Presentación 
          Lengua Manto  Corazón de la Ira
          (textos reunidos 2004-2005, garage. ediciones, nov. 2009)
          De  Marcelo Guajardo Thomas
        Por Ernesto  González Barnert
         
        Marcelo pasa por un escritor normal. Y digamos, entre  nos, que no lo es en absoluto. Años lleva distinguir la matriz totalmente  desquiciada con que retrocede o avanza, esa feroz disciplina de caza, la  soltura exacta con que juega a cortarnos la cabeza sin derramar una gota de  sangre en tiempos  –como vemos- bárbaros  para la poesía, de corte y confección.  Obviamente, el autor, no la pone fácil, ni cuando duerme. Con un dominio  técnico del lenguaje extraordinario, un vocabulario de muletilla con el que  gana, indistintamente, cien metros o una maratón. Una claridad simulada,  aparentemente familiar, que deviene siniestra o alegórica. La limpidez rotunda  o seca, de su música. Esa corrección que lo hace presentarse clásico cuando es  quizás el más violento heredero de su generación. Uno de los que con mayor arte  disfraza la rapacidad de su poética con una dosis de sangre fría que podría  helar nuestra cerveza hasta hacerla intragable.
para la poesía, de corte y confección.  Obviamente, el autor, no la pone fácil, ni cuando duerme. Con un dominio  técnico del lenguaje extraordinario, un vocabulario de muletilla con el que  gana, indistintamente, cien metros o una maratón. Una claridad simulada,  aparentemente familiar, que deviene siniestra o alegórica. La limpidez rotunda  o seca, de su música. Esa corrección que lo hace presentarse clásico cuando es  quizás el más violento heredero de su generación. Uno de los que con mayor arte  disfraza la rapacidad de su poética con una dosis de sangre fría que podría  helar nuestra cerveza hasta hacerla intragable. 
        Marcelo Guajardo Thomas es el cazador matinal que se  mueve con ligereza y elegancia en esta selva  fría, cavando hoyos, cubriéndolos  como si no existieran. Así espera el botín: ensayar a cortarte la cabeza sin  derramar sangre. Empujarnos –como si el aire estuviese de su parte- a la  extinción, es decir, de una vez y para siempre a alguno de sus libros que, por  desgracia, son en su mayoría de circulación privada. Como corresponde a otro  año en que Neruda es deshonrado. Pero tengamos cuidado con el libro de amor que  hoy, en particular, nos convoca. Y no con quedarnos en uno de sus agujeros,  eternamente. 
        Lengua Manto  Corazón de la Ira
        Por supuesto, no se puede pensar en lengua manto corazón  de la ira sin remitirse a dos o tres episodios autobiográficos bien  determinados. En el hecho de que es un libro hecho o movilizado por la  inmediatez del dolor. En la urgencia con que esas palabras se ajustan, amalgaman  al dolor. Intuitivamente, orgánicamente si se quiere. Y abren un lenguaje  acompasado al cuerpo, activado por el cuerpo.  O Máfil, su libro hermano,  donde hay un  intento de guiarse por un hecho real, reconstruir un fenómeno en particular,  donde está el mismo dolor, el mismo deseo, el mismo amor, pero las coordenadas  en que Marcelo se mueve ya las conoce: por medio del sueño de la memoria. Donde  sabe el terreno que pisa, la agenda diaria para mapearlo. En LMCI es todo  desconocido, el lenguaje avanza junto con el cuerpo, no hay sueño posible, ni  presagio, sus mecanismos son automáticos, nombran el lugar que duele mientras  duele aún, el lenguaje es manifestación del cuerpo, su encierro, su sentido y  mayor imposibilidad.
donde hay un  intento de guiarse por un hecho real, reconstruir un fenómeno en particular,  donde está el mismo dolor, el mismo deseo, el mismo amor, pero las coordenadas  en que Marcelo se mueve ya las conoce: por medio del sueño de la memoria. Donde  sabe el terreno que pisa, la agenda diaria para mapearlo. En LMCI es todo  desconocido, el lenguaje avanza junto con el cuerpo, no hay sueño posible, ni  presagio, sus mecanismos son automáticos, nombran el lugar que duele mientras  duele aún, el lenguaje es manifestación del cuerpo, su encierro, su sentido y  mayor imposibilidad.
        Y podríamos pedir aplausos, en esta ceremonia privada en  el comedor de la casa de mis abuelos, entre nuestros más caros amigos que son  también nuestros pares. Y donde Marcelo decidió presentar su libro, en tiempos  donde la fama se confunde con el prestigio, peor, con el valor de una obra. 
        Separemos las  espinas del pescado.
        Desde la portada ya nos dice mucho. Pero como es una  edición artesanal, privada, temo haberme quedado con el número premiado. Así  que no diré nada de la que poseo. Y sí diré por ejemplo cosas como esta: es un  libro dividido en tres partes: A) El fuego de los pastizales. B) Dos en los  ojos del sueño. Y C) Mi amor quebrado/ pegado a los muros. Es un libro de amor.  Y como tal, del dolor que ha causado y causa. Por otra parte, –a pedido del  autor- separaremos las espinas del pescado, es decir, no nos enredaremos en la biografía  por menos de un millón de dólares.
        Por otra parte, la rotundidez musical de este poemario  hace olvidar que para nada es una situación controlada. Que las perspectivas  son forzadas. Siempre borra información. La inquietud, la extrañeza, que nos  hace viajar a la velocidad de la hoja esta dada por pistas que no reconocemos o  que reconociendo lo desdibujan en un mar aún más oscuro de símbolos y mellas. La  interpelación permanente ata sin que encontremos el nudo de la pequeña historia/  la anécdota (ese vicio tan español) que corre paralela entre ambos. Repito, es  un libro lleno de piezas que faltan, escrito con la perfección del que herido  hiere aún con más precisión limpiando su pelaje hasta blanquear los huesos. Hasta  poder ser cualquiera. Dejando que el fuego arrase. Arrastrando su dolor hasta  el eco, un eco que podría ser la respuesta de ella. Pero no lo es. 
        Ella es el blanco de estas páginas. La caída para  escribir, el sacrificio. Un destino contra el que luchó y lucharon. Y rigurosamente  perdieron. 
        Otra idea que predomina es la del daño (el que se  hicieron, el que se dejaron), de posiciones que no cederán, de orgullo y eros  en porciones volubles. Que arrastra el fuego que es la fiebre de la vida, del  lenguaje (para  Marcelo) a escaldar estos pastizales. Pero ella será el agua  atravesándolos para apagar ningún incendio, atenuar ninguna quemadura. Es la  desaparición de lo que amamos antes de haber aprendido a dejarlo ir.
Marcelo) a escaldar estos pastizales. Pero ella será el agua  atravesándolos para apagar ningún incendio, atenuar ninguna quemadura. Es la  desaparición de lo que amamos antes de haber aprendido a dejarlo ir. 
        Es un libro menos cerrado que otros. Mucho menos preciso  que otros. Pero es un libro de amor (o su reverso). Donde el vocabulario se  reduce hasta lo indecible. O se repite desde puntos de vista distintos. Acusando  en cada página mella, malestar, obcecación. 
        Finalmente es el sueño, la salida, el deseo de que su amor  haya sido entrañable. Los poemas antes de arder por completo, suyos. El eco de  su voz la respuesta de ella, derramada en el abismo. Su “cuerpo” esta Lengua  Manto Corazón de la Ira. 
        Por supuesto, Marcelo, había que hacer algo con este  poemario innumerado. Aunque fuera de salida artesanal. Ahora que los bueyes  creen que dan cornadas. Sólo porque son mayoría. Bastan pequeños gestos como  estos, en cualquier comedor de una casa austera, para ver -a fuerza de cachos-  chispas del roce. Y esperar que pasen los malentendidos, arda la chamuchina que  algunos llaman “experimental y vanguardista.”
        
