Joel Herrera Acosta (Santa Clara, Cuba, 1989) es una de las voces destacadas de la poesía cubana emergente, un poeta cuya trayectoria ha sido marcada por una sensibilidad aguda de la historia y poesía de su país, un profundo compromiso con la palabra y la identidad aún en la diáspora. Desde sus primeros pasos en el taller literario de Santo Domingo en 2012, Herrera Acosta ha forjado un camino único que lo ha llevado a explorar y redescubrir su voz en contextos diversos. En 2023, su obra Las estancias del aire fue galardonada con el prestigioso Premio David en Cuba, un reconocimiento que le dio visibilidad nacional y consolidó su posición en la poesía contemporánea de su país. Además, ha incursionado en el teatro, siendo premiado por Batey, pieza que explora la vida y la cultura cubana desde una óptica que traspasa las fronteras de su natal isla.
Desde su llegada a Concepción, Chile, en 2022, Herrera Acosta ha encontrado en su residencia una ventana para ampliar su perspectiva y confrontar su obra con una tradición literaria y poética distinta. A través del grupo literario La Estrella en Germen, ha cultivado un diálogo enriquecedor con la escena poética chilena, explorando las intersecciones y contrastes entre las literaturas cubana y chilena.
Tuve la suerte de conocerlo y oírlo en el marco del Festival de Poesía Pájaros Errantes 2024, uno de los pequeños grandes festivales de la zona del BIOBIO. Su obra se une a las de Damaris Calderón, María Elena Blanco, Adianys González, Liany Vento García que conozco están aquí en Chile. En esta entrevista, Herrera Acosta comparte sus reflexiones sobre la evolución de su poética, el impacto de la diáspora en su identidad, sus influencias literarias y sus recientes descubrimientos en la literatura chilena. Exploramos no solo su obra, sino también su percepción de la poesía como acto de resistencia, como memoria y como un espacio donde confluyen las herencias culturales de América Latina.
—¿Cómo fue tu primera aproximación a la poesía y qué te llevó a iniciar tu camino literario asistiendo a un taller en 2012? —Luego de nueve años fuera regresé al pueblo de mi madre en 2012, al bajar del transporte colectivo fui directo a una mesa en el portal de una librería. El pueblo se llamaba y aún se llama Santo Domingo, en Villa Clara, Cuba, los dominicos eran los perros de Dios según la tradición y en ese pueblo ni los pájaros ni los perros querían vivir. El libro que elegí: Cartas a un joven poeta de Raine María Rilke, “Si puedes vivir sin escribir no escribas” sentenciaba Rilke al joven Kappus y a mí, aún no sé que respondió el otro. Soy de una región con una rica tradición oral, ya en mi niñez improvisaba décimas y me decían poeta, luego me alejé los más que puede de los libros y de la vida literaria, y quizás por ese recuerdo cuando el vendedor y poeta, Idiel García Romero, me invitó a su taller de poesía el sábado siguiente decidí ir, aunque era mi cumpleaños, 13 de octubre de 2012. Mis grandes certezas hasta ese entonces estaban muertas y nada mejor que la poesía para nacer de nuevo.
—Al recibir el Premio David por Las estancias del aire, entraste a una tradición importante en la poesía cubana. ¿Qué significa para ti este reconocimiento y cómo ves su impacto en tu desarrollo literario? —El David era una deuda, en Santa Clara conocí al primer poeta vivo que me estremeció: Frank Abel Dopico, premio David 1988 por el libro “El Correo de la Noche” y premio de la crítica 1989, el año en que nací. Le había prometido ese premio a Dopico que murió el 8 de abril de 2016, esa misma noche se fundó la Estrella en Germen como grupo literario. Leímos poemas encendidos junto a su apagando cuerpo y juramos que no podíamos vivir sin hacer poesía. Para recibir el David regresé a Cuba desde Chile, significó mucho y nada después de años alejado de la vida literaria, lo único importante es escribir buena poesía la premien o no, la publiquen o no. En la historia de la literatura cubana el David ha sido medular pasando por Lina de Feria, Delfín Prat, Sigfredo, Dopico, Oscar Cruz etc. En mi caso vino a demostrar que la poesía decadentista y vana (poética de la guagua y la croqueta como se le llama vulgarmente) no era la única escritura posible, ante la pobreza material y espiritual de la vida en Cuba algunos poetas antepusimos la riqueza del lenguaje y las figuras literarias como si la literatura pudiera devolvernos eso que la historia nos arrebató.
