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Juan Cameron

Por Ernesto González Barnert


Juan Cameron (1947, Valparaíso) es un poeta con una obra amplia y contundente, de alto nivel formal sin perder un ápice de claridad, concisión y sencillez. Una poesía cortante, feroz si da el tema, elegante y coloquial a la vez. En fin, una voz que seguiremos leyendo más y mejor y sabremos elogiar cada vez que alcanza nuestro corazón y que te aseguro lector no han sido pocas veces.

- ¿Cómo llegaste a la poesía?
- Comencé a escribir cuando niño, a los once años de edad. Era un ejercicio secreto practicado en cuadernos que se fueron perdiendo con el tiempo. A pesar de todo, la causa, lo recuerdo bien, fue la vanidad. Era yo menudo y poco desarrollado y las muchachas simplemente no me tomaban en cuenta. Mucho después, ya pasada la veintena y con un libro publicado, comencé a leer poesía. Fue una obligación penosa en un comienzo. Descubrir el placer de la lectura es un proceso lento; y ahora me considero más lector que escritor.

- ¿Qué ha significado para ti la Poesía?
- Es mi tarjeta de presentación; la profesión no pasa desapercibida. La poesía, como observatorio, resulta una forma de interpretación del medio, un método de lectura a través de la palabra. Esa decodificación bordea la magia, el otro conocimiento. Y además, en lo personal y en lo profano, me ha significado mucho: grandes amigos esparcidos por la faz de la tierra, conocimiento de nuevas formas de pensar, amplitud de mira. Sólo este año, a pesar de mi cesantía patológica, he concurrido a tres encuentros literarios en diversos países, gracias a ella. En febrero anduve por el sur de México; en mayo pasado, en El Salvador y Costa Rica. Y he estado en una docena de países en la última década.

- ¿Qué significa el exilio para ti?
- Una mirada distinta. Cuando se sale por primera vez -y luego se continúa saliendo- al mirar hacia atrás, uno ve entre las lágrimas a un país chico, pobre y petulante; no por la patria en general -que es hermosa y sigue siendo una buena idea a desarrollar- sino por sus gentes, sus discursos tontos, sus lugares comunes, sus poetitas de feria, la farsa de la democracia, por esas cosas. Pero el exilio es parte de la vida; o de la formación sentimental para decirlo en ordinario. Gracias a este traslado obligatorio o preventivo aprendí idiomas, me saqué una fotografía a los pies de la Torre Eiffel, tomé una bota de vino con más de un Premio Nobel, etc. Es decir, todo ha sido para bien, me siento feliz y las pocas propiedades que se perdieron, se fueron junto a sus hipotecas; y eso basta, es suficiente. Hay un poema del salvaroreño Oswaldo Escobar Velado que dice "hoy estoy mi patria desterrado"; y ese es el que quiero escribir en este momento.

- ¿Para quién escribes?
- No sé. Tal vez siga escribiendo en secreto. Escribí para las mujeres, para el aplauso, para el dinero; nunca para el poder -me cago en el poder- porque esa es labor de imbéciles. Tal vez escriba para mí mismo, para probarme que puedo hacerlo, para obtener placer estético. Yo creo que uno en verdad escribe para y por la palabra; y en su propio lenguaje. Y si preguntas por qué, te diría que yo escribo para que no me salgan espinillas.

- ¿Cuándo escribes necesitas algo a tu alrededor, alguna cosa, haces algo en particular, etc?
- Normalmente escribo en silencio, solo, con un cuaderno, el teclado de la computadora y un pizarrón al lado. Pero esa es la reescritura, o verdadera escritura en verdad. Porque las ideas, el boceto, se van anotando en boletos de buses, en facturas, en hojas sueltas que luego van a ser trabajadas en casa.

