La destrucción del mundo interior
Mi colección de lagartijas y flores de montaña, mis
libros ilustrados.
Todo lo dejé por ti, que me hiciste tener relaciones
en el pavimento.
Ya no tengo secretos porque tú les dijiste todo sobre
mí a tus amigas.
Les hablaste de mi diario, de mi odio al sol, las
manías de mis primas
y mis ganas de llegar a ser atleta o peluquero.
Todo lo dejé: los álbumes de Historia y Medicina,
los disfraces de Batman y Robin que use de acuerdo
al clima y mis humores.
Tú, ramplona y hermosa como la vida, me
encerraste en una pieza oscura,
ungiste mi cuello con esa colonia floral que aún
maldigo y no comprendo,
destruiste mi imaginación sacándote la blusa al
menor indicio de calor.
Encuentro otro sitio para mí
Si alguien me hubiera dicho todo lo que iba a pasar
entre nosotros:
que vendría a probar suerte a la misma ciudad
donde creciste,
que después de diez años seguiría viendo fotos
tuyas por casualidad.
O cuando por fin me vine y empecé a ordenar las
ideas en mi cabeza,
y sin saber por qué nos encontramos como dos
amigos en la calle
y seguía pensando que había algo pendiente, que
algún poder tenías sobre mí.
Hoy supe que estas muy lejos, en un lugar que ni
siquiera puedo imaginar,
y eso que me la he pasado imaginando lugares
desde que te fuiste.
También imaginé tu adolescencia, porque vi
solamente su comienzo.
Cuando te fuiste del colegio y del pueblo donde
íbamos al cine,
me escondí en todas las novelas y canciones que
llegaban a mis manos,
creyendo que podría asimilarlas para hacer mi
propia historia.
Tú no estabas en ella porque desde entonces conocí
a mucha gente,
y a mis amigos y a mi novia les debía un papel
principal o secundario.
Yo fui un personaje incidental en tu vida, ahora
encuentro ese sitio para ti en la mía.
Comida cruda
¿Cómo me di cuenta? Los platos vacíos, la sal y la
pimienta en la mesa.
imposible salir del vocabulario privado que
construimos con ternura y terminó por
destrozarnos.
Compartimos incluso la hinchazón de los ojos en los
días de trabajo,
la maestría de maquillarse en el metro, la lluvia
cayendo en los zapatos negros.
Cenas para traer o llevar, planes de vacaciones,
Silencios y peleas agendadas.
Todavía huimos al Litoral Central en los feriados
religiosos.
Así me di cuenta. Por la esperanza puesta en los
reproductores musicales,
por la triste convivencia con las cosas adquiridas.
Nada que no pueda arreglar un trocito de salmón
sobre una bola de arroz,
un viaje a las importadoras, un helado de frutilla
en el Paseo Estado.
Yo fui quien te arrastro a las convenciones, yo estoy
obsesionado con ellas.
Imagínate que nuestra historia avanza sin
repetirse, como los árboles de un parque.
Tú tienes el corazón más grande y firme que yo, de
eso también me he dado cuenta.