          Nov. 2009
        
        *
        Por mientras, Marcelo Guajardo Thomas, entrega este libro  a domicilio, a módico precio, sin iva, escríbale a: garageediciones@gmail.com
          O nos abre su blog: www.garageediciones.blogspot.com  donde pueden descargar gratuitamente Cocaví. Poesía Temprana. 2002-2008. Marcelo Guajardo  Thomas. Que reúne gran parte de su trabajo capital.
         
            Aquí les  dejo con una breve selección del poemario LMCI
         
        
          
            
              tú el ojo del dolor
                el cardo que gira en el agua
                sin hundirse
               
               
              de ti la huida
                no es posible
              mi blanca
                mi arrullo
              mi voz quebrada
                en los acantilados
               
               
              todo lo he recibido  de ti
              me diste el pan
                quebrado de dolor
              comí de tu pan
              en mi boca
                se volvió carne
               
               
              en ti la dentellada
                el agua que parte el silencio
               
               
              hay una luz en los  acantilados
                que dispersa la preciosa nada
              en ti el espejo y el oído
              el ojo blanco del cordero
                abandonado en el cielo
              es un sol
                un famélico sol
               
               
              los peces en la  orilla del charco
                desovan el famélico sol de los riscos
              tu mano levanta la piedra
                la arroja
               
              la quemadura
                se resiste a la piedad
               
               
              el fuego devora 
                las raíces de los cardos
                las espinas
               
               
              algo había de  nosotros
                en la palabra que pronuncia el vacío
              un estertor que aparece,
                allí, en mitad de la sordera.
               
              tu aire es el mío
              compartimos el temblor 
                del torcido sol
              una piedra 
                una mortaja
                un golpe que te silencia
               
              tu mano hundió
                mi boca en tu costado