Víctor Coral (Barranco, Lima, 1968) es uno de los referentes más destacados de la poesía peruana contemporánea. Poeta, narrador y crítico literario, ha forjado una carrera literaria marcada por su versatilidad y exploración constante de nuevos horizontes creativos. Estudió Ciencias Administrativas y Literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, institución que alimentó su temprano interés por las letras y le permitió desarrollar una mirada crítica y aguda hacia la literatura.
Fundador en 1998 de la influyente revista literaria Ajos & Zafiros, Coral ha sido finalista en prestigiosos certámenes literarios, tanto en el ámbito de la narrativa como de la poesía. Entre sus poemarios más importantes destacan Luz de Limbo (2001), Cielo Estrellado (2004), Parabellum (2008), tvpr (2014) y Nada de este mundo (2020), obra en la que aborda con agudeza cuestiones existenciales que se entrelazan con la realidad cotidiana. Su última obra, Aparejos para exhumar la poesía (2024), le valió el Premio Nacional de Poesía José Watanabe Varas en 2023, consolidando su lugar como una de las voces más singulares y respetadas de la poesía en habla hispana.
Además de su vasta producción poética, Víctor Coral ha incursionado en la narrativa con las novelas Rito de Paso (2006) y Migraciones (2009), demostrando una capacidad excepcional para moverse entre géneros y explorar diferentes formas de escritura. Su obra ha sido publicada en revistas literarias de prestigio como Hueso Húmero, Caretas, Periódico de Poesía y Luvina, lo que le ha permitido mantener una presencia constante en el panorama literario internacional.
Con una poesía cargada de referencias filosóficas y culturales, Coral ha sabido cuestionar la realidad y el ser humano desde perspectivas profundas, llevando al lector a explorar los límites del lenguaje y la experiencia humana. Actualmente, está trabajando en un volumen de ensayos y reseñas literarias que promete ampliar su ya vasta producción crítica.
—Has ganado el Premio Nacional de Poesía José Watanabe Varas 2023 con tu más reciente libro Aparejos para exhumar la poesía (2024). ¿Qué significó para ti recibir este reconocimiento y cómo consideras que este poemario dialoga con tu obra anterior? —Significó mucho por dos razones concretas: porque es un premio prestigioso que lleva el nombre de uno de los más grandes poetas peruanos, que además fue amigo mío, y porque el jurado que premió el libro fue excepcional: Carmen Ollé, Giovanna Pollarolo y Miguel Ildefonso. Ah, también por la calidad de los libros premiados anteriormente, tanto en poesía como en narrativa.
—En tu trayectoria poética encontramos obras que exploran desde lo íntimo hasta lo filosófico, como es el caso de Acróstico Deleuziano (2019). ¿Cómo surge en ti la necesidad de incorporar ideas filosóficas o teorías críticas dentro de tu poesía, estar atento a la misma metapoética dentro de tu mirar? ¿Qué representa para ti Deleuze y su pensamiento en este contexto? —Los que formamos parte de la generación de los 90 en el Perú, cuando empezamos nuestro recorrido hallamos un escenario poco alentador; las tres generaciones anteriores habían extenuado las posibilidades del coloquialismo y la narratividad. Había que buscar otra cosa. Así, unos volvieron hacia lo lírico, otros reelaboraron formas previas a lo coloquial, otros retomaron incluso el soneto y la rima. A mí me interesó el blend, lo que llaman la metapoesía, el incorporar en el discurso poético temas y formas de otras disciplinas. Al comienzo fue duro, muy exigente todo; pero me dicen que finalmente está dando resultados. En cuanto a Deleuze, pues es uno de los filósofos contemporáneos más poéticos, si se quiere. Siempre que se refiere a la poesía, al ritmo, a la necesidad de pensar en libertad, acierta y estimula. Lo sigo leyendo y tengo dos o tres libros suyos como ineludibles: Mil mesetas, su curso sobre Leibniz y el barroco, sus ensayos sobre literatura.
