"¿ENTENDERÁN
EL SENTIDO DEL GESTO?"
Por Rodrigo Soto
(Independiente.cl,
2000)
Al amanecer ella me susurró:
-Cuéntame algo de tu vida
Destilando fragancias la pluma certera del poeta Ernesto Guajardo asume su historia real para traspasarla a la conciencia de un país
de ficción. No importa cuánto tarde uno en hilvanar
la historia, siempre da la sensación de que el protagonista
subsiste extraviado en un viaje
atemporal, sin retorno, con pasaje de ida y sin la posibilidad de
comprar el de regreso. Seamos francos -por más que duela-
no hay regreso, la muerte delimita las circunstancias y delinea
a la medida sus consecuencias. Construye sin querer los cuerpos,
se aferra a uno, marca los pasos y consigue arrebatarnos parte de
nuestra propia vida, en el anhelo de encontrar al otro, a uno mismo,
a la historia de ambos, del país, del continente.
Pero esta búsqueda es cercana, va del hijo al padre asesinado
a comienzos de la dictadura de Pinochet, va por partes, con la palabra
desnuda del que lo ha vivido y lo vivirá por siempre. Con
la fuerza aterradora de la poesía que sopla fuerte al ojo
para desempolvar la mirada de tanto concepto malgastado, que sólo
tiende al recuerdo lejano, cada vez que se pronuncia la palabra:
desaparecidos, muerte, dictadura, asesinados, torturados. Una tenue
fragancia sin aroma retumba en nuestro continente que disfruta de
la joda del consenso, que bello pensar que ya todo ha pasado, que
quizás como grita el autor: Aquí, nada ha acontecido.
Viaje histórico es el relato de El primogénito,
delimita la búsqueda desde sí mismo y sin caer en
la condescendencia de la pregunta errante al destino intangible.
De ahí que lo implacable del recuerdo se torne más
certero y necesario para quien lo lee. Pero el hijo es contradicción
desgarradora que en una primera parte ("El primogénito")
se aferra a la búsqueda de la huida. Vuelve al lugar donde
fue extraviado el padre, para reencontrar la sonrisa perdida entre
el bosque fangoso y el silencio marítimo de la costa central.
Desenfrenando sentimientos que emanan desde la niñez, el
primogénito se arma de valor para reconocerse en la sencillez
de la pregunta que sólo él -al igual que tantos otros- puede responder:
qué es uno
cuando el padre es sólo podredumbre que viaja en los insectos
abono que se extiende hacia las flores que crecen en los roqueríos.
Qué es uno
cuando el propio cuerpo quiere disgregarse:
pasto de las aguas
carne de los acantilados
qué es uno
cuando espera el abrazo que no será.
Naufragando al compás del oleaje, mordiendo la arenilla,
revolcándose en los acantilados sobrevive escondida la memoria
dentro del primogénito. El paisaje sólo da las pistas
para que los pliegues se vayan encontrando en el cuerpo corroído
después de tanto análisis y test psicológico
que quieren que olvide, que olvide pronto para volver a vivir libre
de trancas. Algo de eso siempre deambula en el inconsciente; madurar
para aceptar, comprender para olvidar, encontrar para llegar, todo
y nada se mezcla con la furia de la brisa. Y así en el peregrinaje
van cayendo los cuerpos múltiples que se han cargado por
años, aparecen otros, vuelve la historia, a buscar de nuevo,
la búsqueda recién comienza:
regresar
a dónde
con cuál de los cuerpos que se llevan bajo la piel
¿el que se buscó?
¿el que intentó extraviarse?
quién es el que retorna,
el indicio de qué dirección,
qué espasmo o que alegría reconocerán los
que reciban.
qué ha sido lo encontrado
si nada fue asible
toda forma sólo fue reflejo de la luz
tanto cielo no fue sino tierra, tantas aguas nada
sino arenas
y el primogénito
más vástago, el vástago
más antiguo,
el antiguo un cerebro,
una lengua,
una nausea
que dice:
-nada de esto ha acontecido.
En círculos concéntricos deambula ahora el primogénito,
explorando territorios para quitarle la venda al vacío del
abismo. Transita en la compañía de los vástagos,
imágenes con conciencias particulares que saltan y se destrozan
con las expectativas que genera la búsqueda silenciosa. Los
vástagos es una estación que se prolonga en el tiempo,
no es un estado de animo, por el contrario, es la constatación
para los foráneos (nosotros) de las dislocaciones que ni
la "buena voluntad", ni los decretos oficiales pueden
borrar:
Vástagos nos hicieron
arqueólogos de lo propio nos fundaron,
como si con eso bastara:
el oficio de buscar las antiguas casas,
los objetos que contienen las imágenes de los queribles...
El cuerpo agujereado que se va mostrando al compás frenético
de la historia no da respiro, salta del primogénito a los
vástagos y de ahí a los antiguos, al engranaje dejado
en la arena y que se recompone de dos dimensiones que catalizan
los pasos. Los antiguos como cuerpos marchitos que han subido al
escenario de la vida del autor y les ha caído el telón
para cambiar de ropaje según la evolución y necesidad
del corazón. Sin embargo, ahí mismo también
es posible encontrar a los otros antiguos, aquellos en donde nace
la historia, a los padres que no contestan, a aquellos que por momentos
se muestran tan ausentes de esta búsqueda necesaria.
Estrujando las sombras de la compañía eterna la pluma
se ha echado al papel para suspirar desvanecida y orgullosa el término
de la búsqueda, no sin antes dejar que hable el hijo, ya
no movido desde el recuerdo y las ganas de torcerle la mano al abandono
temprano, sino que desnudando aquello que se lleva dentro en el
día a día. En sus palabras no hay elogios de mártir
para el querible, no se encuentra la misericordia para el que le
ha tocado jodido, por el contrario, se huye de la palmadita en la
espalda, del beso testarudo, de la caricia por encargo. Para que
vivirlo de nuevo si el primogénito ya sabe con que camina,
con quienes camina, acepta el abanico de sombras que se pelean por
resplandecer sobre la berma del camino.
Qué decir sino la nostalgia
sabiendo que no es suficiente,
¿cuál es mi estafa ?:
quién soy:
el primogénito,
el vástago,
¡el antiguo!
¿qué es lo que perdura bajo estos tejidos?
¿cuáles son los horrores que cometeré ?
¿ los escupitajos a depositar sobre los amados cuerpos?...
Poesía delirante que corre rauda la de este poeta que ha
transitado desde los ochenta con Por la patria, Nosotros los
sobrevivientes, Las memorias y ahora El primogénito.
Un engranaje sudoroso urgente es su último trabajo, regalo
necesario para tantos otros que corren raudos por el camino de la
disociación (cuerpo-política) que los mantiene en
calma, silenciosos y adormecidos por la anestesia del dolor dictatorial.
Quiera El primogénito que destile los rincones de
las piezas desgastadas que vienen con el nuevo siglo.
...............
EL PRIMOGÉNITO
Por Alejandro Lavquén,
Punto Final, 2000
Nuevo libro del poeta Ernesto Guajardo, titulado El primogénito (RIL editores). Anteriormente, Guajardo había publicado Por
la patria (1989); Nosotros, los sobrevivientes (1994)
y Las memorias (1996). El primogénito -que
se encuentra dividido en cuatro partes: el primogénito, los
vástagos, los antiguos y acta est fabula- es un poemario
marcado por un intenso sentimiento de búsqueda, que en realidad
es un retorno aunque el autor exprese lo contrario: "toda búsqueda
es una huida". Esa figura constante de búsqueda es representada
en el padre ausente desde siempre, o desde casi siempre:
"qué es uno
cuando el padre es sólo podredumbre que viaja en los insectos
abono que se extiende hacia las flores que crecen en los roqueríos".
Otro elemento permanente en los textos es el mar, el extenso litoral
que permanentemente lo devuelve a lugares de honda memoria y permanencia:
"el primogénito busca al padre entre las olas
sueña la aparición de jinetes desde esos resplandores
conoce el lugar exacto
donde se desintegra el cuerpo que espera:
prefiere creer en el mar,
confiarle a ese cementerio en movimiento
el gesto,
lo surgiente desde las algas".
Otro ejemplo de estos sentimientos tan arraigados son los siguientes
versos:
"El primogénito tropieza entre esos cuerpos
ahora es antiguo el bosque de la infancia,
la resina encuentra sus manos
esa adherencia será la memoria".
Llama la atención la importancia del cuerpo y sus estados post mortem en la temática del libro, lo que deja
entrever una cosmogonía bastante definida por parte del autor,
expresada en versos como:
"nada somos sino residuos"
(...) "conchales serán las vértebras, extrañas
formaciones
las falanges".
O en este otro verso:
"en el descompuesto aliento de la tierra
buscamos la carnosidad del labio...".
El retorno, en su mayor trayecto, es un viaje hacia los antiguos
muertos. Un viaje que no deja de indagar en la ausencia y pretende,
de uno u otro modo, reencontrar las raíces:
"son los tripulantes extraviados
de la larga casa que se pierde hacia el sur
:ventanas convulsas,
:techos vibrantes, pañuelos en despedida...".
Me parece que los siguientes versos, de la tercera parte del libro,
reflejan (resumen) bastante bien el sentimiento o concepto de este
libro:
"-no regresaron por propia voluntad,
-fueron ellos quienes nos olvidaron,
-mejores aires, nuevas aguas los han enamorado,
-nos habrían abandonado de igual forma,
el hijo pródigo es una triste leyenda".
Finalmente, a mi parecer, la cuarta y última parte del libro
Acta est fabula bien podría haberse omitido pues por cuestiones
de lenguaje y expresión podría perfectamente ser aumentada
y publicada como un libro aparte. Lo que no le restaría ningún
mérito al presente poemario ni tampoco significa que no tenga
vinculación con los anteriores capítulos
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