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Entrevista al poeta Rodrigo Morales Salazar

Por Ernesto González Barnert

Cierro “Diarios 1984-1989” de Sándor Márai en la página 65, donde escribe “Todas las noches algunas líneas de Marco Aurelio. Me parece demasiado cómoda la estoica resignación a la fatalidad. Es una postura hermosa y noble, pero me resulta más cercano Fausto, que no se conforma y se obstina en preguntar una y otra vez.”

Y voy a las preguntas de siempre, en especial, las que respondió gentilmente algunos meses atrás Rodrigo Morales (1980, Santiago de Chile). Que con Vaho se hizo un lugar en nuestro panorama.  Un libro que nos enfrenta al decir de Malú Urriola “a ése aliento de “ser”, ésa multiplicidad del yo que mira más allá de aquella “placenta crisálida que habla de si misma”: fundiendo géneros, visiones de mundos fragilizados. La corteza de una vida en su  inicio y última reverberación. Un tenue movimiento -y bello por fugaz- que deja una estela invariable en otras individualidades.” O como expresa Sebastián Herrera: “Vaho revela, de forma lúcida, los sistemas sutiles en los que opera la poética de su autor: una poesía que no trabaja la imagen burda e indolente de la catástrofe, sino que la imagen nostálgica de quienes sobreviven en el anonimato y detrás de las tachadas de la normatividad. Vaho es el intento de sacudir, mediante la escritura, las posiciones actuales de enunciación, del rescate del hombre, su derrota y su presencia. Vaho es el contemplar y el sentir de las brumas y el frío indiferente de la mirada y la vida actual.”

- ¿A qué distancia del paraíso te encuentras?
- Espero lo más lejos posible. El paraíso es un territorio conservador que se pelean por estos días el cura Karadima, los Matte y Justo Mellado. Nada me liga a ese territorio más que el asco. En tu pregunta la distancia es ya una característica del paraíso, como dice Haneke hay que entender las distancias para no violar las cercanías, algo así plantea. La comunidad se construye en la cercanía con la diferencia del otro que me constituye. ¿Y entonces tú me preguntas por el paraíso que propone la iglesia y la derecha? ¿El paraíso que la derecha construyó en este país sobre los hermanos que no están? No, para estupideces no estoy. No estoy para creer en paraísos ni en democracias neoliberales, ni en toda esa patraña. Porque habría que preguntarse por la noción de paraíso que tiene la democracia chilena y después preguntarse por la derecha, o más siniestro todavía, por lo que Jovino Novoa entiende por paraíso y con él toda la puta derecha pinochetista. Y entonces cuál es el paraíso de la derecha? Un país que tiene que pedir permiso para protestar… no, váyanse a la chucha. Pienso que mientras más lejos del paraíso nos encontramos, más opciones tenemos de articular una –aunque sea simbólica- disidencia política. Eso me interesa. El resto es arribismo, idiotez o cuiquerío.

