Cuando llegamos de Hamburgo,
esos primeros días nos conformamos
con roer los duros bizcochos que sobraron del viaje.
Mi hermana Friederika nació en el barco;
pero nunca más supimos de Vitorio,
el traficante de golosinas ,
de las españolitas enfermizas,
¿qué habrá sido de ellas y su piojera rota?
Allí viene el añejo aparador,
el trinche de la Oma ,
el camastro, sus fierros oxidados,
y la bolsa del correo.
En este Lanchón Cisne
de espaldas a la miseria
se aventura mi corazón emigrante.
Si me expulsas de tu tierra
antes, escucha:
porque algo de tu historia
vive en mi sangre de winka.
Si nos echan, si con el dedo nos apuntan,
de mis muertos que abonen tus chacras
prendera una costilla,
y un pedazo tuyo vendrá conmigo
a vivir el destierro.
Soy la liebre entre los hualles
te acecho cazador bajo la lluvia.
Soy la tierra madre, muslos de puma,
los agito en el combate,
¡doy un salto en la neblina
y ahorco el fusil de tu garganta,
atravieso tus entrañas,
galopo tu pecho civilizado!
En esta hora que tus caderas me buscan
¿qué harás para seducirme?
De la grieta caliente de la sangre
la hija nació en pie:
mi madre fue el sur rural y jugosa,
mi padre fue la Europa de azules ojos;
las dos puntas de esas venas a muerte.
Me trajo al mundo
ese nudo de sangre, me dio la vida,
y llevo sus nombres: civilización y selva,
y llevo sus nombres: exilio y patria leche nueva,
y llevo tu nombre: mestiza
Fragmentos
QUILACO SEDUCIDO, Pucón 2003,
Prólogo de Thelma Muñoz y Ramón Riquelme
* * * * *
No hubo aquí
cerveceras ni cooperativas agrícolas,
latifundios, ni patrones crueles
que azotaban a los indios o los colgaban de los pies;
ni les hicimos firmar algún papel dudoso
ni licores a cambio de tierras.
Yo me quebré la espalda en una carrera
y una madrugada
el viento incendió las ganancias,
el taller, las herramientas.
La vida nos ligó al mismo árbol, tu brote y el mío,
erguidas nuestras hojas, enredadas.
En tiempo de cosecha
unimos los pedazos de un mural secreto,
en el carozo, en el jugo, en la pulpa,
se estruja lo rubio y lo moreno.
No fuimos cerezo ni manzano
sino un injerto de lenguas
un canto de huesos y nervios.
Así nos fuimos encogiendo, apagándonos,
viniéndonos abajo como pichones heridos.
Seguíamos aguantando aquí, allá,
husmeando con nuestros hocicos,
marcando provincia, adiestrando a los cachorros,
en la pelea del colono blanco.
¿Qué sabe un forastero sobre tomar un buen mate?
Nadie le dijo como se ceba:
amargo, untado en miel,
hojitas de cedrón, cáscaras de naranja;
que el agua no se deja hervir,
que amaina el apetito y sosiega la mente.
¿Qué piensa?
Quizás aprenda a degustarlo, le complazca,
y un día se instale con su bombilla
en la arena movediza de la yerba.
DÜNKLER
Bajo la luna de los emigrantes
en las sombras brilla un secreto.
Allí respiran criaturas, se aman,
lo deforme y lo bello.
Del libro: Füchse von Llafenko
(Zorros de Llafenco), 2007
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Geister der Schule / fantasmas de la escuela,
del libro
Füchse von Llafenko
(Zorros de Llafenco), 2007
Mi amigo Karl era fuerte, macizo, soberbio,
pero yo veía sangre y me desmayaba.
El ruido de las Winchester en las cacerías de patos
me hacían orinar en los calzoncillos.
Si jugábamos a los pistoleros
terminaba convirtiéndome en el traidor
que se unía a los comanches.
Me encantaban sus juguetes de milicia
sus águilas, sus banderines,
Improvisar batallas en la arena,
campos de tortura en la jungla,
aviones bombardeando ciudades enemigas.
A veces, también me fastidiaba todo aquello
y prefería cazar perdices con mi honda
o juntar digüeñes.
