El placer de los demás (Edit. Cuarto Propio, mayo 2009)
de Pablo Azócar
Por Ernesto González Barnert
Prosa insustancial cortada en versos. La mordacidad de alguien que lee diarios, simplemente. Y ya vemos que Nietzsche tenía razón: Un siglo más de periódicos y las palabras apestarán. Lo que molesta en este libro no es tanto que se haya publicado y lo sea en desmedro de tantos libros interesantes que uno ve tocar puertas con mucho más por fondo y forma por usar una respuesta descontinuada pero que con reservas se entiende, sino que el parámetro para que un libro sea publicado en una edición cuidada y merezca ser el mejor libro inédito para el consejo del libro y la lectura 2008 –las minúsculas son a propósito- tiene un parámetro tan pobre como oportunista, un desenfado que sólo da para contraparte de un Coelho o del autor de juventud en éxtasis, por poner libros favoritos de nuestros profesores de castellano en general y gente que cree que vender libros o tener becas en la solapa es un mérito literario inherente a la escritura.
No hay nada más asqueroso en mi panda, que los que se cuelgan de la fama y sufrimiento de otros para llamar la atención y obtener el aplauso fácil, la venia del jurado. Aquí al no reunir las condiciones per se para los petimetres que hacen nata en los cursos de gestor cultural y obtienen el 90% de los fondos y nos reparten migajas que responden a lógicas que tienen que ver con todo menos con arte y cultura, es decir (gay, políticas, indígenas, discapacidad física, de cuna, de provincia (siempre-y-cuando-no-vengas-a-jugártela-en-serio-a-Stgo-), de fama, vejez, cantidad de libros publicados, etc), Pablo Azócar (San Fernando, 1959) recurre a la interpelar desde un comienzo al recién fallecido y tremendo poeta Gonzalo Millán. Sin la ironía básica de los que citaban a César, la sinceridad básica que subyace en poner en el propio libro para conseguir algún favor.
En un país donde muchos escritores y académicos de literatura creen que es asunto barato y sencillo porque solo necesita lápiz y papel (y leyéndolos tiendo a darles la razón/ es re fácil así y nuestro autor en cuestión apunta abiertamente en el último poema del libro a creerlo a pie juntillas: No sabíamos escribir…tecleando y tecleando la vida entera…no sabíamos que era tan sencillo como sentarse al piano así como uno se sienta a comer un lomo vetado…lamento decir que en ningún caso es así, ya quisiera sentarme al piano y tocar la más cursi para elisa, claro de luna, gymnopédie clásica) Por eso es bueno escribir sin odio y con frialdad desde la posición de los que creemos que es una disciplina dura como pocas, que nunca estas seguro de nada, que tienes que leer y leer, encontrar tu propia voz y posición y eso no es casi nunca dar con la monedita de oro a menos que tu época te adore por las razones equivocadas o menores, tener un espíritu difícil de complacer, superar el rencor, tener una autocrítica feroz, he visto lectores tremendos incapaces de dar ese salto, he visto poetas conformarse con el aplauso de su sombra, orgullos mediocres tomarse mal una crítica que no dicen lo genio que son. Bueno, Pablo Azócar, que a estas alturas, pensaba era un escritor por leer en prosa y que me hace tener serias dudas de emprender dicha tarea, no porque sea el libro más horrible del año sino porque es un libro decepcionante dada la bella edición, el premio a mejor obra inédita y el que ninguno de nuestros grandes críticos académicos den cuenta del fenómeno del 2008.
Vamos al meollo, Leonor esta cansada
Parte con una cita oportunista a Siberia de Roberto Contreras que le garantiza cierta distancia al Establishment, frescura, una condición política decente per se-. Y en vista a la lectura total del libro no me parece exagerado afirmar que esta obra esta llena de esos apretones de mano blandos, perecederos y húmedos, convenientes a sus pares y escritores de cabecera. Apuntalan de onda cuando no se tiene o escasea el genio o la agudeza, citarlos para ganar unos centímetros de altura, unos gramos de peso, esta bien, pero el truco aquí fue usado groseramente.