—¿Qué temas exploras recurrentemente en obras como Narahupía y Las estancias del aire? ¿Cuáles han sido tus influencias más marcadas, tanto literarias como personales? —Narahupía, premio Mangle Rojo en 2019, es un neologismo mío: Nara, lugar oculto y lejano y Hupía, forma no antropomorfa del alma después de la muerte, también es un lugar metafísico inventado por mí para encontrarme con todo lo muerto y lo perdido, nave del asombro al descubrir mis raíces arawacas. Durante mucho tiempo se habló de que en Cuba los pueblos originarios fueron exterminados, pero no era cierto, una parte significativa de nuestro genoma es aborigen y las palabras de ese pueblo masacrado sigue nombrando las cosas, desde el nombre del país hasta los cocuyos y mi abuela india. Las Estancias del Aire, Premio David 2023, es el tema de la casa llevada por los aires. De pequeño ante el divorcio de mis padres mi casa fue arrancada y llevada lejos por mi mamá, luego al venir a Concepción junto a mi hija sentí que otra vez mi casa iba por los aires, de ahí los temas son: la muerte, el amor, la identidad, los grandes temas de siempre, lo distinto es la piel que los vive. En lo literario tenía una Biblia desde pequeño, como soy ateo me pareció un magnífico libro, la leí completa al menos tres veces buscando a Dios y solo encontré buena literatura.
—Desde tu experiencia, ¿cómo ves la evolución de la poesía en la sociedad cubana, y cuál crees que es su papel en la construcción de identidad cultural, especialmente en la diáspora? —La poesía ha estado atenta al devenir de la sociedad cubana, por desgracia ha cargado sobre sí el peso de tener que romper el silencio de un país enmudecido por la crisis, denunciar, hacer crítica, hacer periodismo, hacer crónica social y eso el verso lo sufre mucho, termina mustio y agrio. En cada momento de la historia nacional los poetas han sabido buscar lo cubano en la poesía, que es un título de Cintio Vitier pero más que eso un late motive de la creación nacional: Cuba es una isla de poetas, la historia ha desplegado su implacable manto sobre el pueblo, repitiéndose unas veces como tragedia otras como farsa, y otra vez farsa pero la poesía nunca ha bajado la frente ni ha perdido su esencia revolucionaria porque nada hay más subversivo que la belleza. En cuanto a lo estético el siglo XXI arrancó con la novedad de la llamada Generación Cero, iconoclasta, disruptiva, contestataria, lúdica, desaliñada y tremendamente eficaz en llamar la atención sobre sí misma. Yo pertenezco a un grupo literario llamado La Estrella en Germen, de Santa Clara en el centro de la Isla, surgió en 2016 el año de la muerte de Fidel y por tanto se podría decir, el año en el que por fin terminaba simbólicamente el siglo XX para Cuba. De la mano de Sergio García Zamora nuestra poética reaccionó a la pobreza del lenguaje, el discurso político directo, la estética de la decadencia, las ruinas, la abulia; en su lugar adoptamos un tono lírico, volvimos al leguaje tropológico y temas universales, no por evasión sino para hacer un nuevo “reparto de lo sensible”, y ser políticos de otro modo distinto, intentamos en fin hacer nuevas las viejas cosas, buscar en la riqueza de la poesía el alivio necesario a la pobreza del país.
Muchas de las voces más significativas de la “poesía joven” cubana están fuera de la Isla, desde la diáspora viven y escriben, han salido a buscar a Cuba por el mundo. Al igual que Martí, “tienen la vida a un lado de la mesa, la muerte al otro y una nación a sus espaldas”. En el fondo la identidad cultural es un constructo, no existe en la naturaleza, es creada y mantenida viva por los seres que deciden ser, ser cubano, ser latinoamericano etc. La única patria verdadera es la humanidad, para seguir con Martí, lo demás son fronteras que dividen y debilitan. Aún así la identidad cultural es un tesoro que se aprieta contra el pecho cuando se vive en el extranjero, lees y dices yo soy, escribes en tu lenguaje madre y dices yo soy, bailas y dices yo soy, yo soy, yo soy hasta que un día te descubres distinto y contaminado de otras culturas, y te preguntas: Yo que soy, ¿quién soy?, es un motor formidable para la creación literaria si logras superar la angustia de la pregunta.
