“la ojiva”
Poemario de Eduardo Barahona.
Por Ernesto González Barnert
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Pienso “la ojiva” como una explosión por venir o adelantada en muchas páginas donde van a saltar todas las esquirlas/manifestaciones de la vida individual de Eduardo Barahona.
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O el poemario que quizás un Oblómov chileno hubiese escrito perfectamente antes, durante y después de encerrarse en su pieza. A la hora en que la flojera y acedía friccionan nuestras mejores respuestas, excelsas en su negatividad ora amarga ora tragicómica a una existencia que parece haberse hecho, bajo algunos aspectos, cada vez más invisible e irreal, agrediendo al individuo y convirtiéndolo en el blanco de un febril bombardeo de deberes, estímulos, agobios, impulsos, cometidos, solicitudes u órdenes que le impiden vivir.
En definitiva un libro donde la vida apremia, urge por todas partes. Y sin embargo, no.
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Una obra nietzcheana en el sentido de que Eduardo Barahona (1979, Stgo) hace una prédica saturada de una jovialidad cenagosa y confusa, en el aparente ocaso del sujeto individual y la dispersión centrífuga de su unidad o donde todas las máscaras, personajes, poses, heridas, fragmentos, voces que le componen son un rompecabezas imposible de armar (no de escribir) y cabecearse en una ojiva.
Aquí se da disociación de la identidad personal en el magma informe de los deseos momentáneos e indistintos, la eliminación de los valores a favor de las necesidades, el vago e indeterminado culto al cuerpo –adorado por sus secreciones fisiológicas con superstición fetichista-. Aquí la poética penetra la conciencia e intenta ahogar en la tina su peculiaridad, sus sentimientos. A cada intento nivelar los pensamientos y diversidades, aplanar la interioridad. Y hacer de toda metafísica una reducción sociológica y sicológica, donde se reemplaza la verdad (de lo que se dice) por la opinión, el debate por el dialogo errabundo.
Aquí la amenaza de la ojiva en toda su potencia y desmesura sobre nuestra manera de esbozar y vivir, la amenaza de sus pespuntes y devaneos como un hecho consumado.
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Por supuesto, la poesía de la amenaza, de la punta explosiva, del vacío y destrucción, del erotismo erizado y el género que Eduardo Barahona propone es una manera de leerse más que necesaria y decisiva en tiempo presente. Más allá del mosqueo teórico y fárrago no siempre bien puesto de esta literatura barrosa.
Así que la invitación es a leer o enfrentar este gran cuaderno en construcción sin más, complacerse en este poemario/diario de vida hecho de cartas de amor que son también testamentos inconclusos sin ir más lejos, para no morir del todo, de un corazón estrellándose en los límites de su lenguaje.
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De memoria cito:
“no importa cuanto llores/ una inundación en este cuarto no es la respuesta/ la gente flota”
“si abro la ventana/ y soplo fuerte hacia fuera/ ¿crees que se irán?”
“la palabra hiere como una orden para los dos”
“erassmo solo entiende de cosas acercándose a su cuerpo”
“todo lo reduzco/ a un simple acto reflejo”
“tarde o temprano/ todos estos hermosos objetos a mi alrededor/ objetos que me definen/ cosas que me traen recuerdos diversos/en el fondo/ se transforman en basura de otro ser”
“seguimos siendo colonia de bebé”
“página 124”
“página 137”
“no cuido de mis frutos/ la naturaleza debe tener ansias de ver pudrir sus dotes al pasar”
“tengo el corazón malo/ una falla congénita de escritura/ derramada sobre el papel”
“tu me dices que necesitas un masaje en la espalda/ yo pienso que necesito un masaje cardiaco”
“el silencio de mi cuerpo sobre el tuyo/ recelando la ventana de toda luz”
“te voy a pintar con la lengua/ esos colores que te veo reflejados/ cada vez que amenazas con volver”
“y pienso en pornografía/ meter mi cuerpo en medio de tu ropa limpia”
“me gustan los hombres/ se arman un castillo donde pretenden encerrarme para siempre/ artefactos con los que intentan ponerme a salvo/ o destruirme según su inestable escozor/ me gusta que crean que es eso lo que quiero”
“carilla 223, 224, 225 y 234”
“las amigas de mi madre (…) en el living de la casa (…) acostumbran a reírse con la boca abierta/ porque en el trabajo nadie las mira”
“tengo que ir a provocar disturbios a la calle para llamar tu atención”
“quizás haciéndome el necesitado de canciones/ pedir limosna a la puerta de tu casa”
“este libro descansa/ sobre mi pecho aplastándome el corazón”
“mis brazos abiertos como edificios/ para recibir/ el incendio de aviones estrellándose”
“me he perdido en este recital / si no convierto mi cuerpo en sonidos”
“quiero que me sufran / que me dirijan miradas solapadas/ se alejen y me acerquen de curiosidad/ espero me recojan y me encierren en la caridad del saludo cortés/ usarme para lucrar”
“quiero que dejen de limpiar la ciudad ensuciando la mía”
“la navaja de la literatura abre una realidad/ repleta de cortes imprevistos”