Galopan tus piernas sobre el coligue,
el hocico de tu bestia es un trapito
y tu cabello al aire son las crines.
La adolescencia te pilló brincando en los montes
y silvestre bajo la luna maduraste.
Descalza, carita sucia, hiedra que monta los barrancos,
hija del gran cacique aún no entiendes de modales.
A cruzar los espinos que se doblan en las cercas,
a burlar a los adultos que te impiden el paso,
con tus sueños prendidos a las riendas
invítame a jugar contigo.
Tuve compañeros
que soñaban con ser agentes del SS.,
o enfermeras de campaña.
Karl poseía una colección de submarinos
que eran la envidia de la escuela
y hasta los cholitos de las reducciones
morían por jugar con nosotros.
Tras oír las lecciones sobre historia de las razas,
lo dibujábamos pronunciando su discurso en los balcones,
o condecorando a niños valientes y a madres esforzadas.
“Ustedes algún día también serán el orgullo de sus padres”
nos repetían, y era nuestro objetivo a lograr,
pero mis notas fueron las peores ese año.
En las reuniones nos encendían
el honor que significaba, para nosotros
formar parte del Sandesgruppe Chile
1.
A engrosar las filas en los puntos de apoyo
en Berlín o en Santiago,
a servir a la causa como fervientes multiplicadores
Mi padre no vio dudas en la madre de Karl,
que dio un paso al frente.
Él las tuvo y me obligaron a traicionar su amistad.
La valentía fue para mí un accidente.
EL ADIOS
Las mujeres acopian el bote con leña
y los perros escarban la playa teñida de pilo-pilo2.
Para campear el fresco atizan el fuego, se frotan las manos
y descargan las truchas pescadas a la maleta.
Ya partimos en el Marichen con destino Villarrica.
Ellos se quedan allí anclados a la arena, a las escamas,
a las espinas de un amor que los atraviesa.
FLUß TRANKURA
Reír con Chaplín es un agrado
no así para el ahora joven Karl
que de buena gana escupiría sobre el rostro del bufón
aburrido, deseoso de partir a la guerra
ahora que la patria lo reclama en alemania.
El Trankura también se ríe de ellos
batiendo sus quijadas de agua sobre las piedras.
Quizás una noche, tras los escombros,
sentado sobre los muertos de la jornada,
aquel muchacho contemple la foto de su abuelo
y se pregunte quién fue ese loco.
ANCHIMALLEN
Nos advirtieron sobre brujos y huecuves,
maldiciones, tragedias, hechizos,
y bolas de fuego celando los montes.
Crematorios, cámaras de gas,
sacrificio de niños deformes,
jabones y peinetas fabricadas a base de humanos.
Era todo aquello una historia que paraba los pelos
a chicos y grandes, pero nadie creyó.
Me acordé de Karl y su pasión por la guerra.
Cuantas jornadas me sentí un ganador junto a él
chapoteando en los barriales.
Zorro bruñido, sabueso de las quebradas,
¿qué habrá sido de él después de tantos años?.
Quiero pensar que llegó a ser un gran barón
y estuvo al mando de sangrientas escuadrillas.
Que derribó a miles, torturó a cientos,
y no tuvo un gesto amable con sus rivales.
Quiero suponer que mi amigo vive oculto
en los archipiélagos del sur,
quizás allí encuentre clemencia.
En los cuarteles nos admiraban
porque les recordábamos al gran pueblo elegido,
al Führer y su doctrina de limpieza.
Pero nadie hablaba de ese asunto.
Para bien o para mal,
nos llevaríamos el secreto a la tumba.
En este nicho descansan los restos mi abuela:
aquí la vi cruzar el río, y al otro lado,
mi linaje fue a su encuentro.
Aquí descansa -y que no se me olvide-
una mujer que luchó y fue amada.
Llafenco3 era un puma que seguía respirando,
oculto en la sierra, lamiéndose la herida
y volviendo a su silencio un día bajó a tomar agua.
yo también seguía aquí, resistiendo,
negándome al turismo y a sus carreteras,
a la locura, al asilo, a la dictadura del abandono;
como un tractor oxidándome bajo la lluvia,
como tejas pudriéndose,
como ratones meando en los graneros,
seguíamos aquí esperando el juicio final.