—Has dirigido eventos y formado parte de organizaciones como la Asociación Hermanos Saíz y la Sociedad Cultural José Martí en Cuba. ¿Qué aprendizajes destacarías de estas experiencias y cómo han influido en tu escritura? —He conocido gente maravillosa, artistas excepcionales, lo demás es solo literatura cómo dijera Zambra, que por cierto también lo conocí cuando la editorial Sed de Belleza le publicó Bonsai y La Vida Privada de los Árboles. Dirigí indirectamente la editorial por ser presidente provincial de la AHS en Villa Clara, también en un festival de trova abracé a Silvio Rodríguez y le regalé unos libros, algo de Montaigne, El Polvo y el Oro del novelista cubano Julio Travieso, y algunos poemarios cubanos y universales, me dio las gracias con brillo en los ojos como un niño al que le regalas su juguete preferido.
—Al residir ahora en Concepción, ¿cómo ha impactado esta nueva cultura en tu percepción poética y en las temáticas de tu obra? ¿Encuentras puntos de diálogo o contraste con el contexto cultural chileno? —A Concepción llegué como llega un extranjero, entré a trabajar en una cocina de un Mall y en la hora de colación intentaba escribir algo para no apagarme de frío y de tristeza. Mi primera experiencia más artística, porque que en realidad la vida de cocinero si es cultural, fue en un taller con Leyla Selman recomendado por la escritura cubana Liany Vento que trabajaba sirviendo en el mismo negocio donde era cocinero. Luego del taller pasé a vender la revista Mocha en los bares y terrazas de la ciudad, no vendí mucho pero el aprendizaje fue brutal porque vivía por más de un año en la ciudad apenas reproduciendo mi fuerza de trabajo sin conocer nada. En unas cuantas sesiones del taller, más las rutas de la revista cultural Mocha, entre lo escrito y lo vívido, pude conectar con el alma de la ciudad y me enamoré para siempre. Ahora estoy en un proyecto de libro donde exploro las distintas fronteras de la condición humana, el diálogo con el contexto cultural chileno es posible y necesario. Vivo el arte y la cultura chilena, desde abajo, a pie, en micro, leo y escribo, veo obras en el teatro Biobío, escucho la música que es el leguaje más potente de Concepción, por las noches mientras hago guardia de conserje escribo y pienso porque leer me da mucho sueño. Con los poemas que escribí trabajando en el Mall gané el premio nacional David en Cuba, con estos textos desvelados y mis lecturas he ganado la serenidad de un derrotado que ya no tiene nada más que perder y todo por ganar.
—Tu obra Batey fue premiada en dramaturgia, un campo distinto al de la poesía. ¿Cómo describirías la transición entre poesía y teatro? ¿En qué se diferencian tus procesos creativos para cada género? —El teatro es acción escénica y la poesía para ser estrictamente técnico es: “un caracol nocturno en un rectángulo de agua”, cómo dijera Lezama. Broma aparte, cada inspiración trae su forma y su género según creo, el teatro sirve para desdoblarte, es dialogante y dialéctico, puedes negarte a ti mismo desencadenar una realidad y ver cómo tus personajes cobran vida defendiendo su caracterización con argumentos que no sabes de dónde salieron. La poesía es un canto, o una forma del canto, por las tardes me ponía a cantar canciones con mi abuela, ella no recordaba bien la letra por eso yo completaba los silencios con palabras que fluyeran junto a la melodía, poco más o menos es lo que hago aún: hay una melodía en mi cabeza, y dejo que las palabras aceitadas fluyan acompañando las notas con el discurso, los poemas sin música me parecen terribles, a menos que sea una intención justificada y consciente del autor. En cuanto al proceso creativo los poemas los armo casi todos en la cabeza, al espacio en blanco voy a transcribir prácticamente, el teatro es distinto, cuándo encuentro un buen personaje y sé que le pasa, cuál es su conflicto voy al papel a desarrollar la trama, pero sin mucha idea de a dónde pueda llevar. En ambos géneros soy un aprendiz, pero lo disfruto sin sugestionarme con resultados medibles, no vivo de la literatura y liberar a mi proceso creativo de traer el pan a mi mesa me permite ser muy feliz mientras leo o escribo.