- ¿Qué cosas empujaron o marcaron tu decisión de ser poeta?
- Mira, supongo que el impacto y el interés que me generó la poesía. Aunque siempre es difícil referirse a cómo fue, qué pasó. Tendría que responderte en términos biográficos y no me parece, es siempre pre-crítico, guarda una especie de histeria que pretende exhibir una cotidianidad rancia que a nadie, con dos dedos de frente, podría interesarle.  Porque qué es lo que uno tiene en su cabeza cuando piensa en un poeta, un artista visual, un intelectual, un cineasta, etc? Cierta concepción crítica respecto de las condiciones en que habita determinada comunidad. Y claro, te empuja siempre haber leído, haber pasado por libros imprescindibles que no hacen otra cosa que edificarte un mundito en el cual querer habitar. Pero están también las ganas de mandar todo a la chucha, de intervenir un espacio en el cual el pensar está siempre en condición de retiro. Y como lo que interesa es la producción de pensamiento, ese ideal que supone la intervención permanente de un espacio simbólico, un cuestionamiento radical de las legitimaciones sociales, etc...y como esto que te digo es siempre marginal, bueno, nada más silencioso que la poesía. Y esto es una larga discusión. Y la poesía me parece interesante por eso, porque uno siempre puede hacer una lectura desde allí. Pero tengo siempre en cuenta que esto que te digo no es contemporáneo de las lecturas con las que uno parte, porque uno parte leyendo en ayuno, y por eso el goce en el que uno se ve envuelto, interés que perdura de todos modos. Igual esto está en la cabeza no más, porque a la hora de escribir operan otros asuntos. Leyendo desde hoy día, me parece que la lectura es el punto de partida. Y lo que digo es que uno empieza a leer obsesivamente y de repente te ves escribiendo. Para defraudar lo que dije, recuerdo haber leído, en la misma semana, Poemas y antipoemas de Nicanor y Una temporada en el infierno. Tenía 14 años y algo pasó. Cosas de ese estilo se van armando alrededor de decisiones o preferencias. Luego viene el acceso que se tiene a tal o cual mundo, las definiciones económicas que supone formar parte de un campo cultural, la gente que producto de eso mismo se cruza en tu camino, etc, etc.

- ¿Cómo es tu proceso escritural?
- Me encierro. Escribo y leo con detenimiento. Hablo poco.

- ¿Para quién escribes?
- Hace mucho tiempo supe de una madre analfabeta que había perdido a su hijo militante en manos de la dictadura. La mujer se alfabetizó para escribirle todos los días, desde un cerro en Talcahuano, una carta a su hijo desaparecido. Bueno, esto a mí me parece un momento capital de la literatura chilena. Ella comenzó a escribir en el mismo momento en que Zurita publicaba La vida nueva, libro que festeja la llegada de la Concertación y del olvido. Y si tú comparas estos dos momentos, te vas a dar cuenta que la escritura de la madre es infinitamente más radical que la del laureado poeta. Te quiero decir que no hay un momento más político en la literatura chilena de los últimos 20 años que ese, aunque ella no comparezca como escritora. Es un gesto radical y silencioso, como el susurro de los detenidos que preparan la fuga –como decía Juan Pablo Arancibia-. Aunque con Naciste pintada, Carmen Berenguer, tiene un gesto notable al interior del campo literario donde aborda parte del problema de manera precisa. O qué decirte del gesto de Guillermo Ossandón, Jefe del Lautaro, quién en apuros económicos, al parecer, decidió vender sus libros a la salida del metro Cumming. Ver eso me impactó profundamente, no pude comprarle ningún libro. Puta, imagínate lo que debió ser para él desprenderse de su biblioteca -que es quizás con lo único que uno cuenta-, y aquí no cabe tirarse una frase como mira qué interesante la relación entre subversión y literatura. No, esa huevá aquí no cabe, hablamos de otra cosa. Hablamos de la vida en serio, de la disidencia. O la señora Luisa Toledo esperando a Aliste Vega a su llegada a los tribunales, con un gorro de lana, entre los periodistas de El Mercurio y La tercera, gritándole: estamos contigo, compañero, resiste. Sola, huevón, gritando lo que tendríamos que haber gritado todos. Esa soledad radical y política me interesa, y la belleza del gesto, me entiendes? La Sybila Arredondo le dice al pájaro de Fernando Villegas: contigo de valores no hablo, cuando este la emplazaba por ayudar a gente de Sendero. Porque este es un país construido sobre el pillaje, como dice la Carmen Berenguer. Todo esto que te digo es mi para quién último. Aquí es imposible escribir sin tener eso al frente y atrás. Eso en el fondo te quiero decir, porque como dice Adorno reírse es estar de acuerdo, y me parece más que nunca tomárselo en serio, que comparezca trágico, no victimizado, para seguir preguntando dónde están.