—Tu obra abarca tanto la poesía como la narrativa, con novelas como Rito de Paso (2006) y Migraciones (2009). ¿Cómo diferencias tu enfoque al escribir poesía frente a la narrativa? ¿Sientes que uno de los géneros influye o nutre al otro en tu proceso creativo? —He tratado siempre de no hacer ‘novela de poeta’. Creo que hay demasiados libros donde los poetas se meten a la narrativa y lo que hacen es poner en prosa imágenes y entonaciones que tendrían mayor valor en verso. He respetado el género y he estructurado lo mejor posible mis novelas. Con todo, me parece que en la historia hay novelas geniales que tienen mucha poesía. Ahora mismo recuerdo Moby Dick, Absalón, Absalón y La muerte de Virgilio, pero hay más… ¡Paradiso!
—La revista Ajos & Zafiros fue un espacio clave para la literatura en el Perú de fines de los 90. ¿Qué te motivó a crearla y qué impacto crees que tuvo en su momento? ¿Sientes que en la actualidad se han mantenido o transformado los espacios de difusión literaria? —Fue una iniciativa mía muy bien secundada por Marcel Velázquez Castro, hoy director de la Escuela de Literatura de la UNMSM. Yo acompañé a los amigos los tres primeros números y luego tuve que dejarla, pues ingresé a hacer periodismo cultural en el diario El Comercio. La revista tuvo una excelente repercusión tanto general como académica, y fue plataforma para que muchas plumas críticas jóvenes se dieran a conocer. Estuvo bien mientras duró. Hoy los espacios, demandas y necesidades son otros. Internet y las redes han hecho posible que ciertos escritores, críticos y creadores no necesiten como antes de espacios aglutinadores como Ajos & Zafiros. Eso me parece hasta cierto punto democrático y renovador. Yo, por ejemplo, entro a Facebook y me solazo e informo con páginas personales de poetas como Daniel Freidemberg, Ulises Paniagua o Rocío Cerón, entre varias. Aparte de eso, hay revistas literarias electrónicas de calidad. Creo que la oferta es amplia en redes si se sabe buscar bien, así que la necesidad de una revista física no se me hace muy álgida.
—Has sido finalista en importantes concursos de cuento y novela, y en el 2021 en el Premio Internacional de Poesía Copé. ¿Cuál es tu relación con la competencia literaria? ¿Te parece un espacio válido de validación o proyección del trabajo poético? —A decir verdad yo empiezo a participar en concursos de poesía recién con la pandemia. Los que me conocen, saben que siempre fui refractario a participar en concursos. La facilidad de enviar los libros vía virtual me animó a probar suerte a partir del 2021, y hasta ahora la verdad que no me quejo. Mis poemarios han sido reconocidos incluso por ciertos miembros de jurado que, personalmente, no me tenían en buena estima. Algo de valor deben de tener… Más allá de todo eso, creo que es claro que los premios son un aliciente y un indicador, pero no determinan nada. En la historia de la poesía ha habido grandes poetas que nunca ganaron un solo premio y poetas multipremiados que, además de ello, fueron grandes. Así que nada, a seguir trabajando, que de eso nadie nos libra (risas).
—Tu poemario Nada de este mundo (2020) aborda temas existenciales, una preocupación que ha estado presente en gran parte de tu obra. ¿Consideras que el cuestionamiento de la realidad y del ser es un motor esencial en tu escritura? ¿Cómo ha evolucionado esta reflexión a lo largo de los años? —Justo este año los amigos de Jaguar Editorial (Ecuador) van a publicar la segunda y definitiva edición de ese poemario. Yo le tengo mucho cariño porque hasta cierto punto reflejó el estado espiritual en que entré durante la pandemia, pero principalmente porque sus temas y su apuesta formal me obligaron a pulir los poemas y los versos de una manera obsesiva y en cierto modo trágica. Creo que parte de ello se refleja en la experiencia de los lectores que tuvo y tiene. Un poeta puede ser muchas cosas, reflexivo, lúdico, comprometido, formalista, etc; pero fundamentalmente es un individuo muy sensible. Esa sensibilidad, si sumada a cierta inteligencia, inevitablemente te lleva a cuestionar tu entorno, la realidad y el orden de cosas que se nos ha impuesto. Eso no creo que cambie en mí. Las formas en que ese cuestionamiento se lleva a cabo sí que cambian. Ahora me interesa más el asunto del ritmo, en poesía y en la vida; la manera en que la vida moderna ha impuesto un ritmo meramente productivo, repetitivo, atenido a la cantidad y el número, cuando el ser humano tiene la maravillosa posibilidad de plantear su existencia y su vida de acuerdo con ritmos más ricos, creadores, diversos.
