Nunca se puede llegar a saber si es el último libro, pero se puede iniciar diciendo que es el reciente libro de Ernesto González Barnert (Temuco, 1978) compuesto de sesenta y seis poemas acotados, prolijos, unos más extensos que otros.
Es uno de los escritores más cercanos a mi constelación generacional, junto a Ángel Valdebenito, Marcelo Arce Garín, Gloria Dünkler, César Cabello, Sebastián Farah, entre otros, a quienes recuerdo con agrado. Lo curioso son sus lugares de nacimiento, aunque no de residencia, son similares porque provienen y resisten a la idea de lo metropolitano ya fundamentaremos esta idea. Podríamos añadir una segunda constelación integrada por Héctor Hernández, Paula Ilabaca, Felipe Ruiz y la novísima poesía chilena, liderada por estos poetas de la capital de Chile. Una tercera constelación es del autor de Yo Frida, creador del taller Carnicería Punk, me refiero a Diego Ramírez. La cuarta constelación es de frontera, al sur del río Biobío y del Cautín, entre ellos, Rodrigo Massi, Rubén Cifuentes y Cristian Lagos. Todo esto a modo de genealogía de la poesía chilena escrita por vates mayores de los cuarenta, pero menores o próximos a los cincuenta años. Quedan más autores que mencionar, pero hoy este es mi horizonte.
Venado Tuerto, dice relación a la localidad de Argentina; por el viaje del autor a dedo hacia Buenos Aires. Tuvo una edición previa en manos del Concurso Premio Internacional de Poesía, Nueva York Poetry Press, habiendo obtenido la Mención Honrosa el 2021. Hoy tengo en mis manos la edición de Andesgraund, Colección Ojos del Salado (2024) a cargo de la edición de otro de mis amigos: René Silva Catalán.
El libro está escrito en clave y con alusiones directas e indirectas a otros autores chilenos y de la tradición lectora de González Barnert. Inicia con Gabriela Mistral, Edgard Allan Poe y entre sus páginas una alusión indirecta a Enrique Lihn, cerrando con la poeta rusa Anna Ajmátova (Es difícil hacerse oír/ donde todos esperan señales/ y no palabras, página 90). Tiene alusiones directas a la literatura decimonónica de Vicente Pérez Rosales (página 10), sin dejo de parodia y con un nerviosismo singular por enfrentarse a sí mismo con soliloquios y, de frente a las voces de la literatura inscrita en lo nacional. Es un libro que analiza a la sociedad de su época y a las máscaras del presente, con pasajes críticos de la política auto instituida democrática en el marco de lo nacional, por ejemplo, en Déjame abrazarte en el frío (página 11). También diálogos que la crítica puede inscribir a posterior a la poesía religiosa en: Escúchanos Señor te rogamos y No contestes a Dios (página 49 y 63). La remembranza presente también en el poema Extraño a los poetas malditos (página 43).
Luego de leerlo y al hojear después tan solo el índice, uno se da cuenta de lo que dejaron estos elementos presentes: diálogo con sus contemporáneos y congéneres (No es difícil de pronto dejar todo esto que hacemos, página 70), tradición (La poesía chilena, página 62), nostalgia por lo lárico (Vuelvo al pueblo, página 57), citas cinematográficas (En el cortometraje Hojas Caídas de 1912, página 47), amor experimental y adulto (Te dejaré partir, si así lo quieres, página 72), un maduro análisis crítico de la realidad de lo institucional y del imaginario de lo nacional (página 49), una incredulidad a lo que se afirma como capital nacional, es decir, lo santiaguino. Por último, seguridad en el decir poético y eso se tienta.
Me quedo con los poemas que refieren a la naturaleza, porque conmueven, ya que es lo único cierto después de todo -lo hablamos con Ernesto- el poema Disculpa al mirlo, citamos: “disculpa al mirlo/ que no encontró su pequeña canción en esta vida/ y envuélvelo con ternura y cuidado en esta hoja// Que no pierda una sola pluma con la que leyó el viento /cruzó el cielo por arriba y por abajo a la caza de su melodía” (página 67). Inevitable no acordarse de la canción Blackbird de The Beatles (álbum Blanco, disco doble de 1968) canción compuesta por Paul McCartney.
[*] Poeta y doctor en comunicación. Creador de Chillán Poesía el año 2003 junto al investigador Fidel Torres.
# poemas de Venado tuerto
Cuando era un tigre
me gustaba mi reflejo en el manantial.
Saber qué mientras bebo
acechan otras bestias meciéndose,
como yo, al viento, entre las cañas.
Así calmar mi sed observando también
estas cicatrices y líneas del cuerpo
donde me leo felino
más viejo y vulnerable
que encuentra cada vez mejor el agua
antes de fluir, evaporarse
con el sol de la sabana.
Déjame abrazarte en el frío,
no decirte nada en este país
donde todo es una revancha criminal.
Un jergón vencido que en cualquier momento
sacamos a la calle y rociamos de parafina.
Déjame mirarte hasta que seamos dos
contra el resto del mundo.
Una mirada cómplice en un pueblo fantasma
donde todes se apuntan con el dedo.
Mientras el último limón amarillo
que llamamos sol, cuelga del limonero,
se balancea silencioso, como nosotros,
entre el caos y el arte.
Nuestro primer trabajo fue acompañar al padre
a cavar tumbas.
Golpear el canto contra las piedras,
tirar la pala lejos.
No creas que la poesía me enseñó una lección.
Que diré menudo trabajo de mierda.
Tampoco sospeches que no me duele enterrar
lo que odio, vale un carajo.
O supongas que no volvería a empuñar una pala
en mitad del jardín asilvestrado,
nichos que nadie visita.
A veces recuerdo con un nudo en el estómago
el hoyo en el cementerio que cavé
para el Edgar Allan Poe o Annabel Lee de la temporada.
Sí, con un nudo en el estómago retuve
lo que mi padre decía con sonrisa triste:
manos a la obra.
Siempre se puede empezar otra vez,
cargarlo todo de nuevo,
por amor al arte.
Con un día de mierda remarla en contra.
Con un sol impío o borrasca desleal
ir sonriente y sereno a cavar un hoyo
para un maldito o héroe.
O puedo darles en la cerviz
con mi herramienta de trabajo
en mitad del cultivo áspero
o parque de ensueño,
después de trazar una estúpida zanja,
cubrir una tumba en esta patria
de intrigantes y sapos.
Traidores que viven y matan por monedas,
un minuto de atención.
Siempre se puede en este país
asesinar impunemente,
destruir a alguien con razón,
sin razón,
porque hablamos el idioma de Cervantes con suturas
como decía Vicente Pérez Rosales.
Cavamos a seis pies de la literatura el poema
de la vida y la muerte
desde que éramos unos críos
y la ley del más fuerte impera,
es lo primero que aprendimos
en estos pasajes y tumbas
por la razón o la fuerza.
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com Ernesto González Barnert. "Disculpa al mirlo”.
"Venado tuerto". Andesgraund, Colección Ojos del Salado (2024), 96 páginas.
Por
Rodolfo Hlousek Astudillo