
        Último paseo 
            (Diciembre-2008,  Ediciones La Calabaza del Diablo),
              de Javier García
        Por Ernesto  González Barnert
         
        Javier García  (1977, Santiago de Chile) es un poeta que ha hecho una labor excelsa publicando  entrevistas a poetas, comentando libros en   Diario la Nación.   Que fue parte de una revista Portada cero. Estuvo en los 90  en Balmaceda. Hizo talleres con los poetas Erwin Díaz y Elvira Hernández, etc. 
        Ahora debuta con un  libro de poemas que supo vencer el apuro para ganar hondura, aguzarse antes de terciarse  con las rumas sin pie ni cabeza de tantos coetáneos. Un libro cuyos poemas son  contundentes, de temple romano, están muy destilados, muy sintéticos y  encierran un mundo dentro, conciente del sino trágico de la sobrevivencia. El  poemario de por sí cuando lo lees es fuerte. Todo el que lo lee, de entrada, no  habla... hay un silencio. La ilusión de conseguir momentos de conmover, de  mucha sutileza, momentos fuertes. Y lo saca. Aún teniendo en cuenta el móvil:
        Túnel donde las  palabras no salvan a nadie
          y la metáfora es el  sueño
          de un enfermo terminal…
        *
        …el silencio
            las cálidas sábanas
            que envuelven este  puño…
        *
        El monologo de la  cabeza
            colecciona espejos de  habitaciones desocupadas… 
        *
        La mano
            es la dentadura postiza  del pensamiento
            que se incrusta en la  mandíbula…
        Naturalmente, el  vehículo es la poesía. El tenor es la vida. Hasta  llegar a ese último paseo que es un poema impresionante, infaltable en  cualquier antología que se precie de tal:
        ÚLTIMO PASEO
          
            Se insiste en escribir como en respirar
            porfiar hasta la ceguera la torpeza
  Último  paseo
          aunque sea con la cabeza al revés
          como las gallinas
          colgadas en la puerta de la cocina
          que por un hilo de sangre
          no separan el cuello de su cuerpo.
        Una obra que con pericia  y duende equilibra corazón y tinta. Intachable técnicamente. Sabia. Dura. Clara.  Sencilla más no fácil. Regada de postales generacionales tan ciertas como  desoladoras. Un paseo, a ratos, amoroso. Y sin embargo, solitario. Resistente.  Tierno. Pero también descreído y valiente. Una poesía que sabe retroceder pero  nunca dejar de pelear. Cuyos lazos con escritores vivos o muertos es intenso, honesto,  esta perfectamente internalizado, es franco. El hombre es lo que lee. Y más el  poeta.
        Mancomio Mondragón
          
            .. .. .. .. .. .. .... .. ... .. ... .... .. ..... .. ... ... ... ..... .... . a Leopoldo María Panero
        Arrastro mi bolsa de libros para ir al baño 
            donde me daré una ducha larga como mis brazos
            
            Estiro mis manos fuera del agua para poder leer 
            para poder dar vueltas las hojas
            y así no mojar al brujo de Mallarmé
            ni al tabaco que cuelga de mi boca 
            
            Quince años en este hospital 
            las mujeres están en el subterráneo 
            dicen que la luz las excita
            
            a veces se ponen a aullar como lobas enjauladas
            como Pound rasgando las paredes
            de una habitación miserable 
            
            Me salvé dice mi conciencia
            de las carreteras y el supermercado 
            del paseo nocturno tomados de la mano
            
            El Marqués se quedó dormido en la guillotina de mi cabeza
            que todos los días se hincha de café y Coca-Cola
         
        Enrique Lihn en el trapecio
        han venido  mandatarios de diferentes
            órdenes  religiosas a darme la extremaunción
            filósofos de  lo divino y payasos encorbatados
            todos  me  resugieren enviar saludos a mi  llegada
            cuestión que  no haré por respeto a la palabra
        por la boca  muere el pez
            y en el  acierto de no existir la memoria
        son fugaces  mandamientos y pecados
            mi sonrisa  es tu frente arrugada
            cuando el  sol te molesta
        
        IV
        Cuando sea yo quien desaparezca
            la cicatriz que conservas
            en la comisura de tus labios
            sangrará
        te marqué con brutalidad
            pero tú insistirás
            en que es una marca de infancia
            o un resplandor en tu mejilla
        Ahora que me las  trae floja el sujeto disfuncional de cartón piedra, eterno candidato a doctor, en  perfecta sintonía con las verdades estatales y discursos de moda. Es bueno leer  tipos a la contra, es decir, en su propia corriente. Colegas que saben de dónde  vienen  y hacia dónde van. Y que leen a  Séneca “quien no quiere morir no quiere vivir.” Cito a Javier:
        
          “…nací en el Hospital San Juan de  Dios, igual que la mayoría de mi familia. Al frente de ese edificio está la Quinta Normal, patio  trasero de los enfrentamientos entre los alumnos del Colegio Salvador  Sanfuentes, donde hice mi enseñanza básica. Tiempos, donde lo único que  interesaba era jugar fútbol y robar, reiteradas veces, el libro de clases. En  mi vida escolar, el único diploma que obtuve fue el de ‘Mejor compañero’, a  estas alturas un honor". 
        
        Por supuesto, escribir  se trata de hacer más llevadero el infierno personal y el de sus posibles  lectores, hacerlos querer su propia realidad en el lado del péndulo que se encuentre,  sin que pierdan la posición y la autocrítica, la voluntad de conservarse bueno.  Sin duda, este libro pone en jaque al papagayo. Dando  para hilar mucho, para analizar terriblemente todo. Porque es un libro con años de tropiezo y levante, de mucho jugo y sacarse la chucha, para bailar con la bonita. Y eso se  copia y agradece. Léanlo y me cuentan.