—¿Cómo te ha nutrido el grupo literario La Estrella en Germen y en qué aspectos consideras que ha marcado tu desarrollo literario? —Somos un grupo de amigos, la mayoría en diálogo constante, ese vínculo casi filial es la clave de todo. Son buenos poetas y poetizas, o como quieran llamarse, ese estremecimiento de leer el buen poema escrito por un contemporáneo no tiene igual. Sergio García Zamora, que es el mentor y uno más de nosotros por elección propia, Ernesto Delgado, Reiniel Pérez Ventura, Antonio Herrada, y Adianys González Herrera por solos citar algunos han ganado importantes premios internacionales recientemente sin embargo mantienen la naturalidad del trato y la humildad de los amigos buenos, nos leemos hasta dolernos, nos influimos en la voluntad de escribir, pero no nos parecemos ni queremos parecernos, cada cuál está en uso o búsqueda de su voz propia. Somos cubanos, bromeamos mucho, debatimos sobre arte y cultura, comparamos el precio del café y la cerveza en Concepción y en Madrid, o Paredes de Navas, jugamos ajedrez online, nos ponemos bravos alguna vez, es magnífico leer un libro en PDF y luego verlo premiado en un concurso importante, es triste hablar de que alguna tarde por los cortes de electricidad nuestras madres no tienen un fuego para cocer su comida o un frío para guardar los escasos alimentos. Nos duele Cuba y además de lo poco que nos permite ayudar nuestra endeble economía escribimos rabiosamente, como un torrente, porque solo el momento exquisito de la creación alivia y entre tanta fealdad y mentira la poesía es belleza y verdad.
—En un contexto en el que el arte y la literatura a menudo son vehículos de resistencia, ¿cómo ves la relación entre literatura y política en Cuba? —No me gusta hablar de política en Cuba, respeto y siento el dolor de mi pueblo, además porque entiendo que es muy fácil caer en simplificaciones, análisis maniqueos o injusticias, pero haré la excepción. Toda buena literatura es política en la medida que hace un nuevo reparto de lo sensible, de lo audible e inaudible, visible e invisible de la estética primera en la época que le ha tocado vivir en contraposición al orden policial establecido según Jacques Rancière más o menos, dicho a prisa y con unas copas de más. En ese sentido la política, ya en sentido clásico entendido como el ejercicio de poder ha estado muy relacionada con la creación literaria, hay libros luminosos en cada época de la historia cubana, encendidas polémicas y solo al inicio la figura de José Martí como la forma cristalizada superior del ser cubano en tanto poeta, intelectual revolucionario, hombre culto y de acción, después esos campos se dividen y nadie ha podido mantenerse firme en más de uno a la vez. En la actualidad Cuba tiene un sistema de publicaciones que sufre el desabastecimiento, hace unos años era muy fácil publicar tiradas de unos 500 ejemplares al menos pero por la falta de papel y otros insumos es cada vez más difícil, hay sin embargo medios alternativos donde muchos autores publican, gracias a premios internacionales, en antologías fuera de la Isla, revistas digitales, editoriales extranjeras muy serias o muy malas, a donde se llega por talento, por relaciones personales, por afinidades ideológicas o por todas las anteriores. Cómo sea ese complejo y desestructurado panorama editorial conforma la realidad de la literatura cubana actual, como tal se da a conocer e interactúa con la política nacional. En el país no se lee mucha poesía, menos poesía contemporánea, en los recitales los poetas son escuchados generalmente por los poetas que leerán después y los trabajadores del local o un público cautivo. Con la idea anterior ilustro la relativa insignificancia de los poetas en la vida del país, entonces entra a escena el truco del mago: la polémica, casi siempre política dónde de pronto los poetas reciben la atención de una estrella de rock por unos instantes, hay algunos autores adictos a esa adrenalina que por desgracia acaba arruinándolos como personas y como creadores. Yo siento la angustia de la realidad en la que viven la gente en mi país, en mi obra está esa angustia de un modo u otro pero no hago poesía militante a favor ni en contra del gobierno cubano, a mí me ocupa y preocupa el pueblo cubano y la cultura cubana, poco puedo hacer sin poder político y en el extranjero. Escribo entonces como muchos de mis contemporáneos y mantengo viva esa cubanía que tarde o temprano volverá a florecer cuando ese sufrido y noble pueblo lo decida, a pesar de la oposición, disidencias, y del gobierno, a pesar de los poetas que publican en las editoriales estatales o en facebook, el pueblo que hoy no tiene ánimo ni tiempo para leer poesía, y que repite sin agua y sin luz los versos sencillos de Martí hasta dormirse de agotamiento, ese pueblo es el que tiene la última palabra.