Diría, desde otro punto ahora, para complementar ese para quién, que toda escritura es policiaca, siempre hay un cuerpo al que llegar, siempre hay un cuerpo que aparecer o hacer comparecer. Algo de esto dice Piglia por ahí, aunque está pensando, me parece, en la ligereza de la literatura que esconde el cuerpo para seguir el rastro y no el resto, y escapa entonces al rastro como huella, porque hay una diferencia sustancial en literatura entre huella y rastro. Entonces cuál es el rastro en la última poesía chilena, Lihn, Martínez? Dónde está la huella, en parra, en pezoa veliz? Y la disidencia de las poetas, la Mistral, qué sería, hacia dónde va? Y dónde están los cuerpos? Cuál es el rastro y las huellas? Bueno, se escribe para esas diferencias, para omitir-monumentalizar o para mantener una distancia crítica respecto de la transferencia de esos nombres célebres y de ese problema. Y ese quién tuyo apunta a un lector posible en el mercado lingüístico -que es lo yo veo que les importa a ustedes- no a un lector que piense la historia, la política, la literatura. A ustedes les importa figurar, sonreír para la fotito, armar un panorama, histerizarse, caerle bien al jurado, tener un público… y mira la huevá que te digo, porque quién chucha les dijo que hay público, lo que hay es otra cosa, o no revisaron las políticas de la derecha y las de la concertación? Eso es de una ingenuidad total y una tontera absoluta. Pero volviendo…Porque qué lector no escribe, y no quiero caer en que un lector siempre escribe el libro que lee. Porque esto, entre nosotros, ya es un lugar común. Lo que quiero decir es que todo escritor –a la hora de hacer su distinción social- presentará su lectura a partir de una escritura posible, entonces también uno es el lector del para quién. Borges planteaba eso: todo escritor es un lector que, en último caso, lee lo que escribe. Y en último caso también es un hedonista que se mira en el espejo que describió de forma célebre Bolaño en putas asesinas o en llamadas telefónicas, no me acuerdo. Pero uno da lo mismo aquí, porque uno es el para quién de los otros, de algunos otros. Y, claro, hacer este tipo de relaciones no es más que reproducir una autorizada forma de leer que establece la literatura. Pero ya estamos en esta. Y entonces estos problemas que te describo de manera brevísima forman ese para quién que se arma en torno a la escritura. Me parece que es lo que puedo responder, no te podría hablar de lectores así como así, porque ese para quién para mí es un problema,  no es nunca un lugar donde posar cómodamente los libros producidos o por producir.

- ¿Qué autores o artistas marcan ese proceso?
- Trataré de ser breve, aunque no puede sino ser una respuesta larga: Considero imprescindible el trabajo de Alejandra Castillo, Juan Pablo Arancibia y Carlos Ossa, hay que estar pendiente de esto y leerlo con atención. Pier Paolo Pasolini es uno de los artistas que más me importa, lo he ido pesando con los años. La nueva juventud, con ese poema notable, Saludo y augurio, su último poema en friulano. Mira, te cito unos versitos: es casi seguro que esta es mi última poesía en friulano y quiero hablar a un fascista (…) sé que no tienes ni puedes tener un corazón libre, y no puedes ser sincero: pero aunque seas un muerto, te hablaré. Notable, porque está lo que dice la Simone Weil: están muertos y no lo saben. Y no hay peor derrota, peor muerte, que la que se festeja (bicentenario). Saló o los 120 días de sodoma, el cine de Haneke. Si esto es un hombre, de Primo Levi,  como lectura necesaria. Hija de perra, de Malú Urriola, es un libro importantísimo para mí, hay un encuentro que se produce con un modo de habitar, porque es un libro que defrauda a su contexto, no es contemporáneo ni cómplice de la estupidez que atravesaba –que atraviesa- el país. Siempre me importó mucho el trabajo de las Yeguas del Apocalipsis, trabajo que extrañamente ha sido desplazado de la discusión arte y política. Red, Larks tongues in aspic y Starless and bible black de  King Crimson, discos que aprecio mucho, de los pocos que no me canso de escuchar. A day in a life, Morphine, Miles, Coltrane, Monk. Últimamente me interesa mucho Stockhausen. Artaud, por supuesto, su carta a los poderes es ejemplar. Violeta Parra y Víctor Jara que son el momento de lucidez del arte en Chile. Lo primero que me importó en la producción de pensamiento fue Dios y el Estado, de Bakunin, y La conquista del pan, de Kropotkin, y me pegué con el anarquismo (Proudhon, qué es la propiedad, etc.), y de ahí vienen un montón de autores que he leído con mucho agrado y atención, en especial –y por formación- a los franceses, el postestructuralismo, etc. La Simone Weil es de cabecera. Ciorán lo fue durante un tiempo. Muchos,  muchísimos poetas, narradores, intelectuales, que no podría hablar aquí por espacio, habría que hacer un listado larguísimo. De poesía leo todo lo que me llega. Bueno, casi todo.

