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Paseantes (Ediciones del Temple, 2009)
de Diego Alfaro Palma

Por Ernesto González Barnert

 

Paseantes es el debut de Diego Alfaro Palma en la categoría de escritores profesionales. Bienvenido. No es otro poeta que sale debajo de las piedras. Otro advenedizo que le basta con cortar en versos el propio vómito. La reseña es clara en ese aspecto. Pero también acusa, que el autor estrena. De que nos sirve saber que al autor le gusta la mermelada de naranja, anda en transporte público, camina. Como si eso fuera algo crucial o extremadamente insólito a la escritura o a la propia existencia.

Fuera de esta novateada, ya puedo comenzar a hablar del libro y no de cómo esta hecho el libro. Y ya leído y vuelto a leer, pasearme por su escritura. Diego Alfaro (Limache,1984) ha escrito un libro, en general, correcto, breve, dentro de lo que se entiende como buena poesía, que denota dominio sobre el lenguaje poético, nítido, universal en su expresión de la propia experiencia. En lo particular, un libro con algunos poemas notables, verdaderamente notables, pero echado a perder por el exceso de crema y el miedo a radicalizar su propio imaginario poético – muy complaciente al canon-, ahondar en el estilo expresivo que haga que donde le leamos sepamos que es él y no puede ser nadie más. Y el osar perder el efecto poético. Un riesgo que corrió por ejemplo en ese brillante poema – y arte poética- que es INTERSTICIOS y que nunca debió superar la primera estrofa. Lo demás es esa crema, que sin ser mala, es mucha. Termina por hostigar. Aquí hallamos prácticamente todo lo demás.   

Me enseñaste
el cepillado concienzudo
de los dientes, de abajo
para arriba, suave
no forzado sino libre
y remarcado en los intersticios,
para al fin repasar el camino trazado
y al contrario de la poesía
hallar la blancura.

Digamos, que parte trastabillando, al adornar con una falsa complejidad la sabiduría del que limpia la ventana empañada – la bruma y sus vacíos- en el cansancio de un viaje, para admirar el paisaje. Y que en CHARLY BROWN y antes en BRISA MARINA destella duende. Así como en EL RETORNO a excepción del error que veo en poner la palabra otoño, como si el efecto poético fuera inherente a esa estación del año. Bastaba con decir estación o la temporada o cualquiera de las otras tres.  MANUAL PARA AMAS DE CASA faltó una vuelta de tuerca al tema, tomó la posición fácil desde el púlpito. Pero es un buen poema. MESA NÚMERO UNO y QUEDA suman. PLAGIOS, bien, ondero. PAN DE PASCUA, rescato el primero de los tres, al resto aplico taller. WOODIE Y IAN, excelentes. Y llegamos a ese poema que nos hace un nudo en el estómago, BIBLIOTECARIO, leo:

Reconocerse en un poema de Philip Larkin
puede parecer tan desolador
como la fotografía de un carrusel bajo la lluvia.
Las soledades que vienen y van
pueden ser tan cansadoramente inútiles como la literatura
sin embargo
de una u otra forma volveremos a ellas
como a aquel viejo paraguas que desdeñamos
por sus extravagantes colores.
Pero más allá de estas vagas lamentaciones
El deseo de estar solo
bajo una luz, en pie de poesía,
desconociendo -desde altas ventanas-
la miserable estulticia
de las chicas bellas,
arpías que dolorosamente
anidaron en tu vergüenza.

Tras eso, y sabiendo que antes se llamaba P. Larkin, me parece acertado el cambio de título. En realidad, todos los títulos de poemas en Paseantes, agarran al toro por las astas. Dicho esto, ELMER FUDD y un poco menos JUST LIKE A WOMAN, cierran un libro que augura un poeta que sólo puede mejorar, que recomiendo y quisiera seguir leyendo, con el que amigos me han dicho: Oye Ernesto escucha este poema… no dejes de escribir de Alfaro.

 

 

 

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Paseantes (Ediciones del Temple, 2009).
de Diego Alfaro Palma.
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