—Al participar en congresos como el LASA, ¿qué aprendizajes sobre la literatura y la diáspora latinoamericana te llevas, y cómo ves tu papel dentro de este espacio? —Mi participación en la LASA fue online y para ser sinceros poco pude ver más allá de mi ponencia por el tema del horario y el trabajo. Mis ideas por tanto son demasiado parciales y limitadas para ser expuestas.
—¿Cómo es tu proceso creativo? ¿Sigues algún ritual específico, o surge de manera espontánea? —Intento que mi proceso creativo sea lo más natural y eficiente posible, el mecanismo de producción debe ser simple y el producto mítico, complejo, selvático y no al revés. Cuando trabajas de cocinero en un mall, de albañil, o de conserje no puedes poner incienso, música astral, y escribir desnudo sobre un cojín japonés en una máquina de escribir para sentir el golpe de cada letra. La literatura es un subproducto de la vida, vivo, leo y escribo, en el caso de la poesía voy tejiendo los poemas mentalmente y con el teatro hago como un niño que juega con botones sobre una cama hace un siglo. La clave de mi proceso creativo es que no me sugestiono, no me exijo escribir mucho ni publicar. Escribir es una necesidad vital para mí y me hace feliz que la gente lea mis poemas, pero también creo que no debo forzarlo, Whitman es autor de un solo libro, Rulfo de dos, el propio José Martí escribió tres cuadernos de poesía, ¿cuánto podría exigirme a mí que soy Nadie y como Nadie solo espero el momento en el que el odre de los vientos me lleve de regreso a mi isla?
—¿Sientes que la distancia física con Cuba influye en tu conexión con el público y en la evolución de tu obra? —El próximo año se publican, o deben publicarse, en la feria internacional del libro en Cuba mis libros de teatro Máquina de Carnot y de poesía Las Estancias del Aire. Habrá que ver cómo reaccionan los lectores, por lo general quienes compran ese tipo de libros son escritores también, miembros de algún taller literario, críticos literarios, algún filólogo o periodista despistado. En serio, la Poesía es lo más grande de la vida, es la joya de la creación humana, pero nosotros los poetas nunca somos importantes por el valor literario de nuestra propia obra o casi nunca, menos vivos, la muerte es la que suele poner las cosas en su sitio porque los muertos ya no estorban. Mi obra evoluciona junto con mi experiencia de vida, mis perdidas y angustias, el dolor de estar lejos de la gente que amo, las muertes que no pude velar y las vidas que no he podido acompañar, todo duele y se incorpora a mi discurso poético. Como poeta soy hijo de mi dolor y de mi esperanza. La utopía es sentarnos a conversar y leer poesía junto a una luz, como en el principio, pero es una época veloz y cruel, si logro tocar el corazón de un solo lector ahora o cuando lleve tres siglos muerto todo habrá valido la pena.
—¿Qué proyectos o ideas te gustaría explorar en el futuro, y cómo te ves evolucionando como escritor en los próximos años? —Ahora estoy asimilando mucha cultura, el país, la región, los ritmos y rutinas de la vida por aquí, sus olores, texturas, las formas de la luz, los fenómenos naturales, la mirada de la gente que debela y resignifica todo, los conflictos aún latentes, las heridas abiertas. Algo tendrá que salir de toda esa asimilación, además de leer los libros hay que leer la época que nos tocó vivir para poder dar testimonio, por eso para estudiar una época pasada es tan útil ir a los buenos autores quizás más que a los historiadores. La sensibilidad capta verdades esenciales y si uno es honesto en la escritura la verdad toma cuerpo en la palabra. No me exijo mucho para el futuro, solo me exijo no dejar de leer y escribir lo mejor que pueda.