—Perú es un país con una tradición poética muy rica. ¿Cómo te sitúas tú dentro de esa tradición? ¿Hay influencias directas o indirectas que han sido clave para tu desarrollo como poeta?
—Más que de poetas que me han influenciado, me gustaría hablar de poemarios que lo han hecho. Me parece más democrático y certero ello. Tendría que empezar con los libros del maestro Manuel González Prada, el verdadero iniciador de la modernidad en la poesía peruana. Luego Trilce, de Vallejo; Ande, de Alejandro Peralta; los primeros poemarios de Magda Portal, La mano desasida, de Martín Adán; Abolición de la muerte, de E. A. Westphalen; Poesía escrita, de Jorge E. Eielson; Canto Villano, de Blanca Varela; Contranatura, de Rodolfo Hinostroza; Elogio de los navegantes, de Juan Ojeda; Vida perpetua y Las armas molidas, de Juan Ramírez Ruiz… son los que más recuerdo ahora.
—Tu poesía ha sido publicada en revistas prestigiosas como Hueso Húmero, Caretas y Luvina. ¿Qué importancia le das a la difusión de la poesía en medios editoriales? ¿Cómo crees que ha cambiado el panorama de las publicaciones literarias en comparación con tus primeros años de carrera? —Ahora hay muchos más espacios para publicar tu poesía si recién estas empezando. Veo con placer que muchos poetas publican en revistas sin apenas cumplir los veinte años; eso era mucho más complicado a principios de los 90. Y sí, es importante todavía publicar en medios tradicionales (impresos), pero creo que el futuro (y acaso ya el presente) está definitivamente del lado de las publicaciones virtuales y su variada oferta. El peligro es que estos espacios proliferen tanto que se genere una suerte de relatividad anómica, acrítica. Cuidado con ello.
—Actualmente estás preparando un volumen de ensayos y reseñas literarias. ¿Qué te motivó a entrar en el campo de la crítica y cómo ves el rol del crítico literario en el mundo contemporáneo? ¿Crees que la crítica literaria tiene la misma relevancia hoy que en el pasado? —He escrito crítica literaria prácticamente desde que empecé a estudiar literatura. Para mí se da de una manera tan natural como escribir poesía. Nunca he sentido o percibido una contradicción en eso, y mucho menos he sentido que leer crítica literaria y hacerla vaya a estropear mi producción creativa, como piensan algunos conservadores y/o románticos tardíos. Creo, más bien, que hoy más que nunca es necesario incrementar y valorar la buena crítica, sea académica o periodística. Ambas son necesarias y responden a sus particulares objetivos. Lamentablemente, no creo que la crítica literaria tenga actualmente la misma importancia que antes; pero estoy seguro de que necesitamos generar una crítica acorde con el futuro que se nos viene. Precisamente para tratar de incorporar orden, racionalidad, en una producción creadora que se plantea como aluvional y tendiente a la relativización.
—En relación a tu poemario inédito Cuadernillo peruano de los diálogos, que fue finalista tanto del Copé como del Premio Nacional de Poesía José Watanabe Varas en 2021, ¿qué puedes adelantarnos sobre este proyecto? ¿Qué nuevas búsquedas y preocupaciones exploras en este trabajo? —He decidido dejarlo en reposo algún tiempo. Es un proyecto ambicioso (un libro de poemas que aborde la obra y la figura de cien o más personajes peruanos de la poesía, la historia, la narrativa, la filosofía, la música, la pintura…) que me apresuré en cerrar y enviar a concursos. Hoy veo que debo tomar las cosas con calma con este libro y trabajarlo a fuego bajo, incorporando más poemas y dándole su propio ritmo. Algún día estaré más satisfecho con él y lo daré a la imprenta.
