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          (Edic.  Kultrún, dic. 2009)
        Por Ernesto González Barnert
         
        Para  viajar lejos, o cerca, nada mejor que un libro dice Emily Dickinson. Y este es  uno de esos libros, un viaje a Chile, un país tan portentoso como liado, y que  aquí en esta obra tiene el acento, el aliño, de los habitantes de las islas del  Sur. Sin duda, estamos frente a un viaje a las raíces orales, históricas,  ficticias de la tierra y también librescas del propio autor; un esfuerzo  titánico por dar testimonio, tomar razón, más allá de una lógica pobre o un  arreo folklórico, de su devenir como habitante de la islas, un puente a esas  orillas. 
        Bruto,  entro de lleno a la bitácora del cronista, primera parte de cinco, de Guaitecas de Jorge Velásquez (Castro,  1972) que  integró la última promoción del grupo Aumen, entre otros  significativos aportes. Ya nos había sorprendido con ese librazo que es La iluminada circunferencia y del que dí  cuenta meses atrás. Dos libros que, sin duda, lo instalan en sitios de  avanzada, no por lo nuevo de la propuesta, sino por el nervio y obcecación y la  artesanía con que trabaja los materiales poéticos de siempre para dar cuenta de  su cayo, el aliento de su tierra.
integró la última promoción del grupo Aumen, entre otros  significativos aportes. Ya nos había sorprendido con ese librazo que es La iluminada circunferencia y del que dí  cuenta meses atrás. Dos libros que, sin duda, lo instalan en sitios de  avanzada, no por lo nuevo de la propuesta, sino por el nervio y obcecación y la  artesanía con que trabaja los materiales poéticos de siempre para dar cuenta de  su cayo, el aliento de su tierra.
        Y  vamos que gusta. “Multitudes de hojas  coloreaban las rocas después del hielo”, “el sol era invisible a sus capullos y una hebra de luz/ deslizaba las  lombrices hasta el extremo del acantilado”, “se podían sembrar hojas como si el tallo recogiera el cielo/ iluminando  raíces desaparecidas”, del arranque o en cualquier parte del libro. El  libro es prodigo en ejemplos y sería difícil precisar el lomaje desde su  altanería, seres en plenitud fundidos en islas y niebla. “Difícil”, en un  principio, porque Jorge lo pudo precisar en lo que resta, bien. Y como también  piensas lector, nada nuevo bajo el sol, pero que manera de darle vuelta la  tuerca. Inclinarlo a nuestro oído. Donde muchos solo  aumentan el número de libros por este lar, bienvenido los que como Jorge  Velásquez amplían el número de lectores y verdaderos poemas. 
        Guaitecas  u hombres de la isla u del  archipiélago y que vendrían a ser los chonos en un primer acercamiento y que  también significa paso tortuoso, es  la leyenda/ la suma poética de esa paso tortuoso en que los hombres de las  islas han hecho su asentamiento hasta el día de hoy, el mestizaje, la  inclemencia o dilapidación de la naturaleza, la dictadura, etc. Una obra que en  su puño se concentra y da, respetuosa se conjuga con sus elementos y  personajes, no olvida su alianza con el clima y la naturaleza, con una tierra  rodeada de agua, su mancomunidad con el viento. La isla que se hunde en el  propio bote. El poeta escribe:
         
        
            
              
                En mis propias Guaitecas
                     
                  Te  diré que he estado buscando mi isla en otras islas
                  Chonquis  o Payos carcomidos por el bosquejo de una ruta misionera
                  sus  peces brillantes en un ajeno mar transparente 
                Te  diré que remo sin descanso por el lago de los huemules
                  desbordado  por el semblante de glaciares 
                  y  ojos perdidos en los ventisqueros
                Tres  veces cayó el ombligo en la vertiente
                  tres  veces rasguñaron el infortunio
                  y  otro es el árbol que crece en la maleza 
                    .. . .. .. .. . en guarniciones desconocidas 
                por  eso no me dejo embaucar por el nuevo vientre de la luna
                  o  seducir por palabras que hablan de ciénagas o remordimientos
                  Heme  aquí habitado por el rencor
                  una  sudorosa espiga en su ánima
                  raíces  arañando el vaho de luces pobres 
                    .. . .. .. .. . que emergen de la desembocadura
                Cayó  en mí el árbol que me cerca
                Nadie  abrirá el fósil destas palabras
                Desorbitado  en mi archipiélago
                  me  he buscado como nunca
                  en  mi propio campo de concentración
                  que  arde sin encender la luz de la claridad.
                  
              
              
            
        Echamos  de menos sí, aunque tampoco da para cortar el talón de Aquiles de este libro,  una repasada al hoy más enfática y chirriante, es decir, a los materiales con  que los hombres de la isla(s) conviven, esos componentes anómalos con que el  sur día a día lidia por aparentar ser parte de una realidad estandarizada por  el Imperio de la usura y lo que verdaderamente no importa. Hay sus guiños,  versos y poemas, no seamos mezquinos, quizás pido demasiado más y a deshora, pero  digamos que este poemario que es ambicioso y lo quiso todo, pudo hacer más. 
        En  fin, un libro de hermosa factura, con un autor cuidadoso, como pocos, en los  detalles, el mejor, hacernos de un diccionario para entender aún mejor los  poemas, el habla de su piño. Un libro que se entronca a la mejor poesía del sur  sobre el sur del país, que sabe el secreto de los grandes libros: canta a tu ombligo y serás universal como  me recordó A. Florit a propósito de Kavafis. Aquí les dejo tres poemas más y el  e-mail del autor puesto en la contratapa, para ver como crece este circulo  alrededor del fogón. Y gocen desta sólida puesta en escena, con intensidad narrativa y buen gusto  general en el aliño. Podrá gustar más o menos, molestará a veces su puntuación,  pero no negarás su brío, la fuerza de una obra total que resulta perfectamente  coherente con la trayectoria anterior del poeta y que lo hace ineludible en  cualquier antología que se precie de tal, no sólo en zonas de emergencia. La calidad de un poeta –parafraseando a Picasso- depende de la  cantidad de pasado que lleve consigo. Y éste la lleva.
          