- ¿Cómo es tu proceso escritural? ¿Cómo trabajas hasta concretar un poema?
- Hay distintas formas. Al comienzo es una cuestión de oído, de visión, de repetición fónica. Pero el otro paso es visual: uno ve el tipo de letra, la extensión del verso sobre una página en blanco. Y de allí se saca el dibujo, el boceto inicial. Estos apuntes quedan guardados en el mundo virtual -tal como Braudillard en una tumba o en la biblioteca- hasta que de a poco, o mucho después, cuando ya la imagen inicial se consumió en el olvido, el texto es retomado, anotado sobre el pizarrón (y de allí lo del "dibujo"), repetido en voz alta verso a verso y vuelto a guardar en el ordenador. Y así continúa. A veces se publica, se corrige para una antología y nunca queda uno satisfecho. La versión definitiva es la que te sobrevive; y si alguien te lee, está claro.

- ¿Es necesario que el escritor sea un hombre comprometido?
- Siempre se está comprometido con la palabra, con la imagen, con el idioma. Uno "es" en la lengua, no hay caso. Pero comprometerse con qué, es la pregunta actual. Sabemos que todos los sistemas funcionan bien cuando se violan y se distorsionan, como el nuestro; sabemos que la palabra nombra lo que no existe; sabemos que en este país no existe ni libertad de expresión ni sufragio libre. ¿Entonces, comprometido con qué? ¿Qué hay de nuevo, Charlie? Por lo menos yo no soy cómplice de esta barbaridad; yo estoy comprometido con el bien, con el humanismo.

- ¿Qué poetas, escritores, artistas o experiencias han marcado tu cocina literaria y también la propia vida?
- Todos los poetas, todos los libros en mi biblioteca (¡estoy viéndolos!), el cine, el grabado, la pintura, la escultura. He saludado personalmente obras de Giacometti, de Goya, me he emborrachado con Heany, soy amigo personal de los mayores poetas de Valparaíso, y eso me hace grande, inmenso. En el plano doméstico, debo reconocer a mis padres y abuelos: Parra, Rojas (Gonzalo), Lihn, Teillier. Pero también es todo; los viajes, los amores, los divorcios, las penas, los hijos, a pesar de la barbarie y la estupidez reinante (que también son grandes fuentes de inspiración y estilo).

- ¿Cómo ves la poesía actual chilena? ¿Y dentro de ella a tu promoción?
- Nuestra poesía (y esta es una opinión muy valiente, nada más) está allí; no pasa mucho con ella. Hay, como siempre lo ha habido, autores, valores individuales, iluminados (pero desde adentro, por si acaso; no por los focos televisivos). De las promociones posteriores me gusta Germán Carrasco, Javier Bello, Leonardo Sanhueza, Alejandro Zambra (mi abrazo por Bonsái, gran novela, merecido premio), Claudio Gaete, Paula Ilabaca, en fin, hay muchos. Y luego vienen ustedes, los nacidos en los '80s, en plena producción. En cuanto a mí, soy bastante despromocionado; me ubico entre dos bandos, en pleno bombardeo del 73. Mi finísimo Gonzalo Millán -otro muerto sin el Nacional- era cuatro semanas mayor que yo; y fue el último de la Promoción Universitaria del 65. Los de los '80, digamos Memet, Morales, Calderón, son ya de otra edad. En todo caso me veo como un continuador, en plena y monárquica tradición, de Oscar Hahn, Manuel Silva Acevedo, Omar Lara, Waldo Rojas, en esa línea escritural.

- ¿Qué opinión te merece los talleres literarios?
- Son justos y necesarios; útiles para los débiles de lectura; amables para sus directores cuando la gente es perseverante y paga. A mí nunca me resultan. En todo caso, recomiendo a quienes se inician ejercer esta práctica. Siempre es útil.

- ¿De tu obra si tuvieses que elegir un poema o fragmento...cuál?
- Difícil; pero me quedo con Visión de los ciclistas, un poema político de mucha utilidad pública; para los que sepan leer, por supuesto.

Visión de los ciclistas

Desde lo alto los ciclistas migratorios avanzan a la estación terminal
Una bandada de hormigas signos
de otras edades abajo en el tablero
Mas desde la avenida no se aprecia el cortejo
ni las ovejas al crematorio
ni los suicidas al escenario
ni aquestas bestias al matadero

La orquesta de colores prosigue se persigue
se cruza en el espejo de los pájaros
uno toma la punta otro le continúa se renuevan
Ninguno parece circular en dirección opuesta
ni las ovejas al escenario
ni los suicidas al matadero
ni aquestas bestias al crematorio

La bandada pareciera continuar entre gritos o murmullos
Bien puede el paisaje confundirse con sus elementos
un mero montaje del ojo desde arriba
la vera invención de interpretar la imagen
vértigo de comprender los hechos
y estas ovejas al matadero
y estos suicidas al crematorio
y aquestas bestias al escenario.