—Dentro de tu trayectoria como lector, ¿cuáles son esos libros que consideras fundamentales, esos que te han acompañado y marcado a lo largo de los años? —Pregunta difícil… Siempre vuelvo a The Waste Land y The Cantos. Siempre a Saint-John Perse. Nunca he abandonado a Trilce desde que lo leí en la secundaria. Con otros poetas he pasado de un libro a otro; cuando joven leí mucho Residencia en la tierra, hoy frecuento Canto General y las Odas. Antes leía los poemas posteriores de David Huerta, hoy me atrae de nuevo su monumental Incurable. En general, he pasado de una devoción juvenil por Rimbaud a una sosegada y sostenida admiración por Baudelaire. Cuando joven casi me ahogo en pisco (risas) leyendo la poesía de Dylan Thomas, ahora me siento tranquilo en mi sofá admirando el arte sutil e inteligente de Ashbery y de Marianne Moore. Pero siempre, siempre vuelvo a la vanguardia. Orkopata, Cummings, Klebhnikov, de Rokha, Maples Arce, en fin, tantos y tan antrevidos y tan buenos…
—La tradición poética peruana es muy rica y diversa. ¿Qué poemarios o autores de la poesía peruana contemporánea destacarías como imprescindibles y por qué? —Creo que he respondido en parte a esta pregunta anteriormente. Agregaría, para hablar de autores concretos, la obra de Mario Montalbetti, de Rossella Di Paolo y de José Morales Saravia. Este último dio inicio al neobarroco en el Perú ¡en 1979! Realmente su obra está por leerse y valorarse tanto aquí como fuera del país.
—¿Existe algún poema en particular que haya marcado un antes y un después en tu mirada sobre la poesía, ya sea por su forma, contenido o impacto emocional?
No soy ninguno que sabe.
Soy el uno que ya no cree
ni en el hombre,
ni en la mujer,
ni en la casa de un solo piso,
ni en el panqueque con miel.
No soy más que una palabra
volada de la sien,
y que procura compadecerse
y anidar en algún alto tal vez
de la primavera lóbrega
del ser
No me preguntes más,
que ya no sé…
MARTÍN ADÁN
—¿Quiénes son tus escritores vivos favoritos, ya sea en poesía o en narrativa, y qué es lo que admiras de ellos? —En narrativa, Cărtărescu parece estar logrando el milagro alquímico de hacer novela con real peso poético. Ahora mismo me apresto a leer, con mucho entusiasmo, su Theodoros. Bonus: Benjamin Labatut. En poesía, Anne Carson encarna algo muy especial y difícil de lograr: la combinación feliz de libertad creadora y rigor académico. Bonus: Chantal Maillard.
—Finalmente, ¿podrías dejarnos una selección de aforismos tuyos que tanto aprecio? Y antes, ¿Por qué te interesa este gran género literario? —El aforismo lo entiendo, si breve, como una forma de verso. Y si extenso, como una suerte de poema breve. Creo que la analogía capta un poco la dificultad del género y mi interés. No sé si algún día logre cerrar un libro de aforismos; acaso sea demasiado autocrítico para eso. Pero persisto en escribirlos, de la misma manera que persisto en escribir haikus. He tenido la osadía de nombrar poeforismos a unos poemas con vena aforística que muy de vez en cuando escribo. Te dejo un par:
*
El poema sólo es el inicio de un sueño que tiene su despertar en el oído del lector.
*
No existe la Poética sólo poéticas.
No la Memoria sino la cota de recuerdos y olvidos.
Nunca única Luz; más bien luces y sombras viajando muy juntitas desde la presencia hacia el olvido.
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com Entrevista a Víctor Coral (Barranco, Lima, 1968): entre la exhumación poética y la mirada crítica.
Por Ernesto González Barnert