- ¿Cuáles son tus diez libros favoritos?
- Más que favoritos, diría imprescindibles. Libros a los que vuelvo cada vez que pierdo las ganas de leer:

- Tala, de Gabriela Mistral.
- Nuestra señora de las flores, de Jean Genet.
- Manifiesto comunista, de Marx – Engels.
- La conquista del pan, de Kropotkin
- Cartas a Yulca, de Antonio Gramsci.
- Mínima Moralia, de Teodoro Adorno.
- La nueva (mejor) Juventud, de Pier Paolo Pasolini.       
- Libro del desasosiego, de Fernando Pessoa.
- Amapola y memoria, de Paul Celan.
- Poemas y Antipoemas, de Nicanor Parra.

- ¿Cómo ves la poesía actual chilena? ¿Y dentro de ella a tu promoción?
- Mira, yo creo que en la poesía chilena actual la única pregunta posible es dónde están. Porque esa pregunta que tú haces tiene como objetivo fijar una posición de lectura, una manera de fijar también un desprecio. Entonces no es lo que veo, sino la capacidad que tiene cada cual de identificar la pregunta que le parece necesaria. Y en función de las preguntas están las lecturas, la manera de relacionarse con el espacio y los pares. Entonces te voy a responder por lo que me importa y por lo que no me interesa, pensando que estas dos preguntas son inseparables.

Respecto de la primera pregunta pienso que hay mucha gente importante en plena producción: Eugenia Brito, Elvira Hernández, Malú Urriola, Marina Arrate, Nadia Prado, Carmen Berenguer. Esto confirma además que la tradición pesa y que, pese a eso, la diferencia y la disidencia respecto de los gustos hegemónicos es posible. El trabajo de las poetas que te nombro siempre me ha interesado mucho, me parece imprescindible, de una densidad importante. Te podría agregar muy pocos nombres que me interesan y que entrarían en algo que en mi cabeza suene como poesía chilena actual. Quiero decir que lo que he leído de algunos autores (Yanko González, Germán Carrasco, Javier Bello, Rafael Rubio, y otro que se me escapa) me produce un interés por sobre el resto de las cosas que leo producidas aquí, porque más allá de que me gusten o no y las diferencias políticas -que por supuesto las tengo- con los autores que menciono, lo que veo es un trabajo serio. Por otro lado hay algunos poetas –y narradores- bastante inflados por El mercurio y ahora por el the clinic (dos primos lejanos, pero hermanos). Pienso en Bruno Vidal, a quien encuentro muy sobrevalorado, tiene menos ironía que Bernardo de la Maza. Para trabajar con la ironía hay que tener la cabeza de Nicanor Parra. Creo que es un gesto ingenuo, de poca monta. Me hubiese gustado preguntarle a la Herminia Concha qué le parece.

