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El poder de un Playlist
Playlist de Ernesto González Barnert (Overol, 2015)

Por Álvaro Castro

 




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El enumerar o apilar/acumular elementos con un sentido es muy necesario para nuestra especie. Sin ir más lejos, logramos evolucionar al trabajar esa habilidad de apilar cosas y darle significado/título al grupo que resulte de ello: alimentos, amigos, animales, frutas, instrumentos, etc. Digamos que una lista, esta enumeración, es algo que realizamos en todo momento.

Sin embargo qué pasa con una lista de supermercado: ¿te acuerdas de la última lista de súper que hiciste por el antojo que atacó a tu estómago durante el estudio para ESE examen de universidad? ¿o esos amigos con los que a menudo te reúnes para comer como si el mundo fuera a acabar? ¿te acuerdas exactamente de qué es lo que compraste? ¿lo que anotaste estando dentro del supermercado? ¿lo que NO anotaste, y se te ocurrió en el camino y compraste igual? ¿lo que no encontraste esa vez y decidiste comprar en el mercadito de la esquina? ¿ya te lo comiste? Qué pasa con las cosas que haces durante el día, las anotas? o las de la semana…la lista de cumpleaños de tus amigos... ¿la tienes?.... Y tus 5 películas favoritas…? ¿Es la misma ahora, que 10 años atrás? ¿acaso alguna se pelea el primer lugar con otra? ¿Qué ocurre con esto de las listas? Pues, una vez que las realizas o pasa el momento, la mayoría se olvida. Puede que no estés acostumbrado a ninguna de estas, pero es un ejercicio mental ineludible.

Qué sucede con las listas de música. Estas ‘listas de reproducción de música’, lo que corresponde a la traducción literal de las conocidas comúnmente como playlists: las 10 favoritas de los ‘80, ó ‘90, ó ‘70; las 5 mejores canciones de The Backstreet Boys, o de The Beatles, o de Luis Miguel, Lhasa de Sela, Nina Simone; las 5 mejores sopranos modernas; las 5 mejores bandas de k-pop, o los 40 principales de la semana que daban en radio la clave en los ‘90… o de folklore chileno…o de la gran Violeta exclusivamente… las 15 mejores canciones de nuestra vida… puede que no la hayamos ‘seteado’, pero en el momento de escuchar una determinada canción, sabemos que ESA es parte de nuestra playlist, y aunque no seamos muy melómanos, siempre existe por lo menos esa con los clásicos que suenan en la disco, o karaoke, o radio favorita de temporada y que marcan una generación, a cada una en su era, su época, su etapa en particular.

Hay gente que detesta ser interrogada con ‘qué música te gusta’, ‘qué escuchas habitualmente’, ‘cuál es tu música favorita’, etc. Pero estas listas de clásicos del pop, del rock o de tu generación, rondan el subconsciente a la hora de pasarlo bien, o mal, lo quieras o no, y saltan y te envuelven. Y más allá de ti…. ¿Qué tan importante sería conocer, por ejemplo, las 10 canciones que más han marcado a tu persona favorita? Por mi parte, podría armar una playlist, en este mismo instante, con las canciones que invaden mi cabeza al despertar… Marco Antonio Solis suele encabezar la lista…Tenía una vecina en frente que me despertaba todos los fines de semana con el mismo grandes éxitos, ahora me suena con o sin ella; tal vez le ocurrió igual a todos los vecinos del pasaje.

Y ahora, qué ocurre con Playlist de Ernesto González Barnert. Pues bien, él trabaja en forma impecable con los mejores ingredientes de todas esas listas que atesoramos en lo recóndito del inconsciente colectivo de admiración a la música. Ese conglomerado de clásicos y potenciales #inolvidables que rompen en escena para revelarnos: que no debíamos cortar el teléfono; o que escuchar SU voz en el mensaje pendiente después de horas, es sinónimo de correr a hablarle cara a cara (como dijo Cerati en Perdonar es divino); que debemos salir de casa siempre escuchando ESA canción, incluso si es sólo para comprar el pan; que simplemente el metro debe abrir su puerta ahora que justo comienza el clímax de ESE tema, o que es tu deber darle un beso a ESA persona cuando suene el siguiente coro.

Es interesante lo que ocurre con una playlist de música. A veces si escuchas alguno ajeno, creado por un programa o algún amigo….puede que varias canciones sean de tu gusto, y entonces suena otra, desconocida, y preguntas ¿de quién es esta? o vas por ella y la pillas en la lista. Va creciendo. Algunas se nutren al compartirlas, otras, las crecemos en lo más recóndito y puede que apenas se entere de esto nuestra persona favorita, acaso con un golpe de suerte. Hay que reconocer que hay listas más simpáticas que otras, algunas, en las que no me gustaría estar (Como músico, odiaría ser parte de esos clásicos de música para el ascensor, o para amenizar el baño de un mall).

Este, sin embargo, es un Playlist de varias capas, entrelazadas, o bien, diferentes playlists que se entrecruzan. Quiero decir que es complejo ser indiferente a este texto. Quiero decir, que Ernesto nos sumerge sin cuidado aparente en un proceso inverso: elementos no musicales son importados a lo que podría ser nuestra lista de reproducción de experiencias; por ejemplo: en la pág. 118 Andrei Kurkov y su ‘Picnic sobre hielo’ podrían ser perfectamente músico y álbum, podría ser coincidencia, y no (lo comprobé en internet); hacia la pág. 99 ya el nombre de la que podría ser su amante (Susana Hoffs) se convierte en una posible figura del pop chileno (se me fue directo a google, también), o en el one-hit wonder que siempre quisimos escuchar; José Vicente Asuar también sería el nombre de mi banda de rock me digo al terminar el verso de la pág. 79. Y también, el mismo Ernesto nos traspasa bandas que son entrañables para sus cercanos, como en la pág, 123: ‘El día anterior a que te cayeras mamá,/perdieras la fuerza en las piernas,/te recuerdo poniendo a Memphis La Blusera en vivo/señalándome cuál si y cuál no te gusta,/mientras preparábamos el ceviche de salmón’.

