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Selección del libro inédito “Coto de caza”

Ernesto González Barnert


 Smells Like Teen Spirit  

“Para nuestra patria,
pobre cual ala de perdiz,
libros sagrados... y una herida en la identidad.
Para nuestra patria,
con colinas cercadas y desgarradas,
las emboscadas del nuevo pasado.”
Mahmud Darwish

 

Fuimos la fotocopia a color
de una generación asolada por la dictadura.
Esa variopinta prole en las graderías del gimnasio municipal
cabeceando Smells Like Teen Spirit
tras ningún pompón, entre profesores de icarito saber
quitándonos de facto nuestra graduación
por dejar que el pelo toque el cuello de la camisa, iniciar un pogo en la semana del liceo,
ir con bototos a clase
…agradece que no te meten corriente en los cocos,
eso pasaba a mocosos como tú

señaló el Inspector llevándome de un ala
a Dirección.

Mis papás no encontraron nada mejor que obligarme llenar el calcetín
de gomitas frugele, inflar globitos de color en Navidad.
Fast food donde los niños querían perderse de sus padres. La nieve parece más real
con el sol abrasador. Pinochet sigue en los cuarteles.
No tendrás regalos.
Pero tienes un buen trabajo, hijo.

Sin duda, la política en la clase media
se discute en la sobremesa.
Hasta caldear los ánimos, otro funeral
recomponga los lazos.
Pero en esta ambientación tipo salvaje oeste, sin moscas, no.

Fuimos una generación hecha mierda por mtv.
Limpiando restos en locales de comida rápida como si fueran exhumaciones.
Feriados donde nadie sabe qué celebra o llora.
Pagando en cuotas, aprendiendo
con la porra en las costillas, balines de goma a mansalva,
escupitajos del guanaco,
agachar el moño.

Y veinte años después bajo el mío
a un combo
donde un pendejo llama Ronald al que ordena cajitas,
Las Últimas Noticias lleva un encapuchado con honda en portada
y el empleado del mes responde: ¿qué quiere?
¿amplía su combo por 200 pesos?

Recoge piedras cuando escuches los primeros disparos.

 

 

[En mi cubículo…]

En mi cubículo
soy provocado
a salvarme
por mis propios brazos
o a permanecer en punta y codo
oyendo las sirenas

que chillan accidentes, abrazan el cuadrante
con más violencia.

Me obligan a repasar mis herramientas:
Un cuchillo de cocina.
Un bate hecho por mí tras la puerta.
Libros que desnortan, explotan la cabeza.

Te oponen a toda esa burguesía de izquierda
que se pasa diciendo una cosa
mientras se acomoda muy bien en otra.

Ese tropel que habla del fin del mundo por esto o lo otro,
conozco su inconciencia.
Cuando venga nuestra muerte, vendrá.
Pienso en ella a diario.

La derecha que se persigna mientras sus laicos les dan de comer a sus burros.
La iglesia, ese asunto dominical.

A veces una música que sale de alguna casa por acá
me hace creer
que hay un chico como yo
acentuándose en la respiración,
enfrentando su destino
su inherente pathos.

 

 

 

[están vendiendo lo que queda de país…]

están vendiendo lo que queda de país
por eso la minúscula,
la agachada de cabeza ante el paso rasante de la cuca,
el café sin azúcar de regreso a casa.
pronto despertarán los hijos de mis amigos para ir al liceo
y no sé qué Chile podrán sentir como suyo
al acabar estos cuatro.

 

 

[Esta noche mi corazón es un cementerio de anclas…]

Esta noche mi corazón es un cementerio de anclas.
No dejaré a nadie adentrarse por este golfo.
Ahora que recuerdos que creí inexistentes bullen por pitar.
No se olvida nada.

Todos escriben como si hicieran la vista gorda.
Yo mismo temo quedarme dormido en esta carretera de segunda,
levantar un fantasma e irme al diablo.
Aparecer colgado bajo este monótono color local.

Alguna vez dejamos partir a nuestras mejores mujeres
para que encontraran el amor por caminos concesionados.
Al presente evacuo sin deseos de seguir, volverme.
No encuentro sus migas.

Esta es una tierra que subraya quedarse quieto, estancarse.
Donde las casas de los ricos perdieron la biblioteca
para construir capillas a medida de su egoísmo.
Un poema que da lo mismo callar o hablar a viva voz.
Total no hay nadie a kilómetros. Y la mañana no te redimirá
a pesar del viento en las velas.

 

 

[Cada vez en las fotos estamos más cerca de la cama…]

Cada vez en las fotos estamos más cerca de la cama
& la locura
Fe de erratas de una antología en la que colaboramos rebuznando errores
a título personal. Ningún cheque en la mesa
para equilibrar las patas.

