LA RAIZ DE UNO DE RIVERA LUTZ: LA PERSISTENCIA ARIDA DEL SER NORTINO
Por Eduardo J. Farías Alderete
A mi juicio el norte de chile debería ser una Marca, en el concepto geográfico, es decir, un distrito fronterizo, cuatro regiones, pero hay que ir más allá, es una Marca Espiritual, algo que define en la aridez en los cielos despejados en las largas distancias de ciudad en ciudad, un terreno difícil de tratar y poblar, la impronta que deja este desierto este norte es indistinta, Fernando Rivera Lutz la posee, su poesía es el registro de la ineludible pasión que lleva el nortino, esa combinada con el extraño desgano de vivir, debería parecer una contradicción ontológica insalvable, pero no es así.
El primer capítulo de la Raíz de uno se ahonda en las profundas complejidades del ser, la experiencia de vivir , se vuelve grafica, un aridez poética, no en el sentido obvio de la palabra si no que en el rigor, en la energía combinada con lo crítico de la mirada, tratar de revisitar una mirada racial de este fenómeno es totalmente inútil, el nortino es un crisol de sangres así como los versos de esta Antología Olvidada, es un crisol de sentimientos versificados.
El lector se liga con los textos, respira esa sequedad que parece colarse paulatinamente, mientras prosigue la lectura, en los intersticios del alma, a ratos abismante resulta el segundo capítulo en que lo provinciano de esta “Marca” árida llega a su plenitud, si el lector no ha vivido la experiencia de recorrer el Desierto de Atacama, combinar la historia propia y nacional, no dimensionará el real tenor de estos poemas, el lector debe atreverse, abrir los ojos del espíritu y adentrarse en el Paisaje que en este libro se propone y luego en una operación rápida llevarla al nivel humano, esparcirla en las vivencias propias y las vivencias de todos los nortinos.
El sincretismo de la religión , el urbanismo descarnado, unido con la ironía, nos invita a caminar por las calles del norte divisando los cerros sin vegetación y sentarse a la mesa a comer un plato de pobreza, ya que para muchos a los que le parece este norte, una tierra de promesas, no les resulta así. El tercer capítulo y los poemas finales nos trae esa advertencia. Lo político es insoslayable a lo largo y ancho de este poemario, recordemos donde comenzó Recabarren a pasearse antes de oficializarse el Partido, ¿es acaso que esta “mezquindad de la tierra” este “desierto más arido del mundo” determina una manera de ser única? Es posible, este fenómeno lo medimos aquí con la medida de Fernando Rivera.
Hay y se denota un oficio vigoroso, una musicalidad propia y una perspectiva lírica firme en sus objetivos, un arraigo constante, que nos entrega La raíz de uno, que no es mas que la propia esencia del ser del poeta Rivera, de nosotros mismos, del Norte de Chile y sus regiones.