Ernesto nos adiestra sutilmente, sin más, en el ejercicio de transformar un playlist en un evocador de recuerdos por vivir. Ciertamente, es algo inverso: Me encontré pensando el otro día si acaso podría elaborar una lista de personas one-hit wonder que hayan pasado por mi vida, personas que en un solo momento son tremendas para uno, y luego... Por si fuera poco, sumo que hay más de un recuerdo de este Playlist que me encantaría vivir. El lector sospechará que estoy carente de experiencias, que me falta (una lista de) rock, pero me encantaría tener un hermano a quien acudir en una nebulosa era, y despertarlo con el sólo fin que toque para mí ‘Julia’ de los Beatles con su guitarra a medianoche, pág. 126.

Además, un playlist se sostiene de diversas formas, y esto, pareciera que lo hace Ernesto, y sin presumir, de manera tan premeditada como Rayuela de Julio Cortázar: me refiero a que bien puede uno escoger cualquier página y leer un verso o dos (shuffle/random), pero hay que reconocer un cierto efecto en leerlos/cantarlos desde el principio también. A mí me gusta escuchar un disco de principio a fin, me gusta ese ejercicio, aunque ESA canción no comience el disco. Entonces, me propuse leer así este libro. Y el resultado: es posible reconocer ciertas secciones emotivas en este Playlist. Así ocurre con el poema a la madre citado antes, precediendo a un conjunto de poemas entrañables sobre alguien que podría ser bien esta misma persona, estableciendo un momento en el libro, como un momento en una fiesta o una tertulia, cuando los aconteceres ceden a la gravedad y la memoria se impregna y alista para grabar todo esto que cae y se mece lento, la música citada aparece pero el wurlitzer de Ernesto se halla lejos, como en otra habitación. El autor remata este pasaje en la pág. 125, reivindicando, apoderándose, resituando el imaginario típico que podría surgir con la canción ‘La Cosa Más Bella’ de Eros Ramazzotti al sonar todavía lejos mientras esta persona de los poemas recién pasados es alimentada por el hablante en un momento de enfermedad

Sintonizo con la contraportada del libro, en la que Cecilia Pavón reflexiona sobre los hits como elementos de mercado, y la manera en que podemos, por sobre ello, apropiarnos de un hit. Con esto, resalto que el autor, en mi experiencia, enfatiza su arte en el resultado de la canción: re-impregna de motivos y ambientes, las vivencias que el lector suele asociar a una canción, y es en este delicado juego (porque hay mucho de humildad/nobleza en su poética) donde se halla uno de las características más entrañables del texto.

Ya en la página siguiente nos levanta despacio de este momento, con unos versos familiares con mayor olor a juventud, pero vestido de soledad. Esto hace de Playlist un baúl de recuerdos exquisitos, y me provoca estar disponible para aceptar un poema como consejo al emerger por canciones maravillosas, como en la pág. 119 con ‘Hiding Tonight’ de Alex Turner. Es decir, ya no es la canción que se podría integrar o simpatizar con el propio playlist, sino que es posible convertir la experiencia del poema completo en una, de quizá cuántas experiencias, a integrar alguna vez en el playlist del día a día.

Es primordial espejismo de un playlist, ese coqueto pasar de imágenes de canción en canción, dado el recuerdo que a nosotros nos trae cada una. No obstante, al pasar las páginas, la realidad de los versos sale a flote tanto como las melodías, y la densidad de ese entrelazado resulta entre todos, ser el más cautivante. En términos de formato, resalto que los recuerdos se apilan arriba y al exterior de cada página, y raramente atraviesan la mitad de ésta en extensión. Esto ocurre usualmente en un libro de poesía actual, sin embargo, Ernesto pareciera resignificar este espacio en blanco, como la reverberación del soundtrack, el recuerdo queda cantándose entre mis orejas, o la breve pausa entre una canción y la que sigue: es un Playlist sin cross-fade.

Valiente apuesta, de jugar con el formato canción con distintos grados de permeabilidad. A veces la canción es imprescindible para adentrarse en la memoria de lo escrito en Playlist. A veces, la canción es la guinda de la torta. A veces, es sólo un registro de época, o el de una rutina. A veces, es un noble estandarte que sitúa al hablante en una explanada y no un rincón, pág. 41 ‘No es difícil enamorarse de ti,/pequeña encapuchada/cuando estás de cara al guanaco, en Plaza Ñuñoa/con un cartelito que dice/Me gustas, democracia, pero estás como ausente./Mientras miles cantan Y Va A Caer./De puro amor le pego más fuerte al sartén./Pienso interponerme entre tú y el chorro’. El gusto varía según lo que esperamos lograr, pero a la vez juega con algo de ‘dime lo que escuchas y te diré quién eres’. Cito: ‘me gustan más las chicas de Oasis/ que las de Coldplay’ pág. 85 (acaso esta encapuchada habrá sido una de las primeras), o ‘No quieras a nadie, hijo, a quien no le guste Overkill/de Colin Hay/cuando oscurece.’ pág. 131.

Y terminando este texto me cuestiono el no poder escribirlo con música de fondo. Será acaso que ‘escribir es bajar el volumen creyendo que alguien llama’ pág. 129, y que leer un Playlist es conversar en el bar donde todo pasa.



 



 

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El poder de un Playlist.
"Playlist" de Ernesto González Barnert
(Overol, 2015).
Por Álvaro Castro