Una mancha de sangre en la nieve
[El doble veredicto de la piedra (Das Kapital, 2011), Marcelo Pellegrini (Valparaíso, 1971)]
Por Ernesto González Barnert
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1
Advierto una pátina ominosa como la de una mancha de sangre en la nieve, pero antes la inminencia del invierno, el amor tardío, tierras sin agua, mirlos, la indiferencia hacia quien había muerto mucho tiempo antes y ahora dejó de existir, “en el rigor de un martinete insomne”, un filo de agua que se encuentra con el cielo…. Sin duda, es el libro de un extranjero, de un profesor de literatura, con las montañas a lo lejos -adustas moles caídas del cielo-, perdido en la noche y sus ojos, a los pies del árbol más hermoso, soñando el libro breve de los cuervos, o del cuervo que
…mira hacia lo alto
y bebe el agua de las voces…
Por otra parte, como bien dice Rubén Darío y cita Marcelo Pellegrini, la paloma y el cuervo son formas del enigma. Un cuervo que también anticipa la presencia de la muerte, no lejos del muñeco de nieve, aquel dios del invierno.
2
La mosca T. S. Eliot
TSE TSE se llama la mosca
la mosca que da sueño
entre las heces y el miedo
la mosca TS Eliot.
Dicen que da sueño
pero a mí me deja despierto
la mosca TS Eliot.
TS Eliot TS Eliot
tírese un verso
hágase el muerto
cómase un durazno
ríase en el cielo.
El sueño que provoca
a los bien despiertos
son poemas largos y breves
en el abrevadero.
La mosca TS Eliot
La mosca TS Eliot
Cuántas gárgaras de sueño
cuántos duraznos en el cielo.
3
… un pequeño pájaro golpea la ventana para seguir el curso de la luz.
4
Quietud (Marzo)
Quiet articulates poetry
Susan Howe
La quietud de la primavera
es distinta a la quietud
del invierno. A la calma
lunar de la nieve, las
olas luminosas de las flores
oponen movimiento.
Pero no nos engañemos:
la primavera aún no llega
a estas praderas.
Puede nevar todavía, puede
ser más blanco el pensamiento.
La lluvia tocará la tierra
con caricia de semilla,
vendrán las flores y su vendimia de color.
Volverá la mujer sentada
en la banca bajo el árbol,
el sol acercará más su ojo delator.
Pero no nos engañemos:
a estas praderas
aún no llega la primavera.
Volando de un sol a otro
la nieve puede aterrizar
en esta comarca donde el calor es nostalgia.
Puede todavía el viento
punzar como un cuchillo,
puede ser una estatua helada
doblando las campanas y las esquinas.
La solitaria mariposa
se pasea frente a un botón de rosa
y le dice:
Se adivina casi la primavera
como si descendiera
en lentas ráfagas de claridad.
Puede todavía el carámbano
apuñalar la tierra, despedazar los ojos,
perseguir al murciélago.
El mosquito sediento
acecha tras la hierba y hierve
de la sangre que desea.
Puede todavía el hielo
agarrarnos con la fuerza del águila,
fulminarnos con mordida de serpiente.
La luciérnaga, pródiga de luz y zumbido,
está en la duermevela de la tierra.
Pueden el viento, el hielo y la nieve hacer todo eso,
pero no nos engañemos:
ellos pueden también
la primavera traernos.
5
Ya no importa vivir envuelto en un manto de nieve, golpeado en la quijada con el frío.
6
Soledad, soledad contemplativa, el paisaje es también un paisaje mental en la que los poemas, la memoria, lo inconciente y el olvido son aves que se estrellan, bestias pequeñas sobrellevando el frío y la pena, bajo el sello –por parte de Marcelo Pellegrini- del uso de un lenguaje lacónico pero no seco, un temple tibio a pesar de la nieve, largos días con sus estrellas, la muerte como un yendo viniendo, pequeños incendios o arremetidas personales, la piedra como un sol:
Piedra de gigantesca armonía
que devora el murmullo circundante,
nunca pudimos mirar ese sol
por miedo a quedarnos ciegos.
7
Fósforo
Prendo el fósforo cerca de mi pelo,
quiero ser fuego y luego llama
en la ranura del invierno,
quiero nadar el calor,
los acentos, la prosodia, los versos
en la tierra entera,
en su centro incandescente,
invisible y mudo
como un mar de lava entre las venas.
Prendo el fósforo en mis pestañas
y ardo con ardor de nube,
abro los brazos y son dos llamas,
mis dedos diez hierros que se funden en el yunque.
Prendo el fósforo en la llaga y soy su risa,
el entierro de la sangre
que hierve en la orilla.
8
Como apunta Miguel Gomes en la contratapa del libro: “los poemas de este libro cantan el éxtasis, la suspensión, la elevación de lo pequeño o cotidiano al ámbito de las revelaciones.
Entre el supremo resplandor o la ceguera se moviliza el decir poético”.
Después, finalmente, las tablas. Leamos algunas:
11
Dos pájaros picotean la nieve.
Sus gargantas y sus alas se congelan.
Quedan inmóviles al alzar el vuelo.
27
La ardilla es trapecista en los árboles,
atleta en la nieve,
demorosa en la almendra.
30
¿Cuántas huellas desconocidas
habrá cerca de la casa al amanecer?
32
Durante un solo día,
la luz no pertenecerá al cielo
sino que irá en su contra.
40
Casi a ciegas llegamos;
la nave sonríe y besa la orilla.
Arribamos por fin en silencio
con ojos fijos en el muro del tiempo
al doble veredicto de la piedra.