o el compromiso laboral. Tampoco por no rendir con las exigencias o por no cumplir con el contrato (social) estipulado. Todavía más, cuando la postergación tiene su piedra de toque en la exploración amorosa o, simplemente, en la legítima y necesaria reacción de no hacer, ni continuar con algo que ya no llena, ni satisface. El relato que da título a todo el volumen es ejemplar, en cuanto se logra observar las vivencias o los encuentros insatisfactorios del narrador. Más bien, los varios desencuentros, a propósito de una serie de entrevistas con escritores y personajes del quehacer político y cultural del Chile de los tempranos 2000, entre ellos, Lemebel, Gladys Marín, el librero Hugo Tapia y un poeta argentino llamado Enrique Zucker:
De pronto los encuentros se pusieron aburridos. La gente a menudo está por hacer alguna cosa de importancia... Era muy latoso convencer a los conocidos y amigos, o por lo menos intentarlo de que Santiago no se había transformado mucho. Me había ido justo al término de la dictadura, cuando me daba lo mismo cualquier lugar, y estaba de vuelta como una especie de turista. (50)
Fracaso
También Santiago, otra visita expone una relación con el quiebre en general. Con la crisis, con el revés o aquello que nunca logra tener una concreción específica o deseada. Desencuentros amorosos, amistosos y sociales que no logran enlazar en ese punto de unión pseudo o cuasi mágico o quizás inexistente. Este asunto es abordado en los diferentes textos.
Por cierto, me resulta significativo que se revoque la tesis del éxito, luego existo, como ya dije. En tal sentido, los personajes no se sujetan a la moral burguesa de las buenas costumbres, pues la apatía no es enjuiciada. Así, los personajes son sujetos de la abulia y la indiferencia, manifestándola abiertamente. Nada tiene un peso tan específico como para poder anclarse en el entusiasmo. Del mismo modo, transitan en la anhedonia, desprestigiando u obliterando todo aquello que contiene un objetivo placentero o deleitable, por ejemplo, el sexo.
Creo que estas marcas textuales permiten pensar que los relatos recurren en desbaratar la idea de una co-laboración. Por esto, no se rinden a las exigencias ni se someten a las promesas del alto rendimiento. Trabajan por ellos mismos, pero, curiosamente, no son individualistas, ni necesariamente posesivos.
Otro interesante punto es que tampoco se manifiestan cansados. Por el contrario, son inquietos, deambulan, erran, a veces pasan sin destino, como pasajeros en tránsito perpetuo hacia ninguna parte.
Todo esto concatenado resulta en que no contribuyen a depositar sus vidas a las razones desproporcionadas del mercado. No se regalan, pero tampoco se relegan del sistema. Transitan, a su modo, a su propio tiempo, en sus propias necesidades y satisfacciones. Aun así, nadie está asentado, nadie está cómodamente instalado en sus lugares. Ejemplar es el siguiente pasaje de “Sunset Boulevard”:
Mi propósito era no volver más a la oficina, a esa o a cualquiera. No lo hice. La tesis pospuesta hasta el exceso, porque ya iba ya año y medio de terminar las materias, era una maldición. Había leído la bibliografía relacionada con el tema, fichado y fotografiado veinte mausoleos, pero no me decidía a escribir. Fue la causa que me separara. O la excusa. (14)
En suma, en Santiago, otra visita, se manifiestan aquellos fenómenos, problemas y actitudes que las exigencias del mundo contemporáneo imponen en los cuerpos. Altas presiones de variada e incógnitas índoles donde los personajes se las arreglan para no precipitarse.
Me interesa destacar que en las narraciones se concretan las miradas y acciones de personajes apostados ahí donde es posible torcer los caminos diversos del progreso, ya sea el académico, el laboral, el amatorio. Y creo que la cuota de ironía, entrega una pista para poder comenzar a visitar nuevamente los propios lugares que uno mismo frecuenta, reafirma o se entrega.
Bien vale entonces poder revistar estos espacios, pues el texto logra proponernos esa otra visita, esa que altera la vista acostumbrada de la mirada y del cuerpo, armadura blanda que tiende a acomodarse con rapidez y soltura ahí cuando encuentra aquello que precisamente puede tornarse en su contrario: el perpetuo lugar de lo confortable, la admirada y prestigiosa moral del acomodo cotidiano.
Durante la presentación del libro
Juan Manuel Mancilla, Eduardo Cobos y Claudio Guerrero.
Jueves 16 de enero. Valparaíso Profundo
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dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com Pasajeros en tránsito perpetuo hacia ninguna parte
Texto de presentación del libro "Santiago, otra visita", de Eduardo Cobos
(Fundarte, Caracas, 2024)
Por Juan Manuel Mancilla
Publicado en VIAJE INCONCLUSO, 19 de enero de 2025