De la segunda…Mira, el grupo Language me parece interesante a veces, aunque los leo y sé que se quisieron pasar de vivos. Por qué te digo esto de los gringos? Porque demostraron que escriben, tuvieron siempre una poesía a mano. Y lo que me interesa de eso es lo que se logra articular, que va más allá de la escritura, que tiende a fijar una posición y una disposición. Porque Duchamp es un huevón ejemplar que instala el urinario luego de demostrar que pinta, es decir, que cuenta con una maestría técnica, con un oficio. Qué te quiero decir con esto? Que no me parece lúcido hacerse el vivillo y después ficcionar una seudo escritura, una performance ridícula…me entiendes? Aunque también te preguntaría –y lamento que esto no sea una conversación- cuál es mi generación? Porque yo prefiero hablar de mis lecturas, creo que allí uno va construyendo una comunidad donde es posible mirarse con los otros. Te quiero decir que no tengo idea cuál es mi promoción o mi generación –y no me interesa en lo más mínimo-, porque esto en el fondo es algo que llega definido desde otro lugar, porque si tuviese que responder no podría dar más de 5 nombres y existen 102. ¿Por qué? Porque tu pregunta supone un espacio compartido, cosa que para mí, afortunadamente, no ha ocurrido. Pero la entiendo, y diría entonces que la generación, lo visible, en general, me parece pop, pero un pop hueco, donde la única poética que veo es la de la instalación forzada, la de ficcionar una escena, cargar las pistolas con agua. Prefiero mantenerme al margen de esos espacios. Y hay bastante impostura y pose, de eso ni hablar. He leído a muchos citar como condenados a Deleuze, Foucault, etc., para instalarse o instalar. Y uno dice ¡pero cómo, si tú nunca leíste eso, nunca abriste un libro de esos! Hay unos chatos que citan a Derrida o a cualquiera que autorice como si los hubiesen leído y uno dice: ya, está bien, pero no se exceda, no haga el ridículo, compañero, ve que aquí no almorzamos vidrio. O la otra: unos textos del terror y aparece alguien en ayuno leyéndolo desde Benjamin.  Es como si alguien nos hiciera escuchar a Alberto Plaza desde la Clara Schumann. Completamente absurdo. Te hablo de ese estado de lengua que de repente se impuso desde y en el vacío. Porque entiendo la necesidad de aparecer y ficcionar una escena, pero no estoy de acuerdo con el modo, porque pareciera ser que aquí –entre nosotros, se entiende, no?- hasta el que no ha publicado merece el Nacional y algunos, a estas alturas, el Nobel. Pero es injusto e ingenuo abordar a todo lo que se produce desde allí, porque esa es sólo una arista, la más visible, pero sólo una arista. Hay trabajos serios de gente de mi promoción –como tú la llamas, aunque la palabra es bastante fea- que admiro, que están produciendo libros muy interesantes, -hablar de ellos aquí me demoraría un poco- que si tú los comparas con gente de afuera tienen un nivel importante, que han leído bastante bien a la generaciones anteriores, en general, etc. A casi nadie aquí se le ocurriría hablar de los chicos de la disco, o echar a volar los caballos, me entiendes? Mira, podría hacerte una lista de las cosas que me interesan de mis pares: Guía de Víctor López, Chilean Poetry y Vuelo de Rodrigo Arroyo, Té de Jazmín de Julieta Marchant, y puede que se me escape alguna lectura.  De todos modos se evidencia una tensión interesante, aunque imaginaria, que podría abrir una discusión seria en la generación. Asumo, por supuesto, el desconocimiento que tengo de escritores que de silenciosos no los he leído y que espero leer pronto.