—¿Cuáles son tus autores o poetas cubanos favoritos y cómo han influido en tu poesía? —Heredia, Martí, Villena, Agustín Acosta, Guillén, Eliseo Diego, Dulce María Loynaz, Fina García Marruz, Lezama, Gastón Baquero, Feijòo, Lina de Feria, Nogueras, Padilla, Dopico y sobre todo Roberto Manzano como poeta y como evangelio vivo de la Poesía entre muchos otros, de los contemporáneos prefiero omitir los nombres. Las influencias son difíciles de rastrear en la obra, tendemos a mantenerlas sumergidas por pudor, admitir las influencias es un poco entregar tus armas y andar desnudo, me incomoda esa fragilidad y prefiero evitarla. Cómo detalle diré que conocí personalmente a Dopico, este poeta “menor” de “provincia” y su poesía me estremeció de pies a cabeza, esa intensidad marcó mi estética a partir de entonces, si algo quiero es no ser indiferente para quien me lea. Creo en el poder del arte para sacudir la condición humana, el mayor fracaso es que alguien entre al poemario o al teatro y al final salga en el mismo estado inicial.
—¿Tienes algún libro o autor de cabecera al que siempre vuelves cuando buscas inspiración o consuelo? —El diario de campaña de José Martí definitivamente, ahí la Poesía toma cuerpo y va a la manigua a parir la república nueva. De la tradición universal me gusta la narrativa, desde la Odisea hasta el Tambor de Hojalata, pasando por el Quijote y el Boom latinoamericano, estoy limitado por mi circunstancia de vida y la educación/adoctrinamiento/colonización a la que he sido y aún estoy siendo sometido, trato de hacerme consiente de eso y leer autoras magníficas que el canon occidental silencia, también autores no occidentales o de las disidencias, tengo un especial gusto por los autores disidentes en el sentido amplio de la palabra, desde las disidencias estéticas, pasando por las políticas lo minoritario y periférico me atrae pero confieso que es tan grande mi ignorancia como mi deseo.
—¿Cómo has conectado con la poesía chilena desde tu llegada? ¿Hay poetas chilenos que te hayan marcado especialmente? —Neruda, Huidobro, Mistral, De Rokha, Zurita, Gonzalo Rojas, Omar Lara que conocí en una feria del libro en La Habana. Como ves mi conocimiento es limitado, esos autores han sido fundamentales en mi formación. En Cuba hay un gusto y admiración genuina por la poesía chilena, aunque quizás tengan un desfase de medio siglo, es normal, mi país tiene ese mismo desfase en casi todo.
—¿Has descubierto algún autor chileno que no conocías y que haya sido un hallazgo para ti? —Además de los amigos que recién conocí en el festival de los Pájaros Errantes, y que me parecieron muy buenos, no he leído mucha poesía contemporánea chilena. De lo que leí antes Daniela Catrileo con sus poemarios Río Herido, Guerra florida, me pareció muy interesante. En sentido general los autores champurrias me parece que están en un entre-lugar muy poético, desde que Platón nos sacó de la primera república estamos a una distancia rara del resto del mundo. De algún modo los poetas siempre somos exiliados, escribimos desde una frontera metafísica donde confluyen todas las fronteras posibles, somos extranjeros y hablamos una lengua muerta que apenas podemos traducir al lenguaje de los otros. Pero, “en cuanto llegue la aurora, armados de una ardiente paciencia, entraremos a las espléndidas ciudades.” O regresaremos a la selva madre, al bosque, a la madre tierra y el padre monte, creo que cada uno sabrá a dónde regresar.
—¿Qué similitudes y diferencias encuentras entre la poesía cubana y la chilena? —En mi opinión contaminada y personal la poesía chilena solía ser muchos más telúrica, ancha, poderosa y la cubana tendía al lirismo, lo rítmico, cierta ligereza, aunque igual hay poetas de uno y otro lado que intercambian esas generalidades. De mis contemporáneos me llama la atención en Chile, en lo temático, la presencia de los traumas personales, la violencia, la catarsis con algo de psicoanálisis. En los contemporáneos cubanos el trauma mayor es histórico y las catarsis suelen ser políticas disfrazadas de intimismo. Me faltan lecturas para formarme un criterio más justo y profundo, para hablar de lo que conozco puedo decirte que la Poesía está viva y en pie de lucha tanto en Chile como en Cuba, eso me esperanza.
