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Cordón Umbilical, poemario de Gabriel Zanetti
(Malaletra Editores, Segunda edición, Abril del 2009)
Por Ernesto González Barnert
Julio del 2009.
La naturalidad del arrojo, el dedo en la llaga de este libro: la familia. Podría ser un buen comienzo para empezar a cortar este cordón umbilical, subrayar la punta de este libro que no lo necesita, puesto que es un libro memorable, en la medida que sus versos ayudan a la memoria. Son parte nuestra. Nos devuelven la verdadera poesía social, que con toda razón, es la del ser en familia. Y como tal, el lugar donde nacen los niños y mueren los hombres, donde la libertad y el amor florecen. Así como el dolor y la intimidad. En términos generales, la convivencia familiar no es fácil, se dificulta cada vez más, exacerbada por el individualismo, materialismo y egoísmo que propone el modelo económico imperante. Donde cada día es más difícil sobreponerse a problemas generacionales, roces, exigencias incomprendidas, autoritarismos, rebeldía, en un sistema –repito- que promueve el individualismo, la estupidez emocional, la ganancia de dinero como virtud. Ahí veo yo la importancia de la familia. Porque no es –aunque el sistema financiero se empeñe en hacernos creer- el comercio, la oficina o la fábrica. Ni siquiera la escuela o liceo. Es la familia o la ausencia de ella, la que nos determina en grado sumo, el núcleo de lo social. Y contra ese ácido y raro zumo –o droga nos diría Gabriel- muchas veces no tenemos nada más que hacer. Sí, aprender a conllevarla para bien o para mal, perdonando, asintiendo.
Karl Krauss dice que cuando los padres han construido todo, a los hijos sólo les queda derribarlo. Sófocles que los hijos son las anclas que atan a la vida a las madres. Y Voltaire que buscamos la felicidad, pero sin saber dónde, como los borrachos buscan su casa, sabiendo que tienen una. Zanetti navega este triangulo de las bermudas. Y no sin duende.
Sabe que el timón se inclina al huacherío en estas aguas, que los abuelos son padres de sus nietos; madres son padre y madre a la vez y tampoco dejan de ser mujeres por más que algunos hijos se empeñen en negar esa parte postergada de su madre; los padres son desaparecidos o están ausentes, son golpeadores o no les dieron a sus hijos lo que ellos creyeron que era lo necesario, padres que no saben hacer cariño, padres conchas de su madre que la madre omite animando la fantasía del niño y la propia por un pater azul, o exacerbando el odio hasta lo incurable en ella y sus hijos contra tal, etc. Y todo esto negado o camuflado socialmente ante la anquilosada idealización postal de la familia del sueño americano, esa versión edulcorada y anodina que la imaginería político social propone. Y claro, reforzado por una educación que nos hace analfabetos emocionales.
La familia es una escuela bastante dura casi siempre, en algunos casos, un verdadero sacrificio azteca. Pero tampoco exageraremos la infelicidad, tan propio de los poetas chilenos dados en el último tiempo a competir por quien es la mayor víctima del sistema. Y principalmente, porque cuando uno es niño no alcanza a percatarse de nada. Juega pese a todo. Todo es asombroso. La infancia tiene sus propias maneras de ver, pensar y sentir; nada hay más insensato que pretender sustituirlas por las nuestras o las que nos hacemos de mayor. Sobre todo si el libro de Gabriel Zanetti cumple a cabalidad con lo que dice Oscar Wilde: Los niños comienzan por amar a los padres. Cuando ya han crecido, los juzgan, y, algunas veces, hasta los perdonan. De esta escuela Zanetti ha forjado su ópera prima, ha moldeado su carácter según el temple de los suyos, ha trinchado el cordón umbilical.
Sin duda, este no el primer libro de Gabriel (1983, Stgo), sino el primer gran libro o poema que todos deben escribir algún día. O leer. Zanetti ya lo puso en sus y nuestras manos*.
* Una selección pertinente de este poemario puede hallarse en la entrevista que le hice en Letras.mysite.com: http://www.letras.mysite.com/egb290507.htm. Y en una selección que hizo el propio autor: http://www.letras.mysite.com/gz150308.html.