
        PLANO QUEBRADO
          A PROPÓSITO DE  LA LECTURA DE  ARTE TÁBANO DE ERNESTO GONZÁLEZ
        Por Claudio Maldonado
TEMUCO CHILE
        
        
        Para poder hacer un comentario  crítico de un texto poético siempre me he servido del viaje del hablante, es  decir, del giro narrativo que veo desde el disparo, el camino y la meta del  discurso que se quiere pronunciar. Con Arte Tábano quería explorar otra  fórmula, otra disposición de indagación, algún “línea a línea” que me hiciera  sentir mejor,  y la verdad es que me  quedé con los planos hechos, con un par de reglones configurados y nada  más.  Y eso no lo sentí como una derrota.  Al escribir sobre Arte Tábano sentí  mi  posición ante el ejercicio de escribir, mi valentía y cobardía ante lo cotidiano  de un oficio que a cada instante se levanta con las convulsiones subterráneas  de la leche que no deja de ser agria para el ego, como esos males profundos de  los que habla Víctor Hugo, esos males “inocentes” que poema a poema me hablaban  de lo inútil de lo metaliterario. Espantapájaros de una academia aportillada  por la pobreza, me oí decir a través de la lectura. Y fue Arte Tábano un libro  que disfrute  situándome en él, sólo  pensando que yo era aquel protagonista con bata y pantuflas que observaba el  ocaso de un tarde urbana sin haber construido ni imaginado un puerto. Arte  Tábano lo siento como un ejercicio de autocorrección, un deseo de contención  escritural ante una realidad que al ser represiva no se muestra doblemente  tirana al nombrarla dos veces. La poesía  no se ha incrustado en la vida, pero no por eso (y eso lo celebro en el  texto) no vamos a hacer lo contrario de la pena. Para mi lo concreto en la  poesía no son sólo masas de gente invocando y expulsando sentimientos, lo  concreto está en esa pieza de Arte Tábano, donde da risa ver como las batucadas  y las trompetas de la expresión lírica no alcanzan a iluminar esas bolsas desparramadas en las calles traseras.  Hablo de esos sacrificios artificiales,  ansiosos de reconocimiento, quizás hablo de los subterráneos de esa leche  ingenua. Con Arte Tábano me sitúo en esa posición cotidiana, honesta, nada  gentil y llena de amor por los espejos que no mienten. Los planos de mi  comentario han quedado en el olvido. Con ellos quería construir un aparato que  dijera que quizás los escritores de Chile soñamos con construir una épica generacional,  al igual que todos, pero de una forma bien diferente: “no pescándose entre  nadie de los que estaban en pos de esa épica”   sino más bien queriendo ser pescados por los que saben hacer enchufes o  carreteras. Quizás un trueque obscuro, para que aquellos soberanos del  poder  hagan las cosas de manera mas  “espiritualmente mejor echas”. 
 
          
  Termino con la sensación de una paz que me  violenta, aún sigo sintiendo. No ha sido una derrota. Arte Tábano me ha vuelto  a repetir: El  ego nos enseña pronto a bajarnos un poco el piso. Y eso ya es un eco, un gran aprendizaje.