—¿Te interesa explorar nuevos géneros o temáticas en el futuro que reflejen esta mezcla de influencias entre Cuba y Chile? —Algún día escribiré una novela, por ahora con el teatro y la poesía estoy atrasado en la entrega de los trabajos. Estoy seguro que las influencias estarán en todo lo que escriba, ya no soy el mismo y quiero ser honesto siempre, Chile ha sido un alivio y a la vez un desafío, estoy enamorado de Concepción y del país en general, con ese amor lúcido que todo lo ve y lo transfigura.
—¿Podrías compartir con nosotros algún libro que hayas leído recientemente y que consideres indispensable para cualquier amante de la literatura? —El Quijote, siempre.
—En cuanto a la literatura contemporánea, ¿qué voces emergentes o actuales de América Latina consideras que tienen un gran impacto en la cultura literaria? —Luis Franco, Natalia Litvinova, Ernesto Delgado, Johanna Barraza, Reiniel Pérez, Rosa Berbel, Amanda Gorman, Carlos F. Grigsby y Sergio García Zamora. Igual me falta lectura, estoy seguro que hay muchos poetas magníficos esperando ser leídos, pero así es la vida literaria y para influir en ella debes ser visible.
—¿Qué escritores jóvenes recomendarías a quienes desean conocer más de la poesía cubana actual? —Recomiendo leer la antología: “Plan para matar al emperador” de Menoscuarto Ediciones, ahí se recogen una veintena de poetas cubanos entre los veinte y los cuarenta años, es una muestra significativa. Pero no sé detengan en ella, hay muchos poetas que solo están publicados en Cuba o aún inéditos, también habrá otras antologías que no conozco, hay que buscar esos tesoros escondidos, yo por el momento no doy más pistas.
—¿Qué valor encuentras en las antologías en las que has participado, y qué autores jóvenes destacarías entre aquellos con los que has compartido estas compilaciones? —La Estrella en Germen fue el bautismo editorial para nuestro grupo, El Corazón Central en Ecuador fue una de las primeras salidas al público latinoamericano, así como Estos poetas del Milenio la primera al público de Estados Unidos, ahora la propia Plan para matar al Emperador le da una muestra al público español. Solo la primera antología corresponde al grupo literario, las otras son muestras heterogéneas de todo el país. La importancia fundamental de las antologías es dar a conocer nuevas voces o voces significativas dentro del panorama literario, en el caso de las publicaciones internacionales ayudan mucho a los autores cubanos a romper el autismo editorial de la Isla.
—En tu experiencia, ¿cómo percibes el papel de la literatura en los procesos de cambio social en América Latina, especialmente en la voz de los jóvenes? —En última instancia los procesos de cambio social los hacen los pueblos, la literatura acompaña y da testimonio de esos procesos, pero no es el factor fundamental que los desencadena ni los explica. Creo que toda gran literatura en el fondo va de la condición humana, por eso más allá del credo político o las vilezas personales de quien escribe muchas veces la obra es limpia y humana, en ese sentido tiene un poder transformador porque una buena obra humaniza a quien la lee. Cómo especie somos el cuento que nos contamos de nosotros mismos, la ficción devela verdades ontológicas fundamentales por eso Cien Años de Soledad me parece más verdad que todos los periódicos y los manuales de economía política de su época. En mi experiencia es reconfortante escuchar como los jóvenes están atentos con el oído a tierra, acompañando a la gente en su dolor y su esperanza. La victoria no está completa si en la lucha no se redime además al adversario, y eso hasta hoy solo lo enseña la buena literatura.
Poemas de Joel Herrera
En EL PEZ SOLUBLE Revista de Literatura
MADRE-MONTE
En la yagruma maldita hay un pájaro de ceniza.
Algo caído en la noche abre surcos líquidos sonido limpio moja el cristal pulposo del
monte. Humor negro, palma, fruto maduro en el fermento de la tierra barro y agua
sembrado de espejos en pie frente al lento musgo.
Un calofrío te incorpora hacemidios y el almacigo gotea sobre la cerca su sangre limítrofe.
¿A dónde han ido todos? ¿A dónde tus padres que te han soltado la mano como si una
no deslizara los pies bajo la yagua para sentir la noche, como si una fuera grande
algún día para empuñar el machete tras la puerta?