- ¿Qué libros nunca has podido terminar de leer?
- Aunque soy bastante disciplinado, debo confesar que no pude terminar los libros de Isabel Allende. Y, en general, los de mis amigos y amigas conceptuales en narrativa y poesía se me han hecho lateros y los he ido olvidando de a poco. Porque si se trata de ponerse serio, leo a los pensadores contemporáneos, y si doña humildad permite, con relativa facilidad de entendimiento.

- ¿Cuál es para ti el gran libro olvidado de la poesía chilena?
- Para serte sincero, no sé. Porque quienes leen, ese público serio y silencioso (unos cien o poco más en todo el territorio nacional) saben y conocen de los autores y de sus maravillas. El resto -la masa amorfa, los capataces y los mercaderes en el templo- no interesa. Hay, eso sí, libros justamente olvidados, por la Gracia de Dios. Pero hay otros, por desgracia, falsamente recordados, citados, publicados y republicados. Se trata de una sopa cuántica donde borbotean nombres de libros y autores, que es bueno repetir y ser descubierto con ellos en la boca, y es conocida como la poesía (o los autores) de culto. En ese caso, el gran olvidado en lo chileno es la poesía. Y dentro de lo que aparece, es decir en los catálogos serios y dedicados, hay mucho material sobrante.

- ¿Cuál fue el último libro de poesía chilena que leíste?
- No recuerdo; habré leído unos treintena en estas recientes dos semanas. Pero de poesía chilena, creo que fue Llamadura, de Jaime Quezada, publicado en San José de Costa Rica el 2004. Es que hay mucha poesía además de la nuestra.

- ¿Qué libro estás leyendo ahora?
- Yo vengo de la época del Okey y de la revista Margarita; de manera que leo por capítulos varios libros a la vez. Releo hoy día algunos artículos de Pantalla total de Jean Braudillard, El aire y los sueños, de Gaston Bachelard, en poesía, Los delitos de Pandora de Julieta Dobles, La voluntad del ámbar de Coral Bracho, Asesino en casa de Guadalupe Elizalde, Pretzels de Mario Bojórquez, en fin, tengo un alto al lado de mi computadora y no sé por cual continuar.

- ¿Cómo ves hoy por hoy la industria editorial? ¿Como autor qué soluciones le daría a este problema?
- Tal como lo observé recientemente en El Salvador, Costa Rica y México -y también lo escuché de Guatemala y de Honduras y lo he visto en Argentina y otros países- la tarea de publicar a sus propios autores pertenece al Ministerio de Cultura. En colecciones, bien distribuidos y remunerados; que para eso uno enriquece día a día el patrimonio cultural de la nación. ¿O no? Por suerte existen unas pocas editoriales independientes, como LOM, Cuarto Propio o RIL, que salvan en parte la producción nacional.

Pero el problema es mayor, es estructural. Debemos, en primer lugar, cambiar este sistema intrínsecamente perverso, de mercanchifles y badulaques, para hacer patria y educar a todos por igual. Y allí van a aparecer naturalmente las soluciones.