Ya no saltamos de un lado a otro.
Pero croamos. Y si nos oyes en tropa niño
de seguro huyes despavorido a campo traviesa
de este pantano
donde los cadáveres que atendieron se conservan mejor.
Pero son difíciles de atrapar.

¿Está lista la foto? A nadie le interesa la foto de un poeta joven
si no ha muerto.

 

 

[Papá…]

Papá, lo único que me gusta de ir a pescar es el silencio.

 

 

Hansel y Gretel

¿Hace cuánto no escribes
Ernesto?
¿Por qué no lo haces para niños,
como aconseja Huenún?

Sobre niños encerrados con llave por sus padres,
echados por su madre al bosque.
Ahora que rehúsas bajar del proscenio
enterado de la inexistencia de conejos en tu sombrero.
Te tardas poniéndote nariz de payaso: revolviendo
mies y farsa con el lápiz.

¿Crees que pueden correr la cortina y ver la oscuridad
abrazar el bosque?
¿Crees que seguirán el pájaro blanco,
expondrán un hueso entre barrotes a la bruja?

Nada de refrescos: hielo.
Y no digas que hace frío
porque cualquiera puede abrigarte.
Tiene que haber injusticia,
de lo contrario no acabarías nunca.
Tienes que decir la verdad aunque nada sea distinto
y vuelva gélido el corazón:

una plumilla de raqueta en raqueta
esta apacible y clara tarde de sábado invernal,
en que la poesía son dos hermanos que nunca se cayeron bien.
Simplemente, dejaron de hablarse.
Después de que la madre, fácil de grito,
los conminara guardar en plena batalla sus ejércitos
con un empate salomónico.
Un ejército que no los salvó del Éxodo
ni del Apocalipsis.
De esta sequedad a latigazos de Bloody Mary 
viejo caballo del horóscopo chino.

Por cierto, los hermanos Grimm, que son crueles
jamás dejaron de hablarse
por temor –como en sus cuentos- de que fuera para siempre.
Jacob y Wilhelm
nunca escribieron para niños.   

 

 

[Retirado del oficio…]

Retirado del oficio
-de lo que hace que esto parezca un oficio-
dispongo lápices en fila, agrego cartillas
con esa clase de poemas que uno escribe en calzoncillo,
sin música de fondo
donde el corazón es como la interna de los franceses
en el mundial de Sudáfrica.

Ese chasquido de dedos con que dejo atrás creciditos Rimbaud
de camino al palitroque.
En Santiago no hay día que no ofrezcan lectura, 
no desee partan al continente negro
ahora en serio.

¿Escribes un poema o solo estás de comediante?
A veces cuando observo a mis amigos
fantaseo cómo se comportarían siendo mi padre.
Los mejores poemas son jodas para ellos
y España es campeón del mundo.

Sí, comediante
en la parte del show en que no parece difícil lanzar un vaso a la cara,
sacrificar al hijo como Abraham.
No soy tan biográfico como quisiera. Creo en la mediocridad de mucha poesía
y la mía, a ratos, “madera muerta de los versos en seco”
arde o es presa

del imperio del castor. Claro, levantar murallas, diques, fortalezas
tiene sentido si sobrellevas la derrota.
A propósito, los únicos animales que me gustan están extintos.
Bajo el caparazón el escarabajo tuvo alas –corrigió Nabokov,  en su clase sobre Kafka.
Pero no dijo nada sobre la loca de la casa:
ese hámster romántico dando vueltas en la rueda.
Seguir componiendo en estas circunstancias no es tan duro,
lo complicado es dejar caer bajo la mesa las notas superfluas.
Son demasiado delgadas estas paredes para evitar oír lo que piensan.
Todo lo que conozco –como Tolstoi-
lo conozco por amor.

…la hosca carga esta completa, demasiado lento en la hendidura…

Apóyate en la luz del velador si al despertar no he vuelto
y sigue oscuro. 

 

 

Valparaíso

Es feriado en el corazón.
Alguien insiste en lo contrario martillando no sé que lata
o madero
a dos o tres casas de aquí. Lo entiendo
es mejor para ese hombre que quedarse, a secas, en silencio
con un martillo en la mano.

Observando, por ejemplo, a este otro sin ganas de escribir,
de berrinche,
cansado de leer otro día más al idiota que raya pueblo
cuando avanza por la carilla.
Y arenga multitudes, todo para todos, guía en la desigualdad
con que unos y otros somos tratados de siervo o pontificamos amo y señor
sobre nuestra mesa de trabajo
aunque sea sobre cucarachas y mierda.

Me comprendes Méndez, todos golpean donde no duele
pero borran lo más importante:
nuestra ansia de poder, los pequeños sueños saltando como ovejas
en un desierto de indecisiones.

