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“Allí estás” de Juan Santander Leal
(Ediciones Marea Baja, 2009)

Por Ernesto González Barnert

Fuerzo a leer la poética implícita del poemario de Juan Santander a la luz de la de Guillermo Blest Gana. Y espero no equivocarme. Al apuntar “allí estás” como una respuesta, más exacta que vaga, clara que misteriosa a:

“Hay una poesía dulce, tierna,
melancólica, vaga y misteriosa
que nadie ha escrito, y que tal vez ninguno
podrá jamás copiar en sus estrofas.

Son cantos sin palabras, armonías
del himno universal, que el mundo entona
cuando en ocaso las postreras luces
su puesto ceden a las pardas sombras.

Vive en las luces que en ocaso expiran,
blanda murmura en las tranquilas olas,
vaga en los ayes de la brisa errante,
y en las riberas solitarias mora.

Es un canto indefinible y vago,
mezcla confusa de indecibles notas
que el alma entiende y que despierta en ella
de su ignorada patria las memorias.”

Esa poesía que apunta Blest Gana la ha logrado Juan Santander Leal (Copiapó, 1984) en este poemario esencialmente de amor. De amor como una excusa para hablar de todo lo demás también. Escrito entre la provincia y la capital, en el margen de los cuadernos de estudios, pacientemente. Hasta dar con este puñado de textos de resplandor universal. Donde se saben amadas las buenas palabras transparentes. Entallados sus contornos ardientes, grandes anhelos. Llanamente.

Así este diario enamorado, la cuidada sensibilidad con que va anudando la melopea de este libro, cuyos ecos nos parecen conocidos, pero hábil Juan Santander nos da razones, poesía, para volver a ellos, encantado, sacándole un lustre que sorprende, giros personalísimos que te vuelan la cabeza. Sus afinidades no son sus límites, cadenas. Porque más que oficio “allí estás” revela amor al oficio, a lo que no queremos olvidar, a lo que aprendimos a recordar con arte.

No somos tan distintos  cuando tenemos un libro como éste en nuestras manos. Cuando imaginamos que lo lee un escolar en el recreo, que alguien apunta alguno de sus poemas y lo pone a escondidas bajo la almohada de su amada. Que un estudiante, no esta sólo, en esta ciudad haciendo sus primeras armas en los estudios superiores si tiene este libro, que le desahoga, dice mejor lo que quiere decir.

La ternura avanza con seguridad, este poemario toca el corazón, no digamos más mientras cerramos este libro como si fuéramos incapaces de cerrarlo por mucho tiempo. Vistas los recuerdos que me trajo de vuelta y tardaran un rato en irse.

Tres poemas

 

La destrucción del mundo interior

Mi colección de lagartijas y flores de montaña, mis
libros ilustrados.
Todo lo dejé por ti, que me hiciste tener relaciones
en el pavimento.
Ya no tengo secretos porque tú les dijiste todo sobre
mí a tus amigas.
Les hablaste de mi diario, de mi odio al sol, las
manías de mis primas
y mis ganas de llegar a ser atleta o peluquero.

Todo lo dejé: los álbumes de Historia y Medicina,
los disfraces de Batman y Robin que use de acuerdo
al clima y mis humores.
Tú, ramplona y hermosa como la vida, me
encerraste en una pieza oscura,
ungiste mi cuello con esa colonia floral que aún
maldigo y no comprendo,
destruiste mi imaginación sacándote la blusa al
menor indicio de calor.

 

Encuentro otro sitio para mí

Si alguien me hubiera dicho todo lo que iba a pasar
entre nosotros:
que vendría a probar suerte a la misma ciudad
donde creciste,
que después de diez años seguiría viendo fotos
tuyas por casualidad.

O cuando por fin me vine y empecé a ordenar las
ideas en mi cabeza,
y sin saber por qué nos encontramos como dos
amigos en la calle
y seguía pensando que había algo pendiente, que
algún poder tenías sobre mí.

Hoy supe que estas muy lejos, en un lugar que ni
siquiera puedo imaginar,
y eso que me la he pasado imaginando lugares
desde que te fuiste.
También imaginé tu adolescencia, porque vi
solamente su comienzo.

Cuando te fuiste del colegio y del pueblo donde
íbamos al cine,
me escondí en todas las novelas y canciones que
llegaban a mis manos,
creyendo que podría asimilarlas para hacer mi
propia historia.

Tú no estabas en ella porque desde entonces conocí
a mucha gente,
y a mis amigos y a mi novia les debía un papel
principal o secundario.
Yo fui un personaje incidental en tu vida, ahora
encuentro ese sitio para ti en la mía.

 

Comida cruda

¿Cómo me di cuenta? Los platos vacíos, la sal y la
pimienta en la mesa.
imposible salir del vocabulario privado que
construimos con ternura y terminó por
destrozarnos.
Compartimos incluso la hinchazón de los ojos en los
días de trabajo,
la maestría de maquillarse en el metro, la lluvia
cayendo en los zapatos negros.
Cenas para traer o llevar, planes de vacaciones,
Silencios y peleas agendadas.
Todavía huimos al Litoral Central en los feriados
religiosos.
Así me di cuenta. Por la esperanza puesta en los
reproductores musicales,
por la triste convivencia con las cosas adquiridas.
Nada que no pueda arreglar un trocito de salmón
sobre una bola de arroz,
un viaje a las importadoras, un helado de frutilla
en el Paseo Estado.
Yo fui quien te arrastro a las convenciones, yo estoy
obsesionado con ellas.
Imagínate que nuestra historia avanza sin
repetirse, como los árboles de un parque.
Tú tienes el corazón más grande y firme que yo, de
eso también me he dado cuenta.

 

 

 

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“Allí estás” de Juan Santander Leal.
(Ediciones Marea Baja, 2009).
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