- ¿Qué piensas de los Premios literarios?
- Son riquísimos; sobre todo si tú ganas y viene acompañado de un buen billete. Por cierto se trata de una lotería: uno termina a menudo de finalista y, de allí, debe encomendarse al santito de Reñaca o a otro de su adicción. En general, los premios en Chile no están corruptos, son serios y respetables. Aunque los hechos a veces digan lo contrario. Sin ir más lejos, a mí me han quitado un par de ellos; el primero en la Universidad Santa María, el 71, porque los jurados se comieron y chuparon el billete la noche anterior a la entrega (me refiero a mis queridos amigos Dorfmann, Zurita, el Freddy Flores y el Chico Valdivia) y declararon ese lugar desierto. Yo habría hecho lo mismo; pero lo repudiable es que ni siquiera me convitaron al descalabro. Y, bueno, luego ocurrió lo del Premio Alerce. El dueño de la pelota, miembro conspicuo de la SECH y de otras dudosas instituciones, sufrió un ataque de histeria cuando captó que el trabajo premiado era el mío e impuso -so pena de terminar con el concurso (que para eso él pagaba)- abrir los sobres. Así se hizo. Y como era yo el de la sospecha, otro jurado hizo lo correcto y cambió su voto por quien me seguía, quien obtuvo al final el premio. En ese punto no hay queja; puesto que la institución debe siempre permanecer (como diría mi querido Josef Stalin).

- ¿Quién te gustaría que recibiera el Premio Nacional de Literatura?
- Efraín Barquero

- ¿Qué te parece este Chile ad portas del Bicentenario? ¿Su política cultural para con la Poesía?
- No estoy al tanto; no participo. Ni siquiera me han nombrado Encargado Cultural.

- ¿Qué palabras le dirías a alguien que está comenzando en esto de la poesía, alguien que ha decidido ser poeta?
- En primer lugar, bienvenido. Luego que se lea todo, hasta las recetas de cocina o las notas de Lafourcade. Le recomendaría aprender idiomas, unos cuatro o cinco nada más, para leer a los autores en sus originales y reírse de tanto tontera publicada por los traductores. Viajar, sobre todo viajar. Y si optan por la bohemia les recomiendo beber poco alcohol, y del bueno (whisky y vino tinto es lo mejor), no fumar y amar bastante que dicen, según lo he escuchado, que es bueno para la salud y el alma. Ah! Y no seguir la moda: esa es cosa de estúpidos.

- ¿Cuáles son los 10 libros que recomiendas leer?
- El arco y la lira, de Octavio Paz,
La familia de Pascual Duarte, de Camilo José Cela,
Lo que queda, de José Watanabe
La bailarina de Izu, de Yasunari Kawabata.
La amigdalitis de Tarzán, de Alfredo Bryce Echeñique
Rayuela, de Julio Cortázar
Poesía completa, de Lêdo Ivo,
Los buenos días, de Omar Lara,
Dikter, de Gunnar Ekelöf y
Sentimento do mundo, de Carlos Drummond de Andrade

- ¿Qué opinas de las nuevas formas de difusión literaria por Internet como revistas literarias, blogs, páginas sobre literatura?
- Se trata de sistemas de información y como tal es un medio de utilidad pública. Es como en la calle, pero dentro de un aparato de televisión más o menos. Está claro que a los gadgets prefiero los libros, que son más ingeniosos, te abren la cabeza, no gastan energía y puedes transportarlos sin necesidad de ser enchufados en ningún sitio; se conforman con un poquitito de luz, no más.

- ¿Qué cosa últimamente te quita el sueño?
- Uf! La locura en la capital de Barbaria, la cara del Ministro de Hacienda, el término "presidenta" en lugar de señora Presidente, como corresponde, el fútbol, el insomnio, la absoluta falta de proyección para nosotros como tribu, como nación, el poco reconocimiento al mérito, el elegir como interlocutor válido a la institución en lugar del individuo, tal como en corporativismo fascista, etc., etc, etc.

- ¿Qué te escandaliza?
- Verme envuelto en el mismo paisaje.

- Me gustaría que a ti mismo te hicieses una pregunta - que nadie más te ha hecho- y te la respondieras. Una que nadie ha tenido la gentileza de hacerla.
- Sí, y es la siguiente. ¿Cuáles son los grandes poetas de Valparaíso? Y te respondo; Ennio Moltedo, Guillermo Rivera (que acaba de ganar el Mejores Obras Literarias en versión poesía inédita) y Claudio Gaete. Para mí es un honor ser amigo de ellos.

- Y por último ¿A qué le tienes miedo?
- A la tristeza. No me gusta para nada; prefiero evitarla. Pero también temo al desprecio, a ofender a un ser querido, a la soledad de nuevo, a que se desaparezcan quienes amo, a esas cosas normales.

 

 

 

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