Volvamos a tierra, bajemos de nuestra cháchara insolvente
a puerto.
Ayer, jadeando, en mitad de una escalinata, punteé
: esto es un gran cementerio católico rodeado por la libertad de culto
y fieles que no pueden retener el sermón del domingo
horrorosamente desdibujado en sus postales de año nuevo
por un coro que cree los fuegos artificiales más espectaculares que las estrellas
todos los días.

No te guíes por el viento cuando puedes leerlas.

Tampoco lo corrijas.
Corregirse es escribir. Pero el espíritu del viento es cumplir la palabra:
no lo enderezcas.
El aire no es ignorado por el ala de los pájaros.

Ni por mi Breve Historia de Chile
que hoy parezco cargar de recuerdos inconexos, ideas preconcebidas, versiones ordinarias.
El poema fallido que todos publican
mientras el tipo golpea y golpea como si esto fuera el final de todo
invadiendo mi cerro, apuntalando mi resaca.
Imagínate a Silvia Plath en la resaca de Ted, a Carrera
en la de O´Higgins.

¿Ves? La poesía porteña es como ese hombre que machaca
en mi día de asueto,
porfía porque circulen troles que no llegan a casa
con tal de sonar a patrimonio de la humanidad.

A meses del terremoto
da risa observar a tanto petimetre pensando que pegarle al clavo
es martillar,
esa profundidad de espuma escaleras abajo.

No sé a qué lugar espero llegar
en esta ciudad pasada a viejo orín y sombras chinescas.
En realidad hace rato perdí el punto,
deje de tirar migajas para volver.  

 

 

[Acorté camino para llegar aquí:
escribir es esa fuerza que te pone de rodillas…]

Acorté camino para llegar aquí:
escribir es esa fuerza que te pone de rodillas.
Aunque ningún poema en estos meses
fue una conversación tranquila. 

Empiezo a creer que el mundo desaparecerá,
nunca es tarde.
He vuelto a dormir en la litera. Mi hermano menor, en la de arriba ronca
como si no me hallara.
La vida no es tan alegre como quisiera hacerle creer.
Si pregunta no volveré a mentir.
Cada año en los boletines meteorológicos es el más seco, húmedo, lluvioso.
¿Es que a nadie le da por el culo leer en locales semivacíos,
confundir el riñón con el puño?
No quiero un libro para leer en familia.
Otro teléfono público en que las monedas se pierden.
¿Dónde demonios puedo beber un lunes a las tres de la madrugada,
sin dinero?
Bajo esta ampolleta de pobre intensidad, las letras, parecen luciérnagas
que no sobrevivirán a la mañana.
La verdad es que hurgamos con torpeza,
gruñimos, sudamos.
Y como todos los novatos
dije no cuando debí decir sí. Ahora revienta la piñata cuando habías dejado de esperar.
No conseguirás ningún dulce.
O palo en la cabeza.

¿Qué es lo que sigue con nosotros al cerrar los ojos?
¿Qué es lo que tu mano sostendría con fuerza?
Ahora que de rodillas busco bajo la cama unas zapatillas de levantar
que pertenecieron a la pareja de mi tía,
visto la bata de mi abuelo.
Quizás todo sea calzar, arroparse con lo que dejan nuestros muertos
y apagar la luz.
 

 

 

[Es temprano para armar quilombo en el templo…]

Es temprano para armar quilombo en el templo
o pasearse perrito faldero en el mall.
Días persiguiendo la gallina de los huevos de oro
me entristecieron de sobremanera.

En perspectiva: la normalidad es aplastante.
Demasiadas madres juegan con niños
como si nunca hubiesen pensado abortar.
Debe ser la resolana, el carmín que sobrecarga labios
nuevos en el amor,
un columpio que oscila quién sabe por qué.
Globos que no alcanzarán la copa de los árboles, firmes en la mano
de niños que, por ahora
no.

“Prohibido pisar el césped” es cubierto por una manga de punks
que jamás oyeron Bakunin o Kropotkin.
Una señora se va sin recoger la mierda del perro.
Mi banca da la espalda a la fuente,
ningún peso que tirar.

Mientras la mañana tibia, agradable, empuja a arrancar una rama
que sirva de mástil
o bate para volar crestas y salchichas.
Mi corazón es una bolsa negra.

Cierto: el viaje inútil de los poetas me embelesó.
Keats, por ejemplo, jamás hubiese escrito líneas tan torpes.
Lo más descabellado que puedo imaginar
es un fantasma doméstico

que aporreó los sueños más horribles del hombre:
lo que se considera éxito, lo que significa tener poder.
Escribir es una rendición honesta,
nervios sensibles a los propios temblores de mano.

Te doy una pista: no fui el loro del organillero
ni el viejo que vende algodones.
Cada quien sabe lo que trae su morral.
En el mío, un libro de Juvenal con una frase subrayada:
la plata se llora más profundo que amigos
y parientes.