        
        
          El círculo de la  tierra
          Estamos  sentados aquí ante el fogón
            No  hay que avergonzarse de este círculo de tierra
            Algún  día crecerá…algún díaMiguel Gallardo  Aguilar
            
            
            
          
          
            
              Los Veliches hilaban el tiempo
                Con un hualato levantaban la luna
                y abrían tierra con una estaca hasta sepultar un  nuevo canelo
              Un tiuque pasaba desplumando el entramado
                y de vuelta venía el hijo cargado con voqui
              Agua y árboles eran fantasmas que corrían por el  matorral 
              En el río corderos tomaban sangre salpicada de  otro cordero
              La eternidad laceaba las hojas en el lugar del  sacrificio
                sin embargo, no se  puede asegurar asentamiento nos decían
                los sitios más  antiguos tienen huesos faenados
              ¿Puede algún protector detener el granizo?
                ¿Puede la sangre azul revertir varillazos de una  funesta
                diligencia?
              Las bandurrias hacían circular el cielo
              Algún día crecerá este círculo
                Algún día
              Sin plegarias
                Sin recados
                Sin quemaduras
                Cuando no haya que destroncar para resistir
                Cuando no haya que hualatear en el fondo del  sembrado.
               
               
              Carta a mi padre  desde el golfo
              Aquí está la marea paralizando el tiempo
                y habrá que despertar a la esplendorosa batalla  de otro viaje
                A veces el sol se esconde entre las olas
                y la poesía es el único camino de regreso a las  islas
                Un embarcadero de botes y barcos aniquilados en  los roqueríos
                florecen luminosos hijos entre vertientes  sombrías
              Navegamos hasta sumergirnos en la noche
                Prontamente partirá el último cauquil maldiciendo  lo invisible
                la abstracción enciende los reflectores
                y las mismas islas reflotamos en el ocaso
                Ahora no son veleros negros los que viajan
                sino yates de vidrio o lanchones de polietileno
                y con el aire no  sabemos como morir
              Padre solo no te vayas ni vares la lancha por un  largo tiempo
                nuestra memoria respira todavía el viento de  Chaitén
                el pequeño puerto de refugio sobre piedras  dinamitadas
                porque desnudo el hombre es una corteza torcida 
                confinado al zarandeo de las olas
                Y si algún día te ven embriagado 
                o tendido sobre la hierba cuidando el panorama 
                sabes que estoy ahí
                Y que no hay nada más que hacer 
                sino abrazar el espíritu que arrastra un delfín  con tu reflejo.
               
               
              Río Butaco destino a  Puerto Aguirre
              Al pasar de nuevo con la barca 
                nuestros padres remolcan sus botes
                hasta romper las olas del ensueño
              no es necesario una seña o una bengala
                para silbar con los nuestros el ruido del mar
              
                Naveguen  no más nos dicen
                  hagan  puerto en Melinka 
                  y  trasnochen como lo hacía el capitán
                  cuando  el golfo quería embrutecer 
              
              El viaje sustenta señales de anclas y cadenas 
                donde antes el suelo arenoso cobijaba caracoles
              
                Ese  día un hombre tiraría las cartas en su monólogo 
                  como  quien arroja un barco sobre un abandonado puerto
                  y  ya no tendría frío con el traje de madera 
              
              Al pasar de nuevo con la barca
                no es necesario una señal para renacer de entre  las rocas
                basta la costa silente
                para silbar con los nuestros el ruido del mar.
              
               
              Desertores
              No nos subestimen
                Las condiciones no han cambiado
                aquí la pobreza es un nido apacible
                y la memoria hija predilecta de esta casa
                nadie puede negociar el futuro de sus críos
              La luz es una brisa
                el viento arranca por el río
                y el oleaje no inmoviliza las Áreas de Manejo 
              El  tiempo navega contra un contrabando
                y  lleva en el ancla la silueta de un marinero perdido
              Seguid las gaviotas a Chana
                los lobos de Imerquiña
                y cormoranes de Talcán
                ninguna  gaviota zozobra al salir del vientre de la marea
                bordean  con la espuma de los que han abandonado el territorio
                y  sumergen la cabeza buscando sapos robaleros
              Seguid las gaviotas
                en  tu viaje siempre habrá una Piedra de Calto
                desertores  que nunca desaparecieran
                lo  cierto es que sólo una chumacera puede ser lo indescriptible
                porque  nunca una línea separó el impulso reverdecido en pleamar
                ni  razones administrativas fragmentaron el paisaje
              No  dudes ni un principio
              La  erupción es un barro negro que busca consuelo en el agua
              Las  condiciones no han cambiado
                mañana  puede ser un temporal. 
            
          
        
         
        (Correo Electrónico: jvelasquezruiz@gmail.com)