- ¿Qué significa Vaho para ti?
- Vaho es un libro que escribí trabajando con mi querida Malú Urriola, quien además fue su exclusiva lectora durante cerca de 4 años hasta que salió publicado. Y eso es así, aunque a algunos les moleste. Podría hablar largo rato de eso, porque para mí fue muy importante trabajar con ella, conocerla, aprender en silencio. Y significa también un trabajo al que me dediqué exclusivamente durante un año. No hice nada más que escribir el libro y leer. Significa también pensar el mar en la historia política reciente de este país, porque el libro parte desde allí, desde esa historia. Pero básicamente aquí sólo puedo hablarte de mi biografía y esto es algo que no me gustaría exponer, por el nulo interés que produce. Te diría que Vaho es un libro que tuvo la recepción que siempre esperé. Y no pasa nada, porque no es más que el primer libro. No me preocupa lo que escribí si no lo que estoy escribiendo o lo que voy a escribir.

- ¿Cuál es el poema o texto favorito de tu obra?
- Diría que Agua.

AGUA

Mis ojos están abiertos detrás de la máscara            delante de la máscara estás tú en el visor todavía en pie        reflejando el alba cayéndose a pedazos como la mano que divide apenas unos labios      ese pequeño silencio que roza la piel de un ulte      he tenido las peores hemorragias del mundo contigo         descendiendo hasta mi sombra con el cuchillo a punto de extrañar       todo es superficial en tierra firme nada moja como debiera nada sube ni acontece         el silencio arrecia contra mí entre desgarrados trumulcos       y me trae amarrado a la cintura sin saber si el arpón sangrará en mí o en el pez       esto no se parece en nada a un ritual       es como estar tocando los acantilados con las muelas de un enfermo     no es como en verano cuando la playa es un cutre de hambreados veraneantes        estoy envejeciendo mi piel en el agua    las palabras se pudren    los pelícanos se pelean las cabezas entre las rocas      esto es una matanza aguas divisorias que se encienden en la musicalidad de una fosa          pequeñas notas que despavoridas son lanzadas sobre la cal del océano      un color que restriega su memoria sobre un instrumento trasegado        a veces acá abajo se perfora una que otra idea sobre el poema            sobre el poema un buzo como yo se inunda   y se desliza contra el nombre de un puñado de labios    que ofician de santos en la penumbra        la simulación del rostro de una ciudad    es una alegoría caliente que desciende como pequeños plomos que simulan el tedio de la forma       un círculo de fierro que hace a veces de ataúd      de cementerio navegante en la pierna crustácea del horizonte     cinco horas es suficiente para ver el cielo    y la escritura que es similar a ahorcarse con el cordón umbilical en pleno invierno          mis ojos siguen abiertos dentro de ti      y no hay más belleza que mirar en los talones el desgarro      el peligro de la muerte a los pies de una muralla     engendra pequeños descuidos que van a dar al mar      detrás de las olas construyen sus habitaciones      y se mueren al amanecer      a los pies   en las uñas del acantilado imágenes sobrevuelan     un frágil instante de felicidad en blanco y negro

- ¿Qué libros nunca has podido terminar de leer?
- Confieso que 2666. Bolaño me parece muy valioso, pero 2666 es siempre el despliegue ejemplar de una técnica que después de 600 páginas no tiene asunto. O que tiene sentido en las primeras 100 y en las últimas 200. Para mí es un libro de 300 páginas, no más.

- ¿Cuál es para ti el gran libro olvidado de la poesía chilena?
- De las zonas vírgenes, de Alberto Moreno, que según entiendo fue el primer traductor de Las flores del Mal en Hispanoamérica. La fecha no está zanjada me parece, pero creo que fue por el 1910 o algo así, ya no me acuerdo. Lo conocí porque nació en Chañaral, aunque vivió casi toda su vida en Valpo y fue amigo de Pezoa Véliz. Sin ir más lejos en la biblioteca nacional me pasaron el ejemplar de una revista donde aparecen poemas de Moreno, porque el libro estaba rajado entero, algo así me dijeron. Aunque Moreno estaría muy a gusto con ese olvido.

