Países
            No hay felicidad  semejante
              a la de despertarse  en Italia.
            No hay desazón  semejante
              a la de comprobar  que no,
            oh, no, Suiza.
             
            
              Lo peor
            Lo peor son todos  esos moscos
              en torno a tu  manzano;
            su zumbido no me  deja dormir,
              y tu silencio  acrecienta ese ruido.
            Escribíme.
             
            
              Zoo
            Hay en el Zoo de  Ginebra
              una mula rayada
            a listas negras y  amarillas.
              De seguro te  gustaría verla
            pero no creo que  quisieras esta flor,
              demasiado vistosa,  en tu jardín.
             
            
              Leyendo a Du Mu
            Hay un efecto  luminoso y engañador
              en leer a los  viejos poetas: no parece posible
            que los japoneses  entren en China
              o los alemanes en  Francia
            en el preciso  instante en que Du Mu
              pide más vino.
             
            
              El  Jardinero descuidado
            Tu jardín debe estar nevado:
              incluso la pequeña zapa
            que el jardinero olvidó guardar
              en la caseta de las herramientas
            es ahora una joya
              pálida.
             
            
                  Inclinación
            Me inclino para mirar las huellas
              de las pisadas femeninas.
            ¿Será como recuperar un animal
              de carga o de combate
            que uno ha tenido y no recuerda cuándo?
             
            
              Ganso
            Andaba en bicicleta y un ganso
              me hizo frente ( ¿te conté que aquí
            los gansos te hacen frente?)
              -Al corral- -le dije-, ave
            de Corral: no acostumbro
              discutir con mi cena.
             
            
              Escena  robada
            Esta mañana la hija de la dueña
              del hotel me trajo a la azotea
            el desayuno. La espié mientras subía la  escalera,
              cuando sin verme acomodó
            su peineta en el pelo amarillo.
             
            
               Eco
Eco
            La joven sirvienta
              compró esta mañana en el mercado
            cuatro pulpos pequeños. El aceite
              rabiando quedamente los espera.
            Hasta aquí, hasta la sala, sólo llega
              el rumor del cuchillo,
            golpes rápidos
              en el plato de madera.
             
            
              El  error
            Dejé a mis sirvientes los dudosos palacios,
              me traje solamente tres arcones
            con libros, tinta y papel: pero vine
              también yo, ése fue el error.
             
            
              Es  mutuo
            Hoy mis pinceles y mi pequeño atril
              despiertan en los otros huéspedes
                  
              una curiosidad perezosa.
              Me miran de reojo, soy raro para ellos,
                  
              ellos también son raros para mí.
              De hecho, es acerca de ellos
                  
              que escribo.