 

 

[De pantuflas, esta tarde, vacilo acabar mi libro…]

De pantuflas, esta tarde, vacilo acabar mi libro.
Mañana, quizá, ceda ante sus sombras.
Esta haciendo cada vez más frío. Y en vano observo el cel.
En realidad, no podría contestar sin parecer pirado.
Dios aprieta pero no ahorca.
Después rodé la cabeza de una veintena de textos
como si cayera una tabla sobre el foso que cerca.
''Lo difícil no es el poema, sino tener corazón para escribirlo''
escribió Lee Chang-dong.  

Crucé el fuego, pero eso no es importante. Tampoco torear el ego
en mitad de la página.
Y la capa de polvo que cubre los muebles
no veo por dónde valga un olé en el ruedo.

Abrir los ojos no significa despertar.
Cerrarlos, una pesadilla.
Mientras me descalzo para caminar sobre los últimos poemas
y sus degüellos,
dulce nieve que acalla todo.

Cierto, aquí rara vez nieva.

Suena el teléfono, no tengo fuerzas para sostener: número equivocado.
Escuchar una niña que de súbito suelta la mano del padre
y dice que soy como esos árboles de navidad que no necesitan tierra.
Árboles creados por gente que no la celebra
ni se imagina el pino bajo treinta grados celsius.

Como si la vida misma fuera desapareciendo
tal como la viví.
No lejos del estante de libros, apático al noticiario sin volumen
que sirve de lámpara.

He comenzado a llegar tarde y con pésimos modales
berreo y me corro de haber tales carneros
en perfecta ignorancia sobre carreras y caballos.

Un gladiador con sobrepeso pero igual de aguerrido
que en el espejo del lavabo se contiene de golpear su orla.
Olvidar que de Aquiles, una vez tan grande,
sólo queda un escaso puñado.

 

 

[Un libro que hunda todos los demás…]

Un libro que hunda todos los demás.
Ante eso, muchachos, comparezco. 
Coto de caza en que una variopinta manga de cortesanos, estrechas, maricones
pendejos y borrachos,
uniformados de rebelde,
pinchan, sobajean, chillan al cachalote muerto
sobre las arenas de Isla Negra.

Si a largos trechos esto pareció una fiesta de disfraces
en que todos balan de cordero,
es cierto.
Donde no falta el entusiasta con la buena nueva
empujándolo otra vez al mar.

Adiós, piratas, estoy demasiado cansado
para ir de segundo en su listón.
Me alcanza lo que dejo sin decir.
Sueño que todas las ovejas que claman paz
la obtendrán del carnicero.

Pareciéndome cada vez menos a ustedes, incluso a mí
cuando veo de reojo el retrovisor.
Me gusta que me vengan a buscar cuando estoy aburrido
en tierra firme, haciendo la caricatura.
Leemos con un toque monárquico, sin duda.
Toda posteridad puede irse a la mierda en la edad de la prosa.
Contra esta iglesia de los últimos días
y su ego harto de butacas sin público.

Sí, no parece buena la fiesta. Un dodo
espera la muerte de pie.
Las chicas se solazan tejiendo y destejiendo petitorios
contra el macho dominante.
Se hacen llamar sin el apellido de la madre.

Cochero, rápido al cielo.  
No quiero pegarle a la piñata, es decir, echarla abajo
con venas marcadas en el cuello.
Carver tenía un retrato de Machado en su habitación.
Tras cada pesadilla, decía: tranquilo, Machado esta aquí.
Acá un puñado de poetas me prestó ropa,
otra se ofreció de escudo humano.

Aprendí que la poesía no consiste en acostumbrar la vista a lo oscuro.
Arrojas todo lo que tengas a mano esperando el momento de saltar.
Y saltarás no sin que la prosa haya herido,
el verso sortee la trampa.

Un oso hartado de bayas se recoge.
Bienvenida sea la nieve.

 

 

* * *

Ernesto González Barnert (30 de Agosto de 1978, Temuco, Chile). Ha escrito “La coartada de los dragones por el camino pequeño” (Ed. Pewma, 2000). “Higiene” (Edic. Temple, 2007). CD de anticipo “Trabajos de luz sobre el agua” (Ed. Alquimia, 2007). Muestrario de Poesía joven Chilena, en braille (co-editor) (Proyecto fondo del libro, Editorial Buhardilla). Arte tábano (Manual Ediciones, 2010), el objeto-libro “Tallados” (Cubo de Poesía Anatropica, colección Porque escribí, 2010). Ha recibido el Premio Eduardo Anguita 2009 y el Premio de Honor Pablo Neruda Universidad de Valparaíso (2007). Es Licenciado en Cine Documental por la Universidad Academia de Humanismo Cristiano. Y cursa el Diplomado en Estética del Cine impartido por la Escuela de Cine de Chile.


 

 

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