¿A dónde tu marido? Disuelto en la neblina, hablando con la voz de la neblina, ojos
neblina manos neblina disueltos
y en seguida el Sol.
¿A dónde tus hijos, tus nietos, tus abejas de la tierra, tu perro, tu ciclón del 33 en varaentierra, tu abuelo de las islas silbando, silbando la rabia y los mangos maduros, la tristeza almidonada y blanca del inmigrante?
Vuelve a tus huesos y a tus dolores aprendidos de memoria, nada terrible pasa afuera
nada que no haya pasado antes en tu propio corazón.
Abre el cenzontle sus cuatrocientas gargantas.
ESTÉTICA DE TUS MANOS
Evangelina, temperatura, huevos cocidos en la ceniza, café amargo sobre la cruz de salvia.
Vaso con cocuyos y el peso de la Biblia tapándote la boca.
Naranja cajel acuchillada, seca, tilo blanco con el seno y el vestido despedazados dando gritos de alcohol y rabia.
Fibra del guamá tensada por los bueyes del terror. En definitiva, tu mano sobre mi rostro —mi negro— ahogo al pedirte que la culebra del tiempo se mordiera la cola.
Evangelina, india color del evangelio, los granos maduran en la garganta del pájaro del alba hinchados por la muerte, neblina espesa y el débil fuego del idioma calienta tus manos.
El ave canta al sol tragando la neblina, y una piedrecilla helada cae al corazón. Que tus manos no toquen mi canto.
VERSUS
Solo se trata de sostener el aliento hasta el final de la línea, y al regreso las bestias de cuernos ahogados en música resistan la violencia y el idioma.
Es el vientre que tragó la voz del pájaro del alba y amplifica las cuentas de tierra negra como el ábaco de un dios descalzo y pobre.
Es el cuerno que agota el aire en la materia viscosa de la mañana y trasparenta, el algodón tejido, los huesos padres de mis huesos, la tos y los labios, madera apretada. Los ojos que aún miran la muerte.
¿En el inicio quién se advierte en pie sobre un planeta mientras la neblina silabea caótica arruinando en el País aquellos versos de Yevtushenko que gritan que el País no existe?
Narahupía, un hombre muerto llega antes que el sol y sus manos le muestran a mis manos el ballestrinque y la aroma que fajan y libran.
Mi abuelo me sienta sobre las rejas del arado y abre la tierra bajo mis pies hasta completar el surco. Se detiene y levanta en peso toda la estructura que coloca al inicio de la siguiente línea: es mi Arte Poética.
Juego con mis bueyes traslúcidos el juego de la música y las palabras, artesano que procura contener en la botella el velero y la tormenta.
Son bestias de cuernos espléndidos-terribles-sonoros que embrido a precio de muerte para que no se espanten ante la multitud de tu rostro y luzcan serenos el hierro de mi nombre. Y parezcan míos.
Todo se trata de que parezcan míos.
JUEGOS VIEJOS
Cuando abras esa puerta va a entrar el viento de la muerte. Retorcida elipse, la lengua de la muerte huele a mangos maduros. Prepara los cubiertos, la escoba de aroma blanca y guano tras la puerta. La muerte ha de sentarse a la mesa y nadie la hará levantarse hasta que acabe. No posee ningún miedo que no sea tu miedo a la muerte, ni más ojos que tus propios ojos para buscar tu rostro entre todos los rostros. Apenas te conoce, eres tú quien la invoca y le abre la puerta para que pase con su velocípedo amarillo a derribar los delicados búcaros de la vida. La muerte no tiene rostro, solo el rostro que piensas encontrar en ella. La muerte no tiene voz, solo la voz con la que llamas a la muerte, la voz que hundes en la muerte y gritas toda tu muerte en su garganta vacía. Nada espera en los alrededores de la casa volteando polimitas vacías, masticando cepas de plátano para la sed. En ella está muerta la sed y la espera. Abre tu puerta y deja que se siente a tu mesa, que coma de tu cuerpo y beba tu sangre. Entiende que acaba de nacer para ti y es preciso enseñarle viejos modales.
www.letras.mysite.com: Página chilena al servicio de la cultura
dirigida por Luis Martinez Solorza. e-mail: letras.s5.com@gmail.com Entrevista a Joel Herrera Acosta: Voz de Cuba desde el Sur de Chile
Por Ernesto González Barnert