- ¿Cuál fue el último libro de poesía chilena que leíste?
- Romance del arcano sin nombre, de Pancho Casas, y Guía para perderse en la ciudad, del compañero Víctor López.

- ¿Qué libro estás leyendo ahora?
- Siempre me ha parecido buena esta pregunta, es una pregunta que hago con frecuencia, sobre todo en esos silencios incómodos –como dice Vincent Vega- que uno tiene con la gente. El asunto es que siempre tengo varios libros a la mano. Llevo un largo rato leyendo Dialéctica de la mirada, de Susan Buck-Morss, estoy tratando de entender algunas cosas. Pero eso, te diría, forma parte del estudio. Estoy leyendo también La llegada a la escritura, de Hèléne Cixous, Después de la gran división, de Andreas Huyssen, y El espectador emancipado, de Ranciere. En poesía acabo de leer Las ejecuciones, de Albert Balasch.

- ¿Quién te gustaría que recibiera el Premio Nacional de Literatura?
- Es complejo este tema para mí. Quiero que lo gane Diamela Eltit, Eugenia Brito, Carmen Berenguer, eso sin duda. Pero dónde está lo complejo? Justo ahí donde considero que estas escritoras piensan una disidencia, y las disidencias no deben ser premiadas por aquello de lo cual resisten. Porque Vía pública, Filiaciones, Lumpérica, El padre mío, Naciste Pintada, Bobby Sands, etc.… son fundamentales para entender la literatura chilena disidente de los últimos 30 años. Y entonces pregunto si será necesario premiar un pensar, justo cuando la producción crítica que argumenta y sostiene estas escrituras plantea que ya no es posible canonizar. Hay un problema allí.

- ¿Qué palabras le dirías a alguien que está comenzando en esto de la poesía, alguien que ha decidido ser poeta?
- Le diría que lea, que lea mucho, que se dedique sólo a leer, que asista a los cumpleaños familiares leyendo. Que no haga lobby, que no de vergüenza ajena. Que nunca se siente en la mesa del césar, que tome distancia y se cague en la puta madre. Esto, que no se entienda mal, me lo digo todos los días. O acaso tú no estás empezando? Quién de nuestros pares no está empezando? No hay que engañarse.

- ¿Qué cosa últimamente te quita el sueño?
- Los tiempos de lectura que me impuse y que no he podido cumplir. La continuidad de Marcelo Bielsa.

- ¿Qué te escandaliza?
-
La derecha facha y cuica con su fanatismo religioso de clase, sus manos con sangre, sus curas, sus diarios, sus cenetas, las declaraciones de los personeros, cuál de todos mas huevón. El abandono en que se encuentran los familiares de los detenidos desaparecidos, la espalda que les ha dado este país. Me escandaliza lo “a la chucha” que se fue este país. El partido comunista, sus diputados (para qué chucha querían poder), su dirigencia, invitando a la DC a negociar el negocio a espaldas de sus militantes. Hugo Gutiérrez cagado de la risa con la Evelyn Matthey en un programucho de la tele. Porque eso uno se lo puede tolerar a MEO porque uno sabe que es pecho frío y medio analfabeto –por eso pone los libros al revés, porque le da vergüenza mostrar a Coelho o a Rosasco-, pero no a esta gente que en otro momento alguna pelea dieron. Los milicos no investigados que todavía gozan de los privilegios del estado, los médicos de la CNI y de la DINA que atienden en las clínicas privadas sin que pase nada. Las puertas abiertas de Punta Peuco (la imaginé ardiendo tantas veces). El cuico y vacío cine chileno. Me escandalizan los artistas y escritores sonrientes, esos huevones me empelotan.

-  Y por último ¿A qué le tienes miedo?
-
A no salir nunca más de mi pieza. A que se acaben las marchas del 11.


 

 

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Entrevista al poeta Rodrigo Morales Salazar.
Por Ernesto González Barnert.