Por ejemplo
Salta sin ton ni son a decir con una ironía apta para niños de 8 a 12 años “Gonzalo Millán murió en la ciudad más feliz del mundo” para después hacer un contrapunto tan menguado como básico con una mujer golpeada. Hablamos del primer poema: El placer de los demás. Y es el que da título al libro. Vamos cortando tela.
A la que un tipo que lleva corbata – le metió un cuchillo carnicero en la barriga-. Aquí es cuando nos imaginamos que los que no tienen “corbata”, no pegan golpes y menos clavan un cuchillo a una mujer por estos lares. A eso me refiero, sólo es una imagen prosaica, fácil, torpe, innecesaria. En nada le da fuerza a la acción. Y ya sabemos que la acción es lo que da carácter a la obra.
Después a pito de nada salta a “Andábamos calcinados furiosos rotundos terminales/ oyendo a los bomberos de Bagdad, sicosis/ en las bolsas del mundo, olor a pólvora en el aire.” Me imagino que alguien calcinado – y perdonen que sea literal, pero el mismo autor lo pide para sí desde Millán y lo de María Luisa-, un exceso si después deviene a furioso y rotundo y no conforme vuelva a decirnos terminal, lo que tampoco fue así, sin duda, pura retórica. Sicosis en las bolsas del mundo es un titular barato y fácil. Publicidad encubierta a estas alturas, entiendo el sufrimiento del que tiene un pequeño capital invertido en la bolsa, su desesperación, al perderlo. Pero son las sacudidas o pequeñas inmolaciones de los grandes capitales para sacarse a los emergentes del Sistema. Nada cambia realmente, el método ha ganado, no la idea. Rediseñados en nuestra manera de desear, somos infelices cuando no consumimos como deberíamos o vendemos como querríamos. Como si un problema de orden económico fuera una crisis. Claro, comer o no comer lo es, pero es exclusivamente un problema de orden económico? Pues no. Con respecto a sentir el olor de la pólvora da por descontado que es en el aire. A menos que Azócar pueda oler bajo el agua. Por otra parte, es llamativo tratar de entender el corte de versos en esta obra como en tantas más, sobre todo cuando el verso es malo, que se nota el corte mal hecho. Qué hace que algo en este libro sea considerado verso. Difícil resolverlo. Mientras les deje esta joyita:
“atemporales
leves
pura música
sicalípticos,
largas siestas”
5 versillos y entre él y nos pensamientos flojos. Ninguna razón posible que la de abultar el poema, hacerlo leíble rápidamente al jurado, versos dudosos chocando unos con otros, total quién lee para detenerse o retroceder.
Pensamientos flojos
Este poema y todos los contenidos responden a la lógica del vómito, el estilo es el vómito. Pero no llevado a una expresión radical, sino de medias tintas. Y que sería interesante si lo que desaguara no fueran tallarines con salsa. A este autor le aconsejaría si cree que cualquier cosa es poesía o digna de presentarse en versos, que al menos intente mirar donde los demás no lo hacen…Quizás aparezcan perlas que en este estilo desmadrado y cuesta a nada, tan común como anodinamente tratado, de escribidor que corta prosa en versos como si fuera lo mismo, sirvan como base a autores más hábiles y empeñosos.
Antes de despedirme para siempre de este libro porque tampoco me interesa solazarme con este mal resumen de una vida, sus experiencias y la bohemia al pedo, una escritura que suena a editorialista de las últimas noticias, un Whitman de bolsillo recitado por un camionero, una rebelde al alcance de los lectores de Cosas, la palabrería acostumbrada de un pseudo escritor crítico y profundo y ondero que lamenta ver lápices de distintos colores aparecer de improviso en el canasto de la ropa sucia y que sabe la inutilidad de lo que esta diciendo pero sigue hablando con el